Nombre del autor:Eva María Galán Sempere

Descubre cómo el TDAH afecta el desarrollo psicomotor en los niños

Se excluyen los síntomas neurológicos lesionales y se reserva el concepto de dificultad motriz para las deficiencias motrices del niño cuya etiología es de otra naturaleza. Estas deficiencias se traducen tanto en la torpeza para estar con su cuerpo como para ocupar el espacio y moverse en él con una motilidad intencional y simbolizada, suficientemente fluida. Algunos estudios en los que se ha comparado la habilidad motriz fina de sujetos con TDAH con un grupo de control, han encontrado que los primeros mostraban menor habilidad motriz que los segundos y que el tipo de dificultades observadas difería según los subtipos de trastorno. En este sentido, los autores (Piek, Pitcher, y Hay, 1999) encontraron que los hombres afectada por déficit atencional y los que corresponden al tipo combinado exhibían menor destreza que los adscritos al tipo impulsividad-hiperactividad y que con los del grupo de control. Así mismo, todos los niños con TDAH tenían peor desempeño de la motricidad fina de los controles. En el estudio de Steger et al. (2001) se matizó el tipo de alteración motriz que se evidenciaba en la rapidez de la respuesta y en la calidad y perfección de la ejecución de la tarea que era peor en los sujetos con TDAH que en los controles. Sin embargo, algunos estudios discrepan con estos resultados, señalando la ausencia de diferencias motrices entre las personas con TDAH y los controles. Kasdejo et al. (1998), Doyle, Wallen y Whitmont (1995) y Castroviejo (2004) señalan que el diagnóstico y seguimiento clínico de los pacientes es muy superficial. Estos autores explican que esta situación podría derivarse del hecho de que quienes realizan el diagnóstico y tratamiento suelen ser médicos y psicólogos que se centran en los síntomas de su ámbito de competencia y que desconocen los matices de la motricidad. En cuanto a los neurólogos infantiles, los autores citados señalan que, aunque realizan exploración neurológica, no suele ser completa y además no reseñan las anomalías motrices que pudieran observarse. La escasa importancia concedida al desarrollo psicomotor y mas a la motricidad, dentro de los síntomas el TDAH, junto a la prevalencia de estas alteraciones en los pacientes afectados por este síndrome, constituyen una laguna en el conocimiento del TDAH. Superar este desconocimiento podría tener interés tanto desde el punto de vista teórico como aplicado. Partiendo de características motrices predominantes en los niños con el TDAH, Bauermeister (2002) muestra la existencia de una proporción elevada de niños con dicho déficit que presentan dificultades en el desarrollo motor grueso. Como resultado de estas deficiencias, los sujetos pueden mostrarse torpes en sus movimientos, manifestando dificulta para correr y saltar. En lo que concierne al desarrollo motor fino, las dificultades se manifestarían en tareas que implican agarrar objetos, abotonarse la ropa, jugar con una bola, colorear dentro de los limites de la figura, escribir sobre líneas o en un tamaño uniforme, o ejecutar la escritura con una caligrafía aceptable y completar el trabajo escrito en su clase. Por otra parte, Orjales (2002) plantea que frecuentemente se ha asociado la hiperactividad infantil con problemas de coordinación motriz y afirma que existen datos suficientes como para sostener que los niños hiperactivos tienen déficits visomotores, tiempos de reacción motriz mayores y cometen mayor numero de errores. Estos niños, además suelen tener dificultades en actividades de psicomotricidad fina, son torpes para ensartar, modelar con plastilina, colorear de forma controlada, servir la leche sin derramarla, abrir bolsas y paquetes prensados, abrochar botones pequeños y hacer el lazo a los zapatos. Thiffault (1982) distingue dos tipos de hiperactividad relacionados con el déficit motor: la hiperactividad constitucional con difícil motor y la hiperactividad socio-afectiva sin déficit motor. Los déficits motores de la hiperactividad constitucional son de cuatro tipos: Torpeza de los movimientos voluntarios, que se manifiesta a través de: pobre coordinación óculo-manual y global; dificultades para el aprendizaje deportivo; desorganización de la motricidad y déficit en el control motor Existencia de paratonías, expresada mediante la capacidad del niño para relajar un musculo o un grupo muscular, por la incapacidad de movilizar los hombros y hacer oscilar los brazos, etc. Dificultades de disociación y de coordinación, tales como la presencia de sincinesias de imitación y de difusión tónica. Dificultades de orientación/estructuración espaciotemporal Yochman, Ornoy y Parush (2006) publicaron un estudio cuyo objetivo era comparar el funcionamiento del desarrollo motor fino, motor grueso y visomotor de niños de 6 años. Los resultados mostraron la existencia de diferencias significativas entre ambos grupos, indicando que el desarrollo motor de los niños con TDAH era significativamente bajo con relación a los demás niños, en todas las medidas perceptivo-motrices. Además, mostraron la existencia de correlaciones significativas entre todas las variables motrices consideradas, con relación a los niños hiperactivos y desatentos. Los análisis de regresión indicaron que el total de los resultados motores y visomotores eran predictores significativos de clasificación del grupo con y sin TDAH. Estos resultados confirman la importancia de la valoración temprana y el tratamiento del trastorno. Otro estudio sobre la influencia de Desorden de la coordinación de desarrollo y el Déficit de atención en los movimientos asociados de los niños, elaborado pro Licari, Larkin y Miyahara (2006), tenia como objetivo determinar la relación entre los movimientos asociados y el nivel de actuación motriz de los niños. Se investigó si los niños con el Desorden de Coordinación de Desarrollo, los que tenían TDAH y los sanos diferían en la severidad de los movimientos asociados. Castroviejo (2004) realizó el estudio sobre las relaciones entre el TDAH y la capacidad para el deporte. La muestra estuvo constituida por 100 varones con TDAH entre 6 y 16 años, con Cociente Intelectual Normal, es decir, sobre el percentil 85. Se evaluó la motricidad a través de las opiniones de los padres respecto a la destreza de sus hijos para dibujar, escribir y los problemas al andar, saltar y jugar. Los niños respondieron a un cuestionario de 8 preguntas relativas a su gusto por el deporte, el tipo de práctica deportiva, el puesto en el que jugada si practicaba futbol, la

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Explorando la Superdotación Intelectual Infantil

Definir el concepto de niño intelectualmente superdotado obliga ante todo a definir la inteligencia, y a hacerlo especialmente en lo que se refiere a los niños. Binet definió la inteligencia como “[..] la función vital que nos sirve para adaptarnos al medio físico de la naturaleza” y a la mejor moral de nuestros semejantes” para él, la inteligencia era el “artífice” de las funciones superiores, que hacían posibles las elecciones adaptativas. Por otra parte, insistía en que la inteligencia no se reducía a la memoria y abundaba en la importancia de los fenómenos de inhibición psicológica en el funcionamiento intelectual; por último, consideraba que la inteligencia en el niño guardaba correspondencia con el rendimiento escolar. Como refiere Lautrey, los editores de una importante revista de psicología Journal of Educational Psychology pidieron en 1921 a 17 investigadores reconocidos en la materia que dieran su definición e inteligencia. Lewis Terman puso el acento en su contribución a las capacidades de abstracción; Luis Leon Turstone, insistió en las capacidades de inhibición, flexibilidad mental y adaptación social; otros investigadores subrayaron diversos aspectos psicológicos, como la memoria, el razonamiento lógico o la adaptación a las novedades. En 1986 se volvió a plantear la misma pregunta a 24 investigadores considerados entre los mejores especialistas de la inteligencia y los resultados mostraron que el consenso no era muy superior al de 65 años antes: varias definiciones conllevaban contenidos semejantes a los propuestos entonces, como las capacidades de adaptación social o las novedades de memoria o de abstracción; se observaron pocas ideas nuevas, salvo un acento más marcado y frecuente en los procesos de inhibición y la aparición de la idea de “metacognición”, la capacidad de tratar los procesos cognitivos propios. Si los primeros enfoques psicométricos desde Binet implicaban una conceptualización untaría de la inteligencia, son numerosos los autores que, integrando sobre todo las aportaciones de Lev Vygotski y de Jean Piaget, propusieron conceptualizaciones multidimensionales y formularon múltiples visiones de la superdotación intelectual. Entre las mas influyentes cabe citar la “teoría de las inteligencias múltiples” de Gardner (1993) que postula la existencia de nueve dominios intelectuales distintos y otros tantos de superdotación intelectual: la teoría triárquica de la inteligencia humana de Sternberg (1985), con sus dominios intelectuales analítico, practico y creativo y los tres tipos de superdotación que les corresponden o incluso el modelo de tres anillos de Renzulli (1986) con los niveles de aptitud, creatividad y compromiso intelectuales y la distinción entre superdotación intelectual académica y creativa. Estas contribuciones contenían buenas dosis de especulación y su pertinencia relativa es difícil de desentrañar; cabe observar que muchos autores manejan las nociones de inteligencia emocional y de creatividad intelectual que no están realmente presentes en las escalas de inteligencia habituales.   (Información extraída de Niños con dificultades de aprendizaje [coordinadores] / Pierre de Fourneret, David Da Fonseca; ilustraciones, Cyrille Martinet; [colaboradores, Nicolas Adam … et al.], 2019)

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El Poder de la Terapia: Confianza y Recuperación

La alianza entre el paciente y terapeuta se desarrolla mediate un trabajo compartido. El trabajo de la terapia es tanto una labor de amor como un compromiso de colaboración. Aunque la alianza terapéutica tiene algo de las costumbres de las negociaciones normales, no es un mero acuerdo de negocios. Y aunque evoca todas las pasiones de las relaciones humanas, no se trata de una relación amorosa ni de una relación paternofilial. Es una relación de compromiso existencial en la que ambos socios se comprometen en la labor de recuperación. Este compromiso adopta la forma de un contrato de terapia. Los términos de este contrato son los necesarios para promover una alianza de trabajo. Ambas partes son responsables de la relación. Algunas de las tareas como respetar las citas son iguales para paciente y terapeuta. Algunas tareas son diferentes y complementarias: la terapeuta contribuye con sus conocimientos y sus capacidades y la paciente paga una tarifa por el tratamiento; la terapeuta promete confidencialidad, mientras que la paciente se compromete a abrirse; la terapeuta promete escuchar y ser testigo y la paciente decir la verdad. La terapeuta debería poner un gran énfasis desde el principio en la importancia de decir la verdad y abrirse del todo, ya que es probable que la paciente tenga muchos secretos, incluso algunos guardados a ella misma. La terapeuta debería dejar claro que decir la verdad es una meta por la que se debe luchar y que, aunque al principio es difícil conseguirlo, se irá haciendo más fácil con el paso del tiempo. Con frecuencia, los pacientes tienen muy clara la importancia de comprometerse a decir la verdad. Para facilitar la terapia una superviviente aconseja al terapeuta: “que se sepa la verdad. No partícipes en taparla. Cuando se pongan tan claros, no dejéis que se callen. Es como ser un buen entrenador. Empujarles a que corran y que luego consigan sus mejores marcas. Está bien relajarse en los momentos adecuados, pero siempre es bueno enseñarle a la gente cuál es su potencial”. Además de la regla fundamental de decir la verdad, es importante que destaquemos la naturaleza cooperativa del trabajo. La psicóloga Jessica Wolfe describe el contrato terapéutico que establece con los veteranos de guerra: “está claramente deletreado como una sociedad, para evitar cualquier repetición de la pérdida del poder del trauma. Nosotros (los terapeutas) somos gente que sabe algo del tema, pero ellos saben mas y acordamos compartir. En algunas cosas debemos recomendar, servimos como guía”. Terence Keane añade su propia metáfora para las reglas básicas y los objetivos de la relación de terapia “cuando empecé me sentía como un entrenador. Era porque solía jugar al baloncesto y lo sentía así: yo era el entrenador y esto era un partido y así es como juegas el partido, y así es como se hacen y el objetivo es ganar. Yo no se lo digo así a los pacientes, pero así es como lo veo yo”. La paciente entra en la relación de terapia habiendo sufrido un grave daño en su capacidad para crear una confianza apropiada. Como la confianza no está presente al principio del tratamiento, tanto la terapeuta como la paciente deben prepararse para probar cosas, para sortear los obstáculos y para reconstruir la relación terapéutica. Cuando la paciente se involucra, experimenta inevitablemente la intensa ansia de rescate que tenia en el momento del trauma. La terapeuta también puede desear, consciente o inconscientemente, compensar las atroces experiencias que ha vivido la paciente. De esta manera surgen expectativas imposibles que se ven decepcionadas. La mejor protección contra las reacciones de transferencia y contratransferencia excesivas e inmanejables es prestar una cuidadosa atención a los límites de la relación terapéutica. Los limites solidos crean un terreno solido en el que se puede desarrollar la labor de recuperación. La terapeuta acceded a estar disponible para la paciente dentro de unos limites que están claros, son razonables y tolerables para ambas. Los limites de la terapia existen en beneficio y para la protección de ambas partes y están basados en el reconocimiento de las necesidades legitimas tanto de la terapeuta como de la paciente. Estos limites incluyen una clara comprensión de que el contrato de terapia excluye cualquier otro tipo de relación social, una clara definición de la frecuencia y duración de las sesiones de terapia y unas reglas básicas claras en referencia a los contactos de urgencia fuera de las sesiones ya planeadas. Las decisiones sobre los limite se toman basándose en si devuelven la sensación de poder a la paciente y estimulan una buena relación de trabajo y nunca en sí la paciente debería sentir complacida o frustrada. La terapeuta no insiste en que existan unos límites claros para controlar, racionar o privar a la paciente, sino que reconoce desde el principio que es un ser humano limitado y falible que necesita que se den ciertas condiciones para poder vincularse en una relación emocionalmente exigente. Como dice Patricia Ziegler, una terapeuta con una larga experiencia con pacientes traumatizados: “Los pacientes tienen que acceder a no volverme loca. Les digo que yo también soy sensible al abandono. Es la condición humana. Les digo que yo invierto todo en este tratamiento y que no quiero dejarles y que no quiero que ellos me dejen. Les digo que me deben el respeto de no matarme de un susto”. A pesar de los esfuerzos de la terapeuta para definir unos límites claros, es lógico que la paciente encuentre zonas de ambigüedad. Normalmente las terapeutas descubren que también es necesario tener cierto grado de flexibilidad: los limites aceptables para ambas partes no se crean por mandato, sino mediante un proceso de negociación y pueden evolucionar con el paso del tiempo. Una paciente describe su opinión sobre el proceso: “mi psiquiatra tiene lo que él llama reglas que yo he definido como objetivos volantes. Los limites que ha establecido entre nosotros parecen flexibles y a menudo intento modificarlos o estirarlos. En ocasiones él lucha con esos límites, intentando equilibrar sus reglas con el respeto

