Nombre del autor:Eva María Galán Sempere

¿En qué momento se puede afirmar que un niño sufre TDAH?

Cuanto antes sea detectado un problema, antes se podrán adoptar las medidas oportunas para solucionarlo. La detección del TDAH puede hacerse a edades tempranas aproximadamente a partir de los 4/5 años, ya que algunos de los síntomas fundamentales aparecen pronto. La aparición de los indicadores tempranos constituirá un factor de riesgo de una posible aparición del trastorno y aunque no se sepa con contundencia el diagnóstico sí que se podrá comenzar a intervenir con el objetivo de paliar la sintomatología presente. Los factores de riesgo de aparición del TDAH van a ser diferentes en función del momento en el que se encuentre el sujeto. Los bebés con TDAH suelen mostrarse: Insaciables Irritados Difícilmente consolables Con una mayor prevalencia de cólicos Con dificultades para la alimentación y el sueño Características desde la etapa de la lactancia a los 2 años Estas características pueden constituir los primeros signos de aparición de un TDAH que aun no se ha manifestado por completo debido a la etapa tan temprana del desarrollo en que nos encontramos. De 0 a 2 años los sujetos con TDAH pueden mostrar: Retrasos en el desarrollo motor (tarda más en andar, tiene muchos accidentes, es muy rápido, impulsivo y arriesgado, se muestra más torpe a nivel motor que otros niños de su misma edad) Retrasos en el desarrollo del lenguaje Actividad excesiva sin motivo aparente Atención a los objetos o juguetes durante periodos de tiempo muy cortos Falta de persistencia en la búsqueda de los objetos en su campo de visión Reacciones emocionales inadecuadas (por ejemplo, reacciones muy intensas cuando se les estimula) Incapacidad de realizar tareas habituales (comer, vestirse…) sin estarse quietos y sin intentar hacer otras cosas al mismo tiempo Irritabilidad (temperamento negativo, muy llorones) Problemas de sueño y de alimentación Características de 2 a 5 años La presencia de estas características y las anteriores descritas constituyen una fuerte predicción del riesgo para desarrollar un TDAH. En esta etapa los niños pueden presentar: Desarrollo persistente del exceso de actividad motora Dificultades para relacionarse con los demás Excesiva desatención Dificultades emocionales (frecuentes rabietas, enfados, alteraciones sin motivos, estado de ánimo negativo, etc.) Exigencias muy altas Problemas para adaptarse a los cambios (Dificultades en la adaptación a la guardería o escuela infantil) Irregularidades en los periodos de sueño/vigilia, comidas y control de esfínteres Incapacidad de prever las consecuencias de sus actos, de tal modo que dan la impresión de no aprender de una vez para otra (por ejemplo, intentan coger un objeto que desean sin prever que pueden golpearse, caerse, romper algo, aun cuando en ocasiones anteriores esas consecuencias se hayan dado, incluso con resultados dolorosos para el niño). Por ello son niños que constantemente presentan heridas, moratones y otras lesiones. Si a todo ello se le une un entorno familiar inadecuado (condiciones socioeconómicas adversas, nivel educativo bajo o muy bajo, familia desestructurada, presencia de problemas psicológicos o psiquiátricos en los padres, estilo educativo negativo, critico y autoritario, problemas matrimoniales) la persistencia y/o severidad del trastorno se agudizará, pero no será el responsable de la aparición de mismo.   (información extraída de El TDAH : ¿qué es?, ¿qué lo causa?, ¿cómo evaluarlo y tratarlo? / Rocío Lavigne Cerván, Juan Francisco Romero Pérez, 2010)  

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Cuidados domiciliarios del paciente demenciado

Los pacientes demenciados sufren perturbación en su memoria, y debido a ello es importante un ordenamiento de su vida cotidiana. Al principio de la enfermedad, cuando aun están capacitados para decidir por sí mismos, puede resultar delicado y difícil, pero cuando son los demás los que deciden por ellos, una buena organización en su vida facilita los cuidados y la atención que necesitan. Por ejemplo, acostarlos, levantarlos, llevarlos al servicio, darles de comer, etc. en el mismo momento del día permite ordenar su vida. Este orden sirve para ayudarles y nunca hay que llegar a forzarlos para seguir una disciplina. El medio ambiente debe ser simplificado. Esto implica retirar poco a poco los objetos de valor, así no se avergonzarán por estropear o perder algo. Se van a producir una serie de cambios en su vida cotidiana, como cambiarles de ropa, sentarles en orinales y ponerles pañales. Estos cambios implican aprendizaje, pero encuentran dificultades para el mismo, debido a sus alteraciones cognitivas. Es importante comprender esto porque ayudará a tener paciencia cuando aparezcan resistencias o imposibilidad para adaptarse a las nuevas situaciones. En relación con el auto cuidado, es importante establecer horarios precisos. Si el paciente no se encuentra muy perturbado y mientras sea capaz, debe ser él mismo quien realice estas tareas o con la ayuda necesaria según corresponda. Es útil que las prendas sean cómodas y fáciles de poner. Existe una serie de pautas a seguir para la comunicación con personas que presentan trastornos cognitivos: • A la hora de acercarse es importante que los movimientos realizados sean lentos, suaves y mirándoles a los ojos. • Para conseguir su atención es útil sonreír • Al mandar el mensaje, deben usarse palabras cortas y oraciones simples, intentar hablar despacio en términos positivos (“haga”, en lugar de “no haga”) • Al repetirse una frase, que sea con las mismas palabras • Para no perder su atención conviene repetir su nombre y no apartar la mirada • La escucha debe ser activa (demostrar interés, mantener la mirada, asentir) • Para responder es necesario clarificar el mensaje repitiéndole las palabras claves, por ejemplo. Las visitas son muy importantes para estas personas. Debe pedirse a quienes les quieren que hagan visitas breves de vez en cuando. Sirven para animar a la persona mayor, no para humillarla, avergonzarla o ponerle triste. La visita debe aportar calor y alegría Problemas asociados a la demencia y sus cuidados Una demencia se prolonga habitualmente durante varios años. En este periodo pueden surgir problemas asociados a ella. Se clasifican en biológicos, psíquicos y sociales. Problemas biológicos • Alteraciones en la nutrición por defecto o por exceso. Debe conseguirse una ingestión adecuada a las necesidades nutricionales y una ingestión adecuada de líquidos. Es útil equilibrar y vigilar la alimentación durante las primeras etapas, ofrecerles líquidos regularmente y si desea comer a deshoras, proporcionarles alimentos con pocas calorías. • Incapacidad para alimentarse. En fases avanzadas de la demencia, la persona ya no puede alimentarse de forma autónoma. La familia debe ofrecerles los alimentos y utensilios, los cuales deben ser adaptados (plástico, ventosas, etc.) • Incontinencia urinaria y fecal. La incontinencia que presentan estos pacientes pueden deberse a su edad avanzada, a enfermedades asociadas o a problemas familiares que rodean al enfermo • La piel, debe mantenerse íntegra y evitar posibles infecciones urinarias; se aconseja vigilancia, cuidados de la piel, higiene, movilización, etc. • Problemas accesorios. Se pueden evitar vistiendo a los enfermos con ropa cómoda y poner los retretes suficientemente altos y señalizados. Recordar y acompañar al baño regularmente. También es aconsejable disminuir la ingestión de líquidos a partir de las 6 de la tarde. El uso de pañales quedará limitado hasta que no exista otra solución, por tres razones fundamentales: o Los enfermos los rechazan a menudo porque les supone el final de una vida normal, volver a ser como niños y también lo rechazan porque les deforma su forma de andar o su silueta o Estas personas pueden ignorar la eficiencia o necesidad de usarlos o Su elevado coste • Afectación a la integridad de la piel. En fases avanzadas tienen disminuida la movilidad, que junto con la incontinencia fecal o urinaria da lugar a una pérdida de la integridad cutánea. Los consejos prácticos para familiares y cuidadores están en relación con aplicar las medidas ante la incontinencia, revisar las zonas de mayor riesgo, movilización y cambios posturales. Deben utilizarse medidas técnicas para proteger las zonas de mayor riesgo, almohadillado de la silla de ruedas, taloneras, colchones anti escaras, etc. Si existe lesión, se aplicarán los cuidados oportunos a los que ya están adiestrados los familiares. Problemas psíquicos • Alteraciones en el sueño. Es necesario un buen descanso nocturno por parte de la persona mayor y la familia. Para ello es importante lograr una actividad diurna y evitar que duerma durante el día. Debe orinar antes de acostarse para no interrumpir el sueño. Si el paciente se despierta desorientado, es importante situarlo en la realidad. Si con las medidas higiénicas no soluciona el problema, se derivará al médico, que prescriba los fármacos más adecuados • Depresión. La demencia lleva a los pacientes a sentirse desgraciados y deprimidos, especialmente en las fases iniciales e intermedias de la enfermedad. Hay que hacer todo lo posible para evitar la depresión y el resto de problemas psicológicos que aparezcan. Esto exige más atención cuidado y esfuerzo. El médico tratará la depresión con un fármaco adecuado. • Ideas delirantes, sobre todo de robo, infidelidad y abandono • Alucinaciones, generalmente visuales o auditivas. Creen ver personas o animales en su habitación • Alteraciones en el proceso del pensamiento. La persona con demencia pregunta repetitivamente, esconde objetos y persigue a los familiares. Debe dejarse libertad en su conducta mientras sea tolerante y no peligrosa. Aunque pregunte repetidas veces, no debe regañarse porque no recuerde sus manifestaciones. No debe enfadarse por la pérdida de sus objetos. Se le quitarán las joyas y utensilios de valor, y si la persona no lo entiende y agrede por

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¿Cómo se evalúa el TDAH?

El proceso de evaluación del TDAH se lleva a cabo por varios motivos. En primer lugar, para saber si realmente se trata de tal trastorno y si existe comorbilidad con algún otro. En segundo lugar, para conocer los componentes psiconeurológicos, funciones ejecutivas (FE) y otras variables relacionadas que se encuentren afectadas. En tercer lugar, con el fin de determinar cómo afecta el problema del niño al ámbito familiar, escolar y social y viceversa. Se evalúa con el objetivo de identificar los problemas que se manifiestan en el sujeto, con el fin de poner en marcha un plan de intervención que evite, en la medida de lo posible, el sufrimiento humano que provoca un trastorno que suele persistir, en la mayoría de los casos, en la adolescencia y en la vida adulta, con desajustes personales y sociales significativos. La evolución del TDAH dependerá en gran medida de la fecha en la que se diagnostique y el momento de inicio del tratamiento. Por lo que cuanto antes se lleve a cabo la evaluación y el diagnóstico del trastorno, antes se podrán adoptar las medidas terapéuticas oportunas tanto para el niño como para sus familiares y profesores. A pesar de que algunos síntomas pueden manifestarse antes de los seis años, la mayor parte de los niños son diagnosticados a partir de este momento, debido a varias razones: la entrada del niño a la escuela primaria, en la que las exigencias cada vez mayores hacen que sean más evidentes sus dificultades. El desconocimiento por parte de los padres, que no saben si realmente su hijo tiene un problema o es que simplemente es más nervioso de la cuenta y dejar pasar el tiempo a ver si el nerviosismo cesa por sí solo. La falta de información por parte de los maestros y pediatras hace que tampoco ellos detecten la presencia de TDAH en el niño. La falta de criterios de detección y de instrumentos de evaluación adaptados a niños menores de cinco o seis años. La evaluación del TDAH constituye un proceso complejo, porque en él han de conjugarse diferentes objetivos que están estrechamente relacionados y han de considerarse distintas personas, contextos y variables, a las que no siempre es fácil acceder. Por ello, es muy conveniente que el profesional que lleve a cabo tal evaluación cuente con un plan o protocolo de actuación en el que se manifiesten los procedimientos específicos bien definidos, que le permitan saber en cada momento qué debe hacer y que le faciliten el trabajo.   (información extraída de El TDAH : ¿qué es?, ¿qué lo causa?, ¿cómo evaluarlo y tratarlo? / Rocío Lavigne Cerván, Juan Francisco Romero Pérez, 2010)

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¿Qué función tiene el descanso en la persona mayor?

