Nombre del autor:Eva María Galán Sempere

Demencia vascular

La demencia vascular (DV) es la segunda en frecuencia después de la enfermedad de Alzheimer. En el campo de las demencias, la demencia vascular posee un alto interés debido a su carácter de demencia potencialmente tratable, al menos por lo que respecta al control de los factores de riesgo vascular. Dentro de la demencia vascular, la demencia multiinfarto es la forma de demencia vascular más reconocida. Históricamente, el concepto de demencia vascular procede de la evolución de la demencia arteriosclerótica descrita en el siglo pasado. Fue precisamente Alzheimer quien afirmó que no todas las demencias eran de tipo arterioesclerótico. Mingazzini en 1913 había señalado que la llamada demencia arterioesclerótica era debida a infartos cerebrales más que a insuficiencia vascular. En 1968, Fisher enfatizó de nuevo este concepto y en 1974 Hachinski propuso el término demencia “multiinfarto” para sustituir al término demencia arterioesclerótica, calificado de inexacto y equívoco. Las razones aducidas eran que la demencia de origen vascular era el resultado de la combinación de infartos cerebrales múltiples y por el contrario, no existía una relación directa entre la presencia de arterioesclerosis cerebral y demencia. A pesar de la evolución histórica, el término demencia vascular continúa en la actualidad siendo conflictivo, ya que presupone, en cierta forma, que la enfermedad vascular es la causante de la demencia. El hecho de que no toda afectación cognitiva derivada de la patología vascular pueda ser considerada una demencia, y el hecho de que no todos los pacientes con enfermedades vasculares sufren demencia, nos lleva a considerar necesariamente hasta qué punto la enfermedad cerebro vascular y la demencia tienen una relación causal. La polémica central en la literatura sobre la demencia vascular gira alrededor de la consideración del papel de volumen total de tejido cerebral infartado sobre la incapacidad mental, es decir, si la demencia deriva de la pérdida de masa cerebral o el factor realmente relevante es la localización de esta pérdida de masa. Otro aspecto conflictivo y debatido es el de si la definición de demencia usada para la enfermedad de Alzheimer es igualmente válida para el caso de la demencia vascular. Según los criterios DSM III-R de demencia, un paciente con un único accidente vascular, podría ser considerado demente, ya que presenta una pérdida de capacidades intelectuales que le impide la vida profesional y a menudo social, padece de una pérdida de memoria al menos en sus aspectos verbales, sufre afasia y frecuentemente de apraxia, agnosia y alteraciones del carácter, no está confuso y finalmente tiene una clara etiología orgánica. En contraste con este concepto de demencia, para los familiares y profesionales del campo clínico queda conceptualmente claro que un afásico no es un demente, sino que tiene limitadas algunas de sus capacidades intelectuales complejas. Desde el punto de vista clínico, entre un 5-25% de los casos de demencia son de origen vascular. En los estudios neuropatológicos, el rango va entre 7 y 47% con una media de 15-19%.  Los casos mixtos representan un 9-18%. La demencia vascular representa la segunda causa de demencia después de la enfermedad de Alzheimer. La prevalencia en edades superior a 65 años es de 27 casos por mil habitantes. Hasta la edad de 74 años, la demencia vascular y la enfermedad de Alzheimer tienen una prevalencia similar, después de esta edad, la EA es la más común. El predominio masculino referido puede ser debido a la mayor incidencia de afectación vascular en hombres probablemente relacionada con los factores de riesgo vascular.   (Información extraída de Envejecimiento y demencias / Carme Junqué, Ma. Ángeles Jurado, 1994)

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¿A qué llamamos problemas de imagen corporal?

