Mientras que un exhibicionista exhibe sus genitales para producir la respuesta deseada, el que realiza llamadas telefónicas obscenas se exhibe verbalmente soltando obscenidades y provocaciones sexuales hacia una persona que no consiente. La llamada telefónica obscena se considera a veces un subtipo de exhibicionismo. El DSM (2000) etiqueta este tipo de parafilia como escatología telefónica (lascivia).
Relativamente pocas son las mujeres que realizan llamadas telefónicas obscenas. Las mujeres que están acusadas de dichas ofensas están motivadas, por lo general, por la rabia de algún rechazo real o fantaseado más que por el deseo de excitación sexual. Ellas utilizan el teléfono para lazar improperios sexuales contra los hombres que ellas consideran que le han agraviado. Por contraste, los hombres que realizan llamadas telefónicas obscenas están motivados, por lo general, por un deseo de excitación sexual y normalmente eligen a sus víctimas aleatoriamente, de la guía telefónica o marcando al azar. Típicamente, ellos se masturban durante la llamada telefónica o poco después. La mayoría de los que realizan llamadas telefónicas obscenas también mantienen otros actos parafilicos, especialmente el voyerismo y el exhibicionismo.
Existen muchos patrones de llamadas telefónicas obscenas. Algunos de los que llaman se limitan a decir obscenidades. Otros realizan proposiciones sexuales. De algunos solo se escucha una fuerte respiración. Otros describen su actividad de masturbación a sus víctimas. Algunos declaran haber conocido a la víctima en un evento social o a través de algún conocido común. Hay quien incluso se presenta como si estuviera realizando una encuesta telefónica sobre sexualidad y realiza una serie de preguntas íntimas.
Típicamente, la persona que realiza llamadas telefónicas obscenas es un hombre heterosexual, socialmente inadaptado, que tiene dificultades para establecer relaciones íntimas con las mujeres. La relativa seguridad y el anonimato del teléfono pueden protegerle del riesgo del rechazo. La reacción de conmoción o sobresalto de sus víctimas puede proporcionarles los sentimientos de poder y control de los que carecen en su vida, especialmente en sus relaciones con las mujeres. En las obscenidades pueden descargar la rabia que albergan contra las mujeres que les han rechazado.
Las llamadas telefónicas obscenas son ilegales, pero hasta ahora ha resultado difícil para las autoridades perseguir a los responsables. El seguimiento de las llamadas pude ayudar a la policía a seguir la pista de los que realizan este tipo de llamadas. La mayoría de los terminales telefónicos, ya sean de telefónica fijas o móviles, disponen de una pantalla que muestra el número de la llamada entrante o el nombre de la persona, si está almacenado en la lista telefónica. De esta manera, el usuario puede aceptar solo aquellas llamadas que identifique por su número o por el nombre. Este servicio pude impedir algunas de las llamadas obscenas, pero algunos pueden utilizar teléfonos públicos en lugar de sus teléfonos particulares.
¿Cómo debería actuar una mujer que recibe una llamada telefónica obscena? Por lo general, los consejos son similares a los que se dan a las mujeres que son víctimas de los exhibicionistas. Sobre todo, se les aconseja que permanezcan en calma y no muestren conmoción o sobresalto, porque dichas reacciones tienden a reforzar a quien llama e incrementar la probabilidad de llamadas reincidentes. Se aconseja a las mujeres que lo mejor que pueden hacer es no decir nada en absoluto y colgar al receptor suavemente. Como alternativa, la mujer podría responder brevemente antes de colgar haciendo referencia a los problemas de quien hace la llamada. Podría decir con voz calmada pero firme: “Es una lástima que tenga este problema. Creo que debería buscar ayuda de un profesional”. Si recibiera llamadas repetidas, la mujer podría pedir un nuevo número de teléfono que no aparezca en las guías telefónicas o que la policía realice un seguimiento de las llamadas recibidas.
(Información extraída de Sexualidad humana / Spencer A. Rathus, Jeffrey S. Nevid, Lois Fichner-Rathus; traducción, Roberto Leal Ortega; revisión técnica, prologo y adaptación, Félix López, 2005)