Nombre del autor:Eva María Galán Sempere

Qué no hacer si tu niño se hace pipi en la cama

Aquellos padres que creen que su hijo se sigue haciendo pis en la cama porque es muy vago y no pone de su parte, no se esfuerza, piensan, en consecuencia, que lo que hay que hacer es reñirle y castigarle para conseguir que haga las cosas bien y deje así de mearse de una vez. El castigo, tal cual se entiende normalmente, es una estrategia absolutamente ineficaz de disciplinar a los hijos. A corto plazo puede ser muy útil a los adultos, pues mediante la utilización del mismo, conseguimos que el niño haga inmediatamente lo que queremos que haga o deje de hacer lo que nos molesta. Por esta razón muchos padres la utilizan como primera estrategia cada vez que quiere cambiar el comportamiento de su hijo en un área determinada. A largo plazo, sus efectos son mucho menos positivos: el comportamiento no deseado vuelve a aparecer una y otra vez en ausencia del agente causante y además produce una gran cantidad de efectos secundarios. Así, crea, resentimiento en el niño castigado y también en los padres. Por otra parte, el niño se va acostumbrando al castigo y tenemos que recurrir a castigos más fuertes para conseguir lo que inicialmente conseguíamos con un castigo menor, con lo que se produce una escalada por una y otra parte: el niño hace más veces lo que no queremos que haga, lo cual provoca un castigo mas intenso y esto le lleva a un peor comportamiento.. Un aspecto mucho mas serio del castigo, sobre todo si éste forma parte de azotes o presentación de cualquier otro elemento punitivo, es que el niño puede llegar a aprender que, mediante este sistema, puede conseguir que los demás lo que él quiere.- Este riesgo es todavía más grave en el caso de aquellos padres que pegan o castigan a sus hijos cuando éstos se pelean entre sí: la contradicción aquí es obvia: “porque eres violento con tu hermano te pego. Soy violento contigo para que tus dejes de ser violento. O sea, aprende la lección, si alguna vez quieres conseguir algo de otro: sé violento”. Este es el doble mensaje que le enviamos y que el niño capta y aprende en muchas ocasiones. Todos estos “efectos secundarios” ocurren en los niños que se hacen pis y no debiera haber ningún niño con este problema que por él mismo fuera castigado. Y cuando hablamos de castigo, hablamos de todas sus variantes: poner en evidencia de cara a los hermanos, reñir, pegar, etc. Con ello, lo único que conseguiremos es que el niño esté mas nervioso y en consecuencia produzca más orina, y si no tomamos otras precauciones, que se haga más cantidad de pies, o se lo haga más veces. Si el castigo no es conveniente, tampoco lo es una permisividad excesiva, el dar por sentado que el niño se tiene que hacer pis y liberarle de toda la responsabilidad. La actitud más conveniente es la de una comprensión de las dificultades que puedan provocar y suponer para el niño el hacerse pis, combinada con una postura firme y de no tolerancia, por el sistema, de las “camas mojadas”. Esta actitud firme no ha de combinarse con enfados, pues como ya hemos visto, éstos pueden tener un efecto contrario al que esperamos conseguir. Tampoco conviene que seamos exigentes. No podemos exigirle al niño que mantenga la cama seca por la noche, el haberlo sería no comprender el problema, pero sí podemos exigirle que intente aguantar las ganas de hacer pis. El mensaje que tiene que llegar al niño, es que comprendemos que tiene ciertas dificultades, que son subsanables siguiendo una serie de procedimientos de los cuales ha de responsabilizarse. Especial cuidado hemos de tener en que todas nuestras atenciones y cuidados no coincidan precisamente con aquellos menos o días en los que el niño se ha pis, bien en forma de cambiar la ropa, bien en forma de regañinas, en forma de castigos, etc. Las gasas Un procedimiento muy utilizado por muchas familias para hacer más llevadero el problema, es la utilización de gasas, empapadores, toallas, mantas, etc. Su uso se intenta justificar con diversas razones: Evitar que el niño se enfríe por la noche Evitar que se estropeen las sábanas, el colchón, etc. Que esté más cómodo y que pueda dormir Ahorrar trabajo a la madre Las gasas no deberían utilizarse. Sobre todo, a partir de una edad, alrededor de los tres años. Es muy posible que mediante su utilización el niño esté mas como esa noche en particular en que se utilizan las gasas, pero a largo plazo no estamos beneficiando al niño, sino que estamos interfiriendo con el desarrollo de los mecanismos necesarios para que el niño deje de hacerse pis, a saber: cuando cualquier de nosotros tenemos un accidente de este tipo, cosa no totalmente infrecuente, la incomodidad de las primeras gotas nos despierta y nos hace visitar el cuarto de baño. Este mecanismo de corrección es el que suprimimos en el niño, al intentar que, mediante su uso, éste duerma lo más cómodamente posible. En muchas ocasiones, el niño se acostumbra a ellas y su piel se insensibiliza de tal manera que vienen a significar una forma más de “permiso” para hacerse pis y de eliminación de las consecuencias negativas que a los demás nos acarrea. Levantar al niño de noche Muchas familias se imponen la tarea de levantarse cada cierto número de horas. Ello, aparte de incómodo para los padres o responsables, tampoco es muy útil. El principal inconveniente es que cuando despertamos al niño lo hacemos independientemente del grado de necesidad subjetiva que éste experimente de ir al cuarto de baño y del grado de presión de orina en la vejiga, con lo cual, no le damos oportunidad para que llegue a asociar las señales internas causadas por una vejiga repleta con el despertar provocado por tales sensaciones. Restricción de líquidos Una recomendación muy común hecha tanto por profesionales o no profesiones, es que el niño reduzca la ingestión