Hay una variedad de términos que se emplean en la literatura académica para los problemas de imagen corporal, pero no son claros y están mal definidos. Una imagen corporal negativa puede abarcar desde unos moderados sentimientos de falta de atractivo a una obsesión extrema por el aspecto físico que perjudique el funcionamiento normal. La insatisfacción corporal es el resultado de una discrepancia entre el yo percibido y el ideal. Dicha insatisfacción corporal se ha extendido tanto entre las mujeres que ahora se considera la norma. Rodin et al. (1984) acuñaron el término descontento normativo. El problema con el término insatisfacción corporal es que no tiene en cuenta el efecto que ésta tiene para un individuo en términos de angustia personal o niveles de funcionamiento. La imagen corporal se puede ver en una serie continua desde lo positivo hacia la aceptación o hacia lo negativo, pero también es importante identificar el grado de inversión o relevancia para la autoestima o la autoevaluación del individuo. Los pensamientos asociados a una imagen corporal negativa pueden describirse como “obsesivos” es decir repetitivos y molestos, o delirantes; distorsiones de la realidad que se mantienen en total convicción. Ideas o creencias sobrevaloradas podría ser un término más útil. Se sitúa a mitad del camino entre los dos en cuanto se refiere al grado de discernimiento en que, aunque estén arriesgadas, la cliente podría reconocer que no necesariamente son verdad. Gilbert y Miles proponen el concepto de vergüenza corporal como consecuencia de las críticas de los padres, las bromas de las compañeras o el abuso sexual. Según muestran los casos observados, la vergüenza corporal está coherentemente relacionada con una mayor vigilancia del cuerpo, menos satisfacción corporal, menor bienestar psicológico y más problemas alimentarios. Thompson propuso el concepto de trastorno de la imagen corporal, es decir, un persistente estado de insatisfacción, preocupación y malestar que está relacionado con algún aspecto de la imagen física. Debe estar presente cierto grado de deterioro en las relaciones sociales, las actividades sociales o el funcionamiento ocupacional. ¿Cómo se desarrolla el trastorno de la imagen corporal? La influencia más potent4e sobre la imagen corporal es la cultura. Los medios de comunicación ofrecen un continuo bombardeo de imágenes idealizadas de mujeres delgadas. Esto favorece la glorificación de la delgadez al equipararla con el atractivo, la felicidad, la categoría social y el éxito, mientras que al mismo tiempo relaciona la gordura con connotaciones negativas como la pereza, la fealdad y el fracaso. Así, el aspecto y en particular, la figura y el peso pasan a ser fundamentales para la autoevaluación de las mujeres y la valoración de sí mismas. Es probable que esto tenga influencia especial en la adolescencia cuando la principal tarea del desarrolla es el establecimiento de la identidad. La investigación realizada demuestra la existencia de vínculos entre las presiones socioculturales que fomentan la interiorización del ideal de delgadez y la insatisfacción corporal o la distorsión de la imagen corporal. Los estudios experimentales muestran cómo la exposición a las imágenes de delgadez de los medios y la presión interpersonal para ser delgada incremental la insatisfacción con el propio cuerpo. El trastorno de la imagen corporal es superior en las mujeres occidentales blancas o caucásicas, pero debido a la globalización, los individuos de las culturas no occidentales están cada vez más expuestos a los ideales de occidente. Diversos estudios han detectado una mayor incidencia de trastornos alimentarios con la occidentalización. La poderosa influencia negativa de los medios de comunicación occidentales fue demostrada en un estudio por Becker. Se identificaron índices de personas a dieta, alteraciones de la imagen corporal y trastornos alimentarios en muestras comparadas de 65 chicas de 17 años antes y después de que se introdujese en la televisión en Fidji. ¿Quién es vulnerable? Las personas para quienes el aspecto es decisivo en el concepto que tienen de sí mismas atienden de forma selectiva a los elementos relativos a él de cualquier material que se les presente. Los sentimientos y las creencias que tienen respecto a su imagen corporal son entonces activados por las imágenes de los medios. Los que ya invierten más en su aspecto son más vulnerables a los efectos de las imágenes idealizadas que transmiten los medios  de comunicación y son atrapadas en una espiral descendente en la que la imagen corporal negativa es