El descanso es un aspecto fundamental en la vida diaria de cada persona; por tanto, en la persona mayor resulta también importante cuidarlo y procurarlo, teniendo además en cuenta sus características en esta etapa de la vida. Mientras se produce el descanso, se combina el estado de reposo, es decir, quietud en relación al medio, con una gran actividad del cerebro que conduce a reparar y preparar todos los sistemas del organismo para el día siguiente. Cuando se duerme se realizan diferentes ciclos del sueño y cada uno se compone de estas fases: a) Fase 1: conciliación del sueño; b) Fase 2,3 y 4 que van sucesivamente creciendo en profundidad y c) fase llamada REM o MOR (movimientos oculares rápidos), en la que se producen los sueños. En las fases 3 y 4 se logra recuperar la fatiga muscular y en la REM se recupera la función psíquica (desaparece la fatiga mental). ¿Qué características tiene el sueño en la persona mayor? Por lo general hay una tendencia en las mayores a aumentar el tiempo total de sueño, aunque hay grupos que duermen nueve horas y otras cinco horas. Las fases 3 y 4 del sueño suelen ser menores, y se traduce en una disminución del sueño recuperador mental. Este fenómeno es más pronunciado en hombres que en mujeres. Suele presentarse un aumento de somnolencia y adormecimiento durante el día. También aumentan las dificultades en conciliar el sueño, pero cuando se logra, enseguida se entra en las fases anteriores. Todas estas características llevan a la persona mayor a sufrir insomnio, bien por no dormir tiempo suficiente o bien falta de calidad en el sueño, que le llevará a un estado de fatiga general, irritabilidad y decaimiento. Existe una serie de problemas físicos que van a causar una afectación del sueño, como son las enfermedades pulmonares con tos y dificultad respiratoria, enfermedades que cursen con molestias en las piernas, dolor abdominal o torácico que se produce por acidez gástrica o úlcera, orinar durante la noche, algún tipo de fármaco, etc. También hay una serie de trastornos de sueño cuya incidencia aumenta con la edad, como la apnea del sueño que consiste en uno o varios ceses momentáneos de la respiración durante el sueño. Hay diversos tipos, como la apnea obstructiva, cuyo mecanismo de producción es una relajación de la musculatura de la parte superior del tracto respiratorio, o bien la apnea central, que se debe a una afección a nivel central de los centros respiratorio. También se pueden combinar los dos tipos anteriores. Este trastorno puede agravar la situación a enfermos que ya tengan dificultad respiratoria o bien favorecer otras enfermedades como hipertensión arterial, deterioro de la función cerebral, sueño diurno, etc. Este trastorno se agrava si se asocia al consumo de alcohol y psicofármacos. Otro trastorno lo constituyen las miclonías nocturnas de las piernas, que consisten en movimientos bruscos, que duran varios segundos, de flexionar y extender las piernas; suelen relacionarse con enfermedades metabólicas, como la diabetes o neurológicas. ¿Qué se puede hacer para dormir mejor? Existen diversas medidas que permiten a la persona mayor dormir mejor y se estructura en tres bloques sucesivos para realizar Medidas e higiene del sueño Son muy importantes para un buen descanso y su hábito será en muchos casos suficiente para lograrlo. Algunas de estas son: HABITACIÓN. En la medida de lo posible, debe tener suficiente espacio y ser la que se utiliza habitualmente. Debe ser silenciosa , tranquila y acogedora. También es necesario que esté bien ventilada y que asegure un buen nivel de oxígeno durante la noche. Es básico que exista un sistema de luz de referencia para la persona mayor, que lo conozca y esté a su alcance, para que, si necesita levantarse por la noche, nunca lo haga a oscuras, ya que, si se unen el estado de somnolencia y la desorientación, pueden provocar una caída, la iluminación general durante la noche debe ser la menor posible. También debe tener una temperatura adecuada, ni excesivo calor, ni excesivo frio, unos 18-20 grados, y correcto grado de humidificación (es decir, algo de humedad en el ambiente, que se pueda lograr con una simple cazuela de agua en la habitación) COMIDAS. No deben ser copiosas ni abundantes en grasas, sobre todo las cenas, porque puede conllevar una difícil digestión. Tampoco debe consumir alcohol en exceso. HORAS PREVIAS A ACOSTARSE. Evitar excitantes tres horas antes (bebidas, programas televisivos, conversaciones emotivas, noticias importantes, etc. Seguir la pauta de medicación prescrita, intentando no alterar el tiempo del sueño). Realizar actividades relajantes antes de dormir como escuchar música, un baño de agua templada, leer algo fácil y distraído, etc. Hacer ejercicio suave al atardecer. Recién cenado o con hambre, no acostarse. Mejor es tomar una merienda-cena más fuerte y a la hora de acostarse, un vaso de leche templada. Procurar mantener la misma rutina en los hábitos todos los días, así como mantener los horarios de levantarse y acostarse. LA CAMA. Ha de ser adecuada, con muelles en buen estado o de látex. La almohada debe permitir una colocación adecuada del cuello, sin forzar su postura. Las sabanas deben evitar el cizallamiento, por lo que no deben ajustarse en exceso a la cama. Es preferible que sea de algodón. La cama también debe tener medidas de seguridad como barandillas laterales y frenos, dependiendo del problema fisiológico o psíquico que tenga el mayor. A veces requiere moduladores de elevación en la inclinación de la cama. También hay que tener en cuenta la necesidad de varias almohadas. Es necesario ser consciente de que la postura corporal en la cama tiene que cambiarse como mínimo cada dos horas, para evitar las zonas de presión y posteriores heridas. (información extraída de Guía de cuidados de personas mayores / Andrés Pérez Melero (editor) ; [autores Álvaro Noguera Macarena … et al.], 1999)

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¿En qué consiste la confusión en personas mayores?

