Trastorno de Ansiedad

Organizar la agenda, las tareas y los tiempos

La sobreocupación mantenida en el tiempo puede ser una importante fuente de estrés a la que muchos les es difícil sustraerse por el tipo de trabajo que desempeñan y que les tiene agobiados y de mal humor. Algunos se ven lanzados al ritmo de vida que caracteriza al patrón tipo A y que puede suponer un riesgo de enfermedad coronaria. Un modo de afrontar el estrés en estos casos es reorganizar tempos y tareas de manera que podamos reducir la sobreocupación laboral y adoptar un estilo de vida que nos permita ocuparnos de otras muchas cosas que también nos importan en la vida. Los días tienen solo 24 horas: guía práctica para planificar y dar sentido “no va a dar tiempo” es una expresión que en la vida laboral y personal está asociada a menudo a la experiencia de estrés. Pero el tiempo no se detiene, corre inexplorablemente en días que solo tienen 24 horas y podemos perderlo tratando de meternos prisa y de precipitarnos para ganarlo. “no sé por dónde empezar” o empezar una tarea y sin terminarla, pasar a otras sin concluir ninguna también puede ser una fuente de estrés, precipitación, enfado y ansiedad que puedo afrontar con una adecuada gestión de las actividades y tiempos. Utilizo una adecuada planificación, organización y gestión de la agenda diaria para programar el tiempo disponible y dar sentido a mi actividad, que es un modo de dárselo a mi vida también. La agenda me puede ayudar a lograr un buen ajuste entre tiempo disponible y tareas y entre esfuerzo realizado y esfuerzo obtenido, a redistribuir las cargas de trabajo, a evitar la sobrecarga por acumulación de tareas y demandas imprevistas y dar vueltas a la cabeza sin sentido y sin saber por dónde empezar y a qué darle prioridad, el sentimiento de urgente y de insatisfacción, a aumentar mi motivación, a reducir el cansancio y la ansiedad y a incrementar mi eficacia y eficiencia Tomo en consideración los objetivos que quiero alcanzar con las actividades que planifico y los valores que dan sentido a mi actividad diaria y a mi desempeño profesional Anoto la víspera las tareas fijas y habituales del día siguiente, tanto del ámbito domestico como del ámbito laboral y social: compras, despachos de gestiones, reuniones de trabajo, entrevistas, visitas. Hoy dormiré mejor y mañana aprovecharé más el tiempo Sitúo en momentos fijos del día los trabajos rutinarios y habituales. Cuando se trata de actividades complejas, programo la realización gradual de tareas parciales, lo cual me facilita finalizar la actividad en los tiempos fijados y disfrutar la sensación de haberlas completado Priorizo actividades, tal vez con adhesivos o con colores diferentes, según sean obligatorias, muy importante, importantes y menos importantes, para asignarles el tiempo correspondiente y no malgastar tiempo y esfuerzo en tareas triviales, lo que sería una fuente de estrés añadida a la carga de la propia tarea Planifico de manera realista y proporcionada, de acuerdo con el tiempo disponible, con mis posibilidades y recursos, y con los del equipo humano con el que trabajo. Establezco un adecuado equilibrio entre las tareas que asumo y los recursos humanos y materiales con los que cuento. Equilibrio tareas fáciles con aquellas otra que exijan mayor esfuerzo Considero la posibilidad de que surjan imprevistos que podrían ser prioritarios y obligarme a reconsiderar la planificación del día Considero la posibilidad de que alguna de las actividades planificadas no pueda realizarse para tener previstas las alternativas No asumo actividades o responsabilidades que no me corresponden. Digo asertivamente no a demandas que no puedo o no quiero asumir Hago una cosa cada vez y no todo al mismo tiempo, focalizando la atención y la energía en el aquí y en el ahora de esa cosa y no en las cosas que no he podido hacer o que me quedan todavía por atender. Experimento la satisfacción por lo que voy completando y evito dejarme llevar por la urgencia y el agobio Evito dispersarme saltando de una cosa a otra sin concluir ninguna de ellas En la realización de las tareas y en particular de aquellas que me resultan más desagradables, práctico la relajación, la respiración abdominal y la atención consciente y plena. No postergo, no dejo para mañana las actividades inaplazables y que pueda hacer hoy, evitando así la acumulación progresiva de asuntos pendientes, los atrasos y la sobrecarga permanente que supone “no sacar el trabajo adelante” y sentirme ineficaz. Me ayudo con monólogos orientados a la acción: “cuando antes me lo quite mejor, ahora tengo unos minutos disponibles y los voy a aprovechar para evitar dilaciones” Al mismo tiempo, después de priorizar, decido qué actividades se pueden postergar para otro día y cuáles incluso pueden dejarse sin hacer sin que ocurra nada Hago previsibles y predecibles las actividades de la agenda. Establezco marcas e hitos que señalen con suficiente antelación las fechas límite y las tareas prioritarias en el horizonte temporal para evitar que me “cojan por sorpresa” actividades y tareas que debería haber previsto y tal vez he olvidado Reviso mi planificación y compruebo el ajuste tiempo-tarea logrado y aquellas actividades que tenía previstas o que me apetecía hacer pero que no he podido resolver por falta de tiempo Compruebo el grado de eficacia de motivación y de satisfacción logrado en las actividades realizadas y el impacto de lo que hecho en mi calidad de vida Aprendo a vivir cada jornada que ya no vuelve, disfruto cada día con el balance de los resultados logrados y me digo monólogos de reconocimiento por ello, porque eso hará mas probable que mañana sea también una buena jornada, puede que con carga, pero menos estresante. Pausas para poner a punto las herramientas Para poner a punto las herramientas de trabajo y para ponerme yo mismo a punto, compruebo cada día mi nivel de activación y rendimiento optimo y acompaso el ritmo de trabajo con pausas periódicas cuando compruebo que he rebasado ese nivel, que tengo fatiga y que mi rendimiento desciende a pesar de los

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Decálogo para el manejo de la ansiedad en el autismo

Estos diez tipos os ayudarán a cómo gestionar la ansiedad a las personas que padecen autismo No hay milagros La primera lección que hay que aprender en el camino de ayudar a la persona con autismo a manejar y aliviar su ansiedad es que es un proceso y no precisamente fácil. Se debe comenzar por aceptar que la ansiedad puede estar presente en sus vidas y ser realistas sobre si podremos reducirla o aliviarla. Aceptar la realidad de la situación estresante es también una estrategia de afrontamiento. Hay que evitar equiparar la palabra afrontamiento a “dominio”, por eso es preferible el término “manejar”, puesto que puede significar minimizar, evitar, tolerar, aceptar las condiciones estresantes. Merece la pena hacer el esfuerzo porque el impacto en la calidad de vida de la persona suele ser muy significativo. Ser proactivo, no reactivo Ante la pregunta, ¿qué puedo hacer cuando la persona ya esta descontrolada y la ansiedad la ha invadido? O si la pregunta se la hace la persona con autismo: ¿qué puedo hacer cuando ya estoy descontrolado o la ansiedad me ha invalidado? La respuesta es: poca cosa, demasiado tarde. En esta situación solamente queda apagar el incendio como ose pueda, “poner parches”, intentar clamarse o calmar a la persona con autismo. Estas estrategias reactivas, por lo general, no impiden que vuelvan a darse nuevas crisis en el futuro. Bien al contrario, suelen empeorar las cosas. Si cometemos el error de utilizar siempre estrategias puramente reactivas una vez la crisis se desata, la persona no tiene oportunidad de aprender estrategias proactivas de regulación de las propias emociones  y de pactar con su mundo social y sensorial de una manera más efectiva y apropiada. La sensación para todos es la de andar sobre tierras movedizas: en cualquier momento nos engulle. Y la tensión sostenida que eso genera es muy alta y pasa factura. Se recomienda prever posibles situaciones de riesgo y actuar preventivamente. Una buena (auto) regulación emocional requiere identificar qué es lo que podemos modificar o aprender antes para reducir los niveles de ansiedad Mantener la calma Cuando la persona con autismo se altera, grita, se niega a hacer lo que le pedimos, patalea, se ofusca, es fácil que nuestra paciencia se ponga a prueba y no siempre superemos esa prueba. En ese caso, primera recomendación, siempre que sea posible: no perder los nervios ni el control nosotros también. Posiblemente, tendremos todos los números para que la situación empeore y no solucionemos nada, acabemos todos mal, angustiados y cada vez con menos energía. Recordemos que, cuando hablamos de tratamiento para la ansiedad, estamos hablando de una carrera de fondo y no de los cien metros liso. No obligar a la persona con autismo por la fuerza bruta y porque sí a enfrentarse a situaciones ansiógenas El discurso que tiene que adaptarse, nuestro mundo es así y tiene que aprender a vivir en él, no es una estrategia inteligente ni efectiva. Probablemente, se intensifique y empeore la sintomatología ansiosa. Tampoco es recomendable el discurso de: Es superior a él, no podemos hacer nada. Lo mejor es dejarlo tranquilo. Recordemos la protección excesiva versus la protección adaptativa. Ni tanto ni tan calvo. Partimos de la base de que no hay una intencionalidad por parte de la persona con autismo para molestarnos o provocarnos con sus miedos. Así como tampoco desean generar pena ni manipularnos para que lo hagamos todo por ellos. No forcemos, pero demos herramientas de aprendizaje, estrategias de afrontamiento No reforzar la ansiedad y los miedos Puede suceder, con el tiempo y por condicionamiento, que lleguen a aprender que determinados comportamientos disruptivos, manifestaciones de la ansiedad, les facilitan el premio gordo: evitar la situación aversiva, que los protejamos y no tener que enfrentarse a lo que les angustia. Las manifestaciones de la ansiedad se convierten en un refuerzo. No importa lo que siento, solucióneme el problema Cuando las personas sin autismo están ansiosas o tienen un mal día, suelen encontrar útil ventilar el problema y expresar cómo se siente. De hecho, la psicoterapia en población sin autismo está pensada para analizar qué siente la persona y darle herramientas para sentirse mejor. No es eso lo que necesita una persona con autismo. Cuando la persona con autismo se siente estresada y se le pregunta qué siente, normalmente no es capaz de responder a esta pregunta, incluso se incrementa el comportamiento perseverante y repetitivo, aumentando el deseo de estar solo y la sensación de ansiedad. Lo que requiere es que se le ayude a resolver el problema de manera operativa. Soluciones prácticas  para problemas inmediatos. Para calmarla es de imperativo legal ofrecerle soluciones lógicas con un lenguaje claro y sin ambigüedades. Aceptar incondicionalmente a quien debemos ayudar Quien experimente ansiedad es posible que se sienta fuera de control y que diga o haga cosas que no nos gustan, nos decepcionen, asusten o nos contraríen. Regla de oro: no personalizar nada de lo que sucede o de lo que nos digan. La persona con autismo tiene que sentir que puede confiar en nosotros, a pesar de que pueda no agradarnos su comportamiento, y tiene que sentir que lo atendemos y cuidaremos en cuanto esté en nuestras manos No esperar a que el tiempo solucione los problemas Excepto en el caso de conflictos evolutivos transitorios como determinadas fobias evolutivas, al igual que muchas enfermedades médicas, las perturbaciones afectivo-emocionales tienden a cronificarse si no se abordan y cortan a tiempo. En este caso, el “no dejes para mañana lo que puedas prevenir intervenir hoy” es crucial para una buena evolución del conflicto emocional. No abordar todas las situaciones ansiógenas No es realista plantearnos el poder abordar TODAS las situaciones que generan estrés o ansiedad. Es necesario priorizar en función de los siguientes criterios: Situaciones que puedan suponer un daño o peligro físico para la persona con autismo y/u otras personas Situaciones que generan un alto nivel de sufrimiento emocional y, en ocasiones, físico como en el caso de la hiperactividad sensorial Situaciones que obstaculizan otros aprendizajes,

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El suicidio como lección de salud pública