exacerbada por una reiterada exposición a dichas imágenes. A la inversa, las mujeres con una baja inversión en su aspecto están protegidas del efecto psicológico negativo de dichas imágenes. Por tanto, los tratamientos de la imagen corporal tienen que ayudar a que la gente cambie tanto el grado de inversión personal en su aspecto como su tendencia a la atención selectiva y además, pensar de forma crítica y reconstruir las imágenes y los mensajes se nos presentan, concretamente aquellos que glorifican la delgadez y las dietas. Género Se ha descubierto que la preocupación por el aspecto físico tiene el doble de incidencia en las mujeres que en los hombres. La autoestima femenina a menudo está condicionada al grado de atracción percibido. Los mensajes culturales articulan los estándares de atractivo y falta de atractivo y expresan las expectativas basadas en el género que relacionan la feminidad y la masculinidad con ciertos atributos físicos. Cuando las mujeres definen la imagen de sí mismas de forma demasiado estricta por medio de una imagen corporal, esto es a costa de desarrollar un autentico sentido del yo. La preocupación por el cuerpo está creciendo entre los hombres, sobre todo, en la adolescencia y en los homosexuales adultos. Sin embargo, es menos probable que la evaluación que los hombres hacen de su cuerpo afecte a su autoestima general del modo en que afecta a las mujeres. En el caso de los hombres, hay pruebas de que la norma cultural en lo referente al cuerpo ideal cada vez tiene un carácter más muscular. Algunas imágenes masculinas idealizadas exceden el límite superior de musculosidad alcanzable sin un ejercicio intenso y/u esteroides anabolizantes. Las chicas aprenden a muy temprana edad a controlar cuidosamente

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Características de los niños antisociales

Los actos específicos que pueden mostrar los niños remitidos para tratamiento pueden concebirse como síntomas individuales o como conductas “diana”. De todos modos, es probable que las conductas antisociales ocurran juntas y que formen un síndrome (o constelación de síntomas). La conducta antisocial como síndrome puede incluir varios síntomas centrales tales como peleas, holgazanería, robos y arrebatos, destrucción de la propiedad de uno mismo o de los demás, provocar o amenazar a los demás y escaparse de casa entre otros. La enumeración de tantos síntomas en el síndrome de conducta antisocial suscita el interrogante de si es significativo delimitar un área tan grande de funcionamiento. La respuesta es al mismo tiempo sí y no. Es significativo delimitar una clase amplia de conductas antisocial porque la presencia de tal conducta está relacionada con numerosas cosas. Además, por inclusiva que parezca ser la clase, pueden darse otros numerosos síntomas tales como afecto triste, quejas somáticas, falta de comunicación y ansiedad, pero no parecen formar parte del síntoma. Hay otros síntomas y características de funcionamiento que también es probable que ocurran. Habría que debatir si deberían formar parte del síndrome de conducta antisocial. En efecto, si estas características asociadas correlacionan más fiablemente y con una mayor magnitud de lo que lo hacen algunas otras conductas, podría considerarse que son centrales para el síndrome. Entre los síntomas alternativos los relacionados con la hiperactividad han sido identificados muy frecuentemente. Incluyen el exceso de conducta motora, la inquietud, la impulsividad, la falta de atención y conducta antisocial ha hecho de su delimitación y evacuación diagnóstica el tema de considerables investigaciones. Se han identificado como problemas de los jóvenes antisociales otras varias conductas tales como alardear, alborotar y acusar a los demás. Muchas de ellas parecen ser formas leves de conducta alborotadora si se comparan con los actos agresivos, en vandalismo, el robo u otras conductas mas graves que incluyan daño a otras personas o a la propiedad, o que violen normas sociales importantes. Los niños y adolescentes con conducta antisocial tienden a sufrir anomalías en varias aéreas distintas de las que se usan para definir la conducta antisocial. Estas características son clínicamente relevantes porque la remisión para el tratamiento se basa tanto en la presencia de determinadas conductas como en el impacto de las mismas sobre otras áreas de la vida del individuo. Un hallazgo persistente es que los niños antisociales sufren deficiencias académicas tal como se refleja en niveles de rendimiento, cursos y áreas de habilidades específicas, especialmente la lectura. Las malas relaciones con los compañeros tienden a correlacionar con la conducta antisocial. Éstos son rechazados y muestran escasas habilidades sociales. Probablemente puede interferir que las relaciones con adultos, menos estudiadas, son tensas porque los maestros y padres quienes remiten a la consulta a esos niños por sus conductas antisociales. Secuencia y progresión de las conductas antisociales Es razonable asumir que se da una continuidad de la conducta antisocial a lo largo del desarrollo. Estas conductas aparecen en formas leves, quizá evolucionadas en intensidad y forma, y continúa durante tal proceso. Robins (1978) demostró que la conducta antisocial en la vida adulta raramente surge de novo. Los adultos sociópatas han tenido una historia de conducta antisocial de jóvenes. El hecho de que la conducta antisocial se halle relacionada a través de distintos periodos de la infancia y la vida adulta confirma su continuidad e implica una serie de pasos intermedios. La continuidad puede ser obvia en la infancia puesto que muchas conductas tales como mentir, robar y destruir aparecen formando parte del desarrollo normal. Estas conductas pueden ser menos extremas que las finalmente observadas en niños identificados como antisociales. En efecto, la aparición de estas conductas, su continuación y correlatos pueden determinar si un niño es percibido como clínicamente alterado. Las conductas antisociales leves o poco intensas pueden ser un eslabón inicial de una progresión a una conducta antisocial clínicamente significativa. Es importante reconocer que los factores que colocan a los niños en situaciones de riesgo no solo incluyen los signos precoces de la conducta antisocial sino también muchos otros. Robinson y Wish llevaron a cabo un estudio haciendo el seguimiento de individuos negros normales desde la escuela elemental hasta más allá de los 30 años. Se usaron los archivos escolares y de la policía, así como entrevistas directas para identificar la aparición y los precursores de las conductas irregulares en el curso del desarrollo. Los resultados identificaron la probabilidad de que algunas conductas antisociales ocurrieran antes que otras. También se analizó la secuencia de las conductas identificando qué comportamientos problemáticos era probable que fueran precedidos por otros específicos. (Información extraída de Tratamiento de la conducta antisocial en la infancia y la adolescencia / Alan E. Kazdin ; traducción de Xavier Corbera ; revisión de la versión castellana, Josep Toro, 1988)

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Incontinencia urinaria en personas mayores

Más de 4 millones de personas mayores de 65 años tienen problemas de control de esfínteres urinarios o fecales. No es un problema aislado, la persona que la padece no está sola, ni es algo nuevo. Es un problema que puede solucionarse y pueden reducirse al mínimo las incomodidades y los riesgos existentes. En la solución participan los profesionales sanitarios, la familia, los cuidadores y la persona afectada. Es necesario evitar la ocultación de esta situación, ya que cuanto antes la conozca el médico y los profesionales sanitarios, antes se podrá poner tratamiento para resolverlo. Un punto importante es las actuaciones frente a este problema será promover los cuidados en el propio domicilio de la persona afectada. Estos cuidados pueden englobar desde la higiene básica, los cuidados de colectores, sondas, movilizaciones en la cama, etc. Los profesionales sanitarios siempre estarán dispuestos a ayudar, pero es necesario comprender que la ayuda de la familia y de los cuidadores es imprescindible, ya que serán los que más tiempo pasen con el afectado y los que detectarán precozmente los problemas. Definición y tipos La incontinencia urinaria suele definirse como la pérdida involuntaria de orina que provoca en los individuos, problemas higiénicos, psicológicos y sociales. Podemos distinguir: Incontinencia urinaria de esfuerzo: situación en que la persona experimenta una pérdida de orina por debajo de 50 ml y se produce a consecuencia de un aumento de la presión abdominal. Incontinencia urinaria de urgencia: el individuo experimenta una pérdida involuntaria de orina poco después de sentir una gran sensación de urgencia al orinar. Incontinencia urinaria por rebosamiento: situación en que la persona experimenta una pérdida involuntaria de orina, que se produce cada cierto tiempo, de algún modo pronosticable y que tiene lugar cuando la vejiga alcanza un determinado volumen de orina Incontinencia urinaria funcional. Situación en que la persona experimenta