La diferencia entre el perdón y otros conceptos

Cuando se menciona el perdón por primera vez, puede parecer algo extraño e inaceptable. Para ayudar, suele ser útil distinguir el perdón de otros conceptos relacionados pero diferentes. El procedimiento puede contemplarse como una modalidad de entrenamiento en discriminación cognitiva. A través de la discusión, a los pacientes se les enseña a diferenciar el perdón de otras posibles reacciones frente a una ofensa. La diferenciación de las siguientes palabras y conceptos de cara a los pacientes son las siguientes: Aceptar. Esta palabra implica indiferencia y una falta de motivación para cambiar los aspectos aversivos del mundo que nos rodea. Por contraste, el perdón deja abierta la opción de luchar por el cambio. Por ejemplo, perdonar la conducta de unos estudiantes que copian en los exámenes, no implica aceptar el copiar como algo inevitable. Los educadores que perdonan no dejan por ello de querer cambiar las condicionar para minimizar la probabilidad de que los estudiantes vuelvan a copiar en el futuro. De forma similar, perdonar a un niño que enciende un fuego o que pega a otros niños del vecindario no implica indiferencia ante tales conductas. Disculpar. Esta palabra implica minimización. Los pacientes pueden decir cosas por estilo de “tampoco es tan importante que mi mujer se gastara todo nuestro dinero en las maquinas tragaperras. En el fondo es una buena persona y me consta que no volverá a hacerlo” o “Así que cada vez que bebe se pone a darme gritos. Pero hay cosas mucho peores en la vida. Por lo menos sigue trabajando y nos mantiene, y jamás me ha puesto la mano encima. De modo que, en el fondo no es para tanto”. Perdonar es muy diferente e disculpar sin más. Perdonar implica admitir que las conductas son negativas. Perdonar no implica minimizar los problemas, ni tampoco ignorar la necesidad de buscar soluciones. Adoptar una postura neutral. Esta palabra implica que no hay que tomar ningún partido en los conflictos. No podemos esperar que las víctimas sean neutrales frente a las acciones de los terroristas, dictadores y demás malhechores. Sus acciones provocaron mucho sufrimiento y la neutralidad puede acarrear más problemas en el futuro. Las victimas están del lado contrario de los ofensores, ya se trate de la discriminación en el trabajo o de los crímenes reiterados de los asesinos en serie y puede que se precisen fuertes medidas para erradicar tales soluciones. Los partidos están tomados de antemano, pero es la victima quien elige perdonar al ofensor. Olvidar. Douglas sirve de ejemplo para explicar este caso, él murió en un estúpido accidente de coche hace más de 35 años. El perdón ha permitido introducir un cambio en el centro de atención. En lugar de recordar obsesivamente la inapropiadisima conducta del conductor temerario que provocó el accidente, los recuerdos se centran ahora en los buenos momentos con Douglas. Los recuerdos del accidente y las ideas de culpabilización son ahora menos frecuentes que cuando ocurrieron los hechos. Justificar. “Es el alcohol lo que hace que se ponga así. En el fondo me quiere y en realidad no es él quien me pega. Es como si lo hiciera otra persona”. Si bien el perdón implica el análisis de las causas de la conducta, no supone una justificación de los actos aversivos de los demás. Tranquilizarse. Es muy útil, pero no es sinónimo de perdonar. Parte del perdón, incluye la conciencia de que en la vida existen conflictos y de que disponemos de procedimientos legales para resolver las disputas. Perdonar implica dejarlo estar en el sentido de reducir la alteración fisiológica, cambiar de actitud y permitir que otros nos ayuden a zanjar la disputa de una forma justa. El perdón forzado, las treguas y el pseudoperdón. El autentico perdón implica un proceso de análisis y de reestructuración cognitiva por las partes ofendidas. El deseo de justicia, de compensación y de sentirse bien. La justicia retributiva supone que una víctima se sentirá bien únicamente cando haya podido llevar a cabo algún tipo de revancha. Por contraste, el perdón no es un arreglo del tipo de un quid pro quo. No exige una compensación de entrada. De hecho como dijo Gandhi: “Si llevamos a la práctica el ojo por ojo y diente por diente, pronto el mundo se quedará ciego y sin dientes”. El perdón puede o no conducir a sentirnos bien. Y dado que el perdón es un proceso que requiere tiempo, el sentirnos bien puede crecer y decrecer. Desgraciadamente, la justicia, las compensaciones económicas y demás formas de compensación, junto con la satisfacción que generan, no nos devolverán al ser amado muerto por un conductor borracho o al amigo que murió en el atentado contra las Torres Gemelas. Además, aunque algún bienestar transitorio pueda extraerse ciertamente del hecho de ver sufrir a una antigua pareja, ello no reparará la relación sentimental del paciente. Perdonar significa, algo más y algo diferente de sentirse bien y recibir una compensación. A propósito de las víctimas de la tortura procedentes de otros países, Gorman (2001) escribió: “cuando los supervivientes refugiados se deciden a hablar de sus muchas pérdidas traumáticas, también deben afrontar la toma de conciencia de que puede que no haya ninguna respuesta o compensación adecuada a las atrocidades perpetradas contra ellos”. Al mismo tiempo, renunciar a la agresividad, el resentimiento y las fantasías de venganzas no significa renunciar al deseo de justicia. El ofensor continuo siendo responsable de sus crímenes. Condenar. El perdón no se deriva de un sentido de condena, que da por sentada la culpabilización y la censura. La actitud de la persona que condena puede ser algo así como: “A fulano le trae todo absolutamente sin cuidado y se merece saber lo mucho que me hirió ¡no tiene corazón!”. Este supuesto perdón refleja un sentido de la superioridad moral que está ausente en el perdón autentico.   (Información extraída de El manejo de la agresividad manual de tratamiento completo para profesionales Howard Kassinove, Raymond Chip Tafrate, 2005)  

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¿En qué consiste la terapia sexual?