Durante años, la gente no moría de cáncer sino de una larga enfermedad y uno no se suicidaban, sino que moría en condiciones que aun se están investigando. El cáncer fue saliendo del ámbito de lo privado por una mezcla de frecuencia epidemiológica y visibilidad en personas conocidas que lo fueron haciendo público. Sin embargo, el suicidio le ha costado más realizar este proyecto, hasta el punto de que cuando alguien famoso fallecía por esta causa en ocasiones pasaba a formar parte de una iconografía pop mas o menos misteriosa, y no ha tenido un rol de visibilizarían como el que ha podido tener el cáncer u otras causas de muerte. Epidemiológicamente, los datos no son comparables y aunque lo fueran en términos de cantidad, tal vez no deberían serlo por las diferencias en su etiología y en los engranajes internos de funcionamiento y desencadenamiento, pero sí es cierto que desde los años previos a la pandemia se venia produciendo un proceso de priorización del suicidio en la agenda política sobre temas de salud. Tras la pandemia, y con el importante aumento de fallecimientos por suicidio, especialmente entre la población joven, la importancia de hablar sobre el tema ha adoptado diversas formas: desde s comparación con la pandemia de COVID 19, hasta el señalamiento de condiciones biológicas que serian las desencadenantes del suicidio, pasando por otros abordajes que vinculaban con mayor o menor acierto los vaivenes socioeconómicos y las cifras de suicidio Hay dos formas de visibilizar: exponer o abrazar. Sacar el suicido a un escaparate para que la gente lo vea, o reconocerlo como una cosa que no es un asunto exclusivo de la persona con ideación suicida, sino de toda la comunidad en su conjunto. Sobre la base de estas dos opciones, se puede responder a la pregunta que desde hace unas décadas ronda algunos ámbitos de la salud publica ¿es el suicidio un problema de salud pública? Si se estima que lo que determina su consideración como tal es la existencia de un elevado número de casos, su alto peso en la mortalidad de la población entenderemos que la forma de visibilizarlo en exponerlo en la plaza pública para que la población entienda que es un problema importante. Individual pero importante. Por otro lado, si creemos que el suicidio es un problema de salud pública porque evidencia un cruce de caminos entre lo individualmente biográfico y lo socialmente relevante, entre la vivencia individual y la necesidad de hacernos cargo de los sufrimientos de manera colectiva, entonces creemos que hay que visibilizar el suicidio, pero como una manera de buscar una salida conjunta, señalando sus causas no para trazar la ausencia de alterativas o para justificar una conducta, sino para plantear intervenciones que mejoren las condiciones de vida de la gente y hagan ver que existen futuros para una vida que merece la pena ser vivida. En mayo de 2022 el Gobierno de España puso en funcionamiento la línea de atención a la conducta suicida, un número gestionado por una entidad privada sin animo de lucro y señalado como el producto más tangible de la previamente anunciada estrategia de salud mental de dicho Gobierno. El número se puso en marcha unos meses después de que se supiera que en 2020 se había alcanzado el récord de suicidios consumados registrados, con un total de 3.941 casos. Medidas como este teléfono desempeñan una labor de primera atención, algo inmediato, pero su utilidad es limitada si después falla lo demás; el suicidio ha saltado a la arena de la acción política en un momento en que las redes de salud mental hacían agua y su capacidad para asegurar esa atención posllamada era menor. Considerar el suicidio como un asunto individual es algo que en ocasiones está relacionado con otra gran pregunta en torno a este fenómeno; ¿todos los suicidios están vinculados con un trastorno psiquiátrico? ¿cuántos lo están? No se trata tanto de sacar la balanza y cuantificar con exactitud el número de suicidios consumados, que coexistían con un sufrimiento psíquico diagnosticable, sino de ver cómo se pueden desarrollar intervenciones que abarquen desde el punto final de la ayuda puntual en el momento necesario hasta las medidas mas proximales de mejora estructural de las condiciones de vida, pasando por todas aquellas intervenciones que hacen que el acompañamiento y la red de seguridad que son los servicios públicos estén ahí más allá de lo hiperagudo y actuando siempre de forma bien coordinada con el resto de recursos fundamentales.   (Información extraída de Malestamos : cuando estar mal es un problema colectivo / Javier Padilla, Marta Carmona, 2022)

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El caballo como terapeuta

En las terapias asistidas con caballos, el caballo forma parte indispensable del equipo de trabajo. Al montar sobre él, el jinete se beneficia de su movimiento, calor corporal y textura, mientras que la imagen del animal, el carácter y el lenguaje favorecen el establecimiento de vínculos afectivos entre ambos. Estos vínculos son muy importantes en la terapia, ya que son los que permiten obtener beneficios a nivel global de la persona. Por ello, la elección del caballo será al azar, sino que buscaremos aquellos ejemplares que presenten una serie de cualidades específicas para asegurarnos de que las terapias se desarrollen adecuadamente. La elección del caballo para terapias se basa en dos características esenciales que hay que valorar: el físico del animal y su carácter. Físicamente es muy importante que el caballo se encuentre en óptimas condiciones para realizar las terapias y en caso de que observemos alguna molestia debemos consultarlo con el veterinario para tomar la decisión pertinente. Al mismo tiempo, nos aseguraremos de que el cuerpo del animal está proporcionado y muscularmente preparado para la actividad que va a realizar. Su paso, trote y galope deben ser regulares y equilibrados. Otro aspecto que cabe destacar es la comodidad sobre su torno en los diferentes aires, ya que esta característica permitirá al jinete sentirse más seguro. Dependiendo de las necesidades de nuestros jinetes buscaremos una medida de altura u otra; como norma general, no debe superar 1,60m para permitir al equipo multidisciplinar trabajar cómodamente con el jinete: sujetar sus extremidades, dar soporte al tronco e intercambiar objetos para los ejercicios. Si lo creemos conveniente, también se puede trabajar con ponis sobre todo si el jinete es un niño pequeño, pues un animal mas bajo facilita el llevarlo pie a tierra, cepillarlo y montarlo, en especial cuando los objetivos de trabajo se centran en aspectos psicológicos, comunicativos o emocionales. Es bueno que el caballo tenga entre 10 y 18 años de edad, ya que su etapa de madurez es más estable a nivel emocional y tiene experiencia con todo tipo de jinetes. Para las terapias se necesitan caballos de carácter tranquilo y dócil, que puedan transmitir al jinete esa sensación. Es importante que el caballo haya vivido un amplio abanico de experiencias para que sea más adaptable y en caso de que no sea así, debemos proporcionarle todo tipo de estímulos que le ayuden a sentirse seguro y a estrechar vínculos con la persona o las personas que trabajarán con él. El entrenamiento En el entrenamiento del caballo de terapia debemos introducir diferentes estímulos para trabajar su adaptabilidad y para que aprenda a confiar en la persona que va a estar con él durante las sesiones. Si se establece un fuerte vinculo caballo-terapeuta, la comunicación entre ambos será fluida y sencilla, es decir, con un simple gesto o sonido del terapeuta, el caballo entenderá si debe detenerse o avanzar. Los pasos esenciales son: Paso 1. Vinculo caballo-terapeuta El caballo debe conocer perfectamente a la persona con la que va a trabajar, y confiar en ella. La confianza debe ser mutua, por ello llevarán a cabo unos primeros paseos juntos: cepillado, salir a comer hierba, visitar su establo o campo, etc. Paso 2. Trabajo conjunto El terapeuta debe conocer todas las facetas de su caballo: cómo es pie a tierra, montado, cómo se enfrenta a los miedos, como actúa en situaciones de tensión, cuándo se siente seguro, etc. Paso 3. Entrenamiento del equino Se diseña un plan de trabajo pie a tierra y sobre el caballo, que responda a las necesidades del animal y también lo prepare para responder al trabajo al cual vamos a destinarlo. Este entrenamiento se basa en el trabajo de figuras, cambios de ritmo y la introducción de diferentes elementos de uso cotidiano que puedan suponer una amenaza para el desarrollo de la sesión (ej. Paraguas, cochecitos de bebé, bolsas de plástico) Paso 4. Sensibilización al material de terapia Es importante que el caballo de terapia conozca de cerca el material que se va a usar en las sesiones: aros, conos, canastas, pelotas, pañuelos, barras, etc. Debe haber trabajado con estos y otros materiales previamente. También es imprescindible acostumbrarle a la presencia de otros elementos: sillas de rueda, bastones, caminadores, muletas y todo aquello que pueda crearle una inseguridad. Otro trabajo consiste en observar diferentes situaciones que pueden alertar al caballo y provocarlas de manera controlada mediante ejercicios en el entrenamiento: improvisar la presencia de perros, cochecitos de bebé, alboroto, lluvia. Paso 5. Sensibilización sobre el caballo Para este ejercicio, se requiere contar con un auxiliar ecuestre que simule llevar a cabo una sesión en la que el jinete adquiere posturas que incomoden al caballo; por ejemplo, estirarse sobre su grupa, tocarle las orejas o la monta gemelar. También podemos simular gritos, lloros, movimientos bruscos y otras situaciones que se pueden dar en una sesión. Paso 6. Trabajo de desconexión El caballo necesita momentos en los que poder “desconectar” de su trabajo rutinario. Debemos descubrir aquello que le guste y ofrecérselo como recompensa por su esfuerzo. Si le gusta estar suelto para saltar y brincar o bien prefiere salir a pasear por la montaña, detenerse a comer hierba, etc. Es muy importante garantizarle periódicamente este tiempo para que mantenga un buen equilibrio emocional. (información extraída de Equinoterapia terapias asistidas con caballos / textos, Cristina Cañadas Guerrero; ilustraciones. Myriam Ferrón; fotografías, Nos i Soto, Thinkstock; dirección editorial, María Fernanda Canal., 2018)  