pérdida de orina involuntaria e impredecible y suele estar asociada a enfermedades u otras alteraciones Incontinencia urinaria total: situación en que el individuo experimenta pérdidas de orina de forma continua e involuntaria Factores predisponentes Habrá una serie de factores que favorezcan la aparición de incontinencia Factores ambientales Uno de los más importantes, es la existencia de las denominadas “barreras arquitectónicas”; son aquellos objetos, muebles, parte de la arquitectura de los edificios, etc. que impiden y dificultan el acceso de manera rápida y eficaz al aseo por parte de la persona incontinente. Ejemplos de éstas son: mobiliario mal colocado, escalones altos, alfombras dobladas, suelos resbaladizos, etc. Factores personales (biológicos y orgánicos) Existencia de impedimento físico: encamado, enfermo terminal, minusvalía Que tenga impedimentos psíquicos: demencia, desorientación, etc. Que viva solo, aislamiento, etc. Cuidados Hay que dejar claro desde el principio que no está solo; todos, su familia, cuidadores y los profesionales sanitarios están para ayudarle. Será necesario recordarle que existen los medios y conocimientos necesarios para resolver el problema. Es importante facilitar el camino hasta el cuarto de baño lo más cómodo y directo posible, evitando los obstáculos como sillas, plantas, etc. En el cuarto de baño debe mejorarse la iluminación, colocar pasamanos y asideros. Las ropas serán amplias y fáciles de abrir y quitar, vestidos con broches automáticos, velcros, etc. Evitar el estreñimiento, porque aumenta la presión en la vejiga y facilita la aparición de la sensación de ganas de orinar. ¿Cómo lo evitamos? Proporcionando comidas ricas en fibras, legumbres, verduras, fruta fresca. Controlar las micciones diarias y evitar en lo posible la urgencia. En caso de necesidad urgente de orinar, realizar respiraciones profundas y no contraer el abdomen ya que de esta manera, se evitará que aumente la presión en la vejiga. No ser demasiado insistente en preguntar al mayor si está seco o mojado o si tiene necesidad de orinar. Es importante dar estímulos positivos, apoyar y compartir los episodios de incontinencia, evitar frases del tipo “ya está otra vez, es que no se puede aguantar” y la marginación. Evitar el consumo excesivo de líquidos excitantes como colas, café y también el alcohol, porque irrita la vejiga y aumenta la necesidad de orinar. Establecer un horario de micción y favorecer una rutina para mantener la vejiga vacía. Realizar ejercicios para fortalecer los músculos del suelo de la pelvis y favorecer un tono adecuado que ayude a controlar la orina. Algunos de estos ejercicios son: Debe estar sentado o de pie, sin tensión en los músculos de las piernas o del abdomen. Imagine que quiere controlar su deposición y contraiga los músculos del ano. Estos ejercicios no son visibles y los puede practicar en cualquier momento. Al comenzar a orinar debe interrumpir el chorro contrayendo los músculos en la zona. Al contraerlos cuente hasta cuatro y relájelos de nuevo. El número de contracciones se irá aumentando progresivamente. Realizarlos una vez por hora durante al menos 3 meses. No debe impacientarse si ve que los resultados no se alcanzan inmediatamente, puede pasar algún tiempo hasta que los ejercicios surtan efecto. Si la persona mayor está en la cama y no puede por sus medios ir al cuarto de baño existen aparatos, cuñas y orinales que pueden ser útiles. Intentar usar los pañales como último recurso. Evitar la palabra “pañal” usar sinónimos como protector o similar para evitar avergonzarles o hacerles sentir mal. Es necesario, que al elegir el protector u otra medida, el afectado participe en la elección. Hay que aumentar el cuidado y la vigilancia de la piel en contacto con estos protectores, porque tienden a estar húmedas, favoreciendo la aparición de irritaciones, infecciones y lesiones en la piel. Complicaciones Las posibles complicaciones de la incontinencia urinaria, si no se trata a tiempo, podrán ser: Complicaciones psicológicas y sociales: Desajuste familiar, aumento de los gastos, dedicación constante, etc. Aislamiento social Cuadros depresivos Auto marginación y aislamiento Complicaciones orgánicas: Alteración de la piel Hemorragias Rotura de vejiga Complicaciones iatrogénicas del sondaje vesical: Lesiones en la uretra Contracción de los músculos de la vejiga Obstrucción de la sonda Deterioro de la sonda Signos y síntomas de alarma En caso de observar alguno de los siguientes signos o

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¿En qué consiste la enfermedad de Pick?