La terapia sexual ayuda a modificar los pensamientos que distorsionan (creencias y actitudes) la conducta y esto se hace de una manera tan directa como sea posible, aunque los terapeutas sexuales reconocen también el papel de los conflictos en la infancia y la influencia de la relación de pareja. Así, atacan el problema con diferentes terapias, según lo requiera el problema. Aunque las aproximaciones particulares varían, las terapias sexuales ayudan a: Cambiar las creencias y las actitudes derrotistas Aprender habilidades sexuales Mejorar el conocimiento sexual Aumentar la comunicación sexual Reducir la ansiedad La terapia sexual normalmente involucra a ambos miembros de la pareja, aunque en algunos casos se prefiere la terapia individual. Los terapeutas han descubierto que dar permiso para experimentar acerca del sexo, o discutir acerca de actitudes negativas hacia el sexo, ayuda a muchas personas a superar problemas sexuales sin necesidad de una terapia más intensa. ¿Cuál es el enfoque de Masters y Johnson en terapia sexual? Masters y Johnson fueron los pioneros en la utilización de aproximaciones conductuales al tratamiento de las disfunciones sexuales. Un equipo de terapia formado por un hombre y una mujer, se centra en las parejas como unidad de tratamiento durante un programa residencial de dos semanas. Ellos consideran disfuncional no al individuo sino a la pareja. Una pareja puede describir el problema como la disfunción eréctil del marido. Un hombre cuya mujer tenga un trastorno orgásmico seguramente sufrirá ansiedad acerca de su capacidad para proporcionar estimulación sexual eficaz. El enfoque del equipo de terapia de un hombre y una mujer permite a cada miembro de la pareja discutir los problemas con alguien de su propio género. Ello permite que la terapia no se incline a favor del miembro femenino o masculino de la pareja. Permite a cada miembro de la pareja escuchar sus preocupaciones, expresadas por otro miembro del otro género. Las ansiedades y los resentimientos son expuestos públicamente, pero el enfoque del tratamiento es el cambio conductual. A las parejas se les asignan tareas sexuales diarias y ejercicios de focalización sensorial que deben realizar en la intimidad de sus dormitorios. Las sesiones de focalización sensorial las realizan los miembros de la pareja en la intimidad y desnudos. Los miembros de la pareja se turnan para darse y recibir estimulación en zonas no genitales del cuerpo. Sin tocar los pechos ni los genitales, el que da el masaje acaricia a su pareja para proporcionarle placer en un estado de relajación y sin pedir nada a cambio. Como la actividad genital está restringida a ciertas zonas, no hay presión para funcionar. El que da el masaje está liberado para hacer pruebas con ensayo y error acerca de las preferencias sensoriales de la persona receptora. El receptor también está liberado para disfrutar de la experiencia sin sentirse presionado para ser reciproco o estar obligado a funcionar y excitarse. La única responsabilidad del miembro receptor de la pareja es dirigir al compañero/a que da el masaje, como sea necesario, como prefiera recibirlo. Además de estos ejercicios, Masters y Johnson emplean asignaciones de tareas específicas para cada disfunción, para ayudar a las parejas a superarlas. Masters y Johnson fueron los pioneros en el desarrollo de las terapias sexuales y aun hoy muchos terapeutas sexuales toman como punto de partida su formato. Muchos no tratan a sus pacientes en un programa residencial intensivo y otros cuestionan la necesidad del equipo de terapia mujer-hombre. El beneficio terapéutico no parece depender en gran medida de si las sesiones son dirigidas en un periodo de tiempo corto, o espaciadas en el tiempo. ¿Cuál es el enfoque de Kaplan a la terapia sexual? Kaplan (1974) llama a su enfoque terapia psicosexual que combina métodos conductuales y psicoanalíticos. Kaplan cree que las disfunciones sexuales tienen tanto causas inmediatas como remotas. Kaplan comienza la terapia con el enfoque conductual. Ella se centra en mejorar la comunicación de la pareja, eliminar la ansiedad  y alentar las destrezas y el conocimiento sexual. Emplea una forma de terapia breve orientada a la comprensión, cuando parece que las causas remotas dificultan la respuesta al programa conductual. De esa manera espera traer a la conciencia conflictos inconscientes, por haber reprimido los deseos o la sensibilidad sexuales. Aunque Kaplan informa de buen número de éxitos en los casos tratados no existen estudios controlados que demuestren la combinación de técnicas conductuales y las orientadas al conocimiento o psicoanalíticas sean más efectivas que las técnicas conductuales solas. (Información extraída de Sexualidad humana / Spencer A. Rathus, Jeffrey S. Nevid, Lois Fichner-Rathus; traducción, Roberto Leal Ortega; revisión técnica, prólogo y adaptación, Félix López, 2005)  

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El apego como vía de la instalación emocional del niño

