¿Qué entendemos por agresividad infantil?
Si se hace una revisión a lo largo de los numerosos escritos con que contamos sobre agresividad, observamos que son muchos los autores que han proporcionado definiciones del término. Sin embargo, la mayoría tienen aspectos en común. Buss (1961) define la agresividad como “una respuesta consistente en proporcionar un estimulo nocivo a otro organismo” Bandura (1973) dice que es “una conducta perjudicar y destructiva que socialmente está definida como agresiva” Patterson (1977) dice que la agresión es “un evento aversivo dispensado contingentemente a las conductas de otra persona”. Utiliza el término coerción para referirse al proceso por el que estos eventos aversivos controlan los intercambios diádicos. Para Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears (1939) es una conducta cuyo objetivo es dañar a una persona o a un objeto. Se puede entender que generalmente hablamos de agresividad para referirnos al hecho de provocar daño a una persona u objeto, ya sea éste animado o inanimado. Así, con el término de conductas agresivas nos referimos a las conductas intencionales que pueden causar daño ya sea físico o psicológico. Conductas como pegar a otros, burlarse de ellos, ofenderlos, tener rabietas (del tiempo de arrojarse al suelo, gritar y golpear muebles por ejemplo) o utilizar palabras inadecuadas para llamar a los demás, generalmente se describen como conductas agresivas. De acuerdo con Buss (1961), podemos clasificar el comportamiento agresivo atendiendo a tres variantes: Según la modalidad, puede tratarse de agresión física (por ejemplo un ataque a un organismo mediante armas o elementos corporales) o verbal (como una respuesta vocal que resulta nocivo para el otro organismo, como, por ejemplo, amenazar o rechazar) Según la relación interpersonal, la agresión puede ser directa (por ejemplo, en forma de amenaza, ataque o rechazo) o indirecta (que puede ser verbal, como divulgar un cotilleo, o física, como destruir la propiedad de alguien) Según el grado de actividad implicada, la agresión puede ser activa (que incluye todas las conductas hasta aquí mencionadas) o pasiva (como impedir que el otro pueda alcanzar su objetivo o como negativismo). La agresión pasiva suele ser directa, pero a veces puede manifestarse indirectamente. En el caso de los niños, suele presentarse la agresividad en forma directa, como un acto violento contra una persona. Este acto violento puede ser físico, como patadas, pellizcos, empujones, golpes, etc. o verbal como insultos, palabrotas, amenazas. También pueden manifestar la agresión de forma indirecta o desplazada, según la cual el niño agrede contra los objetos de la persona que ha sido el origen del conflicto. Incluso se da el caso de algunos niños que, en vez de manifestar su agresividad directa o indirecta, lo hacen de forma contenida (Vallés, 1988). La agresión contenida consiste en gesticulaciones, gritos, resoplidos, expresiones faciales de frustración, etc. Independientemente ese cómo manifieste su conducta agresiva, siempre resulta ser un estimulo nocivo, aversivo, ya que la victima protestará, emitirá respuesta de evitación o escape o se dedicará a una contra agresión defensiva. Por ello, tal tipo de conductas a menudo tienen un fuerte impacto en los padres y maestros, hasta el punto que intentan controlarlas de diversas maneras, considerando siempre la forma elegida como la más eficaz. Sin embargo, ambos pueden frustrarse por su incapacidad para detener los golpes o rabietas y perder el control, al gritar a sus hijos e incluso pegarles severamente. Parece ser que una de las conductas que más preocupa a los padres y hace que sienta la obligación de poner los medios para erradicarla, es la conducta agresiva manifestada por sus hijos. Los arrebatos de agresividad son un rasgo normal en la infancia. Pero algunos niños se convierten en un problema por la persistencia de su agresividad y su incapacidad para dominar su mal genio. Los niños agresivos hacen sufrir a sus padres, maestros y a otros niños, utilizando todos los medios posibles. Estos niños agresivos, en muchos casos, son niños frustrados, que acaba dañándose a sí mismos, pues aun se frustran más cuando los demás niños les rechazan. (Información extraída de Agresividad infantil / Isabel Serrano Pintado, 1996)
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