Por razones históricas, la enfermedad de Pick es mal conocida en la literatura y a veces no se diferencia de los casos atípicos de Alzheimer. Los primeros síntomas suelen aparecer entre 40 y 50 años, aunque hay descritos casos que comienzan en los treinta. La frecuencia de Pick no incrementa con la edad sino que aumenta hasta los 58 años y luego decrece. La evolución puede durar entre 5 y 15 años. La incidencia clínica es difícil de estimar ya que a menudo solo se diagnostican postmortem. Se ha estimado una razón de 50 a 100 casos de Alzheimer por cada caso de Pick. Un aspecto a resaltar es la alteración de los instintos. Hay un incremento de apetito y puede darse pica (ingesta de objetos no alimenticios) e introducción de objetos en la boca. En estados avanzados puede haber hábitos anormales respecto a las funciones esfinterianas. Sexualmente la conducta también es inapropiada, en general en forma de incremento de las actividades sexuales auto y heterogéneas así como un cambio de las preferencias (homosexualidad) o ausencia total de discriminación por edad, sexo o grado de familiaridad. También puede aparecer exhibicionismo o masturbación publica. La actuación motora está condicionada por la existencia de resistencia muscular hipertónica, una tendencia a conservar actitudes y una persistencia de movimientos iniciados pasivamente. Hay reflejo de “grasping” en respuesta a estimulación táctil o visual, con o sin signo de puntos cardinales. Puede darse un síndrome piramidal o extra piramidal acompañante. Aparece actividad compulsiva como revisiones continuas, lavado corporal, actividades orales o coleccionismo compulsivo. Respecto a los elementos repetitivos suele haber ecolalia, ecopraxia y escritura iterativa y micrográfica. El registro electroencefalográfico es normal y el PET puede mostrar hipo metabolismo frontal y temporal. Algunos pacientes tienen primordialmente atrofia frontal con cambio de personalidad y conducta social más que alteraciones de memoria y cognitivas. Se encuentran desinhibidos en situaciones sociales, pierden interés por sus responsabilidades, se vuelven apáticos, y carentes de autocrítica y de consciencia del déficit. Un segundo grupo de afectos tienen atrofia temporal o fronto temporal. Estos comienzan con una pérdida de memoria, alteración del humor y conducta infantil. Las dos formas más usuales de la enfermedad son la afección bifrontal y la fronto-temporal izquierda, ambas de forma circunscrita. Esta preferencia de la atrofia por unos lóbulos concretos hace que la RM de un caso de Pick, al contrario de lo que sucedía en el Alzheimer, sea específica y distinguible de otras atrofias normalmente generalizadas. Knopman y cols. (1989) describen seis casos de enfermedad de Pick en los cuales la atrofia frontal o temporal permite distinguir sus TC de las de los afectos de Alzheimer.   (Información extraída de Envejecimiento y demencias / Carme Junqué, Ma. Ángeles Jurado, 1994)  

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Alcoholismo y síndrome depresivo

El abuso prolongado de alcohol causa ciertos trastornos psiquiátricos. Los pacientes alcohólicos refieren a menudo un humor depresivo, a la vez que evidencian, en relación a su uso de alcohol, multitud de síntomas afectivos, tales como astenia, anergia, tristeza, irritabilidad, insomnio, etc. Ya en 1936, la revista Lancet, publicaba un artículo que ponía de relieve la relación entre alcoholismo y trastorno maniaco-depresivo. Los síntomas depresivos son frecuentes en el alcoholismo. Un 40% de pacientes alcohólicos son diagnosticados de depresión. Se ha definido en los alcohólicos que sufren depresión una historia más larga de problemas asociada al uso de alcohol; más intentos de terapias de deshabituación; más patología física relacionada con el consumo de alcohol; y mayores problemas familiares y conyugales. La relación entre la enfermedad alcohólica y los trastornos afectivos es compleja y confusa. Temas tales como la naturaleza y prevalencia de sus síntomas, la concreta definición operativa de dichas entidades nosológicas, la dicotomía entre trastorno primario vs. Secundario, la concurrencia y evolución en el tiempo y el manejo terapéutico permanecen en controversia. Existen por lo menos cinco factores que contribuyen a la confusión entre alcoholismo y síndrome afectivo: El alcohol “per se” puede causar síntomas afectivos dependiendo del nivel de alcoholemia. Euforia durante la fase inicial a niveles elevados, frente a la tristeza