Las emociones tienen funciones relacionadas con la supervivencia. Oatley y Johnson-Laird sostienen que hay en ellos cinco tipos de relaciones con algunas metas vitales prioritarias: apego, amor paterno, atracción sexual, disgusto y rechazo interpersonal. En el estudio del niño nos interesa especialmente la conducta de apego, que es una conducta interactiva entre el niño y el adulto responsable de la crianza. Ésa es una relación que se convierte en el primer ambiente o clima emocional que vive el niño y que le introduce en el grupo familiar y a través de este último, también en el grupo social y cultural en que la familia se desenvuelve. La familia es el primer alveolo social del niño, por tanto, su papel es esencial a la hora de que se frague la configuración de los esquemas que regularán la interacción futura del niño con su entorno. Unas buenas relaciones familiares son garantía de una adecuada adaptación social. Estas relaciones incluyen las de la pareja, las de padres e hijos y las de hijos entre sí. La familia se considera como un organismo en el que cada uno de sus elementos tiene una función o rol con consecuencias en el conjunto global. La familia ha sido especialmente estudian desde la teoría sistemática. Ésta defiende que no se pueden entender los problemas de un sujeto si no se atiende al conjunto total de la dinámica familiar. Sin embargo, antes de que un individuo llegue a percatarse de que pertenece a un grupo familiar ya ha establecido unos lazos afectivos intensos que facilitarán o dificultarán su integración en el grupo. Se ha llamado a estos lazos “apego”, “vinculo” o “urdimbre afectiva”; representan la traducción del concepto de attachement acuñado en ingles por Bowlby (1958). Es un conjunto muy próximo al de imprinting de Lorenz (1966) que ha sido utilizado para describir en la conducta animal el proceso que fija una cría a un modelo y que permite la regulación mediante modelado de la conducta de crianza. Esta especial atención ha merecido una continuada atención en el campo de la psicología como demuestra la obra de Ainsworth, Tizard, Goldfarb, Rutter, etc. El apego suele producirse respecto a la madre pero también puede ser establecido con cualquier persona que haga sus veces, ya sea varón o mujer. La época de instalación del apego oscila según los casos, pero se ha establecido que su periodo álgido está entre los nueve meses y los tres años. Esto puede interpretarse también como un periodo crítico, puesto que la mayor parte de las carencias de apego que pueden lastrar la conducta infantil posterior se centra en estos años. La función del apego parece que es garantizar la supervivencia en una etapa temprana. Además tiene un carácter reciproco: Jersild sostiene que la indefensión del niño es la que provoca la conducta de apego por parte del adulto. En definitiva, consiste en un sistema de promoción de la proximidad entre el niño y su madre o persona de referencia, lo que garantiza una conducta exploratoria en el primero, basada en la seguridad. Muy probablemente si el niño no experimentase esa necesidad de proximidad, los índices de accidentabilidad infantil se dispararían y los de supervivencia serian muy precarios. Pero esta función primaria e inicialmente biológica tiene unas consecuencias psicológicas y sociales incuestionables y entre ellas posee especial relevancia el adecuado desarrollo emocional. El niño está dotado de un sistema de respuestas emocionales básicas cuya explicitación social copia de las de la madre y busca en ésta cuál es la respuesta adecuada ante cada situación. El aprendizaje de las distintas intensidades de la reacción emocional y la interpretación de unos licitadores como agradables o desagradables se gesta en el periodo de apego a través de la persona de referencia. Tipos de apego Al estudiar los tipos de apego y las consecuencias de sus fallos, se han caracterizado tres formas de vinculación emocional: el apego seguro, el apego inseguro o ansioso, este último con dos formas: apego ansioso evitador y apego ansioso ambivalente. El apego seguro se caracteriza porque el niño echa de menos a su madre en su ausencia y se consuela con su presencia. El apego evitador tiene como elemento distintivo el que el niño echa de menos a su madre cuando falta, pero en cambio la evita cuando regresa después de una separación. El apego ambivalente consiste en que el niño presenta una alteración muy fuerte de conducta ante la separación maternal y después desarrolla manifestaciones de ira al producirse la reunión. El apego está sometido a una evolución. Se da un periodo primero en donde las conductas mutuas de madre e hijo tienen un componente gestual de proximidad física, pero a medida que el niño crece el contacto verbal, que existe desde el principio por parte de la madre, va adquiriendo un papel protagonista, sobre todo desde que el niño comienza a entender el contenido de esos mensajes y no solo su componente prosódico emocional. En particular, hay una correlación efectiva entre las habilidades sociales de los niños y la capacidad de la madre para referirse a sus propias emociones, a las de sus hijos y a las de los otros, analizando sus causas. Consecuencias del apego en la conducta emocional del niño El apego guarda una estrecha relación con el desarrollo sentimental del niño. Un apego seguro correlaciona con una adecuada adaptación sentimental, sobre todo en lo que se refiere a una expresividad emocional positiva y el desarrollo de empatía. El papel de la expresividad emocional del niño y de su madre ha sido estudiado profusamente en relación con los tipos de apego. Las madres de niños por debajo de un año suelen comunicarse emocionalmente con el hijo en una posición de cara a cara. No solo los niños imitan a sus madres, sino que las madres suelen también imitar las expresiones del niño, sobre todo las de las emociones positivas, con una inmediatez total, lo que parece que facilita la comunicación empática del niño. Es evidente que las conductas emocionales

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Tratamiento de las parafilias

El tratamiento de estos patrones atípicos de conducta sexual pone en juego varios asuntos. Las personas con parafilias normalmente no quieren ni buscan un tratamiento, al menos no voluntariamente. A menudo niegan que sean delincuentes sexuales, incluso después de haber sido detenidos y condenados. Por lo general, son tratados por los profesionales de salud mental solo cuando entran en conflicto con la ley o por requerimiento de los miembros de la familia, o de las parejas sexuales que les han descubierto en conductas parafílicas o encontraron evidencias de sus intereses parafilicos. La conducta parafílica es una fuente de placer, por lo que muchas personas no están motivadas para dejarlo. Típicamente, el individuo percibe que sus problemas tienen su origen en la intolerancia de la sociedad, no en sentimientos de culpa o vergüenza. Los terapeutas pueden enfrentarse a problemas éticos cuando se les exige su contribución a un proceso judicial o se les pide que intervengan para que intenten persuadir a un delincuente sexual de que él debería cambiar su conducta. Los terapeutas ayudan a sus pacientes a que se aclaren o encuentren sus propios objetivos; no es su papel imponer los objetivos sociales que debe tener el individuo. El tercer asunto es un problema de tratamiento. Los terapeutas se han dado cuenta de que tienen menos éxito con las personas resistentes o recalcitrantes ante el propio tratamiento. A menos que exista una motivación para el cambio, el esfuerzo del terapeuta es en vano. El cuarto problema es el asunto de la responsabilidad percibida. Los delincuentes sexuales aseguran que son incapaces de controlar sus impulsos. Ese convencimiento de falta de control es a menudo autocomplaciente y puede llevar a los demás a tratar a los delincuentes sexuales con mayor simpatía y comprensión. Sin embargo, la mayoría de las terapias están basadas en la creencia de que, sean cuales sean las causas que han llevado al problema de conducta y cualquiera que sea la dificultad para resistirse a esos impulsos sexuales inusuales, aceptar la responsabilidad personal de las acciones de uno mismo es el preludio del cambio. Así, si la terapia ha de ser constructiva, es necesario romper la creencia de la persona en tratamiento de que él o ella están indefensos y de que son incapaces de controlar su conducta. A pesar de estos problemas muchos delincuentes sexuales son remitidos por los tribunales para su tratamiento. Unos pocos buscan terapia por sí mismos, porque se han dado cuenta de que su conducta les hace daño a sí mismo y a los demás. ¿Qué aproximaciones psicológicas se emplean para tratar las parafilias? Las principales aproximaciones psicológicas se han empleado para el tratamiento de las parafilias son las terapia cognitivo-conductuales y el psicoanálisis Psicoterapia psicoanalítica El psicoanálisis se centra en la resolución de los conflictos inconscientes que se cree que se han originado en la infancia y que se manifiestan en la edad adulta en forma de problemas patológicos, como las parafilias. La finalidad de la terapia es ayudar a traer a la conciencia los conflictos inconscientes, principalmente los conflictos de Edipo, de manera que puedan trabajarse  a la luz de la personalidad adulta del individuo. Terapia cognitivo-conductual Mientras el psicoanálisis tradicional suele suponer un largo proceso de exploración del origen infantil de las conductas problemáticas, la terapia cognitivo-conductual es breve y se centra en cambiar la conducta. La terapia cognitivo-conductual ha generado varias técnicas para ayudar a eliminar las conductas parafilicas y fortalecer las conductas sexuales apropiadas. Estas técnicas incluyen la desensibilizacion sistemática, la terapia de aversión, el entrenamiento de habilidades sociales, la sensibilización encubierta y el reacondicionamiento del orgasmo, por nombrar unos pocos. La desensibilización sistemática intenta romper el vinculo que existe entre el estimulo sexual y la respuesta inapropiada. En primer lugar, la persona en tratamiento hace ejercicios de relajación muscular. Después la relajación muscular, se simultanea repetidamente con una imagen, entre una serie de imágenes o fantasías parafilicas que se van presentando una a una, progresivamente más excitantes. La relajación viene a reemplazar a la excitación sexual, en cada uno de los estímulos, incluso los más provocativos. En la terapia de aversión, la conducta sexual no deseada es repetidamente con un estimulo desagradable con la esperanza de que la persona en tratamiento desarrollará una aversión condicionada a la conducta parafilica. La sensibilización encubierta es una variación de la terapia de aversión en la cual las fantasías son simultaneadas con un estimulo desagradable imaginario. El entrenamiento de las habilidades sociales se centra en ayudar al individuo a mejorar sus habilidades para relacionarse con personas del otro sexo. El terapeuta puede modelar la conducta deseada, por ejemplo, cómo pedir una cita a una mujer o cómo hacer frente a  un rechazo. La persona en tratamiento puede representar esa conducta, con el terapeuta representando el papel de la mujer. Después de la sesión, el terapeuta puede proporcionar retroalimentación y consejos adicionales y representar el modelo, para ayudar a la persona a mejorar sus habilidades. Este proceso puede repetirse hasta que la persona en tratamiento domine la habilidad. El reconocimiento orgásmico ayuda a incrementar la excitación sexual ante estímulos sexuales socialmente apropiados, acompañando imágenes apropiadas culturalmente con placer orgásmico. A la persona se le dan instrucciones para que se excite sexualmente masturbándose con imágenes o fantasías parafilicas. Pero cuando se aproxima el momento del orgasmo cambia hacia las imágenes apropiadas y se concentra en ellas durante el mismo tiempo. Esta técnica se combina con otras como el entrenamiento de las habilidades sociales, de manera que también pueda reforzarse conductas sociales más deseables. Aunque las técnicas de terapia conductuales suelen tener frecuencias de éxito informadas más altas que la mayoría de los otros métodos, también están limitadas por la dependencia de casos estudiados de forma no controlada. Sin controlados apropiados no podemos aislar los elementos efectivos de la terapia o determinar que los resultados no son debidos meramente al paso del tiempo u otros factores no relacionados con el tratamiento. Es posible que las personas en tratamiento que están fuertemente motivadas para cambiar

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Tipos de encopresis

Los intentos por identificar distintas clases de encopresis se han organizado en función de alguno de los siguientes parámetros: inicio o curso del problema, adecuación del entrenamiento recibido en la infancia, presencia o ausencia de estreñimiento y rechazo a utilizar el orinal, dando lugar a una variedad de tipos, cuya denominación concreta parece responder más a las preferencias de un autor que a variantes del trastorno identificadas. Encopresis primaria (continua) y secundaria (discontinua) En el primer caso, el niño no ha manifestado un control intestinal adecuado desde que nació, mientras que en el segundo la encopresis aparece presida de un periodo de continencia de por lo menos un año. Los términos de encopresis continua-discontinua popularizados por Anthony (1957) son equiparables a los anteriores, aunque a diferencia suya, presuponen la existencia de ciertas características relacionadas con el modo en que los padres entrenador a sus hijos en los hábitos de eliminación. Anthony sugería que la encopresis continua era consecuencia de la falta de entrenamiento o de un entrenamiento excesivamente laxo, en tanto que la encopresis discontinua estaba relacionada con un entrenamiento demasiado rígido o coercitivo, iniciado a una edad muy temprana. A partir de esta asociación y de otros rasgos diferenciales, concluía que la encorpresis continua tenía  mejor pronóstico terapéutico que la discontinua. Los encopréticos continuos no necesitan psicoterapia, sino que una persona cálida, motivada y relajada los entrene en el uso del retrete bajo un régimen mejor que el que tuvieron en casa. Por el contrario, los encopréticos discontinuos sufren una alteración más profunda, por lo que necesitaran una psicoterapia prolongada y alguna medida de protección contra sus madres. Según Anthony, los niños con encopresis discontinua se ajustan al siguiente patrón: son niños sobreprotegidos, inhibidos emocionalmente con rasgos obsesivos, fuertes sentimientos de vergüenzas, culpa o ansiedad y proceden de una clase social media. En contraposición, los niños con encopresis continua, son niños desatendidos, regresivos, deshibidos emocionalmente, no se sienten especialmente perturbados por la encopresis, proceden generalmente de las clases sociales menos favorecidas y padecen también enuresis en una proporción mayor que los discontinuos. Encopresis retentiva y encopresis no retentiva La distinción se determina en virtud de la presencia o ausencia de estreñimiento. Prácticamente todos los investigadores sin excepción están de acuerdo en considerar que esta diferenciación es fundamental para explicar la génesis del problema y seleccionar el tratamiento más adecuado. La encopresis retentiva se caracteriza por el siguiente patrón: existencia de estreñimiento crónico, deposiciones poco frecuentes, retención fecal y múltiples episodios de ensuciamiento con heces pobremente estructurada. El ensuciamiento se encuentra en gran parte determinado por las alteraciones fisiológicas que provoca el estreñimiento en el funcionamiento incorrecta: dilatación del recto, pérdida de tono muscular, deterioro de la sensación de distensión rectal ante la presencia de heces y disminución de la contractilidad para conseguir una evacuación intestinal eficaz. Por definición, en la encopresis no retentiva no existe ninguna evidencia de estreñimiento, pero la existencia de otros rasgos clínicos diferenciales está mucho menos estudiada. El problema puede ser consecuencia de un entrenamiento inadecuado, una reacción fisiológica ante el estrés ambiental o una forma de evidenciar conductas de oposición ante las normas establecidas. Tipos de encopresis en los sistemas de clasificación de los trastornos mentales El DSM-IV se adhiere a la corriente general y distingue entre encopresis retentiva y no retentiva aunque utiliza una terminología mas descriptiva: “encopresis con estreñimiento e incontinencia por rebosamiento” y “encopresis sin estreñimiento ni incontinencia por rebosamiento”. Subraya el hecho de que en el primer caso se puede apreciar un rezumar fecal continuo, por lo que es relativamente frecuente que los niños manchen su ropa, tanto de día como de noche, mientras que en el segundo, los episodios de incontinencia son mas irregulares y las heces tienden a ser de consistencia normal. Lógicamente, los dos tipos de encopresis descritos pueden ser de origen primario o secundario. En contraste, la OMS confiere más relevancia al hecho de que el niño sea capaz de controlar voluntariamente la defecación y recomienda diferenciar entre tres tipos de encopresis: encopresis con fracaso en la adquisición del control esfinteriano, categoría equivalente a la encopresis primaria-continua, en la que encopresis es consecuencia de una enseñanza inadecuada o de una fallo en el aprendizaje de dicha enseñanza; encorpresis con un control de esfínteres normal (secundaria), en este caso existe un control fisiológico de la función intestinal, pero por algún motivo se produce un rechazo, resistencia o fracaso para aceptar las normas sociales sobre cuál es el lugar apropiado para defecar, y encopresis con deposiciones liquidas por rebosamiento secundario a retención (equiparable a la encopresis retentiva).       (Información extraída de Encopresis / Carmen Bragado Álvarez, 1998)

