Nombre del autor:Eva María Galán Sempere

¿Cómo actuar en el medio a la oscuridad?

Muchos niños no tienen que vivir ciertas experiencias atemorizantes, como ser intervenido quirúrgicamente. En cambio, todos se enfrentan a la oscuridad cuando se acuestan a dormir por la noche. La frecuencia diaria de exposición a la oscuridad posibilita adoptar medidas para prevenir la aparición el miedo y facilita la terapia con formato de juego. El dormitorio infantil Cuanto más agradable sea el ambiente donde duerme el niño mayor es la probabilidad de que descanse plácidamente y no aparezcan respuestas emocionales negativas Luz Conciliar el sueño implica pasar del estado de vigilia o alerta al de reposo. Para disminuir el grado de activación se retiran estímulos externos como luminosidad. Si el niño protesta al apagarle la luz se reduce progresivamente la intensidad lumínica mediante un regulador eléctrico o por medio del grado de abertura de la puerta de su habitación. También se puede enchufar un pequeño piloto que esparce una tenue luminosidad o regalar una atractiva linterna para que la tenga encima de la mesilla de noche. Estas ayudas se retiran sin prisa, pero sin pausa. Ruido Ruidos elevados o cambios bruscos de volumen interfieren el sueño. Una persona traspuesta después de cenar en el sofá se despierta en el intermedio de la película cuando la televisión varía el ritmo y la intensidad del sonido para captar la atención del espectador antes de la publicidad. Tampoco es conveniente acostumbrar al niño a dormir en condiciones artificiales de silencio absoluto, de modo que cualquier ruido insignificante le despierte. Por el contrario, sones familiares y débiles tranquilizan al niño que se siente acompañado. Los ruidos monótonos, como el de un programa nocturno de radio o el de un motor de coche a velocidad constante inducen sueño. Las nanas son canciones de ritmo lento y repetitivo como un eterno ritornelo. Condiciones climáticas “Mantas: prendas de abrigo con las que los niños duermen cuando sus padres tienen frío”. El exceso de calor dificulta el sueño. Además, la temperatura corporal infantil suele ser más elevada. Es preferible una única manta ligera, flexible, mullida y que transpire. Una sugerencia práctica es colocar un termómetro visible en el dormitorio lejos del alcance del niño. La temperatura recomendada oscila entre 18º y 20º C y la humedad entre el 40 y el 70%. La habitación debe estar bien ventilada a la hora de acostarse el niño Cunas y camas La seguridad es muy importante. La distancia entre los barrotes de la cuna ha de ser corta para impedir que el niño introduzca la cabeza y se asfixie. No resultan aconsejables camas demasiadas estrechas o altas. Durante la noche un niño puede cambiar de posición unas veinte veces, permaneciendo vigilante si tiene miedo a caerse. Está indicado dormir sobre una superficie dura, en un colchón de calidad, con una almohada que no sea muy gruesa Decoración Colores clares facilitan el sueño, por ejemplo, azul celeste. Los elementos decorativos, papel pintado, cuadros, cortinas, han de referirse a temas infantiles. Si no está contraindicado, como en caso de asma, las alfombras amortiguan el sonido y constituyen un espacio idóneo para el juego. El mobiliario se elige en función de la edad del niño. (extraído de Miedos y temores en la infancia : ayudar a los niños a superarlos / Francisco Xavier Méndez, 2005)    

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Síndrome de Pickwick signos y síntomas

El síndrome de Pickwick es otro de los trastornos de sueño relacionados con la respiración. El trastorno es relativamente raro, existiendo a veces dificultades para diferenciarlo de la apnea del sueño. Los sujetos con síndrome de Pickwick son pacientes muy obesos, somnolientos, hipoventilados y con pulmones y cambios de fuerza respiratorios normales; por su parte, los pacientes con SAOS son obesos y presentan pautas respiratorias durante el sueño como resultado de un colapso en las vías aéreas superiores. Sin embargo, a pesar de sus similitudes, una diferencia importante que se establece entre ambos trastornos es que hay casos con pacientes con SAOS que no son obesos (Chiang, 1990). La sintomatología característica de este síndrome incluye obesidad, somnolencia e hipoventilación. Además, los pacientes afectados por este trastorno presentan otros síntomas entre los que cabe destacar (Chiang,1990): Disminución de la capacidad pulmonar Ventilación desigual Modificación del PH de los gases sanguíneos arteriales A pesar de la importancia de estos síntomas es importante tener en cuenta que el paciente puede recuperar su normalidad si reduce su peso corporal (para una mayor información de este síntoma véase Chiang, 1990). (extraído de Trastornos del sueño / Gualberto Buela-Casal, Ana Isabel Sánchez, 2002)

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¿Cómo es un ataque de pánico y cuánto dura?

Llamamos crisis o ataque de pánico, siguiendo los criterios del DSM-IV-TR de la American Psychiatric Association, a la aparición repentina de un miedo intenso seguido de una serie de síntomas, de los cuales el sujeto debe tener un mínimo de cuatro para serle diagnosticado. La definición que el DSM-IV-TR hace de la crisis de pánico es la siguiente: “La característica principal de una crisis de angustia es la aparición aislada y temporal de miedo o malestar de carácter intenso, que se acompaña de al menos de un total de trece síntomas somáticos o cognoscitivos. La crisis se inicia de forma brusca y alcanza su máxima expresión con rapidez (habitualmente en 10 minutos o menos), acompañándose a menudo de una sensación de peligro o de muerte inminente y de una urgente necesidad de escapar”. Los trece síntomas somáticos o cognoscitivos vienen constituidos por: Palpitaciones o taquicardia Sudoración Temblores o sacudidas Sensación de ahogo Sensación de atragantamiento Opresión o malestar torácico Náuseas o molestias abdominales Inestabilidad, mareo o sensación de desmayo Desrealización o despersonalización Miedo a volverse loco o descontrolarse Miedo a morir Parentesias (hormigueos o entumecimientos) Escalofríos o sofocaciones De igual forma, si seguimos las pautas de diagnóstico de la Organización Mundial de la Salud (OMS), definimos el ataque de pánico como: “La presencia de crisis recurrentes de ansiedad grave (pánico) no limitadas en ninguna situación o conjunto de circunstancias particulares. Son por tanto imprevisibles. Como en otros trastornos de ansiedad, los síntomas predominantes varían de un caso a otro, pero es frecuente la aparición repentina de palpitaciones, dolor precordial, sensación de asfixia, mareo o vértigo y sensación de irrealidad. Casi constantemente hay un temor secundario a morirse, a perder el control o a enloquecer. Cada crisis suele durar solo unos minutos, pero también puede persistir más tiempo. Tanto en la frecuencia como el curso del trastorno, que predomina en mujeres, son bastante variables. A menudo el miedo y los síntomas vegetativos del ataque van creciendo de tal manera que los que los padecen terminan por salir, escapar de donde se encuentran. Si esto tiene lugar en una situación concreta, por ejemplo, en un autobús o en una multitud, el enfermo puede en el futuro tratar de evitar esa situación. Del mismo modo, frecuentes e imprevisibles ataques de pánico llevan a tener miedo a estar solo o ir a sitios públicos. Un ataque de pánico a menudo se sigue de un miedo persistente a tener otro ataque de pánico”. Es conveniente (por parte del autor) transmitir las premisas que necesitas conocer sobre los ataques de pánico, teniendo en cuenta nuestra forma de entender la enfermedad y la salud: Un ataque de pánico es un aviso, una comunicación que nos indica que las estructuras más arraigadas de nuestra supervivencia están en crisis Con el ataque de pánico, advertimos que vivimos en situación de carencia en los afectos que desde muy temprana edad nos indican que estamos a salvo El ADN de nuestra estabilidad se encuentra en los distintos tipos de amor que necesitamos para vivir sintiéndonos seguros El ataque de pánico se refiere a una fisura en estos pilares que nos contienen y nos dan confianza Esta base emotiva desencadena bioquímicas propias de situaciones de emergencia, que nos conducen hacia reacciones súbitas de alarma y amenaza La solución no la encontramos en el dominio del entorno, para poder salir seguros al exterior, es necesario que en nuestro mundo emocional todas las piezas estén colocadas, y nuestros apegos, interiorizados. Este libro quiere ayudar a cambiar la forma de afrontar una situación que seguro podemos nombrar de crisis vital. Por lo tanto, lo primero que tenemos que tener en cuenta, tanto si hemos padecido crisis de pánico como si no, es que aquellas personas que son capaces de solucionar el entramado que les hace padecerlas son posteriormente mucho más sanas y más conocedoras de su psiquismo y por qué no, después están mejor conectadas con el universo exterior con el que conviven, prueba de ello es saber decir que “no” con mayor seguridad y saben decir más veces que “sí” a más cosas de su vida. Tras un ataque de pánico, hay un antes y un después. La vida tras una crisis de este tipo siempre es distinta, para bien o para mal ya no es la misma; eso sí, el después no tiene por qué ser negativo si sabes entender el mensaje. Un ataque de pánico son muchos mensajes y todos ellos tienen un denominador común “tu vida ha llegado a un punto de inflexión, a un punto y aparte”. Algo tienes que cambiar. En consecuencia, debes realizar cambios en la forma de relacionarte con tu entorno y sobre todo contigo mismo. Lo único que te sacará de esa sensación de amenaza permanente y por consiguiente de estar bajo peligro vital será: Entender el mensaje Saber cambiar todo aquello que te ha hecho hasta hoy ser no solo dependiente sino incapaz de ser autónomo Darte cuenta de que detrás de un ataque de pánico hay un fallo en el sistema y solo entendiendo el sistema podrás encontrar la solución Somos un sistema de sistemas: Biológico: átomo, molécula, macromolecular, organela, célula, tejido, órgano Psicológico: emocional, cognitivo, conductual Social: pareja, familia, grupo, sociedad, cultura Y sobre todo comunicacional-relacional como la integración de los sistemas anteriores y como escenario en los que éstos se representan. De esta forma, el ataque de pánico nos indica que el sistema de sistemas identifica que nos encontramos ante una amenaza vital, algo ocurre en alguno de estos sistemas que influye de forma esencial en nuestro sistema global. Como mamíferos, estamos programados con mecanismos de defensa, de tal forma que ante situaciones de peligro vital éstos se disparan para conseguir una respuesta tanto física como psicológica que nos ayude a escapar, y a sobrevivir. De esta forma ante un incendio, un animal que nos ataca, una enfermedad, etc., estamos programados para desarrollar una serie de cambios químicos, psicológicos y sociales que nos ayuden a salir airosos. No obstante, ante un

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¿Cuáles son las causas de la bulimia nerviosa?

La bulimia nerviosa (Russell, 1979) es un trastorno severo de la conducta alimentaria en el cual muchos individuos, casi siempre mujeres, presentan frecuentes episodios de voracidad, vomitan habitualmente o más raramente, toman laxantes o diuréticos para prevenir el aumento de peso. El vómito es autoinducido y generalmente se produce varias veces a la semana. De acuerdo con Russell, va acompañada de un miedo enfermizo a engordar. Como la anorexia nerviosa, suele comenzar con dietas restrictivas. De hecho, muchos de estos casos (de AN) desarrollan bulimia nerviosa (Grilo,2006). A medida que la restricción se intensifica, los individuos experimentan episodios de sobreingesta incontrolables. La prevalencia de la bulimia nerviosa está situada entre el 1 y el 3% en mujeres jóvenes y adolescentes (Hudson et al, 2007). Existe evidencia de que ha aumentado la prevalencia de la bulimia nerviosa y su incidencia (Grilo, 2006). En su mayoría, los sujetos que presentan bulimia nerviosa son mujeres con su peso normal, aunque también las hay con sobrepeso Generalmente, se presenta en mujeres más mayores que las que tienen anorexia. La media de edad de aparición está situada alrededor de los 17 años. Al ser un comportamiento secreto y no presentar una pérdida de peso tan acusada, suele pasar desapercibido durante mucho tiempo. Aunque la anorexia nerviosa es un trastorno más grave, que puede incluso provocar la muerte, tanto ella como la bulimia causan graves alteraciones y déficits. El termino “bulimia” puede hallarse en épocas remotas, pero dentro del significado actual debemos situarnos al comienzo del siglo XX y en los términos descritos hasta ahora en el último cuarto de este siglo A.J.Stunkard (1993) explica que en 1970 era una costumbre extendida en mujeres que residían en prestigiosos “colleges”. Probablemente ya existía con anterioridad, pero la confirmación definitiva se debe a Russell (1979), que estableció las bases  diagnósticas y la descripción de las características. A partir de dicha fecha aumenta drásticamente el interés por el estudio de este trastorno, y en la publicación del DSM-III-R se incluyen los criterios diagnósticos. Entre los que destacan: Episodios recurrentes de voracidad (rápida ingesta de grandes cantidades de comida en un periodo corto de tiempo) Sensación de falta de control durante el episodio bulímico Utilización regular del vómito autoinducido, abuso de laxantes, diuréticos, dietas restrictivas, ayuno o ejercicio intenso para prevenir la ganancia de peso Un promedio mínimo de dos episodios bulímicos semanales durante al menos los tres últimos meses Preocupación intensa por el peso y la línea (Fuente APA, 1987) Se propusieron modificaciones para el DSM-IV (APA, 1994): Episodios recurrentes de ingesta compulsiva. Un episodio de sobreingesta se caracteriza por: Comer en un periodo discreto de tiempo (ej. Durante dos horas) una cantidad de comida, que es superior a la que la mayoría de la gente comería durante un periodo de tiempo similar y en circunstancias parecidas Sentimiento de falta de control sobre la ingesta durante este episodio (por ej. Sentir que uno no es capaz de parar de comer o de controlar la cantidad que está comiendo) Conductas recurrentes inadecuadas para compensar y prevenir el aumento de peso, como vómito autoinducido, abuso de laxantes, diuréticos u otras medicaciones, ayuno o ejercicio excesivo Los episodios de sobreingesta y las conductas compensatorias inadecuadas, ocurren al menos dos veces a la semana durante tres meses La autoestima está excesivamente influida por la figura y el peso El trastorno no ocurre exclusivamente durante periodos de anorexia nerviosa TIPOS DE BULIMIA TIPO PURGATIVO. La persona usualmente se autoinduce el vómito o abusa de laxantes y/o diuréticos para prevenir el aumento de peso TIPO NO PURGATIVO. La persona usa otras conductas compensatorias no purgativas, como ayuno o ejercicio excesivo, pero no se provoca el vómito ni abusa de laxantes y/o diuréticos. Los criterios diagnósticos no han cambiado de una manera espectacular, pero existe una necesidad de precisión, al menos en alguno de ellos, que ha llevado a realizar algunas alteraciones a las primeras propuestas. Por ejemplo, el criterio que define los episodios de sobreingesta se ha intentado precisar mucho más en los criterios propuestos para el DSM-IV, ya que se incluye tanto la ingesta de grandes cantidades de comida como la sensación de descontrol. Fairburn (2008) describe un resumen de las características básicas de la bulimia nerviosa que propone para figurar en el DSM-V. Para ello, enfatiza los tres aspectos esenciales, a saber, la preocupación por el peso y la figura y su relación con la autoestima, la presencia de atracones y el uso de comportamientos extremos de control de peso. En esencia son necesarios tres criterios: Sobreestimación de la figura y el peso y su control, como en la AN Atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por la ingesta de una enorme cantidad de comida objetivamente y por el sentimiento de pérdida de control de éste Conductas extremas de control de peso (dieta estricta, vómito autoinducido, abuso de laxantes y diuréticos, etc.) Hay un criterio a añadir, y es que no se puede diagnosticar al mismo tiempo bulimia nerviosa a una paciente que ha recibido el diagnóstico de anorexia nerviosa. (extraído de Anorexia, Bulimia y otros trastornos alimentarios de Rosa María Raich, 2011)

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¿A que se debe la dispareunia?

