Trastorno Neurocognitivo

Causas, síntomas, consecuencias y tratamiento del Parkinson

La enfermedad de Parkinson, nombre que se dio en honor a James Parkinson, médico británico que tras años de investigación la describió en 1817, cursa con mucha lentitud, pero de forma progresiva y crónica. Afecta a individuos que han sobrepasado los 40 años y dado que su incidencia aumenta con la edad, suele registrarse sobre todo entre quienes superan los 60 años. Síntomas del Parkinson La etiología del parkinsonismo es múltiple, pero su sintomatología, cualesquiera que sean sus causas, presenta las mismas marcadas características, entre las que destacan la rigidez muscular, los temblores, la lentitud y la escasez de movimientos y la inestabilidad postural. Debido a la rigidez progresiva que sufren los músculos, el enfermo va adquiriendo una postura envarada y echada hacia delante, y su rostro pierde expresividad por el deficiente movimiento de los músculos faciales. Poco a poco se produce una acinesia, nombre que recibe la dificultad de movimientos y desaparecen también los movimientos asociados, como el balanceo de los brazos al caminar, gesto espontáneo y automático en una persona sana. También aparece lo que se denomina “marcha festinante”, o sea, el andar a pasos cortos, que se hacen cada vez más acelerados y que solo se detienen cuando el paciente se encuentra ante un objeto o un obstáculo. En la mayoría de los casos los temblores se inician en las manos, muy a menudo con movimientos de roce entre el pulgar y los demás dedos, como si el paciente estuviese amasando una miga de pan entre ellos; a medida que la enfermedad avanza, los temblores se extienden a toda la mano. Cuando el paciente está en reposo, los temblores suelen desaparecer, así como también lo hacen cuando estira la mano para coger algo, pero se acentúan si se siente observado o si registra alguna emoción. Consecuencias del Parkinson La rigidez anormal que la enfermedad produce en los músculos es frecuente causa de dolor, en particular al levantarse por la mañana tras varias horas de reposo. Además, como el enfermo también suele registrar un descenso de la presión sanguínea al levantarse, no es extraño que tenga una sensación de desmayo, así como dificultad para expresarse con normalidad y de forma correcta.. El andar de los afectados se dificulta debido a sus pasos apresurados y a que su cuerpo se pone rígido y se encorva hacia delante. Las caídas son frecuentes en ellos y pueden revestir gravedad porque al haber perdido la facultad de mover de forma automática los brazos, no atinan a avanzar las manos antes de dar con el cuerpo contra el suelo. En etapas más avanzadas de la enfermedad, aumenta la acinesia o sea la dificultad de realizar cualquier tipo de movimiento físico. Aunque en general la inteligencia no se ve afectada, con el tiempo, el paciente puede ir perdiendo la facultad de realizar funciones mentales superiores. Algunos pacientes presentan depresión y demencia. No sufren modificación alguna la sensibilidad y los reflejos, salvo en las últimas etapas de la enfermedad, cuando pueden producirse alteraciones. Causas del Parkinson Como se ha indicado al principio, la etiología de la enfermedad es múltiple. La enfermedad de Parkinson, conocida como parkinsonismo esencial o idiopático, se atribuye a la degeneración o al envejecimiento prematuro de las células de los ganglios basales, situados en una región profunda del cerebro. Estas células conforman un complejo sistema de control que coordina la actividad muscular. Otras enfermedades con una sintomatología análoga, son la arteriosclerosis, la encefalitis letárgica y algunos tipos de tumores cerebrales. Pero también pueden manifestarse los mismos síntomas por repetidos traumas cerebrales, como suele suceder entre los que practican el boxeo, por el uso prolongado de ciertos fármacos y por intoxicaciones con monóxido de carbono o con manganeso. Tratamiento del Parkinson Hasta hace poco tiempo, el parkinsonismo solía tratarse con fármacos del grupo anticolinérgico, que tienen una acción antiespasmódica muscular. Sin embargo, en la actualidad, habiéndose descubierto que en las personas que padecen este mal existe en el cerebro una grave carencia de dopamina, sustancia a la que se atribuye la condición de facilitar los reflejos condicionados, se utiliza la L-Dopa o levadopa. Este medicamento, precursor de la dopamina, actúa con resultados excelentes en cuando se refiere a los movimientos y a la rigidez muscular; sus efectos sobre los temblores son menores. Con la administración de antihistamínicos se ha logrado mejorar también los temblores. Con los medicamentos adecuados, ejercicio regular y una alimentación apropiada, el enfermo podrá llevar una vida normal, como mínimo, hasta unos diez años después de la aparición de la enfermedad. La intervención quirúrgica es un método muy poco habitual hoy en día de combatir la enfermedad por los considerables riesgos que implica. No obstante, algunos pacientes que han sido operados han registrado una mejoría transitoria, sobre todo en lo relativo a la rigidez y a los temblores. (información extraída de Guía médica familiar, 1994)

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¿Cómo se diagnostica el alzheimer?

La enfermedad de Alzheimer se produce por un proceso degenerativo que ocasiona una importante pérdida de células cerebrales, así como una acumulación de sustancias anormales en el espacio intercelular. La consecuencia de estas alteraciones es el deterioro progresivo de las facultades mentales hasta el punto en que el enfermo se encuentra totalmente incapacitado para realizar cualquier función normal. Por desgracia, esta terrible enfermedad no tiene cura; solo se la trata con algunos ejercicios de rehabilitación en la medida en que el afectado puede realizarlos, y ciertos fármacos que pueden retrasar el proceso. A causa de la carga física, psíquica y económica que representa para la familia un enfermo de Alzheimer, se han creado asociaciones encargadas de suministrar a quienes lo soliciten asesoramiento sobre los aspectos legales, económicos, científicos y asistenciales que implica para los familiares este tipo de enfermos. Aunque esta enfermedad puede afectar a cualquier adulto, con independencia del sexo y de la raza, suele aparecer en los cincuenta y los sesenta años, si bien el porcentaje más elevado de afectados, un 20% de la población, se registra entre los que superan los ochenta años de edad. Causas Pese a que aún no se han establecido con certeza las causas de la enfermedad, se barajan varias hipótesis y se realizan diversos estudios para determinarlas. Entre las teorías más corrientes sobre su origen figuran la que se basa en la modificación genética, que se atribuye a una alteración del cromosoma 21, la de la intervención de agentes inmunitarios y tóxicos, la de un aporte deficiente de oxígeno y glucosa a las células cerebrales por mala circulación sanguínea, y las investigaciones más modernas, que la atribuyen a las deficiencias de las sustancias que permiten la comunicación entre las células cerebrales, denominadas neurotransmisores. Diagnóstico Debido a los numerosos adelantos técnicos, que se han producido en el último decenio, se puede diagnosticar la enfermedad de Alzheimer con mayor precisión. De ahí que hoy la enfermedad se conozca mejor y que se diagnostiquen con mayor acierto casos que antes se atribuían, de forma vaga e imprecisa, a un estado de arteriosclerosis o de senilidad. El diagnóstico, como el de cualquier demencia, es difícil especialmente en las primeras fases, puesto que un leve deterioro de la capacidad mental es frecuente y normal en edades avanzadas. Se efectúa mediante largos y costosos estudios clínicos, técnicos y biológicos. También se utilizan las pruebas de capacidad y de habilidad intelectual, y unos cuestionarios especiales destinados a detectar los trastornos de quien se sospecha que puede padecer la enfermedad, comparándolos de forma periódica y controlando su evolución. Pero, a pesar de los adelantos técnicos actuales, por desgracia todavía puede tardarse entre cinco y diez años en diagnosticar la enfermedad. El único medio de absoluta precisión se consigue a través del estudio de muestras cerebrales obtenidas mediante una biopsia. Evolución A pesar de que las características individuales pueden alterar la forma en que se presenta la enfermedad, lo más corriente es que en la primera fase se produzcan síntomas de pérdida de la memoria reciente. También se observa en el enfermo una disminución de la capacidad de respuesta refleja, causa de accidentes y también de equivocaciones, así como una modificación de su comportamiento social y laboral, con señales evidentes de una progresiva pérdida de interés en ambos campos. Con el tiempo, presenta crecientes dificultades en el uso del lenguaje, por lo cual disminuye su capacidad de comunicación. Todos estos síntomas incipientes del deterioro intelectual progresivo pueden tardar años en manifestarse de forma clara, por lo cual no es de extrañar que mientras tanto se los atribuya a un estado senil o arteriosclerótico. A medida que el deterioro intelectual avanza, los indicios del mal de Alzheimer se tornan más evidentes. El enfermo pierde progresivamente su capacidad de asimilar y recordar hechos recientes, de estructurar su pensamiento en secuencias lógicas y, por tanto, de llevar a cabo acciones lógicas, como hacer cálculos aritméticos o mantener una conversación con sentido. De esta forma, va acusando una creciente incapacidad para realizar las actividades normales de la vida diaria porque, de hecho, se olvida de cómo realizarlas, aunque se trate de tareas tan cotidianas y simples como las de comer, asearse o levantarse de la cama. También comienza a manifestar dificultades para coordinar los movimientos y para mantener el equilibrio, por lo cual aumenta su sensación de inseguridad y sufre una desorientación en cuanto al tiempo y al especio se refiere. Aparecen, asimismo, los trastornos de deambulación, típicos de la enfermedad, con el consecuente incremento del riesgo de golpes y caídas, accidentes también frecuentes entre quienes padecen esta enfermedad y los cambios de humor repentinos y agudos que, sin causa aparente, pueden llevar del ataque de risa a un marcado episodio de tristeza, con llanto incluido. En las fases más avanzadas se agudizan los problemas de lenguaje y del reconocimiento. Difícilmente podrá el enfermo formar una frase entera, y si lo hace, es muy probable que no tenga sentido o que esté mal estructurada, y también le costará reconocer a las personas de su entorno, inclusive al cónyuge y a los hijos. En la etapa final, el enfermo habrá perdido totalmente la memoria y las facultades mentales, incluidas las necesarias para comer, beber y caminar, por lo que, en general se limitará a quedarse en la cama o en una silla de ruedas. Sus reacciones serán primarias, por lo que a menudo gritará, llorará y sufrirá incontinencia. Dada la evolución del mal, el enfermo necesita una creciente atención especial hasta alcanzar la última etapa, en la que ya dependerá por completo de alguien que le cuide. La carga para la familia suele ser muy pesada a lo largo de toda la enfermedad, pero se hace casi insostenible cuando el paciente requiere una atención exclusiva las 24 horas del día, y como sucede en la mayoría de los casos, no se dispone de dinero suficiente para pagar el sueldo de tres enfermeras, que serán las necesarias para cubrir estas horas, o bien para ingresar al

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