Este trastorno que se distribuye homogéneamente en diferentes edades y recuerda a la fobia social de los adultos, se caracteriza por la excesiva evitación del contacto con personas desconocidas durante un periodo de tiempo superior a seis meses e interfiere en las relaciones sociales con los compañeros de juego o de colegio. Todo ello está unido a un claro deseo de afecto y de aceptación de uno mismo ante los demás. No son infrecuentes otros trastornos de ansiedad asociados (como la ansiedad excesiva).
A su vez, los niños afectados por este trastorno tienden a intensificar las relaciones con personas del entorno próximo (familia, amigos, etc.). Hay un mayor predominio femenino en los niños afectados por este cuadro clínico, que tiende a manifestarse en torno a las 12-13 años. Los criterios diagnósticos de este trastorno son:
- Evitación excesiva del contacto con personas desconocidas, que es lo suficientemente grave como para interferir en las relaciones sociales con los compañeros
- Deseo de mantener relaciones interpersonales con gente conocida (miembros de la familia y amigos). Relaciones cálidas y satisfactorias con los miembros de la familia y otros parientes
- Edad de 2,5 años como mínimo
Este trastorno se diagnostica solo a partir de los 2,5 años. A una edad más temprana, puede tratarse simplemente del temor evolutivo normal a las personas extrañas al niño.
Con arreglo a las dimensiones de la personalidad, estos niños suelen ser inseguros, tímidos, con poca confianza en sí mismos y poco asertivos. La timidez de estos niños va más allá de las reservas naturales que muchos niños muestran en las primeras fases de las relaciones sociales con desconocidos.
Desde la perspectiva del desarrollo, el trastorno de evitación es un mantenimiento del temor a los extraños que aparece en la segunda mitad del primer año y que tiende a reducirse gradualmente a partir de los 12-18 meses.
Como consecuencia de este trastorno, los niños pueden tener dificultades para adquirir las habilidades sociales necesarias en el proceso de adaptación a un ambiente que les resulta a estas edades enormemente cambiante. El aislamiento social y la depresión pueden ser consecuencias de este trastorno.
Si bien el curso evolutivo es muy variable y depende de las diferentes situaciones de socialización, no son infrecuentes en la vida adulta los déficits de asertividad o incluso las fobias sociales.
Se trata de un trastorno poco frecuente que no aparece como tal en los estudios epidemiológicos infantiles y que se solapa con otros trastornos de ansiedad. El grado de conocimiento del curso, evolución y respuesta al tratamiento de este trastorno es escaso. Por todo ello se ha puesto en cuestión la validez diagnóstica de este trastorno.
(información extraída de Trastornos de ansiedad en la infancia / Enrique Echeburúa Odriozola, 2006)