e irritabilidad a niveles más bajos o decrecientes. El uso prolongado de alcohol da lugar a signos de depresión severa de forma temporal, con una clínica muy similar a la de los trastornos afectivos depresivos mayores, en especial en pacientes femeninos Algunos pacientes pueden iniciar o aumentar el consumo de alcohol durante episodios afectivos, en especial las fases maniacas. Otros, con su efecto euforizante, recurren a un uso creciente como forma de alivio o automedicación de su sintomatología depresiva. Los síntomas depresivos y los problemas por alcoholismo ocurren concomitantemente en otros trastornos psiquiátricos. Se han descrito esta asociación en los trastorno de personalidad de tipo antisocial por somatización o toxicomanía en las que el alcohol actúa como sustituto de la droga primaria. La enfermedad depresiva y el alcoholismo se hallan entre los trastorno de más alta prevalencia entre la población general; dada sus respectivas tasas de incidencia se puede estimar que una pequeña proporción de pacientes pueden estar afectos de forma independiente de ambos trastornos. Hay ciertas razones que avalan una relación biológica subyacente de tipo genético. Winokur y cols. Proponen una asociación familiar entre alcoholismo y depresión que da lugar a una entidad que se expresaría como una depresión de inicio temprano en las mujeres o como un alcoholismo en los hombres. La prevalencia del alcoholismo en parientes de primer grado de pacientes con trastornos afectivos es del 6-12% frente al 8% del grupo control. Sin embargo, los estudios de adopción y de prevalencia en familiares no apoyan esta estrecha relación genética entre alcoholismo primario y trastorno afectivo depresivo primario. Con respecto a la diferencia entre primario versus secundario, la mayores de autores tipifican a estos pacientes depresivos de Trastorno Depresivo Secundario, indicando que el alcoholismo ha precedido o acompañado al síndrome depresivo. No obstante, la severidad del cuadro clínico, la frecuencia de suicidios así como antecedentes familiares de trastorno psicótico y afectivo, sugieren que al menos un pequeño subgrupo pudiera padecer un trastorno depresivo primario atípico. Otra dificultad subañadida es la forma de llegar al diagnóstico de trastorno afectivo depresivo y alcoholismo. La escala de Hamilton para la depresión ha demostrado una buena sensibilidad y especificidad diagnóstica al revés que otros métodos tales como el inventario multifásico de personalidad. La evolución y curso de ambos trastornos ofrecen indicadores para el manejo práctico de estos pacientes. Generalmente debe considerarse como secundarios los síntomas afectivos, puesto que éstos desaparecen tras varios días o semanas de abstinencia, lo que no sucede cuando el trastorno afectivo es primario. En general, se puede concluir que el alcoholismo y los trastornos afectivos son probablemente enfermedades distintas con diferentes pronósticos y tratamientos. Sin embargo, frecuentemente los síntomas depresivos complican el curso de un alcoholismo a la vez que algunos pacientes depresivos aumentan sus ingestas de alcohol cuando enferman, siendo un 5-10% los que se pueden llegar a diagnosticar del alcoholismo secundario. Aunque desgraciadamente existen aún serias dudas sobre el tema del manejo terapéutico de los pacientes alcohólicos con síntomas depresivos, hay datos que apoyan el uso de litio y/o antidepresivos. Comparado con placebo, los pacientes alcohólicos disminuyen el consumo y requieren menos hospitalizaciones en el seguimiento. El litio podría estar especialmente indicado en alcohólicos que han presentado un empeoramiento del humor tras 3-4 semanas de abstinencia, si bien, no todos los estudios están de acuerdo en su eficacia. No debe dudarse en recurrir a la terapia con antidepresivos, principalmente tricíclicos, cuando los síntomas afectivos sean notoriamente severos, o la cualidad de estos sea endogenomórfica independiente de que se les clasifique como de trastorno afectivo secundario. Por otro lado, merece la pena, resaltar que el uso de una terapia antidepresiva no parece influir en la evolución de la enfermedad alcohólica primaria, en cuanto la prevención de recaídas en el uso de alcohol.   (Información extraída de Trastorno por dependencia del alcohol: conceptos actuales 1988 / P.A. Soler Insa, F. Freixa, F. Reina Galán, 1988)

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¿Por qué se produce y cómo se identifica el estreñimiento en personas mayores?