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Del Duelo a la Resiliencia

El trauma trae consigo una pérdida. Incluso aquellos que son tan afortunados como para escapar físicamente ilesos pierden las estructuras psicológicas internas de una persona seguramente vinculada a los demás. Los que sufren daños físicos pierden también su sensación de seguridad física. Aquellos que pierden a personas importantes se enfrentan a un nuevo vacío en sus relaciones con amigos, familia o comunidad. Las pérdidas traumáticas rompen la secuencia normal de las generaciones y retan las definiciones sociales normales de desgracia y pérdida. Contar la historia del trauma sumerge a la superviviente en un profundo dolor. Este acto de duelo es la labor mas necesaria, y al mismo tiempo más temida en esta fase de recuperación. A menudo los pacientes escuchan que la labor es insuperable y que nunca dejarán de hacerlo. Con frecuencia la superviviente se resiste a ponerse de luto, no solo por miedo, sino también por orgullo. Puede negarse conscientemente a llorar la pérdida como forma de negarle al perpetrador su victoria. En este caso seria importante volver a contextualizar el luto de la paciente como un acto de valentía y no de humillación. Si la paciente es incapaz de llorar la pérdida, se arrebatará una parte de sí misma y se negará una parte importante de su curación. Reclamar la capacidad para sentir toda la gama de emociones, incluida la pena, debe ser entendido como un acto de resistencia y no de sumisión a la intención del perpetrador. Tan solo llorando todo lo que ha perdido puede descubrir la paciente su vida interior indestructible. Como llorar la pérdida es doloroso, resistirse a ello es la causa más común de estancamiento en la segunda fase de la recuperación. Esta resistencia puede usar varios disfraces; con mucha frecuencia aparece como una fantasía de resolución mágica a través de la venganza, el perdón o la compensación. Con frecuencia la fantasía de venganza es una imagen en el espejo del recuerdo traumático, en la que se invierten los papeles de perpetrador y víctima. A menudo tiene la misma cualidad grotesca, congelada y silenciosa del propio recuerdo traumático. La fantasía de la venganza es una forma del deseo de catarsis. La victima imagina que puede liberarse del terror, la vergüenza y el dolor del trauma vengándose del perpetrador. El deseo de venganza también surge de la experiencia de absoluta indefensión. En su furia humillada, la victima imagina que la venganza es la única forma de recuperar su sensación de poder. También puede llegar a imaginar que esta es la única manera de obligar al perpetrador a reconocer el daño que le ha hecho. Aunque la persona traumatizada cree que la venganza le aliviará, en realidad las fantasías de venganza repetidas no hacen mas que incrementar su tormento. Las fantasías de venganza violentas y graficas pueden ser tan activadoras, terroríficas e intrusivas como las imágenes del trauma original. Agravan los sentimientos de terror de la victima y degradan su imagen de sí misma. La hacen sentir como un monstruo. Durante el proceso de luto, la superviviente debe hacer las paces con la imposibilidad de tomarse la revancha. Mientras da rienda suelta a su ira en un entorno seguro, su furia indefensa se convierte en una forma poderosa y satisfactoria de ira: indignación justificada. Esta transformación permite a la superviviente liberarse de la prisión de la fantasía de la venganza, en la que está sola con el perpetrador. Una variante de la fantasía de compensación busca la comprensión no del perpetrador, sino de los testigos, reales o simbólicos. La exigencia del compensador puede ser dirigida a la sociedad en general o a una persona en particular. La existencia puede parecer ser enteramente económica, como un subsidio por minusvalía, pero también incluye componentes psicológicos. Durante la psicoterapia, la paciente puede centrar sus exigencias de compensación en la terapeuta. Puede llegar a resentir los limites y responsabilidades del contrato de terapia y puede insistir en conseguir algún tipo de dispensación especial. Bajo estas exigencias está la fantasía que solo el amor sin limites de la terapeuta o de otro personaje mágico, puede deshacer el daño del trauma. La mejor manera en que un terapeuta puede cumplir con su responsabilidad hacia el paciente es guardando fiel testimonio de su historia y no infantilizarla concediéndole favores especiales. Aunque la supervivencia no es responsable del daño que se le ha hecho, sí lo es de su recuperación. La aceptación de esta aparente injusticia es el punto de partida para recuperar el poder. La única manera en que una superviviente puede tomar el control absoluto de su recuperación es responsabilizarse de ella. Tomar responsabilidades tiene un significado adicional para supervivientes que han hecho daño a otros, tanto en la desesperación del momento como en la lenta degradación de la cautividad. El veterano de guerra que ha cometido atrocidades puede sentir que ya no pertenece a una comunidad civilizada. El prisionero político que ha traicionado a otros bajo coacción o la mujer maltratada que no ha conseguir proteger a sus hijos, pueden sentir que han cometido un crimen peor que el del perpetrador. La superviviente necesita llorar la pérdida de su integridad moral y encontrar su propia forma de compensar lo que ya no se puede deshacer. Las supervivientes de abusos infantiles crónicos se enfrentan a la labor de llorar no solo lo que perdieron, sino también lo que nunca fue suyo y no pudieron perder. Ya no se les puede devolver la infancia que perdieron. Deben llorar la pérdida del establecimiento de la confianza básica, de la creencia de un buen padre o madre. Cuando llegan a reconocer que no fueron responsables de su destino, se enfrentan a la desesperación existencial a la que no pudieron enfrentarse cuando eran niños. Este enfrentamiento con la desesperación puede traer consigo un creciente riesgo de suicidio. En contraste con la impulsiva autodestrucción de la primera fase de recuperación, los impulsos suicidas de la paciente durante esta segunda fase pueden evolucionar desde una decisión calmada, fría y aparentemente racional, de rechazar un mundo

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Viviendo con TEPT: Cómo Superar el Estrés Postraumático

El trastorno por estrés postraumático es el nombre que se le ha asignado al conjunto de manifestaciones perdurables en el tiempo que muestran muchas personas después de haber vivido un acontecimiento traumático severo. El trastorno hace su aparición después de una experiencia traumática. Esta experiencia puede haber ocurrido muy recientemente, como mínimo hace un mes o puede haber ocurrido muy atrás en el tiempo, como, por ejemplo, en la infancia. Se trata siempre de experiencias que en el momento en que ocurrieron causar un fuerte impacto emocional. La mayoría de las personas que sufre este tipo de problemas experimentó un miedo muy intenso, una gran sensación de horror y una profunda sensación de desamparo. Cuando se habla de acontecimiento traumático no nos referimos a cualquier tipo de acontecimiento que pueda resultarnos mas o menos aversivo. Son experiencias traumáticas severas, experiencias que, aunque afectan a un número muy elevado de personas en todo el mundo, suelen ser excepcional en la historia vital de un ser humano. Se trata de experiencias tan extremas que nuestro sistema psicológico se ve desbordado. Lo pueden sufrir, por ejemplo, las victimas de accidente de tráfico, víctimas de catástrofes naturales, violación, abusos físicos o psicológicos en la infancia, violencia doméstica, terrorismo, secuestros o víctimas de guerra. Haber sido víctima de alguna experiencia como las anteriores no necesariamente lleva a sufrir un trastorno por estrés postraumático. Se ha estimado que solamente una cuarta parte de los que experimentan una experiencia traumática severa acaba sufriendo un trastorno por estrés postraumático. El grado de amenaza a nuestra integridad personal, física y psicológica que ha supuesto la experiencia traumática es un factor relevante para que se desarrollen reacciones postraumáticas duraderas. Las personas con trastorno por estrés postraumático manifiestan señales de que hay una elevación de la actividad fisiológica, lo que se puede apreciar en las siguientes manifestaciones: un estado de alerta mas o menos permanente sin que exista ningún peligro aparente, problemas para conciliar y mantener el sueño, respuestas exageradas de sobresalto, dificultad para concentrarse, irritabilidad y ataques de ira. Se trata de un estado de hiperactividad psicofisiológica que interfiere de forma importante con la capacidad de concentración y con el rendimiento cognitivo. Cuáles son los síntomas El trastorno por estrés postraumático es un problema psicológico que se manifiesta en múltiples parcelas. Se trata de una reacción psicológica de cierta complejidad porque produce cambios muy importantes en nuestro funcionamiento psicológico, social, laboral y personal. Muchos de estos cambios ayuden resultar muy difusos y vagos, pero provocan un intenso malestar e interfieren seriamente con el funcionamiento global de las personas afectadas. Por todo ello, en muchas ocasiones, las personas que lo padecen sienten que no pueden explicar con facilidad lo que está ocurriéndoles y pueden ser totalmente incapaces de reconocer el problema y su origen durante mucho tiempo. Además, el trastorno también puede resultar difícil de identificar y entender por parte de las personas mas cercanas al afectado, que desean ayudar y no saben qué esta ocurriendo ni cómo ofrecer ayuda. Impotencia y frustración son dos sensaciones muy habituales en la cadena de afectados por este tipo de trastorno. Poder delimitar y define el problema es una cuestión nuclear tanto para el proceso de recuperación de quien lo padece como para todos aquellos que intervienen en el proceso de ayuda de la persona afectada. Para definir el trastorno resulta de gran utilidad tratar de agrupar el amplio conjunto de manifestaciones que lo caracterizan bajo unos pocos “rótulos” generales que pueden resultar muy esquemáticos, pero que nos permiten poner un cierto orden en la amalgama de sensaciones y sentimientos que experimenta la persona afectada. Uno de dichos rótulos es lo que denominamos fenómenos de reexperimentación. Un trastorno por estrés postraumático se caracteriza porque la persona que lo sufre, aunque no lo desea, siempre revive o recuerda de alguna forma la experiencia traumática que desencadenó el problema actual. El fenómeno de la reexperimentación de lo ocurrido se diferencia del fenómeno del recuerdo normal porque en la reexperimentación los recuerdos de las experiencias traumáticas ocurren de forma involuntaria, no deseada y desencadenan emociones muy desagradables que perturban el funcionamiento del individuo. La reexperimentación puede tomar distintas formas. En algunas ocasiones, la persona evoca la situación traumática de forma tal que entra en un estado psicológico, emocional y fisiológico tan intenso que le lleva a comportarse como si la experiencia estuviese sucediendo de nuevo, perdiendo el contacto con el presente. Éste es el caso de los llamados flashbacks. En otras ocasiones las personas tienen pesadillas recurrentes relacionadas con el trauma que son fácilmente identificables por un observador externo dado el comportamiento manifestado mientras se está durmiendo. Otros experimentan recuerdos recurrentes, intrusos y perturbadores del acontecimiento traumático. Algunas personas experimentan un intenso malestar cuando se ven expuestas a estímulos internos o externos que recuerdan o simbolizan de algún modo el evento traumático. Ese malestar puede ser psicológico (terror) y/o fisiológico (sudoración, aumento de la tasa cardiaca y de la respiración). Por tanto, uno de los síntomas mas frecuentes del Trastorno por estrés postraumático es la reexperimentación de la experiencia. Esto significa que estamos reviviendo de alguna forma la experiencia traumática a pesar de que ésta ya haya pasado y estemos “a salvo”. Existen distintas formas de revivir lo ocurrido, entre ellas las siguientes: Pensamos repetidamente y de forma persistente en lo ocurrido, incluso cuando no lo deseamos hacer o cuando intentamos detener esos pensamientos o recuerdos Tenemos sueños terroríficos relacionados con todo lo que ocurrió y fue tan traumático para nosotros. Además, estas pesadillas desencadenan en nosotros sentimientos muy similares a los que en su momento provocó el acontecimiento traumático. Estamos despiertos y tenemos la sensación de que estamos volviendo a vivir la experiencia viendo o escuchando las mismas cosas que en su momento ocurrieron. Cuando nos exponemos a situaciones que nos recuerdan la experiencia traumática, sentimos una fuerte reacción emocional: miedo, rabia, angustia, etc. Cuando nos exponemos a situaciones en la que algo nos recuerda la experiencia vivida, manifestamos una fuerte reacción fisiológica, como, por

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Sonambulismo y Terrores Nocturnos: ¿Qué Pasa Mientras Dormimos?

Durante el sueño, el individuo permanece en un estado de inacción y de suspensión de la conciencia del que es posible despertar. Cuando el despertamiento es parcial o insuficiente, la inacción se convierte en acción, pero la suspensión de los sentidos se mantiene, en particular la capacidad crítica para sopesar y enjuiciar la racionalidad del momento. Este divorcio crea situaciones conflictivas, algunas que conllevan riesgo grave, otras de violencia accidental y las más de agresión no intencionada contra uno mismo o contra el compañero de cama. La actividad motora durante el sueño parcial o en los estados de su vigilia puede ser compleja e incluye de ambulación, conversación, manipulación de instrumentos y hasta conducción de vehículos, pero siempre manifiesta confusión, irracionalidad y despropósito. La violencia y la agresión sugestivas de un planteamiento inteligente y premeditado, no tienen cabida dentro del sueño o de sus formas parciales y patológicas, por lo que debe considerase alevosas, malintencionadas y cargadas de responsabilidad. Estados disociados Son estados del ser con expresión incompleta de su fenomenología, intrusión de fenómenos típicos de un estado en otro o mezcla de uno o varios estados. El concepto permite explicar los comportamientos extraños de las fantasmagorías, en las que existe generación o expresión incompleta de sueño-REM por falta de atonía muscular, los fenómenos parapléjicos por intrusión de la atonía muscular de la vigilia, el sonambulismo y otros episodios menos conocidos como la ensoñación lucida o de más compleja explicación, como los automatismos y los despertamientos confusos. La arquitectura del sueño requiere una secuencia de estados y de ciclos, cada uno con límites fenomenológicos, de orden eléctrico y de comportamiento muy preciso. Cada estadio presenta múltiples variables electrofisiológicas y neurobiológicas, cuyos núcleos rectores residen en diferentes partes del tronco cerebral, diencéfalo y tálamo. Los estados disociados mejor conocidos son las intrusiones de sueño REM en la vigilia, las expresiones incompletas de sueño REM, las intrusiones de la vigilia en el sueño REM, las oscilaciones o mezclas de sueño no REM y de vigilia y los trastornos del despertamiento, bien por ser incompleto o por intrusión de la vigilia en el sueño no REM. Las incursiones del sueño REM o de alguno de sus fenómenos en la vigilia, permiten explicar fenómenos alucinatorios, que se interpretan como episodios oníricos invasores de la conciencia del sujeto despierto. Ondas PGO descarriadas pueden en un momento dado, estimular vivencias fragmentarias en el sujeto despierto, independientemente de la estimulación sensorial real, dando lugar a alucinaciones predominantemente en orden visual. La cataplejía es una intrusión de la atonía muscular del sueño REM en el sujeto despierto. Las expresiones incompletas del sueño REM o sueño REM defectuoso, tienen su máximo exponente en las fantasmagorías que son comportamientos motores en reacción a ensueños intensos, facilitados por la presencia de tono muscular durante el sueño REM. En ausencia de la parálisis muscular habitual y normal del sueño REM, el sujeto conserva la capacidad de reaccionar a sus ensueños con comportamientos motores. Las invasiones de la vigilia en el sueño REM nos permiten entender esos misteriosos fenómenos de control de los ensueños, que refieren algunos individuos. Quienes así sueñan tienen conciencia de sus ensueños y pueden dirigir la actividad del contenido onírico, llegando incluso a determinar su desenlace. Las oscilaciones o mezclas de sueño no REM y de vigilia en individuos hipersomnes explican estados automáticos en los que hay solución de continuidad de la vigilia por intrusión abundante de micro sueños. Los despertamientos incompletos o imperfectos ayudan a comprender la fenomenología de los despertamientos confusos durante los cuales el individuo actúa de manera incoherente, al ser despertado de un sueño no-REM profundo. Las intrusiones del sueño REM en el sueño no-REM explican las erecciones del pene que a veces se observan en el trascurso del sueño no-REM cuando normalmente esa actividad es habitual en el sueño REM. Hay situaciones casi caóticas, en las que se identifican fenómenos característicos de cada uno de los tres estados, como sucede en el delirium tremens y en el insomnio familiar fatal, en que los individuos entran en un estado de sopor con episodios oníricos típicos de las fantasmagóricas, pero conservando un trazado de vigilia. Terrores nocturnos y sonambulismo Ambos son trastornos típicos de la infancia, caracterizados por actividad motora que surge en los estadios 3 y 4. Son más comunes en la primera mitad del sueño nocturno y raramente aparecen durante la siesta. En los terrores nocturnos, el niño parece agitado, con sudoración profusa, pilo erección y llanto desconsolado; a veces agita los brazos e intenta salir de la cama. En el sonambulismo predomina la de ambulación tranquila, sin propósito fijo. Los terrores nocturnos y el sonambulismo pueden aparecer en el mismo individuo, son de incidencia familiar y tienden a desaparecer en el adulto. No se asocian a fenómenos oníricos y generalmente no existe recuerdo del episodio al día siguiente. El individuo sonámbulo no resuelve resistir las indicaciones o incluso la suave coacción de regreso al lecho. La violencia y los accidentes surgen cuando existen obstáculos en el camino, ventanas que pueden ser confundidas con puertas y escaleras sin barreras. Por regla general, no es necesario el tratamiento medicamentoso, pero cuando los episodios son muy frecuentes se controlan con benzodiacepinas, en dosis bajas administradas al acostarse. Con relativa frecuencia, los adultos con episodios residuales de sonambulismo y terrores nocturnos tienen alguna forma de psicopatología asociada, que complica el diagnóstico del episodio nocturno, si hubo violencia. El estudio polisomnográfico puede ayudar a partir de los estados 3 y 4, y confirma el diagnóstico si se recoge un episodio en video. El diagnostico diferencial se hace con las fantasmagorías, que tienen ensueños asociados y sueño REM sin atonía en el polisomnograma, con los despertamientos confusos, cuya actividad motora es mucho más compleja, generalmente en respuesta a un despertamiento inducido, y con los episodios epiloptoides como el errabudismo que con frecuencia presenta descargas epileptiformes en el electroencefalograma e historia de crisis epiléptica. La literatura recoge casos de sonambulismo inducido por medicación tranquilizante, sedante o hipnótica, incluso uno