Los problemas de dispareunia se han descrito y clasificado de múltiples formas. En términos generales hacen referencia a la experiencia de dolor genital asociado a la relación sexual. En la forma habitual, el dolor se presenta durante el coito, pudiendo aparecer al iniciarse la penetración, en algún punto de entrada de la vagina o sentirse más profundamente. Las quejas sobre la experiencia de dolor son muy variadas, describiéndose como sensaciones de quemazón, irritación, punzadas, escozor intenso o molestias vagas. La intensidad y duración de estas sensaciones son igualmente fluctuantes abarcando desde experiencias ligeras y breves hasta persistentes y de gran intensidad, manteniéndose las molestias varias horas después de finalizada la relación sexual. Los problemas de dolor coital suelen ir asociados a problemas de vaginismo. Cuando se intenta la penetración en los casos de vaginismo la mujer experimenta dolor, lo que fortalece la respuesta de contracción. Por otra parte, puede surgir un problema de vaginismo tras sufrir experiencias de coitos dolorosos. Los problemas de dispareunia suelen afectar a las relaciones sexuales, que se viven de manera insatisfactoria y acaban generando sentimientos de temor y malestar en ambos miembros de la pareja. Cuando la experiencia de dolor tiene lugar en el interior de la vagina, al realizarse penetraciones profundas, puede ocurrir que el problema se deba a una situación de baja excitación en la cual la vagina no se ha dilatado suficientemente y el cérvix y el cuerpo del útero no han alcanzado la elevación adecuada. En esta situación una inserción profunda producirá el choque doloroso del pene con el cérvix. Esto se puede dar también en mujeres con prolapso uterino en las que una porción del útero desciende en la vagina. La dispareunia se origina, frecuentemente por un problema de carácter físico por lo que en este tipo de disfunción es especialmente recomendable una exploración ginecológica específica. (extraído de Disfunciones sexuales femeninas de Mª José Carrasco, 2001)

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¿Cómo saber si tengo anorexia nerviosa?