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Etapas del duelo

Las etapas del proceso duelo por las que una persona pasa tras la pérdida de un ser querido han sido descritas por muchos autores. Aquí se definen las cinco descritas por Elisabeth Kübler-Ross en su libro “Sobre la muerte y los moribundos (1969). Las etapas son las siguientes: La negación Consiste en el rechazo consciente o inconsciente de los hechos o la realidad de la situación. Este mecanismo de defensa busca amortiguar el shock que produce la nueva realidad para dejar solo entrar en nosotros el dolor que estamos preparados para soportar. Se trata de una respuesta temporal que nos paraliza y nos hace escondernos de los hechos. La frase que podría resumir la esencia de esta etapa es “esto no me puede estar pasando a mi”. En este primer momento, el mundo pierde sentido y nos abruma. Nos preguntamos cómo podemos seguir adelante. No es que estemos negando que la muerte o la pérdida se hayan producido sino que nos invade un sentimiento de incredulidad de que la persona que amamos no la veremos nunca más. Los sentimientos de esta etapa nos protegen brindando a nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para adaptarse a esta nueva realidad sin la persona fallecida. Luego el doliente comienza a sentirse como si lentamente estuviera despertando, recordando lo suceso progresivamente. La ira Si bien los sentimientos de enojo estarán presentes con distinta intensidad durante todo el proceso de duelo, es en esta etapa donde la ira toma el protagonismo dirigiéndose este enojo al ser querido fallecido, a nosotros mismos, a familiares, amigos, objetos inanimados e inclusive a personas extrañas. Se siente un resentimiento hacia la persona que nos ha dejado causando un inmenso dolor en nosotros, pero este enojo se vive con culpa haciéndonos sentir más enojados aun. La frase que podría contener la esencia de esta etapa es ¿Por qué yo? ¡No es justo! ¿Cómo puede sucederme eso a mí? Esta comprensión del por qué de las cosas puede ayudarte a encontrar cierta paz Puedes preguntarte ¿Dónde ha estado Dios cuando me sucedía esto? La psiquiatría Elisabeth Kübler-Ross, explica que es importante que los familiares y amigos del doliente dejen que éste exprese libremente su ira sin juzgarlo o reprenderlo ya que este enojo no solo es temporal sino que es necesario. Debajo de esta ira ilimitada se encuentra el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de identificar esta ira y expresarla sin temores podremos comprender que ella es parte del proceso de curación. Para eso se pueden emplear diversos métodos de expresión como escribir una carta al ser fallecido para expresar tu enojo, establecer un dialogo imaginario con ellos para compartir tus sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar ejercicios físicos o bien practicar la meditación como un camino para calmar y canalizar estas emociones abrumadoras. La negociación La etapa de negociación puede ocurrir antes de la pérdida, en caso de tener a un familiar con enfermedad terminal, o bien después de la muerte para intentar negociar el dolor que produce esta distancia. En secreto el doliente busca hacer un trato con Dios u otro poder superior para que su ser querido fallecido regrese a cambio de un estilo de vida reformado. Este mecanismo de defensa para protegerse de la dolorosa realidad no suele ofrecer una solución sostenible en el tiempo y puede conducir al remordimiento y la culpa interfiriendo con la curación. Se desea volver a la vida que se tenía antes de que muriera el ser querido y que éste vuelva a nosotros. Se concentra gran parte del tiempo en lo que el doliente u otras personas podrían haber hecho diferente para evitar esta muerte. Las intenciones de volver al tiempo atrás es un deseo frecuente en esta etapa para así haber reconocido a tiempo la enfermedad o evitar que el accidente sucediera. La frase que resume esta etapa es ¿Qué hubiera sucedido si…? nos quedamos en el pasado para intentar negociar nuestra salida de la herida mientras pensamos en lo maravilloso que sería la vida si éste ser querido estuviera con nosotros. Esta fase del duelo suele ser la más breve de todas las etapas ya que se trata del último esfuerzo para encontrar alguna manera de aliviar el dolor por lo que supone un trabajo agotador para la mente y el cuerpo al tener que lidiar con pensamientos y fantasías que no coinciden con la realidad actual. Por eso es importante conectarse con las personas y actividades del presente siguiendo una rutina que le brinde a tu mente la comodidad de realizar tareas regulares. La depresión Si siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá. Sentimos que nos preocupamos mucho por cosas que no tienen demasiada importancia mientras que levantarse cada día de la cama se siente como una tarea complicada. Estos sentimientos muestran que el doliente ha comenzado a aceptar la situación. La frase que contiene la esencia de esta etapa es Extraño a mi ser querido, ¿Por qué seguir? En esta etapa la atención del doliente se vuelve al presente surgiendo sentimientos de vacío y profundo dolor. Se suele mostrar impaciente ante tanto sufrimiento sintiendo un agotamiento físico y mental que lo lleva a dormir largas horas. Además, la irritabilidad y la impotencia toman un gran protagonismo ya que durante esta etapa se enfrente a la irreversibilidad de la muerte. Si bien el doliente siente que esta etapa durará por siempre es importante considerar que la depresión de este proceso de duelo no es sinónimo de enfermedad mental, sino que se trata de una respuesta adecuada a una gran pérdida por lo que las emociones de la depresión deben ser experimentadas para sanar. Sé paciente contigo mismo y recuerda que sentir esta depresión es la manera de salir de ella. La aceptación El doliente llega a un acuerdo con este acontecimiento trágico gracias a la experiencia de la depresión. Esta etapa no significa que estamos de acuerdo con esta muerte, sino que la pérdida siempre será una parte

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El papel de la respiración en el pánico

La respiración es necesaria para sobrevivir. Cuando tomas aire, tus pulmones separan de él el oxigeno que pasa a la sangre, donde es trasportado por la hemoglobina que lo distribuye por todo el cuerpo para ser utilizado por las células. Como resultado de esa utilización por las células, se produce un producto de desecho llamado anhídrido carbónico que pasa también a la sangre, es trasladado a los pulmones y desde allí se expulsa al tirar el aire Así cada vez que respiras se produce el siguiente proceso: Tomas aire que llega a tus pulmones En los pulmones el oxigeno del aire pasa a la sangre, que lo lleva a todas las células del cuerpo Las células toman ese oxigeno, lo utilizan y liberan un producto de desecho; el anhídrido carbónico El anhídrido carbónico es trasportado por la sangre a los pulmones Al expulsar el aire de tus pulmones, expulsas el anhídrido carbónico La hiperventilación Si respiramos demasiado rápido o tomamos demasiada cantidad de aire aumenta el nivel de oxigeno en la sangre porque tomamos mas oxigeno del que gastamos. Así se produce el estado de hiperventilación definido como respiración demasiado intensa o frecuente, para las necesidades del organismo en un momento dado. La hiperventilación produce una serie de alteraciones físcas, destacando las siguientes: Disminuye el anhídrido carbónico en la sangre Reduce el contenido acido de la sangre, haciéndola más alcalina Ambas llevan el estrechamiento de ciertos vasos sanguíneos, lo que disminuye la cantidad de sangre que lleva a diversas zonas del cerebro y del resto del cuerpo También se produce un aumento de retención de oxigeno en la sangre, que tiene el efecto de disminuir la llegada de oxigeno a determinados lugares, incluyendo diversas áreas del cerebro. Todo lo anterior puede producir una serie de sensaciones internas, siendo las más comunes las siguientes: Disminución de oxigeno en ciertas áreas del cerebro: mareo, confusión, sensación de ahogo, visión borrosa, sensación de irrealidad Disminución de oxigeno en otras partes del cuerpo: aumento del latido cardiaco, hormigueo, pinchazos en las extremidades, escalofríos, manos o pies fríos y húmedos. En ocasiones: rigidez muscular o sensación de ahogo, atragantamiento o asfixia Esfuerzo que supone hiperventilar: calor, sofoco y sudor mantenimiento de los músculos del tórax estirados y tensos durante mucho tiempo. Cansancio, agotamiento, dolores intercostales, sensación de opresión o tirantez o incluso dolores intenso en el pecho La hiperventilación es una reacción normal de nuestro organismo cuando se activa la ansiedad o el pánico, o si hacemos ejercicio físico. Cuando experimentamos una reacción de alarma acompañada de ejercicio físico intenso no se producen la mayoría de las sensaciones típicas de hiperventilación porque el exceso de oxigeno es consumido mediante el ejercicio. Los pacientes con pánico suelen hiperventilar sin darse cuenta, sobre todo si lo hacen ligeramente durante largos periodos de tiempo. En muchos de estos casos, se produce un aumento de oxigeno y un descenso de anhídrido carbónico, compensados, que no llega a producir síntomas; pero que puede actuar “como el vaso lleno que es colmado por unas gotas”. Es decir, la hiperventilación puede mantenerse en un nivel tal, que un leve incremento de esta puede desencadenar las sensaciones temidas. Pero hay  que tener en cuenta, que la hiperventilación no supone ningún peligro. De hecho, se utiliza en los tratamientos más eficaces para superar el pánico. Además la hiperventilación no desencadena el pánico. Solo da lugar a sensaciones que pueden malinterpretarse como señal de peligro. Recuerda que lo que da lugar al pánico es la interpretación catastrofista de esas u otras sensaciones internas, que crees que indican un peligro inminente. Esa percepción de peligro es la que hace que se active el sistema de alarma y que aumenten las sensaciones y se inicie el círculo vicioso del pánico.     (Información extraída de Cómo superar el pánico (con o sin agorafobia) programa de autoayuda / Elia Roca, 2009)

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El apego como vía de la instalación emocional del niño

Las emociones tienen funciones relacionadas con la supervivencia. Oatley y Johnson-Laird sostienen que hay en ellos cinco tipos de relaciones con algunas metas vitales prioritarias: apego, amor paterno, atracción sexual, disgusto y rechazo interpersonal. En el estudio del niño nos interesa especialmente la conducta de apego, que es una conducta interactiva entre el niño y el adulto responsable de la crianza. Ésa es una relación que se convierte en el primer ambiente o clima emocional que vive el niño y que le introduce en el grupo familiar y a través de este último, también en el grupo social y cultural en que la familia se desenvuelve. La familia es el primer alveolo social del niño, por tanto, su papel es esencial a la hora de que se frague la configuración de los esquemas que regularán la interacción futura del niño con su entorno. Unas buenas relaciones familiares son garantía de una adecuada adaptación social. Estas relaciones incluyen las de la pareja, las de padres e hijos y las de hijos entre sí. La familia se considera como un organismo en el que cada uno de sus elementos tiene una función o rol con consecuencias en el conjunto global. La familia ha sido especialmente estudian desde la teoría sistemática. Ésta defiende que no se pueden entender los problemas de un sujeto si no se atiende al conjunto total de la dinámica familiar. Sin embargo, antes de que un individuo llegue a percatarse de que pertenece a un grupo familiar ya ha establecido unos lazos afectivos intensos que facilitarán o dificultarán su integración en el grupo. Se ha llamado a estos lazos “apego”, “vinculo” o “urdimbre afectiva”; representan la traducción del concepto de attachement acuñado en ingles por Bowlby (1958). Es un conjunto muy próximo al de imprinting de Lorenz (1966) que ha sido utilizado para describir en la conducta animal el proceso que fija una cría a un modelo y que permite la regulación mediante modelado de la conducta de crianza. Esta especial atención ha merecido una continuada atención en el campo de la psicología como demuestra la obra de Ainsworth, Tizard, Goldfarb, Rutter, etc. El apego suele producirse respecto a la madre pero también puede ser establecido con cualquier persona que haga sus veces, ya sea varón o mujer. La época de instalación del apego oscila según los casos, pero se ha establecido que su periodo álgido está entre los nueve meses y los tres años. Esto puede interpretarse también como un periodo crítico, puesto que la mayor parte de las carencias de apego que pueden lastrar la conducta infantil posterior se centra en estos años. La función del apego parece que es garantizar la supervivencia en una etapa temprana. Además tiene un carácter reciproco: Jersild sostiene que la indefensión del niño es la que provoca la conducta de apego por parte del adulto. En definitiva, consiste en un sistema de promoción de la proximidad entre el niño y su madre o persona de referencia, lo que garantiza una conducta exploratoria en el primero, basada en la seguridad. Muy probablemente si el niño no experimentase esa necesidad de proximidad, los índices de accidentabilidad infantil se dispararían y los de supervivencia serian muy precarios. Pero esta función primaria e inicialmente biológica tiene unas consecuencias psicológicas y sociales incuestionables y entre ellas posee especial relevancia el adecuado desarrollo emocional. El niño está dotado de un sistema de respuestas emocionales básicas cuya explicitación social copia de las de la madre y busca en ésta cuál es la respuesta adecuada ante cada situación. El aprendizaje de las distintas intensidades de la reacción emocional y la interpretación de unos licitadores como agradables o desagradables se gesta en el periodo de apego a través de la persona de referencia. Tipos de apego Al estudiar los tipos de apego y las consecuencias de sus fallos, se han caracterizado tres formas de vinculación emocional: el apego seguro, el apego inseguro o ansioso, este último con dos formas: apego ansioso evitador y apego ansioso ambivalente. El apego seguro se caracteriza porque el niño echa de menos a su madre en su ausencia y se consuela con su presencia. El apego evitador tiene como elemento distintivo el que el niño echa de menos a su madre cuando falta, pero en cambio la evita cuando regresa después de una separación. El apego ambivalente consiste en que el niño presenta una alteración muy fuerte de conducta ante la separación maternal y después desarrolla manifestaciones de ira al producirse la reunión. El apego está sometido a una evolución. Se da un periodo primero en donde las conductas mutuas de madre e hijo tienen un componente gestual de proximidad física, pero a medida que el niño crece el contacto verbal, que existe desde el principio por parte de la madre, va adquiriendo un papel protagonista, sobre todo desde que el niño comienza a entender el contenido de esos mensajes y no solo su componente prosódico emocional. En particular, hay una correlación efectiva entre las habilidades sociales de los niños y la capacidad de la madre para referirse a sus propias emociones, a las de sus hijos y a las de los otros, analizando sus causas. Consecuencias del apego en la conducta emocional del niño El apego guarda una estrecha relación con el desarrollo sentimental del niño. Un apego seguro correlaciona con una adecuada adaptación sentimental, sobre todo en lo que se refiere a una expresividad emocional positiva y el desarrollo de empatía. El papel de la expresividad emocional del niño y de su madre ha sido estudiado profusamente en relación con los tipos de apego. Las madres de niños por debajo de un año suelen comunicarse emocionalmente con el hijo en una posición de cara a cara. No solo los niños imitan a sus madres, sino que las madres suelen también imitar las expresiones del niño, sobre todo las de las emociones positivas, con una inmediatez total, lo que parece que facilita la comunicación empática del niño. Es evidente que las conductas emocionales

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Pautas a seguir en la exposición a situaciones temidas

La agorafobia es una complicación frecuente del pánico. Consiste en evitar ciertos lugares como: grandes almacenes, colas, trasportes públicos, aglomeraciones o cualquier otro en el que el afectado teme que aparezcan las sensaciones temidas o del que le resulte difícil escapar u obtener ayuda. Lo más frecuente es que, al perder el temor a las sensaciones internas con los ejercicios, así que la exposición debe ser gradual. Empieza por situaciones que te produzcan ansiedad y ve avanzando hasta llegar a aquellas que consideras más difíciles de afrontar. Para ello haz un listado de las situaciones que temes y evitas, anotando en cada una el grado de dificultad o ansiedad que te puede producir y después ordénalas de menor a mayor dificultad. Una vez confeccionado el listado ve practicando, primero con las más fáciles y después con las siguientes. Incluye en la exposición todas aquellas situaciones que evitas o que afrontar con temor y ansiedad, siempre que superarlas pueda ser beneficioso para ti. Se trata de superar cualquier miedo irracional que te limite o te cree dificultades. Haz exposición a diario aunque no te encuentres muy bien, al menos una hora. Practicar en los días malos es importante, ya que te permite aprender a hacer frente al malestar sin acobardarte. Lo poco que hagas en un día malo puede resultarte mas valioso que una tarea más difícil en un “día bueno”. La hora (o más) de exposición diaria, puedes ocuparla con una sola actividad o con varias de menor duración, que supongan para ti un nivel similar de esfuerzo. Siempre que sea posible practica solo, sin acompañantes. Cuando te expongas a situaciones muy difíciles, puede acompañarte una persona con la que te sientas más seguro, pero solo las primeras veces. Debes exponerte tu solo, varias veces, a cada situación que temías o evitabas. Utiliza la motivación positiva Antes de comenzar cada práctica piensa en los beneficios que te supondrá realizar la exposición y poder superar tu problema. Fija tu atención en los progresos que vas consiguiendo, por pequeños que sean. Además de reconocer tus avances, elógiate por ellos, felicítate por tus progresos, cuenta tus logros a personas con quienes tienes confianza y hazte pequeños regalos o concesiones cuando consigas ciertos objetivos. No menosprecies los logros conseguidos, aunque sean lentos o pequeños. Aunque las tareas que llevas a cabo resulten fáciles para la mayoría de la gente, no son fáciles para ti y es más eficaz que te reconozcas el mérito de afrontarlas. Sé flexible Aunque tienes que practicar cada día, esto no quiere decir que debas conseguir necesariamente los objetivos propuestos para ese día. Lo importante es practicar, aunque a  veces el progreso sea más lento de lo que querías. Es normal y beneficioso que experimentes algo de temor o ansiedad durante la exposición. Recuerda que el programa del pánico debe estar algo activado para poder modificarlo. Si la ansiedad es demasiado elevada, ocasionalmente puedes utilizar las técnicas de control de la ansiedad aprendidas hasta reducirla y mantenerla a niveles manejables. El objetivo es hacer manejable la ansiedad, no eliminarla. Si experimentas ansiedad anticipatoria en un grado elevado y sientes el impulso de evitar la tarea, usa las técnicas que has aprendido para reducir la ansiedad, rellena un registro de pensamiento y cuando estés mas tranquilo inicia la exposición. Afronta la ansiedad Algunas personas con pánico creen que al exponerse a situaciones temidas la ansiedad subirá más, sin que la frene, hasta que les ocurra algo malo. Pero se equivocan: la ansiedad, por muy fuerte que sea, solo puede subir hasta cierto punto y después baja aunque no abandones la situación temida. Es algo parecido a lo que ocurre si lanzas una flecha al aire: por más que tenses el arco, la fecha sube hasta tal punto y después empieza a caer. Si en una situación de exposición no notas ninguna de las sensaciones temidas y no experimentas ni el menor grado de ansiedad, debes procurar unas y otras, por ejemplo, hiperventilando un poco. Otra alternativa es cambiar las condiciones de la situación a la que te expones o buscar una situación nueva; de modo que si se produzca algo de ansiedad. Practicar sin experimentar ansiedad y sin notar sensaciones puede ser útil, pero es mejor sentir algo de ansiedad y experimentar las sensaciones para aprender a hacerles frente. Debes intentar permanecer en la situación temida hasta que observes una clara reducción de la ansiedad y hasta que desparezca el posible deseo de escapar. Si a pesar de todo, abandonas una situación antes de que la ansiedad haya disminuido lo suficiente, aléjate lo menos posible, tranquilízate y vuelve a la situación de reposición lo más pronto que puedas. Repite cada tarea varias veces, a ser posible en el mismo día, hasta conseguir dos practicas consecutivas en que no hayas experimentado ansiedad o en que hayas conseguir reducir ésta de un modo rápido. Solo entonces empezarás con la siguiente tarea un poco más difícil. Si llega un momento en que no sigues progresando, debes averiguar por qué. Una razón frecuente es que la tarea elegida sea demasiado fácil en el momento presente, o que suponga un paso demasiado grande desde la tarea anterior. La solución está en buscar una actividad más fácil, intermedia entre la última tarea practicada con éxito y la que estás intentando llevar a cabo. ¿Qué hacer si aparece una crisis durante la exposición? Si ocurriese, bastaría con recordar cómo se produjo el pánico, teniendo presente que las sensaciones no son más que una exageración de las reacciones corporales normales en la ansiedad y que no son, en absoluto, perjudiciales ni peligrosas. Lo adecuado sería considerar esa crisis como una especie de pesadilla momentánea. Si experimentas una crisis o amago de crisis durante la exposición, procura permanecer en la situación hasta que disminuya la ansiedad, utilizando cualquiera de las técnicas que has aprendido. Una vez que la crisis  haya amainado, conviene seguir practicando un rato. Si abandonas la situación antes de que la crisis haya disminuido, debes alojarte

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El síndrome de Burnout: ¿estrés o no?

Entre los expertos dedicados al estudio del estrés, se ha generado mucha discusión sobre la considerada inicialmente una forma particular de estrés, como el denominado síndrome de burnout, en el sentido de si debería ser considerado una mera etapa del estrés o si, en realidad, constituye un fenómeno distinto y con características especificas propias. Entre los que apoyan esta distinción, la principal diferencia que establecen entre estos dos constructos, el estrés y el burnout, es la de que este último siempre está asociado al trabajo, a una actividad laboral y que es una respuesta de estrés que se ha cronificado o una forma de sobrevivir a las condiciones laborales adversas por parte de la persona. En este mismo sentido, diferentes estudios han encontrado otras características diferenciales entre el burnout y el estrés, como la de que el burnout no desaparece después del descanso, aunque éste sea prolongado, pues cuando la persona retorno al trabajo en poco tiempo, vuelven a aparecer todos los síntomas. Por otro lado el burnout también comporta una dimensión social o interrelacional, presente en la despersonalización, lo que no necesariamente ocurre en el estrés. En igual sentido, algunos científicos han encontrado también diferencias en los componentes fisiológicos de las respuestas implicadas en los procesos del estrés y del burnout. La definición o descripción más utilizada del burnout fue formulada por Maslach y Jackson (1981) y en ella se sugería que este síndrome estaba compuesto por tres dimensiones independientes: un estado elevado de agotamiento emocional y de despersonalización acompañado de una disminuida realización personal en el trabajo. El agotamiento emocional alude a la sensación de agotamiento, tanto físico como mental, al sentimiento de no disponer de energía para absolutamente nada, de haber llegado al límite de las posibilidades. La deshumanización se manifiesta por un contacto frio e impersonal con los usuarios de sus servicios pudiendo pasar a adoptar actitudes de cinismo e ironía en la relación con las personas, al igual que una indiferencia sobre lo que puede llegar a ocurrir a los demás. La falta de realización personal evidencia el sentimiento de insatisfacción con las actividades laborales que la persona viene realizando, el sentimiento de insuficiencia, de baja autoestima, de fracaso profesional o de desmotivación, relevando una baja eficacia en el trabajo. Los desencadenantes del burnout pueden ser múltiples y de naturaleza muy variada, lo que imprime una mayor complejidad a este síndrome. Los factores más decisivos para su desarrollo son las características propias de la organización, seguidas por las del tipo de trabajo que se realiza. En este sentido, los cambios organizacionales, el clima laboral del entorno de trabajo, el equilibrio entre responsabilidad y autonomía, la carga laboral, la burocracia, la seguridad, las normas institucionales, la equidad o las posibilidades de promoción y de recompensas se encuentran entre las más citadas. Entre las características del trabajo, por su parte, cabe resaltar los conflictos y/o ambigüedades de rol, la presión, el tipo y el tiempo de ejercicio de la profesión, el trabajo por turnos, la posible existencia de acoso laboral o la relación con los propios compañeros entre otras. Por otra parte, algunos factores o características personales pueden facilitar o retrasar el desarrollo del mismo síndrome. Entre estos factores cabe mencionar el idealismo basado en la disponibilidad de datos poco realistas sobre el tipo de trabajo, la motivación excesiva, un estilo atribuciones de control externo, las estrategias de afrontamiento empleadas, la existencia de un patrón de personalidad tipo A o la resiliencia entre otros. Entre las consecuencias patológicas o síntomas asociados al burnout, éstos pueden ser fiscos, como las jaquecas, los trastornos del sueño, los dolores óseos o musculares, principalmente en el cuello o la nuca, una disminución de la respuesta inmunitaria, una fatiga constante, los posibles problemas cardiovasculares y/o gastrointestinales o las disfunciones sexuales. Los problemas psicológicos, por su parte, pueden consistir en una dificultad de concentración, alteraciones en la memoria, lenificación del pensamiento, una reducida autoestima, labilidad emocional, impaciencia, sentimiento de insuficiencia, paranoia y hasta depresión. En cuanto a las alteraciones comportamentales entre éstas se han identificado una incapacidad para relajarse, irritabilidad, aumento de la agresividad, negligencia o escrúpulos excesivos, reducción de la iniciativa, dificultad para la aceptación de cambios o conductas de alto riesgo que pueden llegar hasta el suicidio. Entre los síntomas defensivos, se han descrito los siguientes: la tendencia al aislamiento, la pérdida del interés por el trabajo o el absentismo laboral. Aunque todos estos síntomas pueden ser similares a los observados en el caso del estrés, pueden ir acompañados de otros como los defensivos de omnipotencia, ironía y cinismo, que son típicamente característicos del burnout. Muchos de los estudios sobre el burnout se han centrado en la evolución del síndrome, existiendo un gran acuerdo entre los autores al describirlo según una secuencia de fases que empezaría por el cansancio emocional, elemento clave del burnout, que en su desarrollo y agravamiento generaría la deshumanización como defensa, llevando todo ello, finalmente, a la reducción de la realización en las actividades propias de su ocupación laboral. En todo este proceso pueden intervenir otras variables que pueden modular el desarrollo del burnout, retardándolo, acelerándolo o manteniéndolo. En este sentido, cabe considerar el apoyo profesional que el trabajador pueda o no recibir, las habilidades sociales que ha desarrollado en su vida, el tipo de trato que tiene con los clientes y el estatus social que comporta su actividad. El instrumento más utilizado  internacionalmente en las investigaciones realizadas sobre el burnout ha sido el MBI- Maslach Burnout Inventory, desarrollado por Maslach y Jackson (1986). En España, por su parte y solo por citar algunos ejemplos, se han desarrollado el CBB-Cuestionario Breve de burnout de Moreno-Jiménez, Bustos, Catalana y Miralles (1997); el CESQT-Cuestionario para la evaluación del síndrome de quemarse por el trabajo de Gil-Monte (2005) y el EPB- Efectos psíquicos del burnout de García (1995).   (Información extraída de Emociones positivas / coordinador, Enrique G. Fernández-Abascal Pirámide Madrid [2009])

