Las características expresivas de la ira son muy conocidas: la frente deprimida, mejillas levantadas, boca abierta mostrando los dientes y ojos abiertos, aunque realmente la posición de los ojos es muy cambiante puesto que se pueden apretar o distender los parpados y fruncir o no el ceño. Otros autores han recogido otra serie de gestos típicos: descenso de las cejas, tensión y estrechamiento de la abertura de los parpados, aleteo de las ventanas nasales, abertura de la boca mostrando los dientes. Todos estos gestos parecen adecuados para preparar al sujeto para el ataque. La posición de los ojos mejoraría la agudeza visual, el movimiento de la nariz, la ingestión de oxigeno y la posición de la boca intimidaría al oponente.
La expresión de ira es evolutiva, se ha descrito la pauta corporal de la cólera en el bebé: luchar, agitarse o llorar. A partir de los 18 meses la ira se manifiesta con movimientos faciales, corporales, cierto tono de voz y expresiones verbales en los que se imita la conducta paterna en tales ocasiones. En niños entre 18 y 60 meses se han listado estas conductas relacionadas con la ira: arquear la espalda, estirar las piernas, tirarse al suelo, gritar, chillar, llorar, empujar, pegar, pellizcar, dar patadas, tirar cosas, correr alejándose, morder, pinchar, arañar, tirar del pelo, etc. En los niños más mayores: chillar, dar patadas, arañar, morder, hablar rápido y entrecortado, insultar, ojos brillantes y en casos muy extremados, temblores.
Las pautas expresivas son aquí muy próximas a las de otras emociones negativas tales como la incomodidad y el dolor. Solo difieren en la posición de los ojos, que en las dos últimas permanecen cerrados y contraídos, mientras que en la ira están abiertos.
Los estudios de Izard et al. (1987), filmando niños de 2 meses en situación de ponerse una inyección, han mostrado que los sujetos responden con expresión de dolor en un 41% de casos y con expresión de cólera en el 36%; sin embargo, a medida que los niños crecen (18 meses) aumentan las respuestas de cólera 54% y disminuyen las del dolor 13%. Los mismos resultados los encontramos también en los trabajos de Stenberg y Campos (1990) y Camras (1980). Esto ha llevado a pensar que entre el dolor y la ira parece haber más diferencias cuantitativas que cualitativas, sobre todo en los primeros meses.
La ira es una emoción muy común en los niños. En la famosa encuesta de Lapouse y Monk (1959) llevada a cabo sobre 482 niños de la población general, entre 6-12 años, aparecía que los ataques de ira ocurrían en un 10% de la muestra.
La duración de los episodios de ira es variable. Se estima que la intensidad es un modulador de la duración ya que a mayor intensidad se asocia una mayor duración del episodio. La duración media de un ataque de ira en un niño se estima entre 5 a 15 minutos aunque puede ser mucho más corto o también mucho más largo. Las rabietas infantiles son un ejemplo de estos accesos. Cuando se cronometra una rabieta en edad preescolar se encuentra una variabilidad altísima. Algunos especialistas han encontrado unos valores promedio de 23 segundos, mientras que para otros la duración podía oscilar entre 1 minuto y 75 minutos. Otros estudiosos encuentran medias de 4,7 minutos en niños entre 18 y 60 meses.
Las conductas asociadas a los ataques de ira parecen tener un patrón constante. Conductas como pegar, empujar y tirar cosas suelen darse al comienzo del episodio, en sus primeros 30 segundos, mientras que el llorar se produce ya en el medio del episodio.
(Información extraída de Emociones infantiles: evolución, evaluación y prevención / María Victoria del Barrio, 2002)