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Todo lo que Necesitas Saber sobre el Síndrome de Alcoholismo Fetal

El síndrome de alcoholismo fetal (SAF) es una condición que se produce en bebés cuando la madre consume alcohol durante el embarazo. El alcohol atraviesa la placenta y puede afectar el desarrollo del feto, lo que resulta en una variedad de problemas físicos, mentales y conductuales en el niño.    Características del Síndrome de Alcoholismo Fetal:   Defectos Físicos: – Rasgos faciales característicos, como ojos pequeños, labio superior delgado y surco nasolabial liso. – Crecimiento deficiente antes y después del nacimiento. – Anomalías en órganos internos, como corazón, riñones o huesos. – Problemas de visión u audición.   Problemas de Desarrollo y Conducta: – Retraso en el desarrollo cognitivo y del habla. – Dificultades en el aprendizaje y la memoria. – Problemas de atención y conducta, como hiperactividad o impulsividad. – Dificultades para regular las emociones.   Problemas de Salud Mental: – Mayor riesgo de trastornos psiquiátricos, como trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF), y trastornos del estado de ánimo.   Causas y Factores de Riesgo   – Consumo de alcohol durante el embarazo, especialmente en etapas tempranas. – La cantidad de alcohol consumida y la frecuencia de consumo pueden influir en el grado de daño al feto. – Factores genéticos y ambientales pueden aumentar la susceptibilidad de un feto al SAF.   Diagnóstico y Tratamiento   – El diagnóstico del SAF se basa en la observación de características físicas y problemas de desarrollo y comportamiento. – No hay cura para el SAF, pero el tratamiento temprano y la intervención pueden mejorar la calidad de vida del niño. – El enfoque del tratamiento suele incluir terapias para abordar los problemas cognitivos y conductuales, así como el apoyo educativo y emocional.   Prevención   – La prevención primaria implica evitar por completo el consumo de alcohol durante el embarazo. – La educación y la conciencia sobre los riesgos del consumo de alcohol durante el embarazo son fundamentales para prevenir el SAF.   El SAF es una condición prevenible, y la prevención comienza con la toma de conciencia y la toma de decisiones saludables durante el embarazo. Siempre es importante buscar orientación médica adecuada y apoyo si estás embarazada o planeas concebir.

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Sueños Interrumpidos: Todo sobre Sonambulismo y Terrores Nocturnos

