Los actos específicos que pueden mostrar los niños remitidos para tratamiento pueden concebirse como síntomas individuales o como conductas “diana”. De todos modos, es probable que las conductas antisociales ocurran juntas y que formen un síndrome (o constelación de síntomas). La conducta antisocial como síndrome puede incluir varios síntomas centrales tales como peleas, holgazanería, robos y arrebatos, destrucción de la propiedad de uno mismo o de los demás, provocar o amenazar a los demás y escaparse de casa entre otros.
La enumeración de tantos síntomas en el síndrome de conducta antisocial suscita el interrogante de si es significativo delimitar un área tan grande de funcionamiento. La respuesta es al mismo tiempo sí y no. Es significativo delimitar una clase amplia de conductas antisocial porque la presencia de tal conducta está relacionada con numerosas cosas. Además, por inclusiva que parezca ser la clase, pueden darse otros numerosos síntomas tales como afecto triste, quejas somáticas, falta de comunicación y ansiedad, pero no parecen formar parte del síntoma.
Hay otros síntomas y características de funcionamiento que también es probable que ocurran. Habría que debatir si deberían formar parte del síndrome de conducta antisocial. En efecto, si estas características asociadas correlacionan más fiablemente y con una mayor magnitud de lo que lo hacen algunas otras conductas, podría considerarse que son centrales para el síndrome.
Entre los síntomas alternativos los relacionados con la hiperactividad han sido identificados muy frecuentemente. Incluyen el exceso de conducta motora, la inquietud, la impulsividad, la falta de atención y conducta antisocial ha hecho de su delimitación y evacuación diagnóstica el tema de considerables investigaciones. Se han identificado como problemas de los jóvenes antisociales otras varias conductas tales como alardear, alborotar y acusar a los demás. Muchas de ellas parecen ser formas leves de conducta alborotadora si se comparan con los actos agresivos, en vandalismo, el robo u otras conductas mas graves que incluyan daño a otras personas o a la propiedad, o que violen normas sociales importantes.
Los niños y adolescentes con conducta antisocial tienden a sufrir anomalías en varias aéreas distintas de las que se usan para definir la conducta antisocial. Estas características son clínicamente relevantes porque la remisión para el tratamiento se basa tanto en la presencia de determinadas conductas como en el impacto de las mismas sobre otras áreas de la vida del individuo. Un hallazgo persistente es que los niños antisociales sufren deficiencias académicas tal como se refleja en niveles de rendimiento, cursos y áreas de habilidades específicas, especialmente la lectura.
Las malas relaciones con los compañeros tienden a correlacionar con la conducta antisocial. Éstos son rechazados y muestran escasas habilidades sociales. Probablemente puede interferir que las relaciones con adultos, menos estudiadas, son tensas porque los maestros y padres quienes remiten a la consulta a esos niños por sus conductas antisociales.
Secuencia y progresión de las conductas antisociales
Es razonable asumir que se da una continuidad de la conducta antisocial a lo largo del desarrollo. Estas conductas aparecen en formas leves, quizá evolucionadas en intensidad y forma, y continúa durante tal proceso. Robins (1978) demostró que la conducta antisocial en la vida adulta raramente surge de novo. Los adultos sociópatas han tenido una historia de conducta antisocial de jóvenes. El hecho de que la conducta antisocial se halle relacionada a través de distintos periodos de la infancia y la vida adulta confirma su continuidad e implica una serie de pasos intermedios.
La continuidad puede ser obvia en la infancia puesto que muchas conductas tales como mentir, robar y destruir aparecen formando parte del desarrollo normal. Estas conductas pueden ser menos extremas que las finalmente observadas en niños identificados como antisociales. En efecto, la aparición de estas conductas, su continuación y correlatos pueden determinar si un niño es percibido como clínicamente alterado. Las conductas antisociales leves o poco intensas pueden ser un eslabón inicial de una progresión a una conducta antisocial clínicamente significativa. Es importante reconocer que los factores que colocan a los niños en situaciones de riesgo no solo incluyen los signos precoces de la conducta antisocial sino también muchos otros.
Robinson y Wish llevaron a cabo un estudio haciendo el seguimiento de individuos negros normales desde la escuela elemental hasta más allá de los 30 años. Se usaron los archivos escolares y de la policía, así como entrevistas directas para identificar la aparición y los precursores de las conductas irregulares en el curso del desarrollo. Los resultados identificaron la probabilidad de que algunas conductas antisociales ocurrieran antes que otras. También se analizó la secuencia de las conductas identificando qué comportamientos problemáticos era probable que fueran precedidos por otros específicos.
(Información extraída de Tratamiento de la conducta antisocial en la infancia y la adolescencia / Alan E. Kazdin ; traducción de Xavier Corbera ; revisión de la versión castellana, Josep Toro, 1988)