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Aprende a reconocer a una persona manipuladora

Resulta muy duro vivir con una “espada de Damocles” encima, con el miedo de que cualquier situación revele nuestra debilidad y todos se den cuenta de las limitaciones que arrastramos. La inseguridad, además, tiende a generar baja autoestima y pobre control emocional. También puede ocurrir que nosotros nos sintamos inseguros y que los demás, por el contrario, nos vean como personas seguras, equilibradas, y con mucha confianza. Es una paradoja, pero se da con cierta frecuencia. En estos casos, a pesar de que la imagen que ofrece es buena, el inseguro sigue pasándolo mal y cree que los otros no lo conocen de verdad. Sobreviene un sufrimiento añadido cuando a nuestra inseguridad se une el reproche de aquellos que se han visto defraudados en sus expectativas hacia nosotros. En ese caso, la sensación de impotencia y de fracaso puede arrastrarnos a una crisis difícil de superar. En estas situaciones, nos sentimos tan culpables que perdonarnos nos parece una quimera e incluso una injusticia. Cuidado con los manipuladores Los psicólogos sabemos que las personas sensibles, las que habitualmente identificamos como buenas personas, pueden caer en el engaño y en la manipulación. Con los manipuladores, la secuencia de los hechos casi siempre es la misma: primero, se muestran encantadores y seductores, y después, cuando sienten que ya tienen a su “presa” segura, empiezan las extorsiones, las agresiones y en muchos casos, las vejaciones y el maltrato. Finalmente, intentan aislar al máximo a sus víctimas alejándolas de su familia y de sus amigos, para debilitarlas aún más. Desde fuera, se ve con nitidez cómo han tendido sus “redes”, cómo eligen muy bien a sus víctimas, cómo trabajan esas primeras fases de seducción, hasta que llegan a crearles una dependencia muy enfermiza, que las deja muy débiles y vulnerables, incapaces de reaccionar, sintiéndose cada día peor con ellas mismas. No parece sencillo perdonarnos primero y querernos después cuando sentimos que hemos perdido la dignidad, pero lo podemos conseguir. Sentimiento de fracaso con los hijos El sentimiento de haber fracasado con los hijos es uno de los sufrimientos más intensos y difíciles de superar. Lo curioso es que cuando preguntas a un padre por qué piensa que ha fracaso, habitualmente te dice que se siente responsable de aquellas facetas o conductas más negativas de su hijo; por el contrario, si le pides que te enumere los aspectos positivos o las cualidades que presenta su vástago nunca manifestará que sean debidas a su intervención. Y si le formulas por qué su hijo en el fondo es buena persona o generoso con los amigos o se muestra sensible con los abuelos, te contesta que era así desde pequeño. Así pues, mientras que se siente “responsable” de lo malo, no cree que tenga mérito alguno en los aspectos positivos de su hijo. En general, la mayoría hemos intentado prepararnos para afrontar la vida en buenas condiciones. Por ejemplo, nos hemos pasado bastantes años estudiando antes de ponernos a trabajar, pero nos hemos preparado poco, o nada, para ejercer la profesión más difícil del mundo: ser padres. Con ese precedente, es normal que cuando nos toque ejercer nos sintamos inseguros y en muchas ocasiones, la educación que intentamos transmitirles esté llena de ensayos y errores. El primer principio es que cada hijo es único y debemos tratarlo como tal, en función de su singularidad, para ayudarle a sacar lo mejor de sí mismo. Otro principio es que los niños necesitan pautas, normas, reglas, límites, hábitos y no lo decimos para anularlos, sino todo lo contrario; lo defendemos y argumentamos desde el convencimiento de que, gracias a este modelo educativo, el niño de hoy podrá ser un adulto auténticamente libre en ese difícil mañana que le espera. Otro hecho es que solo los buenos padres se plantean si están actuando bien con sus hijos, se preocupan por su desarrollo, se exigen al máximo y están pendientes de su evolución. Cuando vemos a un padre preocupado, sabemos que nos hallamos ante un progenitor sensible y honesto, que trata de dar la mejor educación a sus hijos. Precisamente, son los padres de este tipo los que a veces se desmoronan y se culpabilizan, al creer que han cometido errores o fallos imperdonables. Conviene recordar que: Perdonarnos cuando creemos que hemos defraudado a quien amamos es difícil, pero es indispensable para vivir y con apoyo terapéutico se puede conseguir No estar a la altura requerida en momentos difíciles a veces es inevitable, pero las personas que nos aman de verdad nunca nos juzgarán mal. Al perdonarnos, recuperamos la autoestima y la seguridad perdida, de manera que dejan de condicionarnos negativamente las opiniones de los demás Somos nosotros y no los demás los creadores tanto de nuestra felicidad como de nuestra insatisfacción Aprender a neutralizar los sentimientos de culpa por haberse dejado engañar es necesario para aquellas personas sensibles que son más vulnerables ante el engaño y la manipulación. Es la mejor forma de perdonarse y recuperar la dignidad. Saber perdonarnos es condición sin qua non para liberarnos de la extorsión de quienes nos manipulan, que ven fortalecidas sus estrategias con los sentimientos de culpabilidad que nos debilitan Perdonarnos cuando creemos que hemos fracasado con nuestros hijos es tan necesario como difícil Juzgarse con excesiva dureza es muy habitual entre las buenas personas. Por ello les cuesta tanto perdonarse a sí mismas, mientras que les resulta fácil perdonar a los demás. (información extraída de Las 3 claves de la felicidad : perdónate bien, quiérete mejor y coge las riendas de tu vida / Mº Jesús Álava Reyes, 2014)  

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Eyaculación retardada, ¿cuáles son las dificultades de los hombres en el terreno sexual?

La característica distintiva de la eyaculación retardada es el retraso marcado o la incapacidad para alcanzar la eyaculación (Criterio A). El varón refiere dificultad o incapacidad para eyacular a pesar de la presencia de estimulación adecuada y de deseo de eyacular. La dificultad suele aparecer durante la actividad sexual con la pareja. En la mayoría de los casos, el diagnóstico se hará en base a lo referido por el propio individuo. La definición de retardo no tiene limites precisos, puesto que no hay consenso acerca de qué constituye un tiempo razonable para alcanzar el orgasmo o qué supone un retardo inaceptable para la mayoría de los varones y sus parejas sexuales. El varón y su pareja pueden referir haber realizado intentos prolongados para alcanzar el orgasmo hasta el punto de producir agotamiento o molestias genitales, y después haber dejado de intentarlo. Algunos varones suelen referir que evitan la actividad sexual debido a un patrón repetido de dificultades para eyacular. Algunas parejas sexuales pueden referir sentirse menos atractivas sexualmente porque su pareja no eyacula con facilidad. Además de los subtipos de por vida adquirido y generalizado, en la evaluación y diagnóstico de la eyaculación retardada se deben considerar los siguientes 5 factores, puesto que pueden ser relevantes para la etiología o el tratamiento: Factores de pareja (problemas sexuales de la pareja, estado de salud) Factores de la relación (escasa comunicación, discrepancias en el deseo de mantener actividad sexual) Factores de vulnerabilidad individual (imagen corporal mala, antecedentes abuso sexual o emocional) Factores culturales o religiosos (inhibición en relación a prohibiciones de la actividad sexual, actitudes hacia la sexualidad) Factores médicos relevantes para el pronóstico, el curso o el tratamiento Cada uno de estos factores puede contribuir de distinta manera a los síntomas que presentan los diferentes hombres con este trastorno (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿De dónde vienen las enfermedades psicosomáticas? Influencia sobre el cuerpo

La palabra psicosomático tiene su origen en dos vocablos griegos que significan mente, psyckhé y cuerpo soma y fue utilizada por primera vez en 1818 por un psiquiatra alemán en un debate acerca de las causas que provocan el insomnio. Enfermedades y trastornos como el asma y la trombosis coronaria recibieron, unos años después, el nombre de psicosomáticos, ya que se pensaba que su origen residía en las alteraciones mentales de quienes la padecían. En la actualidad, con este término se designan aquellas enfermedades en las cuales los factores emocionales y físicos están relacionados de forma íntima. Esto significa que el estado de la mente que sufre cambios o trastornos emocionales afecta al organismo, originando una enfermedad física real y por tanto, manifestando síntomas y dolor también reales. Dentro de estas enfermedades se puede mencionar cefaleas, ciertas alteraciones gastrointestinales, como la úlcera o el colon irritable, el asma y muchas dolencias de la piel, como los eccemas. Incluso los accidentes, por ejemplo, los del hogar o los de tráfico, los sufren con mayor frecuencia aquellas personas que están bajo los efectos un fuerte estrés o de una fuerte alteración emocional. Las alteraciones orgánicas y psíquicas están interconectadas y así como las tensiones emocionales pueden manifestarse a través de síntomas orgánicos, del mismo modo las enfermedades físicas pueden originar trastornos psicológicos. Muchas personas sufren una depresión después de una gripe o una hepatitis e incluso enfermedades como la anemia o los trastornos glandulares pueden llevar a los pacientes a padecer alteraciones psíquicas. Influencia de la mente sobre el cuerpo Se considera que entre la mitad y los dos tercios de todos los enfermos que acuden a una consulta de medicina general sufren estrés o trastornos emocionales. En los últimos tiempos se ha comprobado que, en aquellas zonas donde existe un alto porcentaje de desempleo, el número de enfermedades de origen psicosomático también es más elevado. El cuerpo humano produce ciertas hormonas, en situaciones de ansiedad  o miedo, que actúan sobre el sistema nervioso central, que es el que rige un gran número de sensaciones y funciones, como el sueño, la actividad sexual, el movimiento muscular, el hambre, la sed, la memoria y las emociones. De esta forma, el organismo está preparado para reaccionar ante una situación de emergencia externa, estimulando los sistemas cardiovascular y respiratorio que trabajan a mayor velocidad. Al mismo  tiempo, el sistema gastrointestinal trabaja más lento, para poder facilitar un mayor aporte de sangre al cerebro y a los músculos. También se estimulan ciertas glándulas para obtener la energía adicional que podría necesitarse con la movilización de los hidratos de carbono para su uso inmediato. Por lo general, este estado solo se prolonga mientras dura la emergencia o la sensación de miedo; sin embargo, cuando la tensión emocional se prolonga causa la activación permanente de estos mecanismos y los cambios fisiológicos persisten. Todo ello puede llevar a sufrir cambios orgánicos que se convierten en patológicos. Como ejemplo de todo lo expuesto con anterioridad se puede mencionar el cambio que sufre la presión arterial; así, cuando un animal, incluyendo al hombre, se prepara para enfrentarse a una situación de emergencia se produce un aumento del esfuerzo circulatorio: el corazón late más rápido y más fuerte y la presión arterial se eleva, cambios que se prolongan hasta que se supera el estado que los ha causado. No obstante, si la presión arterial se eleva de manera repetida o continua, como respuesta al estrés emocional sostenido e ininterrumpido, puede que se produzcan cambios secundarios en los vasos sanguíneos, en los riñones y en el cerebro, que causarán un daño permanente en estos órganos. Existen estudios en los que se ha comprobado que en el 97% de los pacientes con hipertensión arterial, el origen de este trastorno es la incapacidad para dominar sus emociones. Además de la ansiedad, otras sensaciones emocionales como el miedo, la frustración, los sentimientos de culpabilidad o el estrés suelen causar alteraciones orgánicas. Por otro lado, conviene recordar que ciertos trastornos psicosomáticos tienen un origen genético. Ya que hay familias con tendencia a contraer dolencias como el asma, el colon irritable, la migraña o enfermedades de la piel. Diagnóstico y tratamiento Según la estadísticas, una elevada proporción de los pacientes (superior al 50%) que acuden a una consulta médica presentan problemas emocionales, que algunos somatizan manifestándolos como enfermedades clínicas o síntomas. Cuando una persona consulta a su médico acerca de cualquier síntoma o enfermedad, es importante que haga referencia a los cambios, contratiempos, emociones fuertes o problemas experimentados en el pasado reciente. Para establecer un diagnóstico, el médico habrá de considerar tanto los problemas de tipo emocional como los resultados de los exámenes físicos. El tratamiento a seguir estará destinado tanto a disminuir la incidencia del factor emocional como a aliviar las alteraciones orgánicas, por lo que en algunos casos puede ser necesaria la combinación de un tratamiento farmacológico con la asistencia a unas sesiones de psicoterapia para poder superar ciertas enfermedades. Se pueden reducir los sentimientos de tensión percibidos por el paciente mediante una reeducación emocional, que puede llevarse a cabo en forma conjunta por el paciente, el médico de cabecera y un psicoterapeuta. Los ejercicios de relajación y algunos cambios en la rutina diaria pueden resultar de gran utilidad en el tratamiento de enfermedades vasculares de origen psicosomático, como la presión sanguínea alta o hipertensión, que empeora con el estrés; del mismo modo, las personas que sufren cefalea tensional pueden prevenir los ataques haciendo un esfuerzo consciente para relajarse Ejercicios de respiración Es importante respirar hondo para evitar las tensiones. Para adquirir este hábito hay que acostarse o sentarse en una posición cómoda y respirar profunda y lentamente, contando y midiendo las inspiraciones hasta efectuar la mitad de las usuales en el plazo de un minuto. Se puede prolongar esta actividad rítmica durante cinco minutos, aunque si la persona se siente mareada es conveniente que la abandone. Este ejercicio debe realizarse dos veces al día, pero si se percibe que aumenta la tensión, se ha

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¿Qué características tiene el trastorno de pesadillas?

Las pesadillas son típicamente prolongadas, elaboradas, con secuencias de imaginería onírica en forma de historias que parecen reales y provocan ansiedad, miedo u otras emociones disfóricas. El contenido de las pesadillas se enfoca típicamente hacia el intento de evitar o afrontar algún peligro inminente, pero puede implicar temas que evoquen otras emociones negativas. Las pesadillas que suceden tras las experiencias traumáticas pueden replicar la situación amenazante (“pesadillas de réplica”), pero la mayoría no lo hace. Al despertarse, las pesadillas se recuerdan bien y se pueden describir con detalle. Aparecen casi exclusivamente durante el sueño REM y, por tanto, pueden ocurrir a lo largo del sueño, aunque son más probables en la segunda mitad del periodo principal del sueño cuando la ensoñación es más larga y más intensa. Los factores que aumentan la intensidad del sueño REM, al principio del sueño, como el sueño fragmentado o la privación de sueño, el jet lago y los medicamentos que afectan el sueño ROM, podrían facilitar las pesadillas en fases más tempranas del sueño, incluido el comienzo. Las pesadillas suelen terminar al despertarse y al regresar rápidamente al estado de completa alerta. Sin embargo, las emociones disfóricas pueden persistir durante la vigilia y contribuir a presentar dificultad para volverse a dormir y malestar duradero durante el día. Es posible que algunas pesadillas, las llamadas “malos sueños”, no hagan que la persona se despierte y solo se recuerden más tarde. Si las pesadillas aparecen al inicio del sueño REM (hipnagógicas), la disforia se acompaña con frecuencia de un sentimiento de estar a la vez despierto y con incapacidad para moverse voluntariamente (parálisis del sueño aislada). Las pesadillas se pueden caracterizan por una activación automática ligera, con sudoración, taquicardia y taquipnea. Los movimientos corporales y las vocalizaciones no son características porque en el sueño REM hay pérdida del tono musculoesquelético, pero esas conductas podrían ocurrir en situaciones de estrés emocional o de sueño fragmentado y en el trastorno de estrés postraumático (TEPT). A veces hay un episodio breve al final de la pesadilla en el que el sujeto puede hablar o exteriorizar sus sentimientos. Los sujetos con pesadillas tienen un mayor riesgo de ideación de suicidio e intentos de suicidio, incluso cuando se tienen en cuenta el sexo y la enfermedad mental. (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿Cómo se comporta un niño con mutismo selectivo?

Los niños con mutismo selectivo, cuando se encuentran con otros sujetos en las interacciones sociales no inician el dialogo o no responden recíprocamente cuando hablan con los demás. La falta de discurso se produce en las interacciones sociales con niños o adultos. Hablan en su casa en presencia de sus familiares inmediatos, pero a menudo no hablan ni siquiera ante sus amigos más cercanos o familiares de segundo grado, como abuelos o primos. El trastorno suele estar marcado por una elevada ansiedad social. A menudo se niegan a hablar en la escuela, lo que puede implicar deterioro académico o educativo, ya que a menudo a los maestros les resulta difícil evaluar sus habilidades como la lectura. La falta de expresión puede interferir en la comunicación social, aunque los niños con este trastorno a veces usan medios no verbales (ej., gruñen, señalan, escriben) para comunicarse y pueden estar dispuestos o deseosos de realizar o participar en encuestas sociales cuando no necesitan hablar (ej., las partes no verbales de los juegos en el colegio) Las características asociadas al mutismo selectivo son: timidez excesiva, miedo a la humillación social, aislamiento y retraimiento social, “pegarse” a otros, rasgos compulsivos, negativismo y pataletas o comportamiento controlador o negativista, en especial en casa. Aunque los niños con este trastorno suelen poseer unas habilidades lingüísticas normales, el mutismo puede estar asociado a un trastorno de la comunicación, aunque no se ha identificado ninguna asociación concreta con este trastorno de la comunicación. En el ámbito clínico, a los niños con mutismo selectivo también se les diagnostica siempre algún trastorno de ansiedad (especialmente fobia social). (Información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿Cuál es el rasgo esencial del trastorno de insomnio?

El rasgo esencial del trastorno de insomnio es la insatisfacción con la cantidad o calidad del sueño con quejas sobre la dificultad para conciliar o mantener el sueño. Las molestias del sueño se acompañan de algún malestar clínicamente significativo o de un deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. La alteración del sueño puede ocurrir durante el curso de otro trastorno o afección médica, o puede ocurrir de forma independiente. Pueden aparecer diferentes manifestaciones del insomnio en diferentes momentos del periodo del sueño. El insomnio del comienzo del sueño (o insomnio inicial) consiste en la dificultad para quedarse dormido en el momento de acostarse. El insomnio de mantenimiento del sueño (o insomnio medio) conlleva frecuentes o largos despertares a lo largo de la noche. El insomnio tardío conlleva el despertar temprano con incapacidad para volverse a dormir. La dificultad para mantener el sueño es el síntoma individual del insomnio más frecuente, seguido por la dificultad para quedarse dormido, aunque la combinación de estos síntomas es generalmente la presentación más habitual. El tipo especifico de alteración del sueño suele variar con el tiempo. Los sujetos que se quejan en un determinado momento de dificultad para quedarse dormidos pueden quejarse posteriormente de dificultad para mantener el sueño o viceversa. Los síntomas de dificultad para quedarse dormido y dificultar para mantener el sueño se pueden cuantificar a través del autoinforme retrospectivo del sujeto, de los diarios de sueño o de otros métodos, como la actigrafía o la polisomnografía, aunque el diagnóstico del trastorno de insomnio se basa en la percepción subjetiva de la persona sobre el sueño o en la información de un cuidador. El sueño no reparador, la queja de que el sueño es de mala calidad y no deja al sujeto descansando al levantarse a pesar de una duración suficiente, constituye un síntoma frecuente que suele acompañar a la dificultad para iniciar o mantener el sueño o aparecer en solitario con menor frecuencia. Esta queja también se puede referir en asociación con otros trastornos del sueño. Cuando la queja de un sueño no reparador se presenta en solitario (ej., en ausencia de dificultad para iniciar y/o mantener el sueño), pero, por otra parte, se reúnen todos los criterios diagnósticos respecto a la frecuencia, la duración y el malestar y deterioro diurnos, se realiza el diagnóstico de otro trastorno de insomnio especificado o trastorno de insomnio no especificado. Aparte de los criterios de frecuencia y duración que se requieren para el diagnóstico, son útiles otros criterios adicionales para cuantificar la gravedad del insomnio. Estos criterios cuantitativos, aunque arbitrarios, se proporcionan solo a título ilustrativo. Por ejemplo, la dificultad para adquirir el sueño se define por una latencia subjetiva del sueño superior a 20-30 minutos, y la dificultad para mantener el sueño se define por un periodo de tiempo subjetivo en el que permanece despierto más de 20-30 minutos después de haber conciliado el sueño. Aunque no hay una definición estándar de despertar temprano, este síntoma conlleva despertarse al menos 30 minutos antes del tiempo programado y antes de que el tiempo total del sueño alcanza las seis horas y media. Es esencial tener en cuenta no solo la hora final del despertar, sino también la hora de acostarse la noche anterior. Un despertar a las 4 de la mañana no tiene la misma significación clínica en los que se acuestan a las 9 de la noche que los que se acuestan a las 11 de la noche. Tal síntoma puede reflejar también una disminución de la capacidad de permanecer dormido dependiente de la edad o un desplazamiento del horario del principal periodo de sueño, también dependiente de la edad. El trastorno de insomnio conlleva tanto alteraciones diurnas como dificultades de sueño. Entre ellas se encuentra la fatiga o la somnolencia diurna; lo último es más frecuente entre los sujetos mayores y cuando el insomnio es comórbido con otra afección médica o con un trastorno del sueño. El deterioro cognitivo puede determinar dificultades en la atención, la concentración y la memoria, e incluso para realizar habilidades manuales simples. Las alteraciones afectivas asociadas se describen típicamente como irritabilidad y menos frecuentes como síntomas de depresión o ansiedad. No todos los sujetos con alteraciones del sueño nocturno tienen molestias o deterioro funcional. El diagnóstico de trastorno de insomnio debería reservarse para aquellos sujetos que presentan malestar o deterioro diurno significativo en relación con la dificultad para dormir por la noche. El insomnio se asocia a menudo con una activación fisiológica y cognitiva y con factores de condicionamiento que interfieren con el sueño. La preocupación por el sueño y por el malestar que genera la incapacidad para dormir puede conducir a un círculo vicioso: cuanto más se esfuerza el sujeto por dormir, más frustración aparece y más empeora el sueño. Por tanto, la atención y los esfuerzos excesivos para dormir, que anulan los mecanismos normales para el inicio del sueño, pueden contribuir a la aparición del insomnio. Los sujetos con insomnio persistente pueden además adquirir hábitos de sueño desadaptativos (pasar demasiado tiempo en la cama, seguir un horario de sueño errático, siestas) y cogniciones desadaptativas (miedo a la falta de sueño, aprehensión ante el deterioro diurno, vigilancia del reloj) durante el curso del trastorno. Llevar a cabo tales actividades en un entorno en el que el sujeto ha pasado con frecuencia noches sin dormir puede agravar todavía más el despertar condicionado y perpetuar las dificultades del sueño. En cambio, el sujeto puede quedarse dorado más fácilmente cuando no intenta hacerlo. Algunos sujetos refieren también un sueño mejor cuando están lejos de sus dormitorios y sus rutinas habituales. El insomnio puede acompañarse de una variedad de quejas y síntomas diurnos, como fatiga, disminución de la energía y alteraciones del ánimo. Pueden presentarse síntomas de ansiedad, o de depresión que no cumplan los criterios de un trastorno mental especifico, así como una atención excesiva a los efectos percibidos a causa de la pérdida de sueño en el funcionamiento diurno. Los sujetos con insomnio

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Conoce qué tipo de antidepresivos hay

Los antidepresivos son los medicamentos más habitualmente utilizados para el tratamiento de la ansiedad social. A pesar de que su nombre “antidepresivo” no debe llevarnos a engaño. Los antidepresivos son útiles para el tratamiento de un amplio abanico de problemas psicológicos, entre los que se halla el trastorno de ansiedad social. De hecho, parecen servir para el tratamiento de este problema independientemente de que el individuo esté o no deprimido. Existen varios tipos de antidepresivos que pueden ser útiles para el tratamiento de la fobia social. Inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) Los ISRS son a menudo el tratamiento de elección de la fobia social. De hecho, la paroxetina (Paxil) fue el primer fármaco en recibir la aprobación de la FDA para el tratamiento del trastorno de ansiedad social. La paroxetina también está disponible en una fórmula de liberación continua, comercializada con el nombre de Paxil CR. Otro ISRS aprobado por la FDA es la sertralina (Zoloft). Aunque solo dos ISRS se hayan visto oficialmente aprobados para el tratamiento del trastorno de ansiedad social, no existen evidencias de que otras medicaciones funcionen mejor o peor, para este problema, que la mayoría de los otros ISRS. En la práctica, cualquier ISRS puede ser utilizado para el tratamiento de los problemas ligados a la ansiedad social. Otros ISRS que han demostrado ser eficaces para el tratamiento del trastorno de ansiedad social son la fluvoxamina (Luvox), el citaprolam (Celexa) y el escitaprolam (comercializado con el nombre de Lexapro en los Estados Unidos y de Cipralex en Canadá). Algunas investigaciones realizadas al respecto, aunque no todas, también han puesto de relieve, en este sentido, la eficacia de la fluoxetina (Prozac) Aunque los efectos secundarios varíen levemente entre los distintos ISRS, los más comunes son náuseas, diarrea, dolor de cabeza, sudor, aumento de la ansiedad, temblores, disfunciones sexuales, aumento de peso, sequedad bucal, palpitaciones, dolor de pecho, mareo, tics, estreñimiento, aumento del apetito, fatiga, sed e insomnio. Pero uno no debe desalentarse por esta larga lista de efectos secundarios, porque la mayoría de las personas solo experimentan unos pocos efectos y también hay quienes no experimentan ninguno. Se trata de efectos muy manejables que, si bien tienden a empeorar durante las primeras semanas de tratamiento, pueden ser gestionados manteniendo la dosis baja hasta que la persona se habitúa a la medicación. Por otro lado, ciertos efectos colaterales (como, por ejemplo, el aumento de peso y las disfunciones sexuales) tienden a mantenerse a menos que se interrumpa la administración del fármaco o se reduzca la dosis. Los efectos de los ISRS empiezan a advertirse entre las dos y cuatro semanas de tratamiento y operan, según se cree, modificando la tasa cerebral de serotonina, un neurotransmisor implicado en la transmisión de información de una neurona a la siguiente. También se cree que la serotonina tiene que ver con la regulación de las emociones y otros aspectos del funcionamiento psicológico. Aunque el tratamiento con ISRS suele ser relativamente fácil de interrumpir, es más probable que la interrupción del tratamiento con paroxetina, al ser metabolizado más rápidamente por el cuerpo, genere más problemas de abstinencia. Su interrupción, en consecuencia, debe ser más gradual. Los síntomas de abstinencia más comunes durante la interrupción de la administración de paroxetina son perturbaciones del sueño, agitación, temblores, ansiedad, náusea, diarrea, boca seca, vómitos, disfunciones sexuales y sudoración. Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y norepinefrina (ISRSN) La venlafaxina XP es el único ISRSN que, según la investigación realizada ha demostrado ser útil para el tratamiento del trastorno de ansiedad social. De hecho, la FDA lo ha aprobado para este propósito. A diferencia de lo que ocurre con los ISRS, la venlafaxina actúa tanto sobre el sistema de la serotonina como sobre el de la norepinefrina, dos sistemas que parecen estar ligados a la ansiedad y a la depresión. Son muchos los estudios bien controlados al respecto que sugieren la utilidad de la venlafaxina para el tratamiento de la fobia social, aunque, como sucede con los ISRS, su efecto tarda en presentarse varias semanas. Los informes de los efectos secundarios más habituales de la venlafaxina son sudores, náuseas, estreñimiento, pérdida de apetito, vómitos, somnolencia, dolor de cabeza, vértigos, nerviosismo, aumento de la ansiedad y disfunciones sexuales. Los síntomas de abstinencia que acompañan a su rápido abandono son perturbaciones del sueño, mareos, nerviosismo, sequedad de boca, ansiedad, náuseas, sudores y problemas sexuales. La duloxetina (Cymbalta) es otro ISRSN reciente que ha demostrado ser útil para la depresión y otras formas de ansiedad. Con excepción del único estudio publicado al respecto (Crippa et al.,2007), todavía no se han estudiado sus efectos para el tratamiento de la ansiedad social, de modo que su recomendación sería prematura Antidepresivos noradrenérgicos y serotonérgicos específicos (NaSSA) El único NaSSA específico es un medicamento llamado mirtazapina (Remeron). Como sucede con los ISRNS, la mirtazapina opera modificando las tasas de norepinefrina y serotonina. Aunque se trata de la más nueva de las familias de antidepresivos mencionados hasta ahora, algunos estudios iniciales sugieren su eficacia para el trastorno de la ansiedad social. Sus efectos secundarios más habituales son la somnolencia, el aumento de peso, la sequedad de boca, el estreñimiento y la visión borrosa. Inhibidores de la monoamminooxidasa (IMAO) Los IMAO afectan a tres sistemas de neurotransmisores del cerebro, la serotonina, la norepinefrina y la dopamina. El IMAO más estudiado para el tratamiento de la fobia social es la fenelzina (Nardil), que ha demostrado claramente aliviar los síntomas de la fobia social. Su efecto terapéutico, como sucede con los demás antidepresivos, solo empieza a notarse al cabo de varias semanas. A pesar de su eficacia, los IMAO rara vez se utilizan en la práctica clínica debido a que las restricciones dietéticas y efectos colaterales tienden a ser peores que los de los demás medicamentos. La toma de cualquier IMAO debe ir acompañado de la evitación de alimentos que contengan una sustancia llamada tiramina, entre los que cabe destacar los quesos fermentados, los extractos de carne, los plátanos muy maduros,

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¿Qué es la hipersomnia?

La hipersomnia es un término diagnóstico amplio e incluye síntomas de excesiva cantidad de sueño (ej., sueño nocturno prolongado o sueño diurno involuntario), alteración de la calidad de la vigilia (es decir, propensión al sueño durante la vigilia que se manifiesta por dificultad para despertar o incapacidad para mantenerse despierto cuando se requiere) e inercia del sueño (es decir, un periodo de alteración del rendimiento y de vigilancia reducida tras el despertar de un episodio de sueño habitual o de una siesta)(Criterio A). Los sujetos con este trastorno se duermen rápidamente y tienen una buena eficiencia del sueño (>90%). Pueden tener dificultad para despertarse por la mañana y a veces parecen confundidos, combativos o atáxicos. Esta alteración prolongada de la alerta en la transición sueño-vigilia a veces se denomina inercia del sueño (es decir, borrachera de sueño). También puede ocurrir tras despertarse de una siesta diurna. Durante ese periodo, el sujeto parece despierto, pero hay una disminución de la habilidad motora, la conducta puede ser muy inapropiada y pueden aparecer déficits de memoria, desorientación temporoespacial y sensación de mareo. Este periodo puede durar desde algunos minutos hasta horas. La necesidad persistente de dormir puede llevar a una conducta automática (normalmente de un tipo muy rutinario, de baja complejidad) que el sujeto realiza con poco o ningún recuerdo posterior. Por ejemplo, los sujetos pueden descubrir que han conducido varios kilómetros desde donde pensaban que estaban de manera inconsciente tras realizar una conducción “automática” en los minutos precedentes. Para algunos sujetos con trastorno de hipersomnia, el episodio principal de sueño (para la mayoría de los sujetos, el sueño nocturno) tiene una duración de 9 horas o más. Sin embargo, el sueño es a menudo no reparador y se sigue de dificultad para despertar por la mañana. Para otros sujetos con trastorno de hipersomnia, el episodio principal de sueño es de una duración normal para el sueño nocturno (6-9 horas). En estos casos, la somnolencia excesiva se caracteriza por varias siestas diurnas involuntarias. Estas siestas diurnas tienden a ser relativamente largas (a menudo duran una hora o más), se siente que no son reparadoras (sin descanso) y no conducen a un aumento en la alerta. Los sujetos con hipersomnia se echan siestas diurnas casi cada día a pesar de la duración del sueño nocturno. La calidad subjetiva del sueño se puede referir o no como buena. Los sujetos normalmente sienten una somnolencia que se desarrolla a lo largo de un periodo de tiempo más que como un “ataque” repentino de sueño. Los episodios de sueño involuntario suceden típicamente en situaciones de baja estimulación y baja actividad (ej., durante conferencias, leyendo, al ver la televisión o al tener que conducir largas distancias), pero en los casos más graves pueden manifestarse en situaciones que requieren una gran atención, como en el trabajo, en las reuniones o en los encuentros sociales. Aunque son frecuentes el sueño no reparador, la conducta automática, las dificultades para despertarse por la mañana y la inercia del sueño en el trastorno de hipersomnia, éstos también se pueden ver en una variedad de trastornos, como la narcolepsia. Aproximadamente un 80% de los sujetos con hipersomnia refiere que su sueño no es reparador y los mismos tienen dificultades para despertarse por la mañana. La inercia del sueño, aunque es menos frecuente es muy especifica de la hipersomnia. Las siestas cortas (es decir, de una duración menor de 30 minutos) a menudo no proporcionan descanso de sujetos con hipersomnia con frecuencia parecen dormidos y pueden incluso quedarse dormidos en la sala de espera del médico. Un subconjunto de sujetos con trastorno de hipersomnia tiene antecedentes familiares de hipersomnia y síntomas de disfunción del sistema nervioso autónomo, como son dolores de cabeza recurrentes de tipo vascular, reactividad del sistema vascular periférico o desmayos.   (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)  

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¿Cómo influye el trastorno de pánico?

El trastorno de pánico se refiere a ataques de pánico inesperados y recurrentes (Criterio A). Un ataque de pánico es una oleada repentina de miedo intenso o malestar intenso que alcanza su máximo en cuestión de minutos y durante ese tiempo, se produce cuatro o más síntomas físicos y cognitivos de una lista de 13 síntomas. El término recurrente significa literalmente mas de una crisis de pánico inesperada. El término inesperado se refiere a un ataque de pánico para el que no hay señal obvia, o desencadenante en el momento de la aparición, es decir, el ataque parece ocurrir a partir de la nada, como cuando el individuo se relaja o aparece durante el sueño (ataque de pánico nocturno). En contraste, los ataques de pánico esperados son aquellos para los cuales existe una señal obvia o un desencadenante, como una situación en la que normalmente aparecen los ataques de pánico. La determinación de si los ataques de pánico son esperados o inesperados debe hacerla el clínico, que realiza este juicio basándose en la combinación de un interrogatorio cuidadoso en cuanto a la secuencia de los eventos anteriores o previos al ataque y la propia opinión del individuo sobre si el ataque ha aparecido con una razón aparente o sin ella. Pueden influir en la clasificación de los ataques de pánico, según sean inesperados o esperados las interpretaciones culturales. En Estados Unidos y en Europa, aproximadamente la mitad de los individuos con trastorno de pánico presenta ataques de pánico esperados y también inesperados. Por lo tanto, la presencia de ataques de pánico esperados no descarta el diagnóstico de trastorno de pánico. La frecuencia y la gravedad de los ataques de pánico varía. En cuanto a la frecuencia, algunos individuos presentan las crisis con una periodicidad moderada, pero regular desde unos meses antes hasta el momento actual. Otros describen breves salvas de crisis más frecuentes (ej., cada día) separadas por semanas o meses sin padecer un solo ataque, o bien los presentan con una frecuencia considerablemente menor (ej., dos cada mes) durante un periodo de varios años. Las personas que tienen ataques de pánico infrecuentes se parecen a que tienen ataques más frecuentes en lo que se refiere a síntomas, características demográficas, comorbilidad con otros trastornos, antecedentes familiares y datos biológicos. En cuanto a la gravedad, las personas con trastorno de pánico pueden tener ataques completos (cuatro o más síntomas) o limitados (menos de cuatro síntomas) y el número y el tipo de los síntomas con frecuencia difieren entre un ataque de pánico y el siguiente. Sin embargo, va a ser necesaria más de una crisis inesperada con síntomas completos para el diagnóstico del trastorno de pánico. Los individuos con ataque de pánico se preocupan de manera característica por las implicaciones o consecuencias que éstos pueden tener sobre sus vidas. Algunos temen que las crisis de pánico sean el anuncio de una enfermedad no diagnosticada que pueda poner en peligro la vida (ej., la enfermedad coronaria, un trastorno comicial), a pesar de los controles médicos repetidos que descartan esa posibilidad. Son frecuentes las preocupaciones sociales, como la vergüenza o el miedo a ser juzgados negativamente por los demás, debido a los síntomas evidentes del ataque de pánico, y la creencia de que las crisis de pánico indican que uno se está “volviendo loco” que se está perdiendo el control o que suponen cierta debilidad emocional (Criterio B). Algunos individuos con crisis de angustia recidivantes experimentan un cambio de comportamiento significativo (ej., abandonan su puesto de trabajo), peo niegan tener miedo a nuevas crisis de angustia o estar preocupados por sus posibles consecuencias. La preocupación por la posible aparición de nuevas crisis de angustia o sus posibles consecuencias suele asociarse al desarrollo de comportamientos de evitación que pueden reunir los criterios de agorafobia en cuyo caso debe efectuarse el diagnóstico de trastorno de angustia con agorafobia. Puede haber cambios de comportamiento desadaptativos para intentar minimizar o evitar nuevos ataques de pánico y sus consecuencias. Algunos ejemplos incluyen evitar el esfuerzo físico, reorganizar la vida diría para garantizar la disponibilidad de ayudar en caso de que los síntomas se repitan, lo que restringe las actividades habituales y evitar situaciones agorafóbicas como salir de casa, usar el transporte público, ir de compras. Un tipo de ataque de pánico inesperado es el ataque de pánico nocturno. En Estados Unidos se ha estimado que este tipo de ataque de pánico se produce al menos una vez en aproximadamente la tercera parte de las personas con trastorno de pánico. Además de preocuparse por los ataques de pánico y sus consecuencias, muchas personas con trastorno de pánico refieren sensaciones constantes o intermitentes de ansiedad, que están más relacionadas en líneas generales con problemas de salud o de salud mental. Además, puede haber preocupaciones generalizadas sobre si será posible completar las tareas diarias: soportar el estrés diario, uso excesivo de drogas para controlar los ataques de pánico o comportamientos extremos dirigidos a controlar dichos ataques. (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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