Consisten en un estado de confusión que acompaña y sucede al despertar desde el sueño profundo. Generalmente sucede en el primer tercio de la noche. El sujeto aparece desorientado, con bradilalia, lentificacion de respuestas y conducta anormal. Se acompaña de afectación de la memoria retrógrada y anterógrada. Su prevalencia es mayor en la infancia, comenzando a los cinco años y su evolución es benigna. La hipersomnia idiopática favorece a la presentación de este tipo de parasomnias y con frecuencia se presenta en pacientes afectos de terrores nocturnos o sonambulismo. El polisomnógrafo muestra el inicio de estos episodios coincidiendo con despertares desde el sueño lento profundo. Sonambulismo Son episodios de conducta compleja que se presentan durante el sueño lento profundo, casi siempre en el primer tercio de la noche y abarcan desde incorporarse en la cama hasta furiosos intensos de huida. Pueden incluir además de la deambulación actos automáticos, semiintencionados, como vestirse, asearse, peinarse, comer, abrir puertas o ventanas, etc. a pesar de ello la coordinación es pobre. Estos episodios se acompañan de una amnesia anterógrada y retrógrada. La actividad motora durante los mismos puede cesar espontáneamente o bien el paciente regresa a la cama y sigue durmiendo en forma continuada hasta la mañana siguiente. El registro polisomnográfico muestra que el episodio de sonambulismo se inicia desde un estadio de sueño lento profundo, con un brote de ondas lentas, delta, de voltaje elevado e hipersincrónicas y se acompaña de una mezcla de actividad de sueño y vigilia. El sonambulismo puede aparecer desde el momento en que el niño aprende a andar, pero en la mayor parte de los casos se presenta a partir de los 4 años. En general, desaparece a partir de los 15 años y solo raramente lo presentan los adultos. La evolución es benigna y la mayoría de los individuos que lo presentan tienen un perfil psicológico normal. Es frecuente la existencia de antecedentes familiares de parasomnia entre la población afectada. Boberly (1985) ve el sonambulismo el complementario del ensueño. Durante el ensueño el sujeto asiste a un espectáculo activo pero es incapaz de moverse. Durante el episodio de sonambulismo el sujeto se desplaza pero su actividad está desprovista de contenido onírico. Si se despierta bruscamente el sonámbulo durante la deambulación, presenta una desorientación temporoespacial y puede presentar una intensa sensación de ansiedad, pudiendo llegar a agredir a la persona que lo ha despertado. El diagnostico diferencial debe efectuarles con estados crepusculares secundarios a determinadas formas de epilepsia temporal, las cuales se activan durante el sueño. En general, estos últimos permiten una conducta más compleja y tienen unas características encefalografías bien diferenciadas. El tratamiento farmacológico del sonambulismo basado esencialmente en la utilización de medicamentos que disminuyan la cantidad de sueño lento profundo, no puede considerarse enteramente satisfactorio. Terrores nocturnos Se caracterizan por un despertar repentino desde una fase de sueño lento profundo, aunque en algunas ocasiones pueden también aparecer en otros momentos del sueño lento. Se inician con un grito y se acompañan de una importante descarga del sistema nervioso autonómico que se traduce por taquicardia, taquipnea, sudoración profusa, midriasis, aumento del tono muscular y disminución de la resistencia de la piel. Durante el terror nocturno el sujeto no responde a los estímulos externos y si se le despierta se observa que está desorientado y confuso. Este trastorno es prevalente en la infancia, entre los 4 y 12 años, y habitualmente se resuelve durante la adolescencia. Su incidencia es mayor en el sexo masculino que en el femenino. La prevalencia de psicopatología en los niños afectos de sonambulismo es similar a la de la población general de la misma edad. Por el contrario, las evaluaciones psiquiátricas efectuadas en los adultos que presentan este trastorno muestran que la psicopatología puede estar asociada con los terrores nocturnos. El diagnóstico diferencial debe efectuarse con las pesadillas. Usualmente en las pesadillas, el sujeto recuerda el vivido contenido onírico con gran detalle, mientras que el terror nocturno se acompaña de amnesia. Además, en las pesadillas no aparece la descarga autonómica que acompaña a los terrores.   (Información extraída de El sueño y sus trastornos / Rosa M. Raich, M. Dolores de la Calzada, 1992)

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Muerte Súbita del Lactante: Mitos, Realidades y Consejos para un Sueño Seguro

También conocida como síndrome de la muerte en la cuna, se caracteriza por la muerte inesperada durante el sueño, nocturno o diurno, de lactantes aparentemente sanos. Conocida desde antiguo, se pensaba que el timo hipertrofiado cortaba la circulación de aire en la tráquea. También era popular pensar que durante el sueño, la desprevenida madre asfixiaba al infante con su cuerpo o brazo. Como el síndrome era y sigue siendo más prevalente en clases menesterosas, se han invocado factores de insalubridad, ignorancia, alcoholismo y masificación para explicar el suceso. La muerte súbita del lactante ocurre entre las 4 semanas y los 6 meses de edad, siendo más frecuente entre octubre y marzo. Los estudios de necropsia han demostrado pocos signos patológicos, algunos compatibles con muerte de origen respiratorio, posiblemente apnea prolongada. Entre los mecanismos etiopatológicos se han barajado causas cardiacas y causas respiratorias. Algunos recién nacidos presentan trastornos electrocardiográficos, como prolongación del intervalo Q-T por desequilibrio de estímulos simpatomiméticos o por reducción de la variabilidad en la frecuencia cardiaca de origen vagal. Esto indica una alteración del control autonómico, que podría representar un subgrupo de pacientes con riesgo de muerte súbita. Se ha sugerido que el retraso en el desarrollo de los mecanismos de control respiratorio durante el sueño inactivo no REM, cuando éste adquiere mayor proporción y consolidación hacia los 3 meses de edad, incrementaría el riesgo de muerte súbita. Otras teorías sugieren como causa, el laringoespasmo por irritación de la laringe y las apenas de origen comicial. Tampoco hay que olvidar la posibilidad de muerte accidental por asfixia en cunas mal diseñadas. La identificación de los infantes con riesgo de muerte súbita, continúa siendo tarea compleja. Los factores de riesgo son prematuridad, embarazo comprometido, drogadicción de la madre durante el embarazo, enfermedad crónica de la madre, sufrimiento durante el parto, historia de internamiento en una unidad de cuidados intensivos neonatal, embarazos múltiples, juventud excesiva de la madre, historia familiar de muerte súbita y trastornos del desarrollo. Cuando se sospecha que un lactante tiene riesgo aumentado de muerte o hay evidencia de que ha sufrido episodios prolongados de apnea, algunos recomiendan hospitalización hasta que pase el riesgo. Patrones y normas de higiene del sueño infantil Hasta los 3 meses de edad, el sueño no está acoplado con el ciclo día noche Entre los 3 y 6 meses, el lactante duerme de 14-15 horas, en su mayoría durante la noche, pero aun conserva tres siestas diurnas A los 6 meses el tiempo total de sueño es de 14 hora, con 3 horas diurnas divididas en dos siestas diurnas A la edad de 1 año, el lactante duerme 11,5 horas por noche y 2 horas durante el día en una sola siesta A los 5 años, el niño requiere 11 horas de sueño nocturno, a los 9 años, 10 horas a los 14 años, 9 horas. La siesta diurna se abandona hacia los 4 años dependiendo en parte de la costumbre local Los horarios de sueño deben ser regulares y estables, incluyendo fines de semana. La falta de disciplina puede conducir a insomnio conductual Se recomienda eliminar las tomas nocturnas de alimento, para evitar despertamientos condicionados El sueño del lactante y del niño debe trascurrir en un ambiente tranquilo, relajado, limpio, cómodo, hogareño y acogedor. La falta de sueño retraso el desarrollo mental y fisco del niño.   (Información extraída de La medicina del sueño / Antonio Culebras, 1994)

