El malestar es la experiencia emocional aversiva que impacta el funcionamiento cognitivo, conductual, social, emocional y espiritual de los pacientes con cáncer. El malestar interfiere con la capacidad de afrontar el cáncer, sus síntomas fiscos y el tratamiento medico. Los datos actuales permiten afirmar que es el efecto colateral del cáncer del que menos se informa y el más común. El estudio clásico de Zabora y cols. (2001) realizado sobre 4496 pacientes de cáncer que fueron evaluados con el Inventario de Síntomas Breves (BSI) (Derogatis, 2000) mostró que un 35% de la muestra presentaban síntomas que requerían tratamiento psicológico, fundamentalmente eran los pacientes con tumores con peor pronóstico (cáncer pulmón, cerebral, páncreas e hígado) más jóvenes, con menos estatus socioeconómico, educativo y apoyos sociales. Hegel y cols. (2007) estudiaron a 236 mujeres con cáncer de mama en estado inicial, encontrando que el 47% evaluaban su nivel de malestar en niveles clínicamente significativos, un 11% presentaban depresión mayor y un 10% trastorno de estrés postraumático.
Burgues y cols. (2005) en un trabajo con 222 a las que se siguió durante cinco años, mostraron cómo casi el 50% de las mujeres con cáncer de mama tenían depresión, ansiedad o ambas en el año tras el diagnostico, el 25% en el segundo, tercer y cuarto año tras el diagnostico y un 15% en el quinto año. El 45% de las mujeres que tuvieron recaídas experimentaron depresión, ansiedad o ambas en los tres meses siguientes al diagnostico de la recidiva. Los trastornos de ansiedad y depresión estaban asociados a trastornos psicológicos previos, carencia de apoyo social, ser más joven y haber sufrido acontecimientos estresantes previos.
Kissane y cols. (2004) evaluaron la morbilidad psicológica en mujeres con cáncer de mama en estudio precoz (303) y con cáncer avanzado (200) mediante una entrevista psicopatológica estructurada, medidas de auto informe para evaluar la morbilidad psiquiátrica, calidad de vida y actitud ante el cáncer. Los resultados mostraron que las mujeres con cáncer en estadios precoces con edad media de 46 años y con un promedio de 3 meses tras la cirugía tenían una prevalencia de diagnostico DSM-IV del 45%. Las pacientes con metástasis cuya media de edad era de 51 años, con 63 meses de promedio tras el diagnostico del cáncer, tenían una prevalencia de diagnostico DSM-IV del 42%; un 36,7% de las mujeres con estadios precoces presentaban trastornos del estado del humor, el 9,6% sufrían depresión mayor y el 27,1% distimia.
Depresión y cáncer
La prevalencia de trastornos del estado de ánimo en el cáncer en los diferentes estudios va desde el 23 al 35%. Los factores de riesgo de depresión para los pacientes con cáncer son los siguientes:
- Factores de riesgo relacionados con el cáncer:
- Depresión en el momento del diagnostico del cáncer
- Deficiencia para controlar el dolor
- Estadio avanzado del cáncer
- Deterioro o presencia de síntomas físicos asociados al cáncer
- Cáncer de páncreas
- Ser soltero y padecer de cáncer de cuello o cabeza
- Tratamiento con ciertos fármacos tales como corticoides, procarbacina, L-asparaginasa, interferón-alfa-interleucina-2, anfotericina-B
- Factores de riesgo sin relación con el cáncer
- Antecedentes personales de depresión, falta de apoyo socia, presencia de eventos vitales estresantes (separación, jubilación, paro, etc.)
- Antecedentes de intento o ideación suicida
- Alcoholismo o abuso de drogas, padecer enfermedades simultaneas que se asocian con síntomas depresivos (como derrame cerebral o infarto de miocardio)
Conviene tener en cuenta que el diagnostico de la depresión mayor en personas sanas físicamente se basa de forma importante en síntomas de insomnio, pérdida de apetito y de peso, fatiga y falta de interés en el sexo. Estos síntomas pueden deberse al proceso de enfermedad o los efectos colaterales de los tratamientos, por ello en pacientes con cáncer la depresión se identifica mejor por la intensidad del humor depresivo, la perdida de interés y placer, el grado de sentimientos de desesperanza, la culpa, la infravaloración personal y la ideación suicida
Suicidio y cáncer
La prevalencia del suicidio en pacientes con cáncer es superior a la de la población general. El riesgo es más alto durante los primeros meses después del diagnostico o en los momentos siguientes a recibir malas noticias, tales como una recidiva. Los suicidios son más frecuentes entre los pacientes con cáncer oral, de faringe y de pulmón, y los pacientes positivos para el VIH con sarcoma de Kaposi.
Los factores de riesgo para el suicido en el paciente con cáncer son los siguientes:
- Antecedentes de problemas mentales, especialmente los relacionados con la conducta impulsiva, como el trastorno límite de la personalidad
- Antecedentes de intentos de suicidio
- Antecedentes de suicidio en personas muy cercanas
- Diagnostico de depresión
- Abuso de sustancias psicotrópicas
- Defunción reciente de su pareja, familiares o amigos
- Escasez de apoyo social
- Diagnostico de cáncer oral, de faringe o pulmón
- Enfermedad en estadio avanzado y con mal pronostico
- Confusión o deliritum
- Síntomas físicos mal controlados, sobre todo el dolor, astenia, problemas respiratorios, pérdida de control de los intestinos y la vejiga.
- Déficits en cuanto a pérdida de la movilidad, incapacidad para mantener el auto cuidado y la higiene intima, pérdida de la vista o la audición, parálisis, incapacidad de comer o tragar sin ayudas físicas o de otros.
Es preciso evaluar a los pacientes con ideación suicida. El riesgo de suicidio aumenta si el paciente informa que suele pensar en suicidarse y tiene un plan para hacerlo, si dispone de los medios para ello, si la acción del plan no se puede detener una vez iniciado y si se encuentra solo o aislado. El método de suicidio más común entre los pacientes de cáncer es la sobredosis de analgésicos y sedantes, y la mayoría de los casos ocurren en el hogar. Hablar sobre el suicido no provoca o aumenta el intento de suicidio del paciente, sino que muestra a la persona que nos preocupa, le permite describir sus sentimientos y sus miedos y lo provee de un sentido de control. Se deben controlar los síntomas que contribuyen a la situación, como el dolor, y tratar la depresión, la psicosis, la ansiedad u otros factores relevantes. Es indispensable usar un enfoque de tratamiento orientado a la intervención en momentos de crisis que tenga en cuenta el sistema de apoyo del paciente.
Auto concepto e imagen corporal
Vivir con cáncer afecta a la percepción y valoración de uno mismo (auto concepto personal). A la percepción de cómo uno es observado por otros y a la percepción de uno mismo con respecto a como desearía ser. La imagen corporal se refiere a la concepción, percepción y sentimiento de la persona acerca de su cuerpo, constitución, tamaño y forma al modo en que encaja en las normas sociales.
La imagen corporal es un área de especial interés para diferentes tipos de cáncer, en ocasiones, se ve afectado el sentido de la feminidad o masculinidad, sobre todo en personas jóvenes en los cánceres de mama, ginecólogos, de próstata o testículo. Asimismo, los canceres de cabeza y cuello, laringe, piel y colorrecto se asocian a importantes alteraciones. Los tratamientos de cirugía, quimioterapia y radioterapia y hormonoterapia provocan cambios de duración y magnitud variables en el aspecto físico.
(Información extraída de Tratamiento psicológico en pacientes con cáncer / Cruzado Rodríguez, Juan Antonio, 2010)