Los factores de riesgo más importantes son los que predisponen al niño a la conducta antisocial y a continuar esta conducta en la vida adulta. No se ha abordado el modo cómo operan estos factores ni si están relacionados casualmente con la conducta antisocial. A partir del estudio de los factores de riesgo aparecen dos cuestiones relacionadas pero también distinguibles. ¿Hasta qué punto la conducta antisocial está influenciada por factores genéticos, ambientales o combinados? Muchos factores que sitúan al niño en riesgo de conducta antisocial pudieran ser debidos a influencias hereditarias y/o ambientales. Por ejemplo, la conducta antisocial de los padres puede conducir a una conducta antisocial en el niño a través de la acción directa de un factor hereditario o a través del modelamiento, unas prácticas de educación infantil defectuosa o la combinación de ambos hechos.
Es necesario identificar el mecanismo específico a través del que ocurre la conducta antisocial. Aunque se demuestre que unas influencias genéticas o ambientales juegan un determinado papel en la conducta antisocial, esto no resuelve claramente cómo esas influencias conducen a conductas antisociales especificas. Por ejemplo, la disciplina paterna dura e inconsistente se asocia con la conducta antisocial, pero ¿a través de qué proceso? La investigación ha abordado cada uno de ambos interrogantes en grados variables.
Influencias genético/ambientales
El estudio de los factores hereditarios en la conducta antisocial ha conducido a una investigación fascinante que analiza tanto las influencias genéticas como las ambientales. Pueden citarse varias líneas de pruebas en apoyo del papel de los factores genéticos. Los estudios de gemelos se usan frecuentemente para demostrar el papel de las influencias genéticas, puesto que los gemelos monozigóticos son mucho más similares genéticamente que los gemelos dizigóticos. Si hay un factor genético expresado en un gemelo monozigótico, puede esperarse que la probabilidad de que esto ocurra en el otro gemelo sea más alta que si ocurre el mismo fenómeno en gemelos dizigóticos. Y los estudios con gemelos han demostrado, efectivamente, una mayor concordancia de criminalidad y conducta antisocial entre los gemelos monozigóticos que entre los gemelos dizigóticos. Atribuir estas diferencias de concordancia a factores genéticos supone que los ambientes de los diferentes tipos de hermanos están igualados. Sin embargo, los factores ambientales pueden ser más similares para los gemelos monozigóticos que para los dizigóticos. Esta mayor similaridad puede ser el resultado del modo como los padres reaccionan y favorecen las similaridades de los gemelos idénticos y ciertamente del simple hecho de que los gemelos monozigóticos sean del mismo sexo, mientras que los gemelos dizigóticos a menudo no lo sean.
Los estudios de niños adoptados separan mejor las influencias genéticas y ambientales puesto que el niño a menudo es separado de sus padres biológicos al nacer. Varios estudios de adopción han demostrado que la conducta antisocial y la criminalidad en la descendencia son mayores cuando los parientes biológicos han manifestado esta conducta que cuando no lo han hecho. Los estudios de adopción también han confirmado la influencia de factores ambientales tales como unas condiciones adversas en el hogar, conflicto conyugal, disfunción psiquiátrica, la exposición discontinua o interrumpida al cuidado materno antes de ser situado en el emplazamiento adoptivo final y la edad en la que el niño fue adoptado. En estudios de niños adoptados, Cadoret y Cain encuentran que ser alcohólico uno de los padres biológicos, sufrir unas condiciones de vida adversas en el hogar adoptivo y tener unos cuidados maternos discontinuos predicen conducta antisocial en los adolescentes varones. Sin embargo, en los adolescentes en el que uno de los padres biológicos sea antisocial o mentalmente retrasado.
Mecanismos a través de los que operan los factores genéticos y/o ambientales
Varios estudios han intentado identificar los factores biológicos que distinguen los individuos con conducta antisocial. Estos factores, si se identificaran podrían sugerir ciertas condiciones que se transmiten genéticamente. En su día se propuso y difundió el criterio de que la conducta violenta podría ser explicada por anormalidades cromosomáticas
Muchos estudios de conducta antisocial se han centrado en las diferencias bioquímicas. En una pequeña muestra de adultos agresivos con trastorno de personalidad se asoció el metabolismo alterado de la serotonina bajo con la conducta agresiva y suicida. Otros investigadores han identificado unos niveles superiores de testosterona plasmática entre los delincuentes violentos en comparación con controles normales. Además, en los sujetos normales la testosterona plasmática está positivamente correlacionada con la baja tolerancia a la frustración y con auto informes de agresión verbal y física, especialmente en respuesta a la provocación y la amenaza.
Se han evaluado otros factores biológicos como posibles agentes causales. Por ejemplo, Mednick sugirió que los patrones heredados de activación del sistema nervioso vegetativo podrían influir en el grado en que las personas antisociales dejan de aprender a inhibir la conducta antisocial a través de una reducción del miedo y una activación reducida.
En general, los mecanismos que puedan estar implicados en la conducta antisocial han recibido una escasa atención empírica. Hay obstáculos obvios para la teoría y la investigación de esta área. No es probable que una sola teoría explique la aparición de toda la gama de conductas calificadas de antisociales. Puede ser necesario considerar esta extensa área desde el punto de vista de los subtipos de conducta, los individuos y los ambientes, de manera que puedan desarrollarse y comprobarse mini teorías. Es probable que puedan identificarse unos procesos circunscritos que conduzcan a patrones específicos de conducta antisocial en ciertos individuos.
(Información extraída de Tratamiento de la conducta antisocial en la infancia y la adolescencia / Alan E. Kazdin ; traducción de Xavier Corbera ; revisión de la versión castellana, Josep Toro, 1988)