Según el modelo de triple vulnerabilidad (Suárez, Bennet, Goldstein y Barlow, 2009), las personas desarrollan un TE como consecuencia de la interacción a lo largo del tiempo de tres factores de vulnerabilidad. El primero, la vulnerabilidad biológica generalizada, que hace referencia a las dimensiones temperamentales de neuroticismo y extraversión. Estas dimensiones son parcialmente heredables (30-50%), por lo que se puede decir que nacemos con una tendencia a ser más o menos extrovertidos o más o menos inestables emocionalmente. Las personas con alto neuroticismo, al igual que las personas con TE, presentan una hiperexcitabilidad de las estructuras límbicas junto a un control inhibitorio limitado de las estructuras corticales. Un perfil caracterizado por una baja extraversión y alto neuroticismo sería la primera variable explicativa para la aparición de un TE.
El segundo, la vulnerabilidad psicológica generalizada, hace referencia al desarrollo de una percepción de los acontecimientos, internos y externos, como impredecibles e incontrolables, fruto de experiencias tempranas caracterizadas por el abuso, la negligencia o los estilos de crianza no contingentes, sin límites claros y que no enseñan estrategias de regulación emocional adecuadas.
El tercer y último factor se denomina vulnerabilidad psicológica generalizada. Aquí se plantea el papel fundamental de las leyes cuando, en el contexto de una experiencia estresante particular, se asocia el malestar emocional (ansiedad, tristeza, culpa) a determinados objetos, situaciones o estados internos (pensamientos, recuerdos, sensaciones físicas, medios de trasporte, etc.). Las personas tienden a intentar mitigar la intensa respuesta emocional que experimentan a través de estrategias de supresión o evitación emocional, lo que provoca a corto plazo un alivio importante, pero a medio y largo plazo, mantienen la presencia de experiencias emocionales intensas y molestas.
Barlow et al. (2011) definen las características principales de los TE a través de un modelo funcional con tres variables implicadas.
Clasificación dimensional de los trastornos emocionales
Las dimensiones de personalidad, como alto neuroticismo (relacionado con el afecto negativo) y baja extraversión (relacionada con el afecto positivo); se consideran, desde una perspectiva jerárquica, como dimensiones de orden superior o primer orden en la clasificación de los TE (Brown y Barlow, 2009). En este sentido, la investigación ha puesto de manifiesto que el alto afecto negativo está asociado con la mayoría de los TE (depresión, ansiedad generalizada, trastorno de pánico, agorafobia, trastorno obsesivo-compulsivo y ansiedad social), mientras que el bajo afecto positivo se asociaría con la ansiedad social y depresión.
Además de compartir esta dimensión de primer orden, las personas con TE deben ser evaluables en tres dimensiones adicionales de segundo orden para realizar una adecuada clasificación del problema emocional:
- Estado de ánimo. Es importante evaluar esta dimensión dado que en el curso de un TE es frecuente que aparezcan, se alternen o convivan síntomas ansiosos y depresivos comórbidos a los síntomas principales
- Foco de ansiedad. Los síntomas ansiosos pueden desencadenarse por muchos estímulos distintos, como por ejemplo la evaluación negativa de los demás, notar sensaciones físicas, la presencia de preocupaciones o flashbacks relacionados con un hecho traumático o tener pensamientos intrusivos (de impureza, religión, orden, comprobación etc.), entre otras. Es importante evaluar esta dimensión también en el caso de personas con síntomas principales depresivos por la ya citada frecuente comorbilidad
- Las conductas de evitación (o conductas emocionales). Las personas con TE utilizan a menudo conductas emocionales y estas son las responsables de los que los síntomas ansiosos y depresivos se mantengan a lo largo del tiempo. Algunas personas utilizan las llamadas conductas de evitación abiertas o manifiestas (p.ej., no viajar en tren o no ir a centros comerciales) o conductas sutiles de evitación (p.ej., evitar el contacto ocular o no beber cafeína). Otras ponen en marcha estrategias de evitación cognitiva (p.ej., distraerse o suprimir el pensamiento) o conductas de seguridad (p.ej., llevar amuletos o fármacos encima).
El objetivo de todas estas estrategias es no sentir una emoción intensa o reducir su intensidad una vez aparezca. Por último, se incluyen en esta dimensión las conductas impulsadas por la emoción (CIE), cuyo objetivo es no seguir experimentando el malestar emocional (p.ej., beber alcohol).
Dicen los autores, que las personas con TE presentan déficits en la regulación de sus emociones, o desregulación emocional, porque las conductas emocionales que realizan no suelen acercares a sus metas y objetivos, sino que se centran en evitar el malestar a corto plazo, son desproporcionadas respecto a la demanda del ambiente, no consiguen resolver un problema presente (o lo agravan), o en ocasiones pueden llegar a ser perjudiciales (p.ej., atracón de comida o consumo de drogas)
(información extraída de Manual de tratamientos psicológicos. Adultos / coordinador Eduardo Fonseca Pedrero,2021)