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Diferentes subtipos del trastorno obsesivo-compulsivo

Terapia del temor a la contaminación con rituales de limpieza La EPR es el tratamiento de primera elección para este tipo de TOC. La mayoría de los estudios indican que la EPR es especialmente eficaz en estos casos. Una gran parte de los pacientes que manifiestan esta sintomatología son muy fóbicos y presentan múltiples conductas de evitación. Debido a esta característica es conveniente contar con la colaboración de un familiar o persona allegada para ayudar al paciente con las tareas de la casa y la auto-exposición. Durante la EPR puede ser necesario que el paciente realice tareas de exposición en vivo en lugares públicos. Este tipo de exposición puede generar situaciones conflictivas y problemáticas para el paciente. Por ejemplo, el paciente mientras se expone en un comercio puede llamar la atención por el tiempo que invierte ante el stand de productos de limpieza o encontrarse con un amigo mientras realiza la exposición con el terapeuta. Con el fin de no generar un exceso de ansiedad e incomodidad en el paciente es conveniente instruirlo en cómo manejar esas situaciones, procurar elegir momentos adecuados para la exposición y si es necesario el terapeuta puede hablar con el personal del local para facilitar las tareas de exposición. El terapeuta ha de estar especialmente atento ante cualquier conducta evitativa, especialmente la evitación cognitiva. Para salvar este escollo es conveniente solicitar al paciente que centre su atención en la tarea que realiza, que verbalice lo que ve y está haciendo y que describa con detalle los productos a los que se expone. Un factor de distracción y de evitación durante la exposición es el intento por parte de algunos pacientes de mantener una conversación sobre cualquier tema con el terapeuta mientras realizan la exposición. El terapeuta solicitará al paciente que se centre en la tarea de exposición dejando cualquier otra cuestión para otro momento. Una vez que el paciente ha realizado varias exposiciones en vivo con el terapeuta conviene utilizar la estrategia de auto exposición, ya que presenta ventajas en cuanto a la generalización y el mantenimiento de la mejoría. La exposición ayuda al paciente a cambiar sus actitudes ante el riesgo. Terapia de rituales de comprobación Los pacientes con rituales de comprobación normalmente realizan éstos cuando están solos ya que si están acompañados delegan la responsabilidad y no tienen tanta urgencia por comprobar. Este tipo de pacientes es especialmente refractario a intervenciones en el hospital o con presencia del terapeuta ya que traspasan la responsabilidad del posible daño que cometerían por su negligencia al personal hospitalario o al propio terapeuta. La auto exposición es la estrategia más conveniente en esos casos, ya que la mayoría de los rituales de comprobación aparecen en el hogar. En la EPR en los pacientes con rituales de comprobación, el tiempo de exposición no debe ser muy prolongado, al contrario que los pacientes con temor a la contaminación donde la mayor duración de la exposición redunda en un aumento de la mejoría. En los pacientes con rituales de comprobación conviene cambiar los entornos de exposición con frecuencia. Si los rituales de exposición son especialmente complejos y frecuentes, la implantación de los EPR es muy difícil. Los problemas motivacionales son frecuentes además de presentar elevados niveles de ansiedad y cuadros depresivos asociados. En muchos casos es necesario recurrir a un tratamiento farmacológico para reducir el malestar emocional y contribuir a la mejora de los motivación antes de implantar la EPR. Terapia de los pacientes con temor a hacer daño Un determinado número de pacientes presente intensos temores a perder el control y hacer daño a personas queridas o a ellos mismos. Algunos ejemplos: madres que temen volverse locas y estrangular a su hijo recién nacido, albañiles que piensan que pueden perder el control motor de sus piernas y arrojarse al vacío, personas que mientras utilizan un cuchillo temen perder el control y clavárselo a una persona que esté cercana, personas que ante la visión de una cuerda temen colgarse, etc. Este tipo de obsesiones generan grandes niveles de ansiedad e importantes sentimientos de culpa en los pacientes. Éstos evitan accidentalmente cualquier objeto o situación por temor a una pérdida de control y a realizar la acción: creen que pensar equivale a hacer. Éstos pacientes se benefician tanto de una intervención conductual como cognitiva. La intervención conductual consiste en exponerlos a la situación u objeto temido hasta que la ansiedad remita. En realidad es un experimento conductual sobre la hipótesis que maneja una forma de contrastar la veracidad de su obsesión. Estos pacientes pueden llegar a necesitar un tiempo de exposición elevado hasta que experimentan una reducción efectiva de la ansiedad. Al principio es conveniente realizar la EPR en presencia de un terapeuta o coterapeuta dados los elevados niveles de ansiedad para a continuación pasar a la autoexposición. El hecho de que muchas de estas obsesiones aparezcan relacionadas con actividad peligrosas no es óbice para asumir riesgos excesivos durante la exposición. No se trata d exponer al paciente al límite de una situación, por ejemplo solicitar a un paciente que suba a una altura desproporcionada sin ninguna protección, ya que la mayoría de las personas no lo harían y el riesgo que se asume está muy por encima del beneficio terapéutico que se pretende. Terapia de la lentitud obsesiva primaria Los pacientes que presentan una lentitud obsesiva primaria tienen una extrema dificultad para realizar tareas rutinarias sin quedarse bloqueados. Estos estados pueden llegar a ser muy incapacitarnos y generar una pérdida de autonomía personal y grandes tensiones en la dinámica familiar. El abordaje habitual de estos pacientes consiste en limitar el tiempo para que realicen una determinada tarea. Conviene hacerlo por aproximaciones sucesivas y siempre bajo la atenta supervisión de un terapeuta. En algunos casos hay que obligar al paciente a concluir una tarea. Estos pacientes pueden generar tensión en coterapeutas no entrenados, por lo que es muy importante seleccionar adecuadamente a los mismos y entrenarlos previamente. En casos muy extremos, el tratamiento se realiza en régimen hospitalario. Habitualmente el

