Distribución de las fases del sueño durante la noche
El sueño no es un fenómeno azaroso. Un adulto normal inicial el sueño por fases no REM. Desde un estado inicial de adormecimiento, que precede al inicio del sueño, el sujeto primero entra en una fase 1, y progresivamente pasa a la fase 2, fase 3 y fase 4. La fase 1 es un estadio breve de transición que sirve de puente entre la vigilia y el sueño y que dura tan solo 5 minutos. Se trata de un sueño muy ligero y tiene un bajo umbral de despertar. La fase 2 del sueño, está presente entre 10 y 20 minutos durante el ciclo inicial, se considera verdadero e inequívoco sueño fisiológico, puesto que corresponde a la experiencia fenomenológica del inicio del sueño. Las fases 3 y 4 reciben también el nombre de “sueño delta” o “sueño de ondas lentas” y son los estadios más profundos del sueño. Por lo tanto, durante esa fase el umbral de despertar es más alto y puede durar entre 20 y 40 minutos en el primer ciclo del sueño. A esta secuencia inicial le sigue un retorno del estadio 4 al estadio 3 y luego al estadio 2, que lleva a la primera fase REM. El primer episodio de sueño REM se produce entre 70 y 90 minutos después del inicio del sueño y generalmente es de corta duración (5-15 minutos). Por término medio, se producen cuatro o cinco episodios de fase REM de duración creciente a lo largo de toda la noche. La duración de los ciclos no REM-REM es aproximadamente de 90 minutos pero pueden oscilar entre 70 y 120 minutos. El sueño delta o de ondas lentas es predominante en el primer tercio de la noche, mientras que la proporción del sueño REM es mucho mayor en el último tercio de la noche. Sea la hora de acostarse las 9, las 11 o la 1, un típico sueño nocturno empieza por un periodo de sueño profundo seguido por un periodo de sueño REM. Si la hora de acostarse se desplaza hacia la madrugada, la fase REM puede aparecer antes de lo habitual, a consecuencia de lo cual el sueño delta puede resultar retrasado y reducido. Durante la juventud, aproximadamente un 75% del tempo del sueño transcurre en fases no REM y un 25% en REM. La fase 1 constituye únicamente el 5% del tiempo o total del sueño, mientras que la fase 2 dura alrededor los 50% de la noche y el sueño profundo (Fases 3-4) un 20%. Varios cambios fenomenológicos, conductuales y psicológicos acompañan la transición de la vigilia al sueño y el paso del sueño no REM al sueño REM. La experiencia subjetiva de dormirse no es igual para quienes duermen bien que para los que tiene un sueño de mala calidad. Por ejemplo, en los insomnes la actividad cognitiva puede persistir incluso después del inicio del sueño. Los insomnes dicen haber estado despiertos cuando su registro de EEG inicia fase 1 o incluso fase 2 del sueño. Es frecuente que se produzca amnesia de lo ocurrido justo en el momento anterior al inicio del sueño o de los despertares nocturnos. Este fenómeno puede explicar por qué resulta difícil recordar el momento exacto del inicio del sueño o una llamada telefónica a mitad de la noche. La capacidad de reacción conductual al entorno disminuye gradualmente a medida que el sueño se hace más inminente. Puesto que el inicio del sueño es un proceso más gradual que dicotómico puede persistir cierto nivel de reactividad incluso en las fases 1 y 2 del sueño. La sensibilidad al entorno también está influenciada por lo significativo que sea el estimulo. Las personas que viven cerca del aeropuerto pueden aprender a ignorar el ruido de los aviones mientras continúan respondiendo al llanto de un niño durante la noche, lo cual sugiere que los principios de discriminación de estímulos permanecen operativos incluso cuando dormimos. Las funciones fisiológicas tales como la frecuencia cardiaca y respiratorio reducen su ritmo desde el estado de vigilia a las fases no REM del sueño. La presión sanguínea y el consumo de oxigeno también se reducen. Sin embargo, durante el sueño REM se produce un aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria (muchas veces por encima de los niveles basales) y éstas se hacen más irregulares. Se asocian incrementos transitorios de la presión sanguínea a los episodios físicos de REM. En hombres con una función eréctil normal se producen tumescencias peneanas en cada episodio de REM y en las mujeres se produce un aumento del riesgo sanguíneo en la vagina. Durante el sueño REM desaparece la termorregulación; es decir, ni se tiembla ni se suda. A excepción de las contracciones esporádicas, la musculatura está básicamente paralizada. El diafragma también se encuentra activo para preservar la respiración. (Información extraída de Insomnio: asistencia y tratamiento psicológico / Charles M. Morín, 1998)
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