La anorexia nerviosa es un trastorno grave de la conducta alimentaria en el que la persona que la padece presenta un peso inferior al que sería de esperar por su edad, sexo y altura. El peso se pierde por ayunos o reducción extremada de la comida, pero casi el 50% de las personas que lo padecen usan también el vómito autoinducido, el abuso de laxantes y/o diuréticos y el ejercicio extenuante para perder peso (Fairburn y Garner, 1986) sin que exista ninguna enfermedad médica que explique la pérdida de peso. La prevalencia durante la vida de la anorexia nerviosa (AN) está situada en un 0,5 por 100 en mujeres jóvenes (APA, 2000) en Estados Unidos y en Europa. Esto significa que una de cada 200 mujeres puede sufrir AN durante su vida. Aparece más a menudo en jóvenes adolescentes (de 15 a 19 años) y es una enfermedad muy grave. La mortalidad que provoca es una de las mayores causadas por trastornos psicopatológicos. Es mucho más frecuente entre las mujeres que en los hombres. Solamente del 5 al 10% de los pacientes son hombres. Esta discrepancia de género es una de las mayores que se ha hallado en problemas psiquiátricos (Grilo, 2006). Este trastorno ya era conocido desde épocas antiguas. En la descripción de la vida de algunas santas aparece claramente explicado, aunque para el autor de estas historias parece un comportamiento encomiable. La primera descripción clínica de él data de 1873 a cargo de Lasègue, quien la llama “consunción nerviosa”. Gull en 1874 la califica por primera vez de anorexia nerviosa y publica unos casos clínicos muy bien descritos en los que destaca el carácter moral del trastorno, así como el tratamiento de que se sirve para cambiar este proceso. Los criterios para el diagnóstico de la anorexia nerviosa, de Freighner sirvieron para detectar y evaluar este trastorno, pero han cambiado bastante. Entre sus criterios de diagnóstico destacaba: edad de inicio 25 años, anorexia acompañada de una pérdida de peso por lo menos al 25% de peso corporal, actitud distorsionada hacia la ingesta, el alimento o el peso y al menos las siguientes manifestaciones: amenorrea, lanugo, bradicardia (pulso en reposo de 60 o menos), periodos de hiperactividad, episodios de bulimia, vómitos. La Sociedad Americana de Psiquiatría ha presentado unos manuales diagnósticos de los trastornos psiquiátricos, los DSM, en los que se describen los criterios que se han de utilizar para el diagnóstico de cualquiera de ellos. Se realizan gracias al consenso de múltiples especialistas y se van renovando a medida que se tiene un conocimiento más preciso de cada alteración. La edad de inicio de la anorexia ha desaparecido de los criterios diagnósticos posteriores a los de Freighner y adoptados por la American Psychiatric Association (DSM-III, DSM-III-R, DSM-IV, DSM IV-TR y DSM-V), existiendo un acuerdo en que suele aparecer en la primera adolescencia, hacia los 15 años, aunque en la clínica aparece en edades inferiores y sin que ello implique que no pueda presentarse en personas mayores. La pérdida de peso que se considera necesaria para la definición de anorexia ha pasado del 25% de la clasificación de Freighner y del DSM-III, al 15% en el DSM-III-R y el DSM-IV. Además, a partir del DSM-III se incorporan aspectos evolutivos a la pérdida de peso; es decir, en personas menores de 18 años se calcula el peso que debía haber ganado por crecimiento. Los criterios para el diagnóstico de la anorexia nerviosa en el DSM-III (APA, 1980) son: Miedo intenso a engordar que no disminuye a medida que lo hace el peso Alteración de la imagen corporal, por ejemplo, se queja de “sentirse gordo” aun estando demacrado. Pérdida de peso de al menos un 25% del peso original. Por debajo de los 18 años, a la pérdida de peso inicial hay que añadir