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Diez personajes claves que debes conocer si sufres ansiedad

Conocer a estas 10 personas te ayudará a encontrar las claves para superar tu ansiedad. Claire Weekes Pionera en el tratamiento de la ansiedad, muy conocida por sus libros sobre el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Muchos de los libros de autoayuda sobre la ansiedad actuales continúan citando su trabajo. Autora de Autoayuda para tus nervios Edna B. Foa Profesora israelí reconocida internacionalmente en el campo de la psicopatología y el tratamiento de la ansiedad. Aborda la comprensión y el tratamiento de los trastornos mentales desde una perspectiva cognitivo-conductual. Autora de Venza sus obsesiones Reid Wilson Especialista en el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Ha dedicado toda su carrera de más de 30 años para Trastornos de Ansiedad y TOC. Es director del Centro de Tratamiento de Trastornos de ansiedad y es un experto internacional en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, con libros traducidos a nueve idiomas. Autor de Detener el ruido en la cabeza: la nueva forma de superar la ansiedad y la preocupación y No entre en pánico: tomando el control de los ataques de ansiedad Helen Odessky Psicóloga clínica de Chicago especializada en ansiedad y ataques de pánico. Especialista en Terapia Cognitivo-Conductual y Terapia de Exposición, utiliza métodos basados en la investigación e imparte enseñanzas y herramientas desde la primera sesión. Es una apasionada de ayudarte a vencer el estrés y la ansiedad. Autora de Stop Anxiety from stopping you Jeffrey M. Schwartz Psiquiatra e investigador estadounidense en el campo de la neuro plasticidad y su aplicación al trastorno obsesivo compulsivo (TOC). defensor del dualismo mente/cuerpo. Brain lock es un término acuñado por Schwartz para describir el comportamiento obsesivo-compulsivo. Afirma que el TOC es resultado de un desequilibrio bioquímico que “bloquea” las funciones cerebrales en un patrón obsesivo-compulsivo. Autor de Desbloquea tu cerebro, Brain Lock David Carbonell Fundador del Centro para el Tratamiento de la Ansiedad en Chicago. Autor de The Worry Trick: how your brain tricks you into expecting the worst and what you can do about it, Outsmart your anxious brain Jonathan S. Abramowitz Psicólogo clínico estadounidense y profesor del departamento de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Carolina del Norte. Experto en el trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos de ansiedad cuyo trabajo es muy citado.  Autor de The Family Guide to Getting Over Lee Baer Autor, psicólogo clínico, investigador y profesor clínico de psicología de la Facultad de Medicina de Harvard, con tres décadas de investigación pionera en trastorno obsesivo-compulsivo y otros trastornos de ansiedad y depresivos. Su galardonado libro Getting Control fue el primero en describir un tratamiento no farmacológico exitoso para el TOC y se ha utilizado en los principales programas de tratamiento del TOC en todo el mundo durante más de 20 años. Su libro El diablillo de la mente fue el primero en descubrir cómo reconocer y tratar los pensamientos intrusivos, violentos, sexuales y blasfemos. Charles Linden Desde su recuperación en 1996, el trabajo de Charles ha ayudado a más de 30 millones de personas. Charles y su esposa Beth fundaron la primera provisión de apoyo de salud mental en línea del mundo y crearon un programa de recuperación residencial de renombre mundial. Eduard Vieta El Dr. Eduard Vieta es profesor de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona donde dirige el Programa de Trastornos Bipolares, líder mundial en el cuidado clínico, investigación y enseñanza de los trastornos bipolares​ y es Jefe de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Clínico y Provincial de Barcelona. ​ Vieta es también el director del Programa de Investigación del trastorno bipolar en el Centro de Investigación en Red de Salud Mental (CIBERSAM), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad español, y director del grupo de Trastorno bipolar del Área de Neurociencias del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), así como Tesorero del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP).  

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