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Características de los objetos de los dependientes emocionales

Los dependientes utilizan a sus objetos para compensar su necesidad afectiva del otro y su negación patológica de sí mismos. Las características que tienen estos objetos son las siguientes: Son fácilmente idealizables. No es casualidad situar esta característica como la primera y no por ser más importante o significativa que las demás, sino por tratarse de un autentico nexo de unión entre las peculiaridades propias de los objetos. los objetos no son personas fácilmente idealizables de por sí, es decir, no es normal que cualquier persona puede reaccionar con extrañeza, desinterés, apatía o en la mayoría de las ocasiones con un contacto superficial. Los objetos son fácilmente idealizables para personas con baja autoestima, entre ellas los dependientes emocionales, por eso esta característica es válida solo para ellos y no para otras personas, que en absoluto les idealizarían. Idealizar significa otorgar a personas o cosas cualidades positivas que no existen en realidad o que son exageraciones de la misma. Son narcisistas y explotadores. El narcisismo es el amor excesivo a uno mismo, es una exageración patológica de la autoestima que conduce a una autentica auto idealización. Existen muchos grados de narcisismo, desde la vaga sensación de ser diferente a los demás por despuntar en algo, hasta la convicción absoluta de ser una persona especial, peculiar, etc. el denominador común a todos los grados es la sobrevaloración que en mayor o menos medida se produce del ego y la consiguiente minusvaloración del entorno. El narcisista es una persona que solo desea admiración del entorno, que entiende las relaciones positivas únicamente como la adulación de sus propias cualidades por parte de otro individuo. El amor excesivo a sí mismo tiene entonces un deseo de correspondencia en los demás. No existe afecto sincero hacia los demás, pero tampoco se desea su cariño, solo su sometimiento y su admiración. La contrapartida del narcisismo es la devaluación de los demás, incluidas las personas que entran en el juego de la exaltación de su ego. Para justificar su amor excesivo hacia sí mismos deben considerarse realmente superiores a los demás, diferentes, peculiares, extraordinarios. Suelen padecer trastornos de personalidad. Al igual que sucede con los dependientes emocionales, el padecimiento por parte de los objetos de entidades patológicas no es un requisito indispensable; es más, es también bastante común que estos individuos no tenga trastornos de personalidad diagnosticables y que solo sean ligeramente egoístas y soberbios, aunque con el tiempo estos rasgos se acentúen en interacción con sus parejas sumisas y admiradoras. Obviamente el trastorno narcisista de la personalidad será el diagnóstico más común, los criterios propuestos por el DSM-IV para esta categoría: Un patrón general de grandiosidad, una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican los siguientes ítems: Tiene un grandioso sentido de auto importancia Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios Cree que es especial y único y que solo puede ser comprendido por otras personas que son especiales o de alto status Exige una admiración excesiva Es muy pretencioso; por ejemplo, tiene expectativas irrazonables de recibir un trato especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas Es interpersonalmente explotador, saca provecho de los demás para alcanzar sus metas Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios Los individuos con trastorno narcisista de la personalidad basan su carácter precisamente en el narcisismo desproporcionado; por tanto, esta categoría constituye el prototipo de los objetos de los dependientes emocionales. Pueden existir rasgos de narcisismo en otros trastornos de la personalidad que también aparecerán con relativa frecuencia en los objetos de los dependientes emocionales. Algunos de estos otros trastornos de personalidad son el histriónico, el antisocial y el paranoide.   (Información extraída de Dependencia emocional: características y tratamiento / Jorge Castelló Blasco, 2005)  