El estreñimiento es la expulsión de heces escasas, duras y secas, o su ausencia durante cierto tiempo. En los últimos años está aumentando la incidencia del estreñimiento en la población especialmente en la gente mayor, por lo que es frecuente el abuso de laxantes, que suponen un alivio inmediato, pero a la larga producen un agravamiento del problema. Por eso es importante saber identificar este problema, así como conocer el ritmo intestinal de cada individuo antes de hacer el diagnóstico de estreñimiento, ya que hay personas que su ritmo intestinal les hace defecar dos veces al día y otras personas, escasas ocasiones a lo largo de la semana. No tener que ser lo normal para todas las personas realizar una deposición al día. ¿Por qué se produce? En la persona mayor los principales factores que predisponen al estreñimiento son: Disminución de la actividad física o la inamovilidad, que producen una debilidad progresiva de los músculos, entre otros, los músculos que intervienen en la defecación. Alteraciones de la dieta relacionadas con una disminución en la ingestión de líquidos y fibras. El aporte de líquido insuficiente contribuye a la formación de heces más duras y secas, que producen una mayor dificultad en su expulsión. Además, si se les une una ingestión pobre en fibras no se produce el adecuado arrastre de la materia fecal. También producen estreñimiento cambios en la dieta habitual del individuo, como puede ser la instauración de un nuevo régimen alimentario. Hábitos irregulares intestinales: cuando no se responde al deseo de defecar, se producen heces más duras y la necesidad de defecar se hace cada vez más débil. Uso habitual de laxantes y enemas: implican un aumento progresivo de la dosis y la frecuencia para conseguir el mismo efecto. Cambios en el medio ambiente: falta de intimidad necesaria en el momento de realizar la deposición y cambios en la actividad diaria que produzcan, por ejemplo, una menor disponibilidad de tiempo Trastornos del aparato digestivo y otras enfermedades como estrés, depresión y más frecuentemente en el anciano, las demencias, que producen una disminución de la respuesta a la necesidad de defecar o incluso producen que no se responda a tal necesidad. También se favorece el estreñimiento con cierto tipo de fármacos. Edad: aunque con el envejecimiento se producen cambios en el aparato digestivo n oes causa por sí misma del estreñimiento. ¿Cómo se identifica? Se caracteriza por: Poca frecuencia de las deposiciones Heces duras y secas Esfuerzo a la hora de hacer la deposición Defecación dolorosa Sensación de plenitud Disminución del apetito ¿Qué se puede hacer? Realizar ejercicios de fortalecimiento abdominal. Debe pasearse como mínimo una hora diaria. Si es posible, se recomienda practicar la natación, porque favorece la movilidad, ayuda a la evacuación y fortalece la musculatura. Es necesaria la realización de contracciones isométricas, pudiendo realizarse dos tipos de ejercicios: El anciano se colocará tumbado mirando hacia arriba y procederá a contraer los músculos abdominales tirando de ellos hacia dentro. Debe mantenerse esta posición un máximo de 10 segundos y luego relajarse. Deben repetirse de 5 a 10 veces al día, según el estado del enfermo. Permaneciendo en la misma posición, se contraerán los músculos del muslo durante diez segundos, de cinco a diez veces, cuatro series al día Consumir elementos que eviten el estreñimiento. Son recomendables los alimentos ricos en fibra: salvado, frutas, frutos secos, legumbres, tubérculos, cereales y pan. Ingestión de al menos dos litros de líquido al día, sin contar el té o el café. Es recomendable un vaso de limonada caliente y a ser posible 30 minutos antes del desayuno 90 ml de zumo de ciruela pasa caliente, a la que se le puede añadir nuez moscada o canela. No es bueno abusar de alimentos pobres en residuos como el arroz, huevos  y carne, ya que su movimiento por el intestino es más lento. Establecer un hábito diario de eliminación. Con ello se estimula la regularidad intestinal, como por ejemplo acudiendo al baño cinco o diez minutos después del desayuno. Además puede acompañarse con una bebida caliente que favorezca la motilidad intestinal. Hay que evitar la urgencia para defecar, por ejemplo, debe procurarse el uso de retretes públicos cuando sea necesario y no esperar a llegar a casa. Evitar los laxantes. En muchas ocasiones no es lo más adecuado la utilización de laxantes porque son fármacos que inducen la defecación, pero a largo plazo inducen a un estreñimiento crónico. Con una buena posición y otras medidas preventivas no tiene porqué ser necesario la utilización de medidas farmacológicas En algunos casos, el estreñimiento puede resultar peligroso. En una cirugía abdominal o perianal reciente, el sobreesfuerzo en la defecación puede hacer que se suelten los puntos. Además, el esfuerzo al contener la respiración en personas con deterioro cardