El suicidio como lección de salud pública

Durante años, la gente no moría de cáncer sino de una larga enfermedad y uno no se suicidaban, sino que moría en condiciones que aun se están investigando. El cáncer fue saliendo del ámbito de lo privado por una mezcla de frecuencia epidemiológica y visibilidad en personas conocidas que lo fueron haciendo público.

Sin embargo, el suicidio le ha costado más realizar este proyecto, hasta el punto de que cuando alguien famoso fallecía por esta causa en ocasiones pasaba a formar parte de una iconografía pop mas o menos misteriosa, y no ha tenido un rol de visibilizarían como el que ha podido tener el cáncer u otras causas de muerte.

Epidemiológicamente, los datos no son comparables y aunque lo fueran en términos de cantidad, tal vez no deberían serlo por las diferencias en su etiología y en los engranajes internos de funcionamiento y desencadenamiento, pero sí es cierto que desde los años previos a la pandemia se venia produciendo un proceso de priorización del suicidio en la agenda política sobre temas de salud.

Tras la pandemia, y con el importante aumento de fallecimientos por suicidio, especialmente entre la población joven, la importancia de hablar sobre el tema ha adoptado diversas formas: desde s comparación con la pandemia de COVID 19, hasta el señalamiento de condiciones biológicas que serian las desencadenantes del suicidio, pasando por otros abordajes que vinculaban con mayor o menor acierto los vaivenes socioeconómicos y las cifras de suicidio

Hay dos formas de visibilizar: exponer o abrazar. Sacar el suicido a un escaparate para que la gente lo vea, o reconocerlo como una cosa que no es un asunto exclusivo de la persona con ideación suicida, sino de toda la comunidad en su conjunto. Sobre la base de estas dos opciones, se puede responder a la pregunta que desde hace unas décadas ronda algunos ámbitos de la salud publica ¿es el suicidio un problema de salud pública? Si se estima que lo que determina su consideración como tal es la existencia de un elevado número de casos, su alto peso en la mortalidad de la población entenderemos que la forma de visibilizarlo en exponerlo en la plaza pública para que la población entienda que es un problema importante. Individual pero importante.

Por otro lado, si creemos que el suicidio es un problema de salud pública porque evidencia un cruce de caminos entre lo individualmente biográfico y lo socialmente relevante, entre la vivencia individual y la necesidad de hacernos cargo de los sufrimientos de manera colectiva, entonces creemos que hay que visibilizar el suicidio, pero como una manera de buscar una salida conjunta, señalando sus causas no para trazar la ausencia de alterativas o para justificar una conducta, sino para plantear intervenciones que mejoren las condiciones de vida de la gente y hagan ver que existen futuros para una vida que merece la pena ser vivida.

En mayo de 2022 el Gobierno de España puso en funcionamiento la línea de atención a la conducta suicida, un número gestionado por una entidad privada sin animo de lucro y señalado como el producto más tangible de la previamente anunciada estrategia de salud mental de dicho Gobierno. El número se puso en marcha unos meses después de que se supiera que en 2020 se había alcanzado el récord de suicidios consumados registrados, con un total de 3.941 casos. Medidas como este teléfono desempeñan una labor de primera atención, algo inmediato, pero su utilidad es limitada si después falla lo demás; el suicidio ha saltado a la arena de la acción política en un momento en que las redes de salud mental hacían agua y su capacidad para asegurar esa atención posllamada era menor.

Considerar el suicidio como un asunto individual es algo que en ocasiones está relacionado con otra gran pregunta en torno a este fenómeno; ¿todos los suicidios están vinculados con un trastorno psiquiátrico? ¿cuántos lo están?

No se trata tanto de sacar la balanza y cuantificar con exactitud el número de suicidios consumados, que coexistían con un sufrimiento psíquico diagnosticable, sino de ver cómo se pueden desarrollar intervenciones que abarquen desde el punto final de la ayuda puntual en el momento necesario hasta las medidas mas proximales de mejora estructural de las condiciones de vida, pasando por todas aquellas intervenciones que hacen que el acompañamiento y la red de seguridad que son los servicios públicos estén ahí más allá de lo hiperagudo y actuando siempre de forma bien coordinada con el resto de recursos fundamentales.

 

(Información extraída de Malestamos : cuando estar mal es un problema colectivo / Javier Padilla, Marta Carmona, 2022)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *