Trastorno psicótico breve

La característica esencial del trastorno psicótico breve es una alteración que implica el inicio brusco de, al menos, uno de los siguientes síntomas psicóticos positivos: delirios, alucinaciones, discurso desorganizado (p. ej., disgregación o incoherencia frecuente) o comportamiento psicomotor muy anómalo, incluyendo la catatonía (Criterio A). El inicio brusco se define como un cambio de un estado no psicótico a otro claramente psicótico dentro de un periodo de 2 semanas, habitualmente sin pródromo. Un episodio del trastorno dura al menos 1 día, pero menos de 1 mes y el individuo al final retorna por completo al nivel de funcionamiento premórbido (Criterio B). El trastorno no se explica mejor por un trastorno depresivo o bipolar con características psicóticas, por un trastorno esquizoafectivo, ni por una esquizofrenia, y no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p.ej., un alucinógeno) o de otra afección médica (p. ej., hematoma subdural)(Criterio C). Los sujetos con trastorno psicótico breve normalmente experimentan agitación emocional o una gran confusión. Pueden presentar cambios rápidos de un afecto intenso a otro. Aunque el trastorno sea breve, el grado de disfunción puede ser grave, y puede requerirse supervisión para asegurarse de que las necesidades nutricionales e higiénicas se satisfacen y que el individuo está protegido de las consecuencias de la falta de juicio, de la disfunción cognitiva y de las acciones basadas en los delirios. Parece haber un aumento del riesgo de comportamiento suicida, en especial durante el episodio agudo. (Información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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Origen de la sexualidad desde lo biológico y lo psicosocial

La mayor parte de lo que hoy se conoce sobre la sexualidad humana se ha descubierto y publicado durante el presente siglo y aún existen puntos de vista controvertidos sobre algunos aspectos de la amplia y compleja gama de particularidades que abarca y que hace difícil una definición precisa. Como aproximación, puede hablarse de dos vertientes principales, una de origen biológico y otra psicosocial. La biología no solo afecta a la procreación, sino también al impulso, deseo, a la capacidad de respuesta sexual y de goce a través de ella. En cuanto al plano psicosocial, es sabido que desde los primeros años de la infancia se adoptan ideas y actitudes hacia el sexo determinadas por el entorno familiar y escolar, y que éstas varían de acuerdo con el sistema de valores morales que regulan los distintos estamentos sociales y las diferentes culturas, por lo que carecen de validez universal para definir unívocamente el comportamiento sexual. También la ciencia, en constante evolución y la aparición de nuevas enfermedades pueden ser causa de cambios radicales en las costumbres sexuales, como ha ocurrido, por ejemplo, con el perfeccionamiento de los anticonceptivos y con la aparición del sida. Estos y otros factores han alterado de manera notable las costumbres eróticas de la sociedad occidental. No solo ha variado la concepción acerca del distinto papel sexual atribuido al hombre o a la mujer, que han perdido rigidez en favor de una sexualidad más compartida y menos dogmática, sino también la de la propia relación sexual, concebida hoy como un acto de placer. De igual manera, la edad de iniciación sexual es mucho más temprana, lo que refleja que la sexualidad se vive con una mayor libertad. Así, muchas cosas que antes se consideraban prohibidas forman parte ahora del comportamiento sexual normal y se pueden abordar y discutir libremente. Esto ha contribuido a desterrar, al menos en una parte importante, una serie de mitos, leyendas, tabúes, prejuicios y temores que, tanto el hombre como la mujer, arrastraban como un pesado inventario que influía de manera negativa sobre la mayoría de sus actos. Si bien persisten ciertos vicios de comportamiento, debidos más a una falta de educación que al arraigo de una educación errónea e injusta, el cambio es evidente y puede documentarse en cifras sobre cada uno de los distintos aspectos que configuran la conducta sexual de la población y cuya elocuencia no admite reparos. En todo caso, hoy los problemas más graves son otros, como los embarazos no deseados en las adolescentes o el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual. Una de las claves para vivir una sexualidad sana y placentera y obtener la máxima satisfacción en las relaciones íntimas es la de poseer una educación sexual adecuada y esto supone, de acuerdo con la naturaleza de las relaciones, tanto el estar informado de todos los métodos de anticoncepción y de prevención, como el tener, en todos los casos, un conocimiento más o menos profundo del funcionamiento de los órganos sexuales de la persona con quien se comparte la relación y una conciencia plena de que se pueda disfrutar del sexo sin límites de edad. Sexualidad y tercera edad A pesar de que los ancianos con buen estado de salud no tengan una actividad sexual tan frecuente como cuando eran jóvenes, su capacidad de goce y de satisfacción personal en las relaciones sexuales permanece inalterable con la edad. Es solo cuestión de responder a los propios impulsos y encontrar la mejor vía para hallar y proporcionar satisfacción, donde el único órgano imprescindible para que ello ocurra es el cerebro. La sexualidad adulta adopta distintas orientaciones y formas de manifestar que tienen más que ver con el afecto, que, con la atracción física, es más comprensiva e independiente, y en contra de una creencia más o menos generalizada, no decae con el paso de los años, especialmente si se ha llevado una vida sexual activa durante la edad madura. No obstante, deben tenerse en cuenta ciertos condicionamientos fisiológicos que modifican la relación sexual en la tercera edad. Así, el hombre de edad llega a la erección de un modo más lento que el joven; y la mujer requiere más tiempo de estimulación para que la lubricación de sus órganos genitales sea suficiente y la relación sexual pueda ser agradable y placentera. Si bien la erección se consigue con más lentitud, por otra parte, su duración suele ser también mayor y la eyaculación se presenta con cierto retardo. El tiempo para estar en forma para una nueva erección, condicionado por razones fisiológicas, es en el hombre mayor, de doce a veinticuatro horas, como promedio, aunque esto está sujeto a amplias variaciones de carácter individual. Trastornos de la sexualidad La impotencia y la eyaculación precoz, en el hombre y la frigidez en la mujer, son trastornos debidos a causas físicas u orgánicas o, con mayor frecuencia, a causas psíquicas. El conocimiento de su naturaleza es decisivo para lograr unas relaciones sexuales plenas. Impotencia Las causas más frecuentes de impotencia o disfunción eréctil son los factores de carácter psíquico, que pueden ser de signo muy diverso, aunque en la mayoría de los casos se manifiesta con un incremento de la ansiedad y comportan inhibiciones sexuales y conflictos de relación de pareja, por lo demás, síntomas comunes a todas las impotencias. En raros casos, la causa principal es de carácter orgánico, como las alteraciones en el flujo sanguíneo de entrada (arterial) o de salida (venoso) en el pene. Otras impotencias están asociadas al uso de medicamentos que reducen la capacidad eréctil, entre otros, los hipotensores, los antidepresivos y los antipsicóticos. Cualquiera que sea su etiología, la terapia sexual siempre resulta conveniente, ya que reduce estos síntomas, y en algunos casos, ello resulta suficiente para curar la impotencia. En cuanto a la provocada por problemas circulatorios, la cirugía vascular ha experimentado grandes avances y la implantación de prótesis puede solucionar el problema con una intervención cuyo éxito oscila entre el 30 y el 80% de los casos. Eyaculación precoz

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Trastorno de ansiedad por separación

La característica esencial del trastorno de ansiedad por separación es una ansiedad excesiva ante el alejamiento del hogar o de las personas a quienes el sujeto está vinculado (Criterio A). la ansiedad es superior a la que se espera en los sujetos con el mismo nivel de desarrollo. Los sujetos con trastorno de ansiedad por separación tienen síntomas que cumplen al menos 3 de los siguientes criterios: experimentan un malestar excesivo recurrente al estar separados de su hogar o de las personas de mayor apego (Criterio A1). Se preocupa por el bienestar o la muerte de las personas por las que siente apego, sobre todo cuando se separan de ellas y sienten necesidad de conocer el paradero de las figuras de mayor apego y deseo de estar en contacto con ellas (Criterio A2). Asimismo, también se muestran preocupados por los acontecimientos adversos que puedan sucederles a ellos mismos, como miedo a perderse, a ser secuestrados o a sufrir un accidente, y les impidan de nuevo reunirse de nuevo con las figuras de apego (Criterio A3). Los sujetos con ansiedad por separación se muestran reacios o rechazar irse solos debido a su temor ante la separación. Muestran una excesiva y persistente negación o rechazo a estar solos o sin una figura de apego, en casa o en otros lugares. Los niños con trastorno de ansiedad por separación son a veces incapaces de permanecer en una habitación solos y pueden manifestar comportamientos de “aferramiento”, situándose muy cerca del padre o la madre y convirtiéndose en su “sombra” por toda la casa o requiriendo que alguien esté con ellos cuando van a otras habitaciones. Suelen rechazar o negarse a ir a dormir sin que esté cerca una figura de mayor apego o a dormir fuera de casa. Los niños con este trastorno suelen tener problemas llegada la hora de acostarse y pueden insistir en que alguien permanezca con ellos hasta conciliar el sueño. Durante la noche pueden trasladarse a la cama de sus padres. Los niños pueden ser reacios o negarse a acudir a campamentos, a dormir en casa de amigos o a irse a hacer recados. Los adultos pueden sentirse incómodas al viajar solos (p.ej., al dormir en una habitación de hotel). Los individuos pueden tener pesadillas repetidas cuyo contenido expresa sus propios temores (p.ej., destrucción de la familia por un incendio). Los síntomas físicos son comunes en los niños cuando ocurre o se prevé la separación. Los niños más pequeños pocas veces manifiestan síntomas cardiovasculares como palpitaciones, vértigos y sensación de desmayo, síntomas que sí pueden observarse en los sujetos de más edad. Esta alteración suele mantenerse durante un periodo de al menos 4 semanas en los niños y en los adolescentes menores de 18 años, y normalmente dura 6 meses o más en los adultos. Sin embargo, el criterio de la duración debe emplearse en los adultos a título orientativo, permitiendo cierto grado de flexibilidad. La alteración debe producir un malestar clínicamente significativo o deterioro del rendimiento social, académico, laboral o de otros ámbitos importantes. Al alejarse del hogar o de las personas de gran apego, los niños con trastorno de ansiedad por separación pueden manifestar de modo recurrente retraimiento social, apatía, tristeza o dificultad para concentrarse en el trabajo o en el juego. En función de su edad, los individuos pueden experimentar miedo hacia los animales, oscuridad, fantasmas, ladrones, secuestradores, accidentes de coche, viajes en avión y otras situaciones que se perciban como peligrosas para la integridad de la familia o de sí mismos. Algunos individuos se sienten incomodos y melancólicos, incluso tristes, cuando están fuera de casa. El trastorno de ansiedad por separación en los niños puede dar lugar a una negativa a ir al colegio, lo que puede originar problemas académicos y de evitación social. Cuando están muy alterados ante la perspectiva de una separación, los niños pueden mostrarse coléricos y pueden golpear a quien les están forzando a dicha separación. Cuando están solos, especialmente por la noche, los niños menores de edad pueden experimentar percepciones inusuales (p.ej. ,ver personas que dan vueltas por su habitación o criaturas monstruosas que intentan cogerlos, sentir que unos ojos los miran atentamente). Los niños con este trastorno suelen describirse como exigentes, intrusivos y con necesidad de atención constante. Las excesivas peticiones del niño suelen producir frecuentes frustraciones en los padres, dando lugar a resentimiento y/o conflictos en la familia (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿Cuál es el síndrome de las piernas inquietas?

El síndrome de las piernas inquietas (SPI) es un trastorno del sueño sensoriomotor y neurológico que se caracteriza por un deseo de mover las piernas o los brazos normalmente asociados a sensaciones incómodas que se describen típicamente como calambres, cosquilleo, hormigueo, quemazón o picor (Criterio A). El diagnóstico del SPI se basa principalmente en el relato del paciente y en la historia. Los síntomas empeoran cuando el paciente está quieto, por lo que se realizan movimientos frecuentes de las piernas para aliviar las sensaciones incómodas. Los síntomas empeoran por la tarde o por la noche y en algunos sujetos sucede solo por la tarde o por la noche. El empeoramiento vespertino aparece de manera independiente de cualquier diferencia en la actividad. Es importante diferenciar el SPI de otros trastornos, como la incomodidad postural y los calambres en las piernas (Criterio D). Los síntomas del SPI pueden retrasar el comienzo del sueño y despertar al sujeto, y se asocian con una fragmentación significativa del sueño. El alivio que se obtiene al mover las piernas puede no ser evidente en los casos más graves. El SPI se asocia con somnolencia diurna y se acompaña con frecuencia de un malestar significativo o de deterioro funcional. Los movimientos periódicos de las piernas durante el sueño (MPPS) pueden servir de signo para corrobra el SPI, y hasta un 90% de los sujetos diagnosticados de SPI presenta MPPS cuando se realizan registros durante varias noches. Los movimientos periódicos de las piernas durante la vigilia apoyan el diagnóstico del SPI. También puede apoyar el diagnóstico del SPI los relatos de dificultad para iniciar y mantener el sueño y la excesiva somnolencia diurna. Otros rasgos son la historia familiar del SPI en los familiares de primer grado y la reducción de los síntomas, al menos inicialmente, con el tratamiento dopaminérgico.   (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿Cómo se puede detectar que una persona sufre narcolepsia?

Los rasgos esenciales de la somnolencia en la narcolepsia son las siestas diurnas recurrentes a los lapsus de sueño. La somnolencia aparece a diario, pero debe ocurrir como mínimo tres veces por semana durante al menos tres meses (Criterio A). La narcolepsia produce por lo general cataplejía, que se presenta como episodios breves (segundos o minutos) de pérdida súbita y bilateral del tono muscular que se desencadenan por las emociones típicamente por la risa y las bromas. Los músculos que se afectan pueden ser los del cuello, la mandíbula, los brazos, las piernas o todo el cuerpo, dando como resultado la oscilación de la cabeza, la caída de la mandíbula e incluso caídas totales. Durante la cataplejía, los sujetos están despiertos y son conscientes. Para cumplir el Criterio B1 (a), la cataplejía se debe desencadenar por la risa o las bromas y debe aparecer al menos varias veces al mes cuando el trastorno no se trata o existir desde tiempo atrás. La cataplejía no debería confundirse con la “debilidad” que ocurre en el contexto de las actividades deportivas (fisiológicas) o exclusivamente tras desencadenantes emocionales infrecuentes como el estrés o la ansiedad (lo que sugieren una posible psicopatología). Los episodios que duran horas o días y los que no desencadenan por emociones probablemente no son de cataplejía, como tampoco lo son los de rodar por el suelo con risa histérica. En los niños, cuando se acerca el inicio, la cataplejía genuina puede ser atípica y afectar primeramente a la cara, produciendo muecas o descensos de la mandíbula con protusión de la lengua. Por otra parte, la cataplejía se puede presentar también en forma de hipotonía de bajo grado, lo que produce un paso tambaleante. En estos casos, el Criterio B1 (b) se puede cumplir en los niños o los adultos en los 6 meses siguientes después de un inicio rápido. La narcolepsia-cataplejía casi siempre es el resultado de la pérdida de las células productoras de hipocretina hipotalámica (orexina) que causa deficiencia de la hipocretina. La pérdida de células es probablemente de origen auto inmunitario y aproximadamente el 99%% de los sujetos afectados es portador del HLA-DQB1*06:02 antes de hacer una punción lumbar para evaluar la inmunorreactividad de la hipocretina-1 del LCR. Raramente aparecen niveles bajos de hipocretina-1 en el LCR en ausencia de cataplejía, principalmente en jóvenes que podría desarrollar una cataplejía más tarde. La medida de la hipocretina-1 en el LCR representa el gold standard, excepto si existen trastornos graves asociados que puedan interferir con la prueba. También se puede realizar un estudio polisomnográfico del sueño nocturno seguido también de un TLMS para confirmar el diagnóstico (Criterio B3). Estos test se deberían realizar una vez que el individuo ha abandonado todas las medicaciones psicotrópicas y tras dos semanas con suficiente tiempo de sueño (documentado por diarios de sueño o por actigrafía). La corta latencia de los movimientos rápidos de los ojos (REM) durante la polisomnografía es suficiente para confirmar el diagnóstico y para cumplir el Criterio B3. Alternativamente, el resultado del TLMS debe ser positivo y mostrar una latencia media de sueño menor o igual a 8 minutos y dos o más periodos REM al inicio del sueño en 4 o 5 siestas. Cuando la somnolencia es grave, pueden aparecer conductas automáticas y el individuo puede continuar sus actividades de manera semiautomática, como abotargado, sin memoria ni consciencia. Aproximadamente el 20-60% de los sujetos presenta alucinaciones hipnagógicas vividas antes de dormir o al quedarse dormidos o alucinaciones hipnopómpicas justo después de despertarse. Estas alucinaciones son distintas de la actividad mental onírica no alucinatoria y menos vivida que aparece al comienzo del sueño en los durmientes normales. Las pesadillas y los sueños vividos son también frecuentes en la narcolepsia, como el trastorno del comportamiento del sueño REM. Aproximadamente, el 30-60% de los sujetos presenta parálisis del sueño o al quedarse dormidos o al despertarse, que les mantiene despiertos pero incapaces de moverse o de hablar. Sin embargo, muchas personas con sueño normal también refieren parálisis del sueño, especialmente en presencia de estrés o de privación del sueño. Puede haber ingesta nocturna. La obesidad es frecuente. La interrupción del sueño nocturno con frecuentes despertares cortos o largos es habitual y puede ser incapacitante. Los sujetos pueden parecer dormidos o se duermen en la sala de espera o durante el examen médico. Durante la cataplejía, los sujetos se pueden desplomar en la silla y presentar lenguaje mal articulado o párpados caídos. Si el clínico tiene tiempo de comprobar los reflejos durante la cataplejía, éstos están abolidos, un hallazgo importante que distingue la cataplejía genuina del trastorno de conversión. (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿Qué diferencia hay entre psicólogo y psiquiatra?

Uno de los aspectos más difíciles que se presentan a la hora de encontrar a un terapeuta o médico es saber dónde buscarlo. Un buen punto de partida es, en este sentido, el médico de familia, que probablemente conozca a psiquiatras, psicólogos y clínicas de la zona especializados en el tratamiento de la ansiedad. También cabe la posibilidad de llamar a los hospitales y clínicas cercanas para ver si tienen programas y ofrecen TCC (Terapia Cognitivo Conductual) o medicación para el tratamiento de la ansiedad social. Internet también es una fuente de información sobre las alternativas de tratamiento con que cuenta en las proximidades de su lugar de residencia. Otra forma de encontrar ayuda es conectar con una organización nacional que se ocupe de los problemas relacionados con la ansiedad o la TCC. La Anxiety Disorders Association of America, por ejemplo, proporciona información sobre opciones de tratamiento y grupos de autoayuda en los Estados Unidos y Canadá. La Association for Behavior and Cognitive Therapies es una organización profesional que también proporciona información sobre profesionales que tratan problemas relacionados con la ansiedad. No tema a la hora de decidir el profesional con el que trabajar, formular las preguntas que considere oportunas. Conviene, antes de comprometerse, aclarar las siguientes cuestiones: El tipo de tratamiento ofrecido. Si, por ejemplo, está interesado en un tratamiento psicológico, debe enterarse de si la persona tiene experiencia en proporcionar TCC para la ansiedad social y de desempeño. El número de sesiones habitualmente recomendadas para tratar este problema sabiendo que, sin realizar una evaluación completa, esa estimación suele ser muy imprecisa. Lo más habitual es que basten entre diez y veinte sesiones. La duración de las sesiones. Aunque lo más habitual sean sesiones de una hora, a veces son necesarios, para llevar a cabo las sesiones de exposición, periodos más largos. La frecuencia de las sesiones. Lo más habitual, en este sentido, son las sesiones semanales. El precio por sesión y el sistema de pago preferido ¿es flexible el precio? La ubicación y el entorno ¿Se lleva a cabo el tratamiento en una consulta privada? ¿en un hospital? ¿en una clínica universitaria? ¿en una clínica comunitaria? ¿en un centro de investigación? La accesibilidad del tratamiento grupal versus el tratamiento individual de la ansiedad social. Ambos enfoques probablemente funcionen ¿Quién proporciona el tratamiento? ¿un psicólogo? ¿un psiquiatra? ¿un estudiante de psicología o un residente de psiquiatría? ¿Qué experiencia tiene la persona? ¿Dónde se ha formado? ¿es adecuadamente supervisado, en el caso de tratarse de un estudiante? ¿Qué experiencia tiene su supervisor? ¿Podría concertar, si la necesitara, una visita con el supervisor? Tipos de profesionales Si está interesado en recibir una terapia psicológica, como la TCC, su terapeuta puede ser un psicólogo, un médico, un trabajador social o un profesional procedente de una amplia variedad de sustratos. Conviene recordar que, independientemente de su formación, la mayoría de los clínicos no tienen gran experiencia en el uso de la TCC para el tratamiento de los trastornos relacionados con la ansiedad. Mucho más interesante que la titulación de la persona, es su familiaridad con el tratamiento de la ansiedad social utilizando los tratamientos cognitivos basados en la exposición. Y aunque esto sea mucho más fácil de encontrar en el caso de los psicólogos, también hay que decir que la formación en terapia cognitivo conductual está llegando cada vez más a otros profesionales. Psicólogos. Los psicólogos especializados en los trastornos psicológicos suelen ser doctores en psicología clínica. La formación de un psicólogo suele incluir una diplomatura universitaria de cuatro años, seguida de cinco a ocho años adicionales. En algunos lugares, los practicantes con un master suelen considerarse también psicólogos mientras que, en otros, los clínicos con un máster se denominan de otro modo (como, por ejemplo, psicólogo asociado, psicoterapeuta, psicometría, etc.) Psiquiatra. Un psiquiatra es un médico que, después de haber completado cuatro años de estudios en la facultad de medicina, se ha especializado en el tratamiento de los problemas de la salud mental. Habitualmente, esta especialidad incluye una residencia de cinco años y puede incluir también un entrenamiento adicional. Aunque los psiquiatras son más proclives que otros profesionales a ver y tratar la ansiedad desde una perspectiva biológica, sus programas de enseñanza cada vez tienen más en cuenta la formación en TCC. Las ventajas de ser tratado por un psiquiatra, en lugar de otro tipo de profesional, incluyen la posibilidad de obtener medicación además de otras formas de terapia y de ser evaluado por un médico especialmente cualificado en reconocer las condiciones médicas que puedan estar contribuyendo al problema. Trabajador social. Los trabajadores sociales están entrenados para enfrentarse a problemas muy diversos, como ayudar a las personas a relacionarse mejor, resolver sus problemas personales y familiares y aprender a gestionar más adecuadamente las vicisitudes de la vida cotidiana. También pueden ayudar a enfrentarse mejor al estrés de un alojamiento inadecuado, el paro, la falta de habilidades sociales, los problemas económicos, la enfermedad o la incapacidad grave, el abuso de sustancias, el embarazo no deseado, etc. La mayoría de los trabajadores sociales se especializan y algunos acaban proporcionando psicoterapia en la práctica privada, un hospital o centro especializado. Aunque la TCC se halla habitualmente incluida en los programas de formación de los trabajadores sociales, los hay que, concluida su formación, siguen cursos de entrenamiento especializado en TCC. Otras profesiones. Son muchos los profesionales que pueden formarse para proporcionar TCC u otras formas de psicoterapia. Entre ellos cabe destacar a los médicos de familia, las enfermeras, los terapeutas ocupacionales, los sacerdotes u otros líderes religiosos e incluso los psicoterapeutas sin titulación formal en un campo relacionado con la salud mental. Es más importante saber si el profesional en cuestión tiene experiencia, que, si se trata de una enfermera, un médico de familia, un psicólogo, un psiquiatra, un terapeuta ocupacional, un trabajador social o un estudiante de uno de estos campos. ¿Cuánto tiempo requiere el tratamiento? El tratamiento cognitivo conductual de la ansiedad social y de desempeño suele requerir entre diez y veinte sesiones.

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¿Cómo te sientes con depresión?

Casi todas las personas se han sentido deprimidas de vez en cuando, pero si pueden seguir con sus ocupaciones y al cabo de un tiempo recuperan el placer de vivir es muy probable que no padezcan enfermedad mental alguna. La diferencia entre un decaimiento pasajero y la enfermedad mental conocida como depresión estriba en que el enfermo no puede superar el desánimo, la dolencia se hace cada vez más profunda y al cabo de un tiempo, disminuye su capacidad de desenvolverse en la vida diaria, tanto en el plano mental como en el de la funcionalidad. Existen dos tipos principales de enfermedad depresiva. La primera se denomina depresión reactiva que surge como una reacción extrema ante una emoción muy fuerte, como la muerte de un ser querido, el final de una relación amorosa o incluso una pérdida financiera. La segunda llamada depresión endógena aparece sin causas aparentes ni factores desencadenantes y se considera que está relacionada con un déficit o una alteración de los neurotransmisores. Frecuencia Si bien en la depresión endógena suelen tenerse en cuenta los antecedentes familiares, se ha comprobado de modo estadístico que alrededor de un 25% de la población, con una mayor incidencia en las mujeres, sufre un decaimiento grave en algún momento de su vida que necesita asistencia médica, aunque las manifestaciones de la enfermedad pueden no corresponderse con exactitud con los signos característicos de ésta. En algunas etapas de la vida, como pueden ser el final de la adolescencia, la menopausia femenina, la entrada en la madurez, la jubilación y en los años inmediatos a ésta, existe una mayor propensión a deprimirse. Síntomas La persona que padece una enfermedad de tipo depresivo, además de sentir una melancolía insuperable, presenta otras manifestaciones, tanto físicas como psíquicas, tales como la pérdida de energía y del apetito, tanto sexual como alimentario, insomnio y en algunos casos, indigestiones, estreñimiento y dolores de cabeza. El primer síntoma de una depresión y el más característico es una apatía general, que se percibe tanto en el trabajo como en la vida familiar y el ocio, e incluso se puede extender al cuidado personal y a la higiene. Quienes padecen depresión corren el riesgo de sufrir trastornos psicológicos graves, cuyos síntomas pueden ser una disminución de la capacidad de concentración, percepción negativa del medio exterior, sentimiento de culpabilidad y auto desprecio, delirios persecutorios o alucinaciones y pensamientos de muerte o suicidio. En ocasiones, el síntoma más evidente de la depresión es la ansiedad aguda, que genera inquietud y agitación; la intensidad de estos síntomas varía a menudo, según la hora del día. Por lo general, el paciente que sufre una depresión endógena se despierta temprano, con aspecto triste o abatido, que suele disminuir o desaparecer a medida que avanza el día. Las depresiones reactivas a menudo empeoran durante la noche. Cuando la depresión persiste durante mucho tiempo el enfermo adopta una actitud de retraimiento y suele pasar mucho tiempo tumbado en la cama Tratamiento Numerosas personas que sufren de depresión no han podido recuperarse debido a que sus familiares y amigos no supieron interpretar los síntomas. Las amenazas de suicidio siempre se deben tomar en serio y deben ser consideradas como un caso de emergencia, aun cuando hayan existido con anterioridad y se sospeche que el enfermo solo desea llamar la atención. La clase y la gravedad de los síntomas determinan el tratamiento médico, que se basa en la combinación de psicoterapia y de medicamentos, como antidepresivos y estimulantes. Estos últimos se utilizan en casos leves, mientras que los antidepresivos o tranquilizantes, que son los más prescritos por los médicos se aplican en el tratamiento de las depresión más graves. Si la depresión se presenta acompañada de ansiedad se recomienda el uso de tranquilizantes. Si hay riesgo de suicidio el médico puede aconsejar el ingreso de la persona que padece la depresión en un hospital ya que allí se puede controlar mejor, vigilar la intensidad de los síntomas y observar los resultados de la medicación y la psicoterapia aplicadas. A pesar de que las depresiones endógenas suelen ser repetitivas, los enfermos casis siempre responden bien a los tratamientos. Hay personas que desarrollan una dependencia física a los medicamentos aplicados y para otros es una costumbre, de modo que dependen de las píldoras, en las dos formas es conveniente la ayuda médica Depresión maniaca Las personas que sufren depresión maniaca experimentan estados de humor extremos y cambiantes, que no guardan relación con los posibles acontecimientos externos. Esta enfermedad tiende a ser cíclica y presenta periodos de actividad exaltada, que duran desde unas pocas horas hasta varios días o semanas, que se alternan con otras épocas de abatimiento profundo. Un fallo en la composición química cerebral, un estrés agotador o, en raras ocasiones, una infección grave pueden desencadenar una depresión maniaca. El tratamiento incluye tranquilizantes para la fase maniaca y antidepresivos para las de abatimiento. También se suele recurrir a la psicoterapia y a la terapia ocupacional. Depresión posparto Cerca del 80% de las mujeres que dan a luz experimentan una sensación de decaimiento y tristeza en los días o semanas siguientes al parto. Por lo general, esta sensación solo dura una semana; sin embargo, en algunos casos persiste y se profundiza hasta convertirse en un caso grave de depresión que requiere tratamiento. Los síntomas incluyen cansancio, angustia, sensación de fracaso en el cumplimiento de los deberes de madre, y a menudo sentimientos de agresividad hacia el bebé, que pueden estar causados por el llanto excesivo de éste: el llanto del niño provoca un sentimiento de culpa en la mujer, que no duerme bien y se vuelve irritable. Muchas veces descuida su apariencia y la de su casa, se retrae alejándose de los demás y manifiesta pérdidas de apetito y de interés sexual, insomnio y pesadillas. Ante un cuadro semejante, se debe procurar que la mujer no se canse en exceso, para lo cual resulta fundamental que perciba los cuidados y el apoyo físico y emocional tanto de su pareja como de familiares

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¿A qué afecta el trastorno del lenguaje?

Las características diagnósticas centrales del trastorno del lenguaje son las dificultades para la adquisición y el uso del lenguaje debido a deficiencias de la comprensión o la producción del vocabulario, las estructurales gramaticales y el discurso. Las deficiencias del lenguaje son evidentes en la comunicación hablada, escrita y el lenguaje de señas. El aprendizaje y el uso del lenguaje dependen de capacidades receptivas y expresivas. La capacidad expresiva se refiere a la producción de señales vocales, gestuales o verbales, mientras que la capacidad receptiva se refiere al proceso de recibir y comprender los mensajes lingüísticos. Las capacidades del lenguaje tienen que ser evaluadas en sus modalidades expresivas y receptivas, ya que cada una de estas puede tener una gravedad diferente. Por ejemplo, el lenguaje expresivo de un individuo puede estar gravemente limitado, mientras que su lenguaje receptivo podría no tener casi ninguna deficiencia. El trastorno del lenguaje normalmente afecta al vocabulario y a la gramática, y esto limita la capacidad de discurso. Las primeras palabras y frases del niño es probable que se inicien de manera retrasada, el vocabulario es más limitado y menos variado de lo esperado, y las frases son más cortas y menos complejas, y presentan errores gramaticales, especialmente en el tiempo pasado. Las deficiencias de comprensión del lenguaje frecuentemente se subestiman, ya que los niños pueden tener la habilidad de utilizar el contexto para inferir significados. Puede haber problemas para encontrar las palabras, las definiciones verbales están empobrecidas o existe poca comprensión de los sinónimos, los significados múltiples o los juegos de palabras de forma apropiada para la edad y la cultura. Se manifiestan problemas para recordar nuevas palabras y frases, así como dificultades para seguir instrucciones más largas, dificultades para recordar series de datos verbales (p.ej., recordar un número de teléfono o una lista de la compra) y dificultades para recordar secuencias de sonidos nuevos, habilidad que podría ser importante para aprender nuevas palabras. Las dificultades del discurso se muestran mediante una capacidad reducida para producir información adecuada sobre acontecimientos clave y para narrar una historia coherente. La dificultad en el lenguaje se manifiesta por unas habilidades que se encuentran por debajo de lo esperado para la edad desde un punto de vista cuantificable y que interfieren con los logros académicos, el desempeño laboral, la comunicación eficaz o la socialización (Criterio B). El diagnóstico de trastorno del lenguaje se debería realizar basándose en la síntesis de los antecedentes del individuo, las observaciones clínicas directas en diferentes contextos (es decir, en la casa, en la escuela y el trabajo) y los resultados de las pruebas estandarizadas para medir la capacidad del lenguaje, que pueden utilizarse para orientar las estimaciones de la gravedad. A menudo están presentes antecedentes familiares de trastornos del lenguaje. Los individuos, incluso los niños, pueden ser hábiles para adaptarse a su lenguaje limitado. Pueden parecer tímidos o reticentes a hablar. Los individuos afectados pueden preferir comunicarse solamente con miembros de su familia o con otros individuos conocidos. Aunque estos indicadores sociales no son diagnósticos de un trastorno del lenguaje, si son notables y persistentes si justifican la derivación para una evaluación completa. El trastorno del lenguaje puede concurrir con un trastorno fonológico.     (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)  

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Las claves que te ayudarán a encontrar la felicidad

Perdonarnos hechos del pasado Muchas personas conservan en su mente imágenes y comentarios de situaciones poco afortunadas vividas a lo largo de los años. En algunos casos, se tratará de episodios en los que alguien les llamaba la atención por algo que supuestamente habían hecho mal. En otros momentos, revivirán situaciones en las que se sintieron tratados de forma injusta y heridos en lo más profundo de su ser. Lo habitual es que la intensidad del dolor sea proporcional a la edad que tuviéramos cuando ocurrieron esos hechos y a la etapa vital que transitáramos. En la infancia, nuestro bienestar y nuestra seguridad dependen de nuestros progenitores y de las principales personas de referencia de nuestra vida. Algo parecido ocurre con nuestros estados emocionales. Si nos sentimos fuertes, los acontecimientos nos influirán menos que si estamos atravesando una etapa de debilidad. También nuestro carácter desempeñará un papel determinante. No es lo mismo el niño que presenta un temperamento muy débil y muy dependiente del entorno desde que nace, que el típico niño que se muestra muy seguro desde bebé. De pequeños tenemos pocas defensas y asumimos lo que nos dicen. Esas vivencias, acumuladas a lo largo de los años, terminan condicionando nuestra vida. El entorno cultural y religioso también será determinante. Si nos educaron para aceptar todo lo que nos decían, sin posibilidad de razonamiento o validación, nuestro espíritu crítico quedó poco desarrollado por no decir anulado y lejos de aprender a perdonar y perdonarnos, cada día nos empujaron a sentirnos más inseguros y más débiles. Esa educación es la responsable de que nos cueste tanto perdonarnos. Esa educación es la que ha hecho que infinidad de personas no sepan quererse, ni valorarse. Personas que se han quedado “pequeñas” y que no han sabido crecer ante las dificultades. Por el contrario, si desde el principio nuestra educación estuvo basada en una serie de valores, en los que primaba que los niños aprendieran a escuchar, a observar, a pensar, analizar y valorar todo lo que ocurría a su alrededor, el resultado habrá sido muy distinto. Habrá favorecido el desarrollo de personas que se sentirán libres para pensar y seguras para adoptar sus propias decisiones. Personas generosas que habrán aprendido a perdonarse y a perdonar, sin dejarse manipular El resultado de esa educación serán niños, jóvenes y adultos con criterio propio, con espíritu crítico propio, con espíritu crítico, con capacidad para poder analizar con objetividad y juzgar con criterio propio. Esas personas habrán aprendido la importancia de perdonar y perdonarse. Perdonar sin claudicar de sus principios y perdonarse sin provocar su inseguridad, ni potenciar sus miedos. La principal clave estará en que nos cuesta mucho perdonarnos porque, en algún momento de nuestro desarrollo, no nos enseñaron que detrás de un error casi siempre hay una posibilidad de rectificación, que la equivocación puede ayudarnos a ver el aprendizaje que estaba oculto y que es la confianza la que genera seguridad, mientras que el miedo nos lleva a la debilidad y al fracaso. En definitiva, ¡aprendamos a perdonarnos hechos del pasado! Si nos arrepentimos de algo que hemos vivido, no nos bloqueemos dándole vueltas y vueltas. Por mucho que lo hagamos, no seremos capaces de cambiar la historia de lo ocurrido. Lo que sí que podemos hacer es reflexionar sobre los hechos, aprender las enseñanzas que encierran, asumir nuestra responsabilidad, perdonarnos por aquello que hoy nos gustaría que no hubiera pasado y, si aun podemos hacer algo por repararlo ¡hacerlo! Lo que no tiene sentido es que “paremos nuestra vida” y no nos perdonemos hechos sobre los que ya es imposible hacer nada en el presente por subsanarlos o compensarlos. Muchas personas se sienten responsables de lo que ocurre a su alrededor y muchos padres sufren y se sienten culpables de lo que hacen sus hijos o de lo que omiten; culpables de la agresividad que pueden tener o de la falta de control que manifiestan; culpables del fracaso que sufren en los estudios o de la falta de esfuerzo y motivación que padecen. Culpables, en suma, de sentirse impotentes ante la problemática que muestran sus hijos. Los padres por mucho que lo intenten, no pueden controlar todas las variables, fuentes de información y circunstancias que rodean a sus hijos. Es cierto que el estilo educativo de los progenitores condiciona bastante la forma de ser y actuar de los hijos, pero también es una realidad que, en algunos casos y con determinados vástagos, su influencia es menor. A veces ocurre que dos hermanos, incluso dos gemelos monocigóticos, que han compartido útero materno, que tienen la misma carga genética, que nacen a la vez, escuchan y viven las mismas experiencias con sus padres, pueden tener caracteres muy diferentes. Uno de ellos llega a ser un ejemplo de sensibilidad, reflexión y generosidad, mientras que el otro, por el contrario, puede manifestar conductas agresivas, hostiles y egoístas. Es lógico que un padre se sienta preocupado y disgustada ante ciertas conductas y actitudes de su hijo con las que no se identifica; pero una cosa es no compartir la forma de actuar de su vástago y otra muy distinta es sentirse culpable y responsable de sus pensamientos y actuaciones. Cuando algo de nuestros hijos nos preocupa, intentaremos analizar los hechos con objetividad y si nos sentimos desbordados pediremos ayuda profesional. Pero una cosa es pedir ayuda, y otra dejarnos lleva por una culpabilidad que nos hunde y nos debilita. Ser nuestros mejores amigos El concepto de amistad es bastante subjetivo, pero la mayoría de las personas coinciden en que amistad es un regalo único e impagable. Los amigos son clave para que las personas se sientan valoradas, reconocidas, apoyadas, acompañadas, mimadas y queridas. Los amigos auténticos, los de verdad, son generosos y disfrutan ayudando a las personas que quieren y aprecian. Los amigos, con mayúsculas, no pasan factura ni nos reclaman que les compensemos por los esfuerzos y su entrega. Uno de los principales elementos que dificultad esa amistad interna es el sentimiento de culpabilidad. Con frecuencia

