La mayor parte de lo que hoy se conoce sobre la sexualidad humana se ha descubierto y publicado durante el presente siglo y aún existen puntos de vista controvertidos sobre algunos aspectos de la amplia y compleja gama de particularidades que abarca y que hace difícil una definición precisa. Como aproximación, puede hablarse de dos vertientes principales, una de origen biológico y otra psicosocial. La biología no solo afecta a la procreación, sino también al impulso, deseo, a la capacidad de respuesta sexual y de goce a través de ella. En cuanto al plano psicosocial, es sabido que desde los primeros años de la infancia se adoptan ideas y actitudes hacia el sexo determinadas por el entorno familiar y escolar, y que éstas varían de acuerdo con el sistema de valores morales que regulan los distintos estamentos sociales y las diferentes culturas, por lo que carecen de validez universal para definir unívocamente el comportamiento sexual. También la ciencia, en constante evolución y la aparición de nuevas enfermedades pueden ser causa de cambios radicales en las costumbres sexuales, como ha ocurrido, por ejemplo, con el perfeccionamiento de los anticonceptivos y con la aparición del sida. Estos y otros factores han alterado de manera notable las costumbres eróticas de la sociedad occidental. No solo ha variado la concepción acerca del distinto papel sexual atribuido al hombre o a la mujer, que han perdido rigidez en favor de una sexualidad más compartida y menos dogmática, sino también la de la propia relación sexual, concebida hoy como un acto de placer. De igual manera, la edad de iniciación sexual es mucho más temprana, lo que refleja que la sexualidad se vive con una mayor libertad. Así, muchas cosas que antes se consideraban prohibidas forman parte ahora del comportamiento sexual normal y se pueden abordar y discutir libremente. Esto ha contribuido a desterrar, al menos en una parte importante, una serie de mitos, leyendas, tabúes, prejuicios y temores que, tanto el hombre como la mujer, arrastraban como un pesado inventario que influía de manera negativa sobre la mayoría de sus actos. Si bien persisten ciertos vicios de comportamiento, debidos más a una falta de educación que al arraigo de una educación errónea e injusta, el cambio es evidente y puede documentarse en cifras sobre cada uno de los distintos aspectos que configuran la conducta sexual de la población y cuya elocuencia no admite reparos. En todo caso, hoy los problemas más graves son otros, como los embarazos no deseados en las adolescentes o el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual. Una de las claves para vivir una sexualidad sana y placentera y obtener la máxima satisfacción en las relaciones íntimas es la de poseer una educación sexual adecuada y esto supone, de acuerdo con la naturaleza de las relaciones, tanto el estar informado de todos los métodos de anticoncepción y de prevención, como el tener, en todos los casos, un conocimiento más o menos profundo del funcionamiento de los órganos sexuales de la persona con quien se comparte la relación y una conciencia plena de que se pueda disfrutar del sexo sin límites de edad. Sexualidad y tercera edad A pesar de que los ancianos con buen estado de salud no tengan una actividad sexual tan frecuente como cuando eran jóvenes, su capacidad de goce y de satisfacción personal en las relaciones sexuales permanece inalterable con la edad. Es solo cuestión de responder a los propios impulsos y encontrar la mejor vía para hallar y proporcionar satisfacción, donde el único órgano imprescindible para que ello ocurra es el cerebro. La sexualidad adulta adopta distintas orientaciones y formas de manifestar que tienen más que ver con el afecto, que, con la atracción física, es más comprensiva e independiente, y en contra de una creencia más o menos generalizada, no decae con el paso de los años, especialmente si se ha llevado una vida sexual activa durante la edad madura. No obstante, deben tenerse en cuenta ciertos condicionamientos fisiológicos que modifican la relación sexual en la tercera edad. Así, el hombre de edad llega a la erección de un modo más lento que el joven; y la mujer requiere más tiempo de estimulación para que la lubricación de sus órganos genitales sea suficiente y la relación sexual pueda ser agradable y placentera. Si bien la erección se consigue con más lentitud, por otra parte, su duración suele ser también mayor y la eyaculación se presenta con cierto retardo. El tiempo para estar en forma para una nueva erección, condicionado por razones fisiológicas, es en el hombre mayor, de doce a veinticuatro horas, como promedio, aunque esto está sujeto a amplias variaciones de carácter individual. Trastornos de la sexualidad La impotencia y la eyaculación precoz, en el hombre y la frigidez en la mujer, son trastornos debidos a causas físicas u orgánicas o, con mayor frecuencia, a causas psíquicas. El conocimiento de su naturaleza es decisivo para lograr unas relaciones sexuales plenas. Impotencia Las causas más frecuentes de impotencia o disfunción eréctil son los factores de carácter psíquico, que pueden ser de signo muy diverso, aunque en la mayoría de los casos se manifiesta con un incremento de la ansiedad y comportan inhibiciones sexuales y conflictos de relación de pareja, por lo demás, síntomas comunes a todas las impotencias. En raros casos, la causa principal es de carácter orgánico, como las alteraciones en el flujo sanguíneo de entrada (arterial) o de salida (venoso) en el pene. Otras impotencias están asociadas al uso de medicamentos que reducen la capacidad eréctil, entre otros, los hipotensores, los antidepresivos y los antipsicóticos. Cualquiera que sea su etiología, la terapia sexual siempre resulta conveniente, ya que reduce estos síntomas, y en algunos casos, ello resulta suficiente para curar la impotencia. En cuanto a la provocada por problemas circulatorios, la cirugía vascular ha experimentado grandes avances y la implantación de prótesis puede solucionar el problema con una intervención cuyo éxito oscila entre el 30 y el 80% de los casos. Eyaculación precoz