el peso que le correspondería haber ganado de acuerdo con el proceso de crecimiento, hasta constituir la pérdida del 25%. Negativa a mantener el peso corporal por encima del mínimo normal para la edad y la altura Ausencia de enfermedades que justifiquen la pérdida de peso. Por otra parte, esta clasificación (DSM-III) se centra en aquellos aspectos más relevantes del trastorno (temor al aumento de peso y distorsión de la imagen corporal), dejado de lado aquellos más dudosos. En la revisión de esta clasificación (DSM-III-R, APA, 1987) se recupera el criterio de la presencia amenorrea y la especificación más concreta de la alteración de la percepción de la imagen corporal, peso y silueta. Criterios para el diagnóstico de la anorexia nerviosa en el DSM-III-R (APA, 1987): De acuerdo con el Manual Estadístico de Trastornos Psicopatológicos DSM-III-R (APA,1987), la anorexia nerviosa es un trastorno que se define por las siguientes características: Rechazo a mantener el peso corporal en el mínimo normal correspondiente a la edad y estatura. Pérdida de peso del 15% por debajo del peso esperado o déficit en la ganancia de peso correspondiente al desarrollo, que conduce a una pérdida ponderal del 15% por debajo del peso esperado. Intenso miedo a engordar a pesar de estar en infrapeso Percepción alterada del peso, la configuración y las dimensiones corporales. La persona asegura verse gorda, a pesar de la evidente emaciación o considera que alguna parte de su cuerpo es demasiado gruesa En mujeres, ausencia por lo menos de tres ciclos menstruales consecutivos. En el DSM-IV se expone la clasificación del subtipo bulímico y restrictivo (APA, 1994) Rechazo a mantener el peso corporal por encima de un peso mínimo para su edad y talla Miedo intenso a aumentar de peso o a engordar, aun estando emaciada Alteración en la manera como se experimenta el peso corporal y la silueta. Influencia exagerada de la silueta o el peso en la autoevaluación, o negación de la seriedad de su bajo peso corporal actual En mujeres posmenárquicas, ausencia de tres ciclos menstruales consecutivos (amenorrea). Se considera que una mujer tiene amenorrea si sus períodos únicamente ocurren tras la administración de hormonas, Subtipo bulímico: durante el periodo de anorexia, la persona

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¿Se puede tener síndrome de Down y autismo?

Los pacientes de Síndrome de Down adicionan al retraso mental características conductuales en cierto modo opuestas al autismo, puesto que suelen ser alegres, simpáticos y con tendencia espontánea a la sociabilidad. No por ello dejan de ser en ocasiones difíciles de manejar a causa de su tozudez. Son obstinados y caprichosos. Aunque se detectan problemas psicopatológicos que requieren un diagnóstico y una atención especial, suelen presentarse menos problemas que los habituales en otras causas de retraso mental. Los problemas observados más frecuentemente son el trastorno de conducta de oposición desafiante, el trastorno de déficit de atención/hiperactividad y la conducta agresiva. En los adultos es relativamente común la depresión. La prevalencia del autismo en el síndrome de Down se ha estimado en un 5-9%. También se ha destacado el retraso en el diagnóstico de autismo en los niños con síndrome de Down. De todos modos, la frecuencia con la que se da el autismo en el síndrome de Down no solo no excede la que se puede hallar en el retraso mental del mismo nivel que el síndrome de Down, sino que incluso es posiblemente inferior, por lo cual es plausible pensar que el fenotipo conductual del síndrome de Down puede incluso representar un factor protector para el autismo. (extraído de Trastornos del neurodesarrollo / editores, Josep Artigas-Pallarés, Juan Narbona, 2011)

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¿Cómo surgió el teléfono de la Esperanza y quién lo creó?

El reverendo Chad Varah, fundador de la “Ayuda por Teléfono” es un pastor lleno de humor, se diría que un personaje de Dickens. El día que asumió las funciones de su primer destino en 1935 una muchacha de catorce años acababa de suicidarse ¿Qué había pasado? Al iniciarse los síntomas de una menstruación primera, la niña no se atrevió a preguntar la causa, se atemorizó creyéndose afectada de la sífilis y se suicidó. Drama de soledad y de abandono. Si hubiera hablado a alguien, viviría. Pero no se había atrevido a informarse en el seno familiar y no hubo nadie que la escuchara ¿Cómo se actúa cuando alguien está en un apuro o atraviesa una crisis aguda? Cuando es posible saltar sobre el teléfono y pedir socorro. Chad Varah da forma a su idea y crea en 1953 Samaritans en Londres. Después sería el mundo entero el que seguirá su ejemplo. Los métodos empleados difieren de un país a otro, pero el “Teléfono de la Esperanza” responde las 24 horas del día. La duda, el enfrentamiento con la sociedad, la desesperanza y el anonadamiento no son atributos exclusivos de los otros. También a nosotros puede llegarnos ese momento, concluye Jorge Ras.

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¿Qué es la psicoterapia y cuáles son sus tipos?

La psicoterapia ha constituido desde siempre una sólida base en la práctica de la medicina. El prestigio y la autoridad del médico, del chamán o del curandero y la esperanza o la fe del enfermo son ya elementos de valor psicoterápico que intervienen en el tratamiento, aun en el caso de que ni el paciente ni el médico los utilicen conscientemente. La psicoterapia intuitiva se erige en método técnico cuando sus elementos son analizados y usados conscientemente con fines terapéuticos. Así ocurrió en el siglo XIX con el estudio y la aplicación de los fenómenos hipnóticos que culminó en la elaboración del método psicoanalítico. TIPOS DE PSICOTERAPIA Las psicoterapias pueden dividirse en superficiales o sintomáticas y profundas o estructurales, según se proponga solo la desaparición del síntoma o síntomas que molestan al paciente, o más ambiciosamente, una modificación de la estructura de la personalidad, que le permita superar sus conflictos patológicos y patógenos y desplegar mejores formas de relación consigo mismo y con los demás. Las psicoterapias superficiales utilizan técnicas de persuasión, sugestión, apoyo, explicación y catarsis para aliviar la angustia del paciente, tranquilizarlo, fomentar la confianza y seguridad en sí mismo, ofrecerle en lo posible una mejor comprensión de sus problemas, reforzar sus propios mecanismos psicológicos (apoyo) y darle una posibilidad de considerar y discutir sus conflictos en una atmósfera de comprensión y ecuanimidad. La catarsis o abreacción que interviene en mayor o menor grado en toda forma de psicoterapia, consiste en la descarga afectiva de emociones reprimidas o retenidas y se utiliza a veces, especialmente en la neurosis traumáticas, facilitándola mediante la disminución del nivel de conciencia con la inyección intravenosa de un barbitúrico para favorecer el recuerdo de la experiencia traumática y la eclosión de las emociones reprimidas. Las psicoterapias superficiales admiten técnicamente una intervención directa del psicoterapeuta en la vida del paciente, sea en forma de consejos, orientación o incluso manejo de la realidad que le envuelve. Capítulo aparte, dentro de las psicoterapias sintomáticas, corresponde a las técnicas del tratamiento conductista basadas en el manejo de los reflejos condicionados y en los conceptos de inhibición y refuerzo de la conducta. Se han aplicado al tratamiento de síntomas muy concretos (fobias, enuresis, etc.) considerándolos como hábitos que han de inhibirse creando por ejemplo circunstancias en que queden asociados a estímulos desagradables. Las psicoterapias profundas derivan todas de las técnicas y los conocimientos psicoanalíticos y basan sus efectivos madurativos de la personalidad en el insight (conocimiento claro y profundo) que va obteniendo el enfermo a lo largo del continuo esclarecimiento de sus motivaciones inconscientes, en la relación con el psicoterapeuta. En la psicoterapia profunda representan también un papel los factores curativos de las psicoterapias superficiales, como son la esperanza y el deseo de curación del paciente, los efectos sugestivos que la autoridad del psicoterapeuta puede ejercer sin proponérselo, la catarsis emocional y lo que Alexander llama “experiencia emocional correctiva” (vivencia del contraste entre las reacciones emocionales propias y las del psicoterapeuta); pero la diferencia fundamental radica en que todo esto no es la finalidad de la psicoterapia, sino fenómenos que se dan en la relación psicoterapéutica y que también son objeto de análisis y esclarecimiento. Todas las psicoterapias profundas exigen del paciente, un esfuerzo psicológico importante, lo que, unido a las exigencias de dedicación de tiempo y al coste de un tratamiento largo y continuado, limita sus posibilidades. Muchos psicoanalistas se han esforzado en perfeccionar métodos de psicoterapia de orientación analítica que, basados en los conocimientos adquiridos con la práctica del psicoanálisis, se encaminan a la obtención de resultados parecidos, si bien menos ambiciosos y completos, con menor frecuencia de sesiones o en menos tiempo total. Estas psicoterapias breves están especialmente indicadas en personas que sufren trastornos neuróticos recientes relacionados con situaciones ambientales traumáticas psicológicamente.

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¿Existen las depresiones?

¿Existen las depresiones? Es ésta una pregunta que merece la pena ser contestada ahora que tanto se habla de ellas. Es cierto que en este campo hay que enfrentarse al escepticismo conjugado del paciente, de sus familiares y a veces, hasta de su propio médico. Pero la depresión existe. Desgraciadamente, resulta a menudo difícil localizar y definir. Frecuentemente está oculta entre un conjunto de síntomas difusos y variados, o incluso es debido a causas patológicas que esconden sus signos precursores. Para el psicoanalista, la depresión es una realidad. El doctor Pasche ha dado una definición dentro de la tradición freudiana “la esencia de la depresión es la despreciación del individuo por él mismo. Todos los otros signos, según el psicoanalista, se desprenden de esta autodespreciación”. Y añade “únicamente hablamos de depresión cuando percibimos un conflicto entre el yo y el super yo, que viene causado por la pérdida de un objeto. Lo que ocurre reviste la forma de un duelo (pérdida de separación de un ser querido, pérdida de un afecto o de un ideal o desvalorización de una religión). En realidad, el objeto causante del duelo es un objeto narcisista de autoestima. La pérdida del objeto es en sí la pérdida del afecto por sí mismo. La autodeterminación entraña un sentimiento de culpabilidad y cuando el individuo llega a estar obsesionado, es cuando empieza justamente a hacer un esfuerzo por superarse y comienza a autocurarse” ¿Permite esta definición que el médico general establezca la diferencia entre una verdadera y una falsa depresión? Probablemente no, por lo cual necesitará recurrir a otros medios. Y, sin embargo, una verdadera depresión se distingue por la vivencia que se tiene de ella. Aunque el afectado no sepa exactamente lo que ha perdido, sabe que ha perdido algo. Aun en el caso de que presente todas las características exteriores de la verdadera depresión, la “falsa” carece de este autosentimiento. Ambas se entrecruzan, no obstante, en dos grandes categorías de enfermedades: las afecciones neurológicas y las endocrinas Todas estas indicaciones siguen siendo generales, por ello, el médico deberá emplear toda su “astucia” para localizar en el enfermo un síntoma que pueda considerarse como propio de una verdadera depresión. (información extraída de El médico informa, 1973)

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