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Estrategias para Manejar la Ansiedad Catastrófica y las Regresiones en Niños con TEA

La ansiedad catastrófica es la ausencia absoluta de regulación de los propios sentimientos ¿cómo podemos ayudar al niño cuando se lanza al suelo a llorar y a sacudir la cabeza o se dedica a morder o a pegar a la madre o al padre o a correr sin control? Este episodio se agrava cuando el niño padece autismo y no puede expresar sus sentimientos debido a sus deficiencias del habla. Primeros pasos Cuando el niño se ve afectado por un episodio de ansiedad catastrófica, hay que centrarse en un episodio muy sencillo que no siempre se cumple: ayudarle a clamarse. No es el momento de reprocharle que se haya comido todas las golosinas o que le haya quitado el muñeco a su hermana. Tampoco es beneficioso gritarle. Muchas veces, la ansiedad catastrófica se contagia: los padres intentan calmarlo durante dos segundos y como están agotados del trabajo y no tienen ánimos para nada, se ponen muy nerviosos y se contagian. Se puede producir también la situación en que la madre grita al niño y el padre grita a la madre porque esta le grita, de tal modo que la escena empeora. Si hay otro hijo en la familia y contempla la escena de gritos y discusiones, acabará llorando. Cuando el niño sufra una ansiedad catastrófica, ten en cuenta que no te puede oír ni te puede entender porque está fuera de control. Todo el mundo se siente muy mal cuando pierde el control. No le castigues ni le reprendas cuando está sufriendo un episodio de ansiedad catastrófica, lo empeorarías. Eso tampoco significa que tengas que dejarle morder o pegar, sencillamente, las sanciones y los límites llegarán cuando el niño se haya tranquilizado. Entonces, tendréis tiempo de hablar y calcular las consecuencias, pero este análisis no se debe realizar mientras el niño esté ansioso. Otro error consiste en ignorar el episodio de ansiedad catastrófica. Se suele pensar que es una manera de no prestarle demasiada atención y de no reforzar al niño, pero es un punto de vista muy simplista. Para muchos niños con TEA, lo más difícil es conseguir que nos preste atención. Tenemos que conseguir que confíe en nosotros y que se sienta cercano, demostrándole que estamos a su disposición para ayudarle cuando se sienta angustiado. Así, nunca le debemos dar la espalda a un niño que sufra un episodio de este tipo de ansiedad. Acabar con la rabieta es un objetivo insignificante a corto plazo; lo que de verdad importa es convencerle de que le queremos y nos preocupamos por él y que puede confiar en nosotros. Es desaconsejable encerrarle en su habitación y transmitirle el mensaje de que no piensas estar con él mientras lo pasa mal. Sin embargo, a veces, la mejor forma para calmar a un niño es estar con él o ella en un espacio pequeño, con pocos estímulos sensoriales. Cada niño se calma de una manera. Hay niños que necesitan balancearse y escuchar una voz suave y relajada. Otros necesitan que se les hable con un tono de voz medio. Aunque no entiendan las palabras, si le dices de una manera muy sosegada: “Tranquilo cariño, no pasa nada, ahora nos vamos a tranquilizar” y te apartas un poco para concederle algo de espacio, se sentirá más relajado. Síntomas de alerta de ansiedad catastrófica Algunos padres nos dicen que su hijo sufre un episodio de ansiedad catastrófica de manera repentina. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de niños experimentan una ansiedad gradual, de modo que, si detectamos los síntomas de alerta, podremos ayudarle a regular su estado de ánimo antes de que llegue a un extremo crítico. Los síntomas pueden ser sutiles o también se puede producir una situación que le lleve directamente a padecer un episodio de ansiedad catastrófica, como perder en un juego o ver cómo un compañero le quita un juguete Si adviertes el inicio de un episodio de ansiedad catastrófica, haz algo en el mismo momento, no esperes a que su nerviosismo crezca. Podemos intervenir advirtiéndole de lo que está pasando con un tono de voz suave “Cariño, ya veo que te estás poniendo un poco nervioso” o pasando a otra actividad más calmada. Si el niño se halla en la etapa pre verbal, indícale con gestos que entiendes lo que quiere hacer y reconduce su atención hacia una actividad más tranquila y relajante. Si, por ejemplo, no para de correr y se está sobre estimulando, puedes introducir un patrón rítmico más calmado para que te siga, como bailar al ritmo de música suave o lanzarle la pelota para que te la devuelva. Prevenir la ansiedad catastrófica En lugar de considerar la rabieta o el episodio de ansiedad como un comportamiento negativo y manipulador por parte del niño con autismo, lo podemos ver como una petición desesperada de ayuda. El niño se siente tan nervioso y desequilibrado que lo único que puede hacer es pegar patadas, gritar, o llorar. Lo cierto es que los niños no saben ejercer mucho control sobre sus vidas y tampoco entienden por qué no pueden hacer lo que quieren o por qué se ven obligados a hacer cosas que no quieren. ¿Cómo le podemos ayudar a entender que existen ciertas privaciones cuando es incapaz de entender las razones? Es importante señalar que no siempre tenemos que decir “no” de manera automática. Muchas rabietas se desencadenan cuando el niño se da cuenta de que no va a poder hacer lo que quiera. Sabes que no le vas a llevar al parque, que no le vas a comprar la golosina, que no le vas a dejar irse tarde a la cama, pero le concedes la oportunidad de opinar. Esta es una buena estrategia para prevenir rabietas y episodios de ansiedad que provengan del sentimiento de sentase abandonado. Déjale expresar su deseo o fantasía. No tengas prisa en decir “no” (excepto en los casos de peligro como es obvio). Analiza por qué persigue un deseo concreto y pregúntale: ¿Quieres ir al parque? ¿Y qué vas

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