El proceso de evaluación del TDAH se lleva a cabo por varios motivos. En primer lugar, para saber si realmente se trata de tal trastorno y si existe comorbilidad con algún otro. En segundo lugar, para conocer los componentes psiconeurológicos, funciones ejecutivas (FE) y otras variables relacionadas que se encuentren afectadas. En tercer lugar, con el fin de determinar cómo afecta el problema del niño al ámbito familiar, escolar y social y viceversa.
Se evalúa con el objetivo de identificar los problemas que se manifiestan en el sujeto, con el fin de poner en marcha un plan de intervención que evite, en la medida de lo posible, el sufrimiento humano que provoca un trastorno que suele persistir, en la mayoría de los casos, en la adolescencia y en la vida adulta, con desajustes personales y sociales significativos.
La evolución del TDAH dependerá en gran medida de la fecha en la que se diagnostique y el momento de inicio del tratamiento. Por lo que cuanto antes se lleve a cabo la evaluación y el diagnóstico del trastorno, antes se podrán adoptar las medidas terapéuticas oportunas tanto para el niño como para sus familiares y profesores.
A pesar de que algunos síntomas pueden manifestarse antes de los seis años, la mayor parte de los niños son diagnosticados a partir de este momento, debido a varias razones: la entrada del niño a la escuela primaria, en la que las exigencias cada vez mayores hacen que sean más evidentes sus dificultades.
El desconocimiento por parte de los padres, que no saben si realmente su hijo tiene un problema o es que simplemente es más nervioso de la cuenta y dejar pasar el tiempo a ver si el nerviosismo cesa por sí solo. La falta de información por parte de los maestros y pediatras hace que tampoco ellos detecten la presencia de TDAH en el niño. La falta de criterios de detección y de instrumentos de evaluación adaptados a niños menores de cinco o seis años.
La evaluación del TDAH constituye un proceso complejo, porque en él han de conjugarse diferentes objetivos que están estrechamente relacionados y han de considerarse distintas personas, contextos y variables, a las que no siempre es fácil acceder. Por ello, es muy conveniente que el profesional que lleve a cabo tal evaluación cuente con un plan o protocolo de actuación en el que se manifiesten los procedimientos específicos bien definidos, que le permitan saber en cada momento qué debe hacer y que le faciliten el trabajo.
(información extraída de El TDAH : ¿qué es?, ¿qué lo causa?, ¿cómo evaluarlo y tratarlo? / Rocío Lavigne Cerván, Juan Francisco Romero Pérez, 2010)