La confusión es una alteración mental que se presenta cada vez con más frecuencia entre las personas mayores. No es una enfermedad, sino un síndrome, es decir, un conjunto de signos y síntomas que pueden indicar la agravación de una enfermedad ya presente. La confusión mental se caracteriza por en una alteración del reconocimiento del entorno y un inicio brusco, es decir, de un día para otro. Existe también pérdida de memoria: la persona mayor puede ser incapaz de reconocer a sus familiares, así como el lugar y el tiempo en el que está. Igualmente, puede tener lentitud de pensamiento. Suele aparecer a última hora de la tarde, cuando empieza a obscurecer o bien por la noche y esta disminución de la claridad del entorno, así como el desconocimiento de éste le conduce a un estado de gran ansiedad y agitación. Puede incluso sufrir alucinaciones, que harán que crezca más aun su estado de agitación. Otras veces presenta un aspecto extraviado, ausente, indiferente a lo que le rodea. Esta situación puede ir unida a otros síntomas tales como el insomnio. ¿Qué puede producir confusión? Hay muchas causas que pueden llevar a un estado de confusión. Se puede hablar de causas orgánicas, debido a la enfermedad que padece el individuo. También influye un factor muy importante que puede precipitar la confusión en la persona mayor: el ambiente en que se encuentra. Hay una extensa lista de problemas que aparecen muchas veces asociados a la persona mayor. Entre ellas se encuentran: Problemas cardiovasculares y circulatorios: infarto cerebral, insuficiencia cardiaca, arritmias Infecciones/fiebre: neumonías, infecciones urinarias Problemas metabólicos: insuficiencia hepática, diabetes, déficit de vitamina B12 o ácido fólico Ciertos fármacos: tranquilizantes, hipnóticos, antidepresivos Anemia, hemorragias, digestivas Deshidratación Retención urinaria y/o fecal Tumores Traumatismos Cirugía (cataratas, fractura de cadera, etc.) Tóxicos (alcohol) Muchas veces el problema aparece en el hogar y es bastante fácil de reconocer por la familia, pero no siempre es así. Se considera que el 40% de las personas mayores hospitalizadas sufren estados confusionales, que se deben a: Situación de enfermedad, que suele ser la causa principal El hecho de estar rodeadas de gente que no conocen (médicos, enfermeras, auxiliares, etc.) y que les someten muchas veces a técnicas cruentas Los continuos cambios de turno del personal sanitario. El lugar, que les es extraño y les causa ansiedad, más aún si se trata de unidades donde especialmente los pacientes desarrollan confusión, como son las unidades de cuidados intensivos. ¿Qué consecuencias puede tener? Fugas. Una persona mayor que sufre un estado confusional se desorienta, se vuelve ansiosa, y puede extraviarse Agresividad. Éste sería el mecanismo de protección ante una situación que no conoce. La persona mayor siente que el ambiente y las personas le son extrañas. Los intentos de acercarnos a él, así como las distintas pruebas a las que es sometido en el hospital puede interpretarlas como agresiones a su persona, por lo que intentará defenderse. Además, la persona mayor puede no colaborar con el profesional sanitario y esto dificultará su diagnóstico y tratamiento. Empeoramiento del estado general. La confusión agrava los problemas de base que tenga el mayor Problemas familiares. En la familia se produce gran tensión. Tener en casa a un ser querido con este estado de confusión, con el cual es difícil comunicarse y del que a veces se obtienen respuestas agresivas puede acusar gran dolor para los familiares y cuidadores. Esto conduce a una situación de estrés importante, que puede tener repercusiones sobre la atención que recibe la persona mayor. Otras veces, familiares desaprensivos responder de manera violenta a la agresividad de la persona mayor confusa. Ésta es una situación de malos tratos y, por tanto, denunciable. Detección del síndrome confusional Los síndromes confusionales que aparecen en los mayores ingresados son más difíciles de valorar, y esto se complica aun mas si tiene problemas de visión o de audición. Es conveniente comparar la función mental del momento, con la que tenia antes de que apareciera el problema. La persona que se encargue de valorar esto debe recoger toda la información posible, por lo cual la familia y amigos de la persona mayor deberían prestar toda su ayuda. Interesa que conozcan y puedan informar sobre el modo en que se desarrolló la desorientación y el tiempo que ha pasado desde que ocurrió esto. Cuidados de una persona mayor con confusión Los cuidados que hay que prestar a una persona mayor con confusión son: Es muy importante hablarla, con lenguaje sencillo y directo. También es conveniente no discutir con ella, para no crear un ambiente tenso. Evitar realizar comentarios acerca de su trastorno creyendo que “no nos oye” porque pueden herir sus sentimientos No forzarla, intentar convencerla de que está a salvo y tranquilizarla, debemos intentar comprenderla, saber escucharla, para evitar una confrontación. Cuando cometa errores, no reprenderla con dureza sino con suavidad o no reprenderla. Procurar que no esté sometida a emociones excesivas ni situaciones de estrés Control de los estímulos externos que recibe: crear a su alrededor un ambiente sosegado Medidas de seguridad ambiental: Barras de seguridad en la cama, para evitar caídas en estado de agitación Evitar la oscuridad, que favorece la confusión; es aconsejable tener alguna luz de seguridad en los pasillos, habitación, etc. No cambiar frecuentemente los muebles de lugar Evitar los cambios bruscos del entorno Facilitarle el contacto con un entorno conocido: familiares, amigos, objetos valiosos para ella, fotografías, etc. Mantener a la persona mayor ocupada el mayor tiempo posible, intentar que su vida no sea una rutina Es preciso que la persona mayor tenga conciencia del tiempo que pasa: debe tener a su alcance relojes, calendarios, etc. Control adecuado de los medicamentos que toma y revisiones periódicas Higiene y dieta adecuada a sus necesidades No aislar a la persona mayor, sino hacerla partícipe de las actividades familiares y de su entorno.     (información extraída de Guía de cuidados de personas mayores / Andrés Pérez Melero (editor) ; [autores Álvaro Noguera Macarena … et al.], 1999)

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¿Cómo se desarrolla un trastorno emocional?

Según el modelo de triple vulnerabilidad (Suárez, Bennet, Goldstein y Barlow, 2009), las personas desarrollan un TE como consecuencia de la interacción a lo largo del tiempo de tres factores de vulnerabilidad. El primero, la vulnerabilidad biológica generalizada, que hace referencia a las dimensiones temperamentales de neuroticismo y extraversión. Estas dimensiones son parcialmente heredables (30-50%), por lo que se puede decir que nacemos con una tendencia a ser más o menos extrovertidos o más o menos inestables emocionalmente. Las personas con alto neuroticismo, al igual que las personas con TE, presentan una hiperexcitabilidad de las estructuras límbicas junto a un control inhibitorio limitado de las estructuras corticales.  Un perfil caracterizado por una baja extraversión y alto neuroticismo sería la primera variable explicativa para la aparición de un TE. El segundo, la vulnerabilidad psicológica generalizada, hace referencia al desarrollo de una percepción de los acontecimientos, internos y externos, como impredecibles e incontrolables, fruto de experiencias tempranas caracterizadas por el abuso, la negligencia o los estilos de crianza no contingentes, sin límites claros y que no enseñan estrategias de regulación emocional adecuadas. El tercer y último factor se denomina vulnerabilidad psicológica generalizada. Aquí se plantea el papel fundamental de las leyes cuando, en el contexto de una experiencia estresante particular, se asocia el malestar emocional (ansiedad, tristeza, culpa) a determinados objetos, situaciones o estados internos (pensamientos, recuerdos, sensaciones físicas, medios de trasporte, etc.). Las personas tienden a intentar mitigar la intensa respuesta emocional que experimentan a través de estrategias de supresión o evitación emocional, lo que provoca a corto plazo un alivio importante, pero a medio y largo plazo, mantienen la presencia de experiencias emocionales intensas y molestas. Barlow et al. (2011) definen las características principales de los TE a través de un modelo funcional con tres variables implicadas. Clasificación dimensional de los trastornos emocionales Las dimensiones de personalidad, como alto neuroticismo (relacionado con el afecto negativo) y baja extraversión (relacionada con el afecto positivo); se consideran, desde una perspectiva jerárquica, como dimensiones de orden superior o primer orden en la clasificación de los TE (Brown y Barlow, 2009). En este sentido, la investigación ha puesto de manifiesto que el alto afecto negativo está asociado con la mayoría de los TE (depresión, ansiedad generalizada, trastorno de pánico, agorafobia, trastorno obsesivo-compulsivo y ansiedad social), mientras que el bajo afecto positivo se asociaría con la ansiedad social y depresión. Además de compartir esta dimensión de primer orden, las personas con TE deben ser evaluables en tres dimensiones adicionales de segundo orden para realizar una adecuada clasificación del problema emocional: Estado de ánimo. Es importante evaluar esta dimensión dado que en el curso de un TE es frecuente que aparezcan, se alternen o convivan síntomas ansiosos y depresivos comórbidos a los síntomas principales Foco de ansiedad. Los síntomas ansiosos pueden desencadenarse por muchos estímulos distintos, como por ejemplo la evaluación negativa de los demás, notar sensaciones físicas, la presencia de preocupaciones o flashbacks relacionados con un hecho traumático o tener pensamientos intrusivos (de impureza, religión, orden, comprobación etc.), entre otras. Es importante evaluar esta dimensión también en el caso de personas con síntomas principales depresivos por la ya citada frecuente comorbilidad Las conductas de evitación (o conductas emocionales). Las personas con TE utilizan a menudo conductas emocionales y estas son las responsables de los que los síntomas ansiosos y depresivos se mantengan a lo largo del tiempo. Algunas personas utilizan las llamadas conductas de evitación abiertas o manifiestas (p.ej., no viajar en tren o no ir a centros comerciales) o conductas sutiles de evitación (p.ej., evitar el contacto ocular o no beber cafeína). Otras ponen en marcha estrategias de evitación cognitiva (p.ej., distraerse o suprimir el pensamiento) o conductas de seguridad (p.ej., llevar amuletos o fármacos encima). El objetivo de todas estas estrategias es no sentir una emoción intensa o reducir su intensidad una vez aparezca. Por último, se incluyen en esta dimensión las conductas impulsadas por la emoción (CIE), cuyo objetivo es no seguir experimentando el malestar emocional (p.ej., beber alcohol). Dicen los autores, que las personas con TE presentan déficits en la regulación de sus emociones, o desregulación emocional, porque las conductas emocionales que realizan no suelen acercares a sus metas y objetivos, sino que se centran en evitar el malestar a corto plazo, son desproporcionadas respecto a la demanda del ambiente, no consiguen resolver un problema presente (o lo agravan), o en ocasiones pueden llegar a ser perjudiciales (p.ej., atracón de comida o consumo de drogas) (información extraída de Manual de tratamientos psicológicos. Adultos / coordinador Eduardo Fonseca Pedrero,2021)

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¿Por qué es importante modificar la impulsividad?