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Trastorno de froteurismo

Los criterios diagnósticos del trastorno de froteurismo pueden aplicarse tanto a los individuos que en mayor o menor medida admiten libremente este tipo de parafilia como a aquellos otros que niegan categóricamente cualquier tendencia sexual a realizar tocamientos o fricciones contra una persona sin su consentimiento a pesar de haber pruebas objetivas de lo contrario. Si los individuos que lo admiten refieren también deterioro psicosocial a causa de sus preferencias o deseos sexuales que realizan tocamientos o fricciones contra personas sin su consentimiento, pueden ser diagnosticados de trastorno de froteurismo. Por el contrario, si refieren no sufrir malestar por lo impulsos parafílicos, no hay un deterioro en otras áreas importantes del funcionamiento debido a sus intereses sexuales y sus antecedentes psiquiátricos legales indican que no actúan de esa manera, entonces puede afirmarse que les interesa sexualmente, el froteurismo, pero no deben ser diagnosticados de trastorno de froteurismo. Entre los individuos que no lo admiten se incluyen quienes han realizado en distintas ocasiones tocamientos o fricciones contra personas sin su consentimiento pero que niegan cualquier deseo irrefrenable o fantasía relacionada con dicho comportamiento sexual. Estos individuos pueden referir que los episodios identificados en los que ha habido tocamiento o fricciones contra personas sin su consentimiento fueron no intencionados y de naturaleza no sexual. Otros individuos pueden reconocer episodios anteriores de tocamientos o fricciones contra personas sin su consentimiento, pero realizar cualquier interés sexual importante o persistente por este comportamiento. Desde el momento que niegan tener deseos irrefrenables o fantasías de realizar tocamientos o fricciones, estos individuos también negarán sentir malestar o deterioro psicosocial a causa de sus impulsos. A pesar de su actitud no reconocedora, estos individuos pueden ser diagnosticados del trastorno de froteurismo. El comportamiento froteurístico recurrente constituye un argumento positivo para el froteurismo y simultáneamente demuestra que ese comportamiento de motivación parafílica causa daño a terceras personas. Los tocamientos o fricciones “recurrentes” contra personas sin su consentimiento (varias víctimas diferentes en cada ocasión) puede ser interpretado, como norma general, como la existencia de tres o más víctimas en diferentes ocasiones. Un menor número de víctimas puede también satisfacer el criterio siempre que la víctima de los tocamientos o fricciones contra su voluntad sea la misma en varias ocasiones, o si hay pruebas que confirmen un interés claro o preferente por realizar tocamiento o fricciones contra personas sin su consentimiento. Nótese que la multiplicidad de víctimas es condición suficiente pero no necesaria para el diagnóstico; los criterios también pueden cumplirse si el sujeto reconoce un interés sexual froteurístico intenso con malestar o deterioro clínicamente significativo. El marco temporal del Criterio A, por el que los indicios o síntomas de froteurismo deben haber persistido durante al menos 6 meses, debe entenderse como una pauta general, no como un umbral estricto con el fin de asegurar que el interés sexual por los tocamientos o fricciones contra personas sin su consentimiento no es transitorio. De este modo, la parte temporal del Criterio A también puede cumplirse si hay evidencias claras de comportamiento recurrente o malestar durante un periodo de tiempo más corto y no transitorio. (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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