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Muerte en la tercera edad

La tercera edad está considerada como la etapa del ciclo vital que empieza alrededor de los 65 años y que finaliza con la muerte. Existen diferentes términos para hacer referencia al mismo periodo, tercera edad, edad avanzada, vejez, ancianidad, etc. Las personas que se incluyen en esta etapa tienen una percepción de la propia muerte como algo más cercana. A lo largo de su vida habrán tenido numerosos contactos con personas que han muerto. La muerte del otro se convierte entonces para el anciano en el punto de partida sobre el cual imagina o fantasea acerca de cómo será su propia muerte. De esa manera se va preparando para su proceso de “ser en la muerte”. Las pérdidas que a lo largo de su existencia puede haber venido acumulando en los ámbitos personal y social pueden también ocasionar el que cada nueva muerte signifique un aumento de empobrecimiento y de su soporte en la vida, ya sea afectivo o biológico. Por ello lo que más le preocupa al anciano no es la muerte sino la pérdida. La muerte contiene una enorme cantidad de incógnitas, pero es un hecho inevitable, natural a la condición humana, como lo es el rechazo que despierta, con la consiguiente angustia y temor que expresan los ancianos. El hombre, sabe que morirá y tiene conciencia de este hecho, aunque no lo haya experimentado en él mismo. Desde la antigüedad, el hombre se ha esforzado por asumir la muerte. Ya viejos poemas hacen referencia a ella, lo que nos demuestra que ya en aquellos tiempos el hombre se resiste a aceptar que va a desaparecer y necesita creer que pervivirá en su alma. La ciencia define la muerte como el cese absoluto y definitivo de todas las funciones biológicas, que incluye la interrupción total e irreversible de las funciones circulatoria y respiratoria y el cese, también irreversible, de todas las funciones cerebrales. Para la psicología la muerte constituye una de las fuentes de angustia más significativas e importantes. Las diferentes emociones que pueden presentar los ancianos ante la muerte como el miedo, la angustia, la tristeza o el enfado junto con la influencia de los factores culturales serán la base que tenga en el proceso del final de la vida. La muerte se considera como un proceso y no como un acto puntual. El enfermo terminal se va muriendo poco a poco y va diciendo adiós al amor, a las ilusiones y a las esperanzas. Por otro lado, aumentan los miedos al más allá, al sufrimiento de los últimos días, a qué pasará con sus familiares, al olvido. Pero también es importante resaltar, que este proceso de morir, lo experimentan los familiares y/o cuidadores que están día a día con el enfermo al final de su vida. La muerte psicológica también penetra en la esfera familiar que a través del duelo tendrá que aceptar que todos nos morimos un poco en la pérdida del ser querido. En este sentido, cuidar al cuidador es una labor importante y necesaria ya que puede facilitar el buen morir del enfermo al final de la vida. Actitudes ante la muerte La actitud es uno de los conceptos más relevantes en psicología social. No es un concepto aislado, sino que se haya en estrecha relación con otros conceptos psicológicos como: motivación, percepción, personalidad y conducta. Allport lo define de la siguiente forma: “Estado de disposición nerviosa y mental, organizada mediante la experiencia, que ejerce un influjo dinámico o directivo sobre las respuestas que un individuo da a todos los objetos y situaciones con que ella está relacionada” (1935) Una actitud tiene los siguientes componentes: Ideas y creencias sobre el objeto de la actitud Emociones que produce el objeto de la actitud Acción respecto al objeto de la actitud Los tres componentes pueden o no estar relacionados, pues a veces hay contradicciones entre ellos; por ejemplo, las actitudes ante la muerte con frecuencia son contradictorias, pues la muerte en sí encierra una contradicción. Las actitudes ante la muerte son un producto de la educación, que varía en función del contexto cultural. Están estrechamente relacionados con la visión personal del mundo y con la posición que uno considera que ocupa en el mundo. Esto a su vez tiene que ver con el control percibido de la realidad, en concreto de las leyes naturales, pues una sensación de control sobre éstas lleva a tener menos conciencia del poder de la naturaleza sobre la vida y por lo tanto de la muerte. También tienen que ver con las experiencias relacionadas con la muerte, con la esperanza de vida y con las creencias sobre lo que es un ser humano La muerte genera todo tipo de actitudes y emociones siendo el miedo y la ansiedad las respuestas más comunes. Para Limonero (1997), la ansiedad ante la muerte se puede entender como una reacción emocional producida por la percepción de señales de peligro o amenaza a la propia existencia. La ansiedad podría aparecer ante la presencia de una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, la noticia de un fallecimiento o por estímulos situacionales que por asociación con los anteriores han condicionado estímulos internos del sujeto tales como pensamientos o imágenes relacionadas con la muerte propia o la de un ser querido. Para Dobler (1974), la ansiedad sería un estado emocional negativo que carece de objetivo específico. Sería como tener miedo a algo, sin saber que ese algo, mientras que el miedo sería lo que experimentamos cuando podemos localizar y describir la fuente de nuestras preocupaciones. Es decir, la ansiedad ante la muerte sería el miedo a dejar de sentir, mientras que el miedo a la muerte podría ser miedo al proceso de morir, en el sentido de cómo será la agonía, si se podrá controlar el dolor, etc. La actitud ante la muerte depende de múltiples factores: la personalidad de la persona, su estilo de vida, el contexto sociocultural, las relaciones humanas que se han tenido y las que se mantienen con la familia y

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Características psicológicas de los violadores ¿cómo son?

Los violadores no son menos inteligentes ni están más enfermos mentalmente que otras personas. Muchos violadores no muestran evidencias de trastorno psicológicos. Esto no quiere decir que su conducta sea normal. Quiere decir que la mayoría de los violadores controlan su conducta y saben que es ilegal. Algunos violadores se sienten socialmente inadaptados y confiesan que no son capaces de encontrar parejas dispuestas. Algunos carecen de habilidades sociales y evitan las interacciones sociales con las mujeres. Sin embargo, otros no son menos hábiles socialmente que los no violadores en el mismo grupo socioeconómico. Algunos violadores son básicamente antisociales y tienen largos historiales de conducta violenta. Tienden a actuar según sus impulsos, sin tener en cuenta la costa para la persona a la que atacan. El uso del alcohol también puede amortiguar el autocontrol y espolear la agresividad sexual. Para algunos violadores, la violencia y la excitación sexual están imbricadas. Así pues buscan combinar sexo y violencia para aumentar su excitación sexual. Algunos violadores se excitan más que otros hombres con las descripciones verbales o los videos que describen violaciones. Sin embargo, otros investigadores han fracasado en el intento de encontrar patrones de excitación desviados en los violadores. Estos investigadores encuentran que los violadores como la mayoría de otras personas, se excitan mas con los estímulos provocados en una actividad sexual mutuamente consentida que con los estímulos que reciben en una violación. Los estudios realizados con violadores encarcelados pueden criticarse basándose en que no representan a la población total de los violadores. Se estima que menos del 4% de los violadores son detenidos y eventualmente privados de libertad. La mayoría de las violaciones son cometidas por conocidos de la víctima y éstos aun tienen una probabilidad menor de ser arrestados, condenados y encarcelados. Para compensar este problema metodológico, los investigadores han intentado el método de estudio según el cual hombres que conservan su anonimato confiesan haber mantenido conductas sexuales coactivas, incluyendo la violación, y no haber sido identificados por el sistema judicial criminal. Harney y Muehlenhard (1991) resumieron los hallazgos de los investigadores sobre hombres que se declaran sexualmente agresivos. Estos presentaban las siguientes características: Perdonan la violación y la violencia contra las mujeres Mantienen actitudes tradicionales de rol de genero Son experimentados sexualmente Son hostiles hacia las mujeres Mantienen la actividad sexual para expresar dominio social Se excitan sexualmente con las descripciones de violaciones Son irresponsables y carecen de conciencia social Tienen grupos de amigos, como fraternidades, que les presionan hacia la actividad sexual Los móviles de los violadores: la búsqueda de los tipos Aunque la excitación sexual es un elemento obvio e importante en una violación, algunos investigadores argumentan que el deseo sexual no es la motivación básica para la violación. Otros investigadores encuentran que la motivación sexual juega un papel clave en las violaciones en las citas y por conocidos. Basándose en el trabajo clínico con más de 1000 violadores, Groth y Birnbaum proponen tres tipos de violación: violación por cólera, por poder y sádica. Violación por cólera. Es un ataque vicioso y no planeado que se activa por la cólera y el resentimiento hacia las mujeres. El violador por cólera normalmente emplea mas fuerza de la necesaria para obtener la sumisión. Sus víctimas a menudo son obligadas a cometer actos degradantes y humillantes. Típicamente, el violador por cólera confiesa haber sufrió humillaciones de manos de las mujeres y utiliza la violación como un instrumento de venganza Violación por poder. El hombre que comete una violación por poder está motivado por el deseo de controlar y dominar a la mujer que viola. La recompensa sexual es secundaria. El violador por poder está intentando resolver dudas que le perturban acerca de su identidad sexual y valía o combatir sentimientos profundamente arraigados de inseguridad y vulnerabilidad. Violación sádica. Realiza un ataque salvaje y ritualizado. Algunos sádicos atan a sus víctimas y la someten a experiencias y amenazas humillantes y degradantes. Algunos torturan o asesinan a sus víctimas. La mutilación es común. Groth (1979) estima que el 40% de las violaciones son violaciones por cólera, el 55% por poder y el 5% sádicas.   (Información extraída de Sexualidad humana / Spencer A. Rathus, Jeffrey S. Nevid, Lois Fichner-Rathus; traducción, Roberto Leal Ortega; revisión técnica, prologo y adaptación, Félix López, 2005)  

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Las rabietas en el niño

Pedir, reclamar, exigir implican en el niño un mínimo de agresividad. El pequeño tiene a veces ataques de rabia. Grita, patalea, se debate en todos los sentidos cuando no obtiene lo que desea. Entre los dos y tres años, el niño se vuelve más antagónico, más irascible. Algunos atacan a otros niños, muerden, arañan, tiran de los cabellos. Después, hacia los cuatro años, el niño que muerde se calma. Expresa su agresividad a través de las palabras y menos a través de gestos. Generalmente, los niños son más agresivos que las niñas, rivalizando en imaginación cuando inventan juegos violentos. Afortunadamente, con la edad, se instala cierta moderación. Desafortunadamente para los padres, algunos niños continúan mostrándose irascibles. Pegan a sus compañeros y a veces a los adultos, rompen todo lo que cae en sus manos, sus juguetes y los de los demás, ante la más mínima contrariedad. Son niños que, según los psiquiatras, no soportan la frustración. En algunos casos de gran intolerancia a la frustración, el niño puede entrar en verdaderas crisis de rabia por el más mínimo motivo, como por ejemplo porque no encuentra un juguete que está buscando. El niño empieza a dar puñetazos, patadas a diestro y siniestro y a veces acaba por dañarse a sí mismo, por ejemplo golpeándose la cabeza contra la pared. Nos podemos imaginar hasta qué punto tales explosiones de cólera pueden dejar a los padres desconcertados. Cuando un niño va haciéndose mayor y no se calma, cuando tiende a ponerse en posiciones extremas por una simple advertencia o reprimenda, podemos hablar en estos casos de trastorno del comportamiento. Al hacerse mayor, si los trastornos del comportamiento persisten, habrá otras incidencias. Al niño le costará mucho adaptarse a normas sociales y por lo tanto a integrarse en la escuela, relacionarse con otros niños, hacer amigos o expresar sus emociones tanto si son positivas como negativas. Le costará proyectarse en el tiempo, expresado solo deseos momentáneos. Frágil, poco seguro de sí mismo, será incapaz de cuestionarse o asumir la responsabilidad de una falta. Muy dependiente de su entorno, buscará el conflicto permanentemente, como si quisiera castigar a su entorno por su propia falta de autonomía. En algunos niños, el dominante ansioso estará también presente, pudiéndose traducir en trastornos obsesivos, fobia escolar, la aparición de tics, etc. Algunas formas de trastorno del comportamiento no se manifiestan de entrada mediante la agresividad sino a través de una inhibición muy fuerte. El niño se encuentra la mayor parte del tiempo en un estado amorfo, evita las relaciones con los demás. De inteligencia normal, sin embargo, fracasa en la escuela, como paralizado cuando tiene que esforzarse en pensar. El niño se muestra muy dependiente de su entorno. La clasificación americana de las enfermedades distingue diferentes tipos de trastorno del comportamiento: los trastornos del comportamiento con hiperactividad, falta de atención, impulsividad, los trastornos del comportamiento en los que el niño infringe sistemáticamente las normas y reglas sociales, tanto en casa como en la escuela y los trastornos del comportamiento en los que el niño se muestra particularmente hostil y desafiante. Una última categoría, el trastorno explosivo intermitente que designa cóleras patológicas en las que el niño es incapaz de resistirse a impulsos agresivos espectaculares, totalmente desproporcionados con respecto al factor desencadenante. Estos trastornos coexisten con trastornos de conducta y trastornos de oposición. ¿Cuántos niños padecen un trastorno del comportamiento? Los trastornos del comportamiento son uno de los motivos más frecuentes de consulta en psiquiatría infantil. El trastorno oposicionista con desafío afectaría del 2 al 10%, incluso al 16% de niños y adolescentes de la población general. Antes de entrar en la pubertad, son más los varones que las niñas, más o menos dos niños por niña, los que padecen este tipo de trastorno. Pero pasada la pubertad, la tendencia es a la inversa. No existen estudios sobre el trastorno explosivo intermitente en el niño. Es más frecuente que este tipo de trastorno empiece en la adolescencia con un predominio masculino. El trastorno de la conducta es uno de los diagnósticos mas establecidos en los servicios de psiquiatría. Resulta difícil dar cifras, en razón de los métodos de evaluación utilizados que pueden variar de un servicio a otro. Además, los niños y los adolescentes se contabilizan casi siempre juntos, aunque exista una diferencia notoria entre los trastornos que aparecen en la infancia o en la adolescencia. Según los estudios se estima que del 6 al 16% de varones menores de dieciocho años padecen un trastorno de conducta y en niñas en la misma franja de edad solo del 2 al 9%. El reparto proporcional es de cinco varones por una niña. La proporción de niños es mucho más elevada antes de los diez años de edad. ¿Por qué algunos niños son más violentos que otros? Pueden ser varias las causas que expliquen un comportamiento agresivo, incluso auto agresivo. Frecuentemente se menciona el carácter. Mi hijo pequeño tiene un carácter de mil demonios mientras que los otros son más manejables dicen a veces los padres. El carácter, aunque puede entrar en la comprensión del niño, no justifica todo el trastorno. El hecho de que un niño continúe mostrándose violento mas allá de los cinco, seis años puede ser debido a ciertas carencias educativas, como por ejemplo la falta de autoridad por parte de los padres, por una permisiva excesiva o a la inversa por una actitud demasiado rígida que predispone al niño. En algunos casos, un cambio de actitud, una organización familiar diferente podrán aportar una ligera mejora. En otros casos, la actitud de los padres y el contexto educativo no son la causa. Algunos niños al hacerse mayores siguen mostrándose agresivos, incapaces de hacer amistad con otros niños, de adaptarse al marco escolar, de respetar un mínimo de reglas y disciplinas, sin que el origen de este trastorno sea realmente explicable. Estos niños tienen un fracaso escolar masivo y están en oposición constante con cualquier forma de autoridad. La causa de estos trastornos es multifactorial. La agresividad puede ser

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