¿Tan importante es la impulsividad como para que sea realmente necesaria su modificación? Y si así fuera, ¿no podría desaparecer por sí sola con el paso del tiempo? En respuesta a estas preguntas, los autores dicen que sí a la primera y no a la segunda. Las razones por las que se dan estas respuestas tan tajantes son las siguientes: con respecto al sí a la necesidad de modificar la impulsividad, o lo que es lo mismo, hacer que los niños sean más reflexivos, es una respuesta que no puede poner en tela de juicio, ya que los problemas académicos que tienen los niños que responden impulsivamente son numerosos y su educación se ve mermada, empobrecida por ese “modo de actuar” ante determinadas tareas. Además, no solo es importante lo que ocurra en el presente de un niño que se comporta impulsivamente hoy, sino que también es importante lo que suceda en el niño (adulto en el futuro) que se comporte impulsivamente mañana. Lo importante es fomentar una actitud reflexiva que promueva la evaluación de las distintas opciones existentes en el contexto de la resolución de un problema, y que la toma rápida de alguna de ellas pueda tener importantes repercusiones. En lo que respecta a la segunda de la respuesta, se argumenta así: para cambiar hace falta que algo cambie y el paso del tiempo (y la práctica) fortalece las conductas aprendidas. Comenzando por la primera de las dos razones aducidas, no hay ni que decir que las conductas se aprenden y si no tratamos de desaprenderlas “introduciendo” algún elemento que haga que cambien, éstas no cambiarán por sí solas. No es necesario que seamos nosotros mismos los que introduzcamos esas modificaciones, el propio ambiente, el medio en el que uno se encuentra puede hacer proclive que éstas se den. Lo que es indiscutible es que, para modificar una conducta, algo de lo que la sustenta debe ser cambiado. Podemos dejar que esos cambios aparezcan por sí solos, pero ¿qué necesidad hay de mantenerlos a la espera de que se den o no?, ¿no es mejor que seamos nosotros los que los provoquemos? Evidentemente es mejor una conducta activa, es decir, tratar de cambiar ese aspecto que mantiene la conducta, que esperar a que el cambio nos venga como “caído del cielo” o, peor aún, “por arte de magia”. Las cosas cambian por alguna razón, y si somos nosotros los que tenemos la posibilidad de cambiarlas, o los elementos que nos hacen falta para su modificación entonces mucho mejor. Otro aspecto que hace difícil la modificación de las conductas es la práctica, es decir, cuanto más se ha practicado una forma de hacer las cosas, más difícil se hace su cambio. Por ejemplo, si nos dicen que debemos aprender a conducir por la izquierda, probablemente nos resultaría muy difícil y seguramente no lo haríamos a no ser por un buen motivo (cambio en el ambiente), como por ejemplo, tener que trasladarnos a vivir a Gran Bretaña y que conducir un coche fuera un hecho totalmente necesario para el desarrollo de nuestra vida cotidiana o simplemente porque la conducta de conducir por la derecha resultará problemática para vivir en consonancia con el entorno que nos rodeara. A su vez no solo debe cambiar algo en el ambiente que nos lleve a cambiar a nosotros, sino que además ese cambio se convierte en un reto muy difícil cuando la conducta se ha practicado muchas veces, a lo largo del tiempo.  Si llevamos veinte años conduciendo en España, el hecho de irse a vivir a un lugar donde cambia el sentido de la conducción, nos resultaría cuanto menos problemático en un primer momento. De hecho, pensemos cómo sería si lleváramos únicamente un año con la licencia de conducción. Lo mismo que con este ejemplo tan cotidiana ocurre cuando un niño ha aprendido a responder de manera impulsiva ante cualquier tarea que requiera un mínimo de reflexión para ser resuelta y no solo eso, sino que además sus resultados académicos no son buenos. ¿No sería bueno modificar de manera sencilla y hasta divertida, esa tendencia a contestar sin pensar? ¿no es beneficioso “enseñar a pensar” a esos niños para que en un futuro no necesiten mucho más que sus propias energías para asimilar cualquier concepto y resolver con la mayor eficacia que puedan cualquier problema?  ¿Por qué importante modificarla en la edad infantil? Si en los niños pequeños, las conductas llevan menos tiempo siendo practicadas, será más fácil cambiarlas. Otro hecho importante, es la interferencia de algunos aprendizajes que interfieren con otros que se están llevando a cabo y dificultan la adquisición del nuevo. En el aprendizaje de idiomas, no es lo mismo aprender inglés y alemán a la vez que inglés primero y alemán después. En el primer caso, probablemente cuando estemos leyendo en alemán la palabra name pronunciemos en inglés (/neim/) que es la manera en la que aprendimos a leerlo cuando aprendimos inglés. Sin embargo, será al menos sorprendente el descubrimiento de que en alemán esa palabra, que tiene el mismo grafema que en inglés, se pronuncia tal y como se lee (/name/). No es necesario indicar que hasta que esa conducta se haga de manera automática serán muchas las veces que se diga “neim” en vez de “name”. Un aprendizaje consolidado puede dificultad la adquisición de otro nuevo y parecido. Esto, en el caso de los niños, también es menos problemático, ya que no solo el aprendizaje aún está menos consolidado, sino que hay menos hechos aprendidos que pueden interferir, ya que las experiencias que los niños de corta edad tienen son menos numerosas. La modificación de la impulsividad es necesaria por varias razones: La impulsividad puede llevar a elegir una opción incorrecta cuyas implicaciones sean negativas No va a cambiar por sí sola a no ser que el ambiente lo haga, y esperar a ello es una pérdida de tiempo Cuanto más tiempo dejemos que se siga practicando la conducta que pretendemos que cambie más difícil se

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El programa de Camp y Bash: Piensa en voz alta (1998)

El programa de Camp y Bash cuya edición original es de 1981 y su primera revisión de 1985, en realidad es el resultado de una larga trayectoria de investigaciones por parte de estas investigadoras. Una de las características del programa es que está diseñado para hacerlo con parejas de niños con problemas de conducta, tales como la agresividad.  Esto no es así caprichosamente, sino que responde a necesidades de investigación. Camp y Bash (1998) afirman que, en principio, iría dirigido a niños agresivos de entre 6 y 8 años.  También a cualquier niño con un déficit cognitivo similar y con una capacidad intelectual adecuada a lo que el programa requiere. Asimismo, creen que sería beneficioso con niños impulsivos, con problemas de aprendizaje, puramente académicos (en lectura o matemáticas) o de relaciones sociales. Cuando han utilizado el programa con niños retardados o psicóticos ha funcionado bien, pero, eso sí adaptando las lecciones del programa de forma que quedarán sujetas a sus necesidades de tiempo (ya que requieren más para aprender) y de progresos (ir aumentando la tarea paso a paso, más lentamente que otros niños). Las autoras han identificado tres tipos de niños: niños con habilidades cognitivas superiores o inferiores a las que se requieren para realizar el programa, niños perturbados emocional o motivacionalmente y niños conflictivos de familias desestructuradas. Distinguen cinco estudios a partir a partir de lo que han podido ir depurando el programa. Así el primero de ellos lo realizaron con 24 chicos agresivos que fueron asignados de forma aleatoria en dos grupos: uno que iba a recibir el entrenamiento en el programa de forma individual (equipo A) y otro que no (Equipo B). A la vez utilizaron otro grupo de chicos normales (equipo C) con el que comprar a los otros dos. Se tomaron algunas medidas a los tres equipos antes y después de la puesta en práctica del proyecto, que fueron de tres tipos: Los profesores informaban de las conductas agresivas de todos los chicos Se pasaron escalas de conducta social que informaban sobre cómo se comportaban esos chicos socialmente en la escuela Un conjunto de pruebas de índole cognitiva (inteligencia, memoria, lectura, escritura, etc.) Los resultados que obtuvieron indicaron que los chicos del Equipo A (el que fue entrenado con el Piensa en Voz Alta-Think Aloud) mejoraron muchísimo mas que los del equipo B, tanto en su ejecución de tareas cognitivas como en sus conductas en clase. Además, no se diferenciaban mucho de los del equipo C, es decir, de los que no eran agresivos. Todo esto quiere decir que los del equipo A mejoraron, incluso llegaron a comportarse como los “normales”, es decir, a no ser agresivos gracias al programa. El problema fue que sus conductas sociales en general no mejoraron, los profesores decían que los chicos habían mejorado en cuanto a su comportamiento en clase, pero no tenían mejores relaciones sociales. Esto llevó a las autoras a revisar el programa y tratar de fortalecer este aspecto ¿cómo? Fue así como decidieron entrenar a parejas de chicos, en vez de hacerlo individualmente. De este modo, y tras un estudio de prueba, realizaron un entrenamiento de 8 semanas a 63 chicos agresivos. Los dividieron de nuevo en dos grupos: uno iba a ser entrenado en el programa “Piensa en Voz Alta” (PA) y otro en un programa cuyo objetivo era aumentar la autoestima para chicos impulsivos. Este era el programa “Grandes Expectativas (GE)”. Los resultados que obtuvieron fueron buenos en cuanto a los aspectos cognitivos. Los chicos del PA mejoraron más que los del GE, y sus mejoras tendían hacia la normalidad (tanto a corto como a largo plazo). Sin embargo, los aspectos sociales y de la conducta en clase volvieron a no ser tan claros. A corto plazo, parecía que los chicos del PA realizaban las conductas agresivas en clase de un modo más apropiado que los del programa GE. De hecho, estos últimos seguían agrediendo físicamente a sus compañeros, mientras que los otros realizaban conductas tales como ha<ser ruido, levantarse de la silla, etc. Las autoras afirman que estos chicos quizá estaban utilizando en clase las técnicas aprendidas en el entrenamiento, y no es que fueran menos agresivos que sus compañeros del otro programa, sino que “canalizaban” su agresividad de una manera menos perturbadora. En cuanto a los resultados que obtuvieron pasado un tiempo, los profesores admitían que ya no había diferencias entre ellos, es decir, lo poco bueno parecía haberse disipado. Finalmente, tras estos resultados decidieron depurar aun mas los procedimientos con mayor impacto en las relaciones sociales y en el aula, y realizaron un programa-repaso tanto del PA como del GE a los dos grupos. Los resultados apuntan a que los chicos que se beneficiaron del repaso, también obtuvieron mejoras en la conducta en clase, en la hiperactividad, la impulsividad medida con el MFFT, etc. Los que no se beneficiaron de estas sesiones de repaso no mejoraron en ninguno de los tres aspectos mencionados anteriormente. Las autoras llegaron a la conclusión de que el programa de repaso de PA beneficia a aquellos que evolucionaron favorablemente en cuanto a lo cognitivo en la primera fase, pero no a las conductas de clase y sociales. Así, esto puede desarrollarse mediante el programa de repaso debido a su énfasis en la resolución de problemas sociales.   (información extraída de El Niño impulsivo : estrategias de evaluación, tratamiento y prevención / Gualberto Buela-Casal, Hugo Carretero-Dios, Macarena de los Santos-Roig, 2002)

El programa de Camp y Bash: Piensa en voz alta (1998) Leer más »

Conceptos claves sobre los trastornos bipolares en adultos

Trastorno bipolar tipo I. Subtipo de trastorno bipolar que se caracteriza por un trastorno episódico del estsado de ánimo que se define por la ocurrencia de cuno o varios episodios maniacos o mixtos. Un episodio maniaco es un estado de ánimo extremo de una duración de al menos una semana caracterizado por euforia, irritabilidad o expansividad y aumento de la actividad o la experiencia subjetiva de aumetno de energía, acompañado por otros síntomas caracteriswticos como discurso rápido o sensación de presión interna por hablar más, fuga de ideas, aumento de autoestima o grandiosidad, necesidad disminudia de sueño, comoprtamineto impulsivo o imprudente y cambios rpidos de estado de ánimo. Un episodio mixto se caracteriza por una mezcla o una rápida alternancia de síntomas maniacos y depresivos prominentes durante la mayor parte de los días por un periodo de al menos dos semanas. Aunque el diagnóstico pueda hacerse con base en la evidencia de un episodio maniaco o mixto, generalmente los episodios maniacos o mixtos se alternan con episodios depresivos durante el curso del trastorno. Trastorno bipolar de tipo II. Subtipo de trastorno bipoalr que se caracteriza por un trastorno episódico del estado de animo que se define por la ocurrencia de uno o varios episodios hipomaniacos y al menos un episodio depresivo. Un episodio hipomaniaco es un estado de ánimo persistente durante al menos varios días, caracterizado por euforia, irritbilidad o expansividad y la activación psicomotriz o incremento ed energía, acompañado por otros síntomas característicos como la grandiosidad, necesidad disminuida de sueño, discurso rápido, fuga de ideas, distracción y comportamiento impulsivo o imprudente que dura al menos varios días. Los síntomas representan un cambio del comportamiento tipico del individuo y no son lo sufcientemente graves para causar un deterioro marcado en el funcionamiento. Un epsiodio depresivo se caracteriza por un periodo de estado de ánimo deprimido casi diario o disminución de interés en las actividades, que dura al menos dos semanas acompañado por otros síntomas como cambios en el apetito o sueño, agitación o retraso psicomotor, fatiga, sentimientos de inutilidad o culpa excesiva o inadecuada, sentimiento de desesperanza, dificutoad para concentrarse y tendencias suicidas. No hay una historia de episodios maniacos o mixtos. Trastorno ciclotímico. Subtipo de trastorno bipolar que se caracteriza por una inestabilidad persistente edl estado de ánimo durante al menos dos años, que implica numerosos periodos de síntomas hipomaniacos y síntomas depresivos, que están presentes durante más tiempo del que no. La sintomatología hipomaniaca puede o no ser lo suficientemente grave o prolongada parqa cumplir todos los requisitos de definición ed un episodio maniaco, pero no hay antecedentes de episodios maniacos o mixtos. La sintomatología depresiva nunca es lo suficientemente graveg o prolongada para cumplir los requisitos de definición para un epsidoio depresivo. Los síntomas ocasionan malestar o deterioro signitivativos a nivel personal, familiar, social, educativo u ocupacional, o en otraws áres importantes del fncionamiento. Guía de práctica clínica. Conjunto de instrucciones, directrices, afirmaciones o recomendaciones, desarrolladas de forma sistematica, cuyo propósito es ayudar a profesioanels y a pacientes a tomar decisioens sobre la modalidad de asistencia sanitaria apropiada para unas circunstaciias cllinicas especificas. Modelo de vulnerabilidad-estrés. Hipótesis explicativa que sostiene que el trastorno bipolar se produce por una interacción entre la vulnerabilidad existente y los factores ambientales.   (información extraída de Manual de tratamientos psicológicos. Adultos. Coordinador Eduardo Fonseca Pedrero, 2021)  

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Conceptos claves sobre los trastornos de alimentación en adultos y niños

En adultos Trastornos del comportamiento alimentario. Abarcan los comportamientos anormales vinculados con la alimentación que no pueden explicarse por otra afección de salud y que no son apropiados para el nivel de desarrollo del individuo ni congruentes con las normas culturales. Incluyen tanto alteraciones del comportamiento que no están relacionadas con preocupaciones con el peso y la figura corporales como la ingesta de sustancias no comestibles o la regurgitación voluntaria de alimentos, como comportamientos anormales vinculados con la ingesta o preocupación por la comida, el peso y la figura corporales. Anorexia nerviosa. Se caracteriza por un peso corporal significativamente bajo para la altura, la edad y la etapa de desarrollo (índice de masa corporal, IMC) menor a 18,5 kg/m2 en adultos e IMC para la edad debajo del quinto percentil en niños y adolescentes que no se debe a una afección médica o a otro trastorno mental o a la carencia de alimentos. El peso corporal bajo se acompaña de un patrón persistente de comportamiento para evitar la restauración del peso normal, que puede incluir comportamientos destinados a reducir el consumo de energía (alimentación restringida), comportamientos purgativos (por ejemplo, vomito autoinducido, abuso de laxantes) y comportamientos destinados a incrementar el gasto energético (por ejemplo, ejercicio excesivo), típicamente asociados con miedo intenso a subir de peso. El peso bajo o las figuras corporales son elementos centrales para la autoevaluación de la persona, o se perciben inadecuadamente como normales o incluso excesivos. Bulimia nerviosa. Se caracteriza por episodios frecuentes y recurrentes de atracones de comida (por ejemplo, una vez o más a la semana durante un periodo de al menos un mes). Un episodio de atracón de comida es un periodo distintivo de tiempo durante el cual el individuo experimenta una pérdida subjetiva de control sobre la comida, come notablemente más o de modo distinto de lo habitual y se siente incapaz de dejar de comer o limitar el tipo o la cantidad de alimentos ingeridos. Los atracones de comida se acompañan de comportamientos compensatorios reiterados inapropiados destinados a prevenir el aumento de peso. El individuo está preocupado con la forma o el peso corporales, lo que influye fuertemente en su autoevaluación. El individuo no tiene un peso significativamente bajo y, por lo tanto, no cumple con los requisitos de diagnóstico de la anorexia nerviosa. Trastorno por atracón. Se caracteriza por episodios frecuentes y recurrentes de atracones de comida. Un episodio de atracones de comida es un periodo distintivo de tiempo durante el cual el individuo experimenta una pérdida subjetiva de control sobre la comida, come notablemente más o de modo distinta de lo habitual y se siente incapaz de dejar de comer o de limitar el tipo o la cantidad de alimentos ingeridos. Los atracones de comida se experimentan como algo que produce un gran malestar y frecuentemente se acompañan de emociones negativas como la culpa o el disgusto. Sin embargo, a diferencia de la bulimia nerviosa, los atracones no son seguidos regularmente por comportamientos compensatorios inapropiados destinados a prevenir el aumento de peso. Terapia cognitivo-conductual. Terapia psicológica diseñada para que las personas puedan establecer vínculos entre sus pensamientos, sentimientos o acciones y sus conductas actuales o pasadas y revalorar sus percepciones, creencias o razonamientos sobre ellas. En la infancia y adolescencia Anorexia nerviosa. Trastorno caracterizado por la restricción alimentaria que conduce a un peso corporal significativamente bajo, el miedo intenso de ganar peso o engordar y la sobrevaloración de la imagen corporal en la manera de definirse como persona Bulimia nerviosa. Trastorno caracterizado por la presencia recurrente de atracones y la sobrevaloración de la imagen corporal en la manera de definirse como persona, que lleva a esta a realizar comportamientos compensatorios para evitar los efectos de los atracones. Terapia basada en la familia. Tipo de terapia que incluye a la familia como agente central en el abordaje terapéutico, enfocándose en la mejora de los patrones relacionales y en el fortalecimiento del control por parte de los padres de la conducta del comer de las hijas con TCA. Terapia cognitivo-conductual. Terapia psicológica diseñada para que las personas puedan establecer vínculos entre sus pensamientos, sentimientos y conductas y revalorar sus percepciones, creencias o razonamientos asociados a la sobrevaloración de la imagen corporal, el peso y la dieta, promoviendo el fortalecimiento de la autoestima centrada en otros aspectos de la persona. Trastorno de atracones. Trastorno que consiste en episodios repetidos de atracón sin llevar a cabo comportamientos compensatorios. Trastornos de la conducta alimentaria. Conjunto de trastornos que se caracterizan por presentar un patrón gravemente alterado en la alimentación fruto de una preocupación excesiva por el peso y la forma corporal y un miedo intenso a engordar. Trastorno de la evitación/restricción de la ingesta de alimentos. Trastorno caracterizado por ingerir muy poca cantidad de alimentos y/o evitar el consumo de ciertos alimentos. Trastorno de pica. Trastorno caracterizado por un deseo irresistible de comer o lamer sustancias no nutritivas y poco usuales como tierra, tiza, yeso, hielo o papel. Trastorno de rumiación. Consiste en la regurgitación repetida de alimentos. Los alimentos regurgitando se pueden volver a masticar, tragar o escupir, sin mostrar síntomas de asco, repulsión o náuseas. (información extraída de Manual de tratamientos psicológicos. Infancia y adolescencia. Adultos. Coordinador Eduardo Fonseca Pedrero, 2021)

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