El primer autor en detallar el deterioro cognitivo característico de los trastornos psicóticos fue a principios del siglo XX, Emir Kraepelin (1919-1971) en sus descripciones clínicas de la demencia precoz. Kraepelin se percató de que determinados pacientes manifestaban una progresiva disminución funcional e intelectual a edades tempranas e identificó diversos déficits que incluían las alteraciones en la atención, aprendizaje y la resolución de problemas. Sugirió que estas alteraciones neurocognitivas explican el pobre funcionamiento social, personal y laboral de estos pacientes.
Se estima que en torno a un 90% de los individuos con esquizofrenia presenta un deterioro clínicamente significativo en al menos un dominio neurocognitivo y el 75% en dos. Es probable, además que estas cifrase sean aun mayores debido a las limitaciones de los estudios que examinan estos déficits. El hecho de que solo un pequeño porcentaje de pacientes no manifieste déficits puede deberse al efecto de presentar un nivel superior de funcionamiento pre mórbido y/o reserva cognitiva frente a los pacientes que presentan déficits.
Se ha planteado la necesidad de llevar a cabo comparaciones con subgrupo clínicos mas específicos. Por ejemplo Heinrichs et al. (2015) examinaron el funcionamiento neurocognitivo en pacientes con trastorno de espectro psicótico sin aparentes déficits neurocognitivos, controlando:
- El nivel de funcionamiento pre mórbido estimado
- El perfil neurocognitivo
- El nivel de razonamiento social y probabilístico
Cuando se controlan estas variantes lo que se observa es que el subgrupo sin déficits presenta en realidad niveles inferiores en velocidad de procesamiento que individuos sin el trastorno. Estos resultados son consistentes con otros hallazgos que ponen de manifiesto una menor velocidad de procesamiento en los pacientes categorizados como “cognitivamente normales”
Los déficits neurocognitivos parecen ser independientes de los síntomas clínicos de la psicosis. Aunque cabria suponer que la capacidad neurocognitiva estuviera afectada por la presencia de síntomas positivos (por ejemplo, las alucinaciones auditivas o los delirios), existe poca evidencia que apoye esta relación. Por el contrario, estos déficits parecen relacionarse de manera más consistente con los síntomas negativos (por ejemplo, la abulia, la alogia, la apatía o la anhedonia) y desorganizados, pero la cantidad de varianza compartida sigue siendo relativamente pequeña entre el 5 y 10%. La independencia entre el funcionamiento neurocognitivo y los síntomas clínicos se apoya en múltiples estudios que relevan la persistencia de las alteraciones neurocognitivas tanto en momentos de sintomatología severa como de revisión. Estas alteraciones han sido identificadas en estudios con muestras de individuos a lo largo de todo el continuo de severidad de la psicosis.
El alcance y la gravedad de los déficits neurocognitivos tampoco parecen asociarse de forma consistente con el uso de anti psicóticos. A pesar de que algunos estudios han concluido que los anti psicóticos de primera generación podrían afectar a la neurocognición, este efecto no se ha observado con los de segunda generación e incluso su uso se ha realizado con ciertos beneficios. En todo caso, estas diferencias a favor de los anti psicóticos de segunda generación pueden deberse a otras variantes tales como las dosis utilizadas, la presencia de síntomas extra piramidales o la administración de agentes anti colinérgicos.
Otros datos apoyan que los efectos adversos de los anti psicóticos sobre la neurocognición podrían ser el mecanismo por el cual se reducen los síntomas positivos. En concreto, Moritz et al. (2013) han considerado que la disminución de la velocidad de procesamiento y el incremento de la duda secundarios a los neurolépticos podrían ser el requisito previo para poder trabajar sobre los delirios y las alucinaciones.
Diversos estudios han relacionado la capacidad neurocognitiva con el nivel de funcionamiento psicosocial en los trastornos del espectro de la psicosis. En concreto, se ha encontrado que los niveles de atención y vigilancia se asocian con el funcionamiento social; la memoria y el aprendizaje verbal, con el nivel de independencia social y ocupacional, las funciones ejecutivas con el grado de independencia y la velocidad de procesamiento con la capacidad para trabajar.
También se ha visto que son determinantes a la hora de predecir la evolución clínica del trastorno. En este sentido, los problemas de memoria pueden afectar a la adherencia a los tratamientos psicofarmacológicos y psicoterapéuticos. Los problemas de atención, razonamiento y memoria pueden limitar, a su vez la capacidad para comprender e interiorizar los conocimientos y habilidades adquiridos en psicoterapia y por tanto, impedir la correcta transferencia de las habilidades aprendidas a la vida diaria.
(Información extraída de Evaluación de los trastornos del espectro psicótico Eduardo Fonseca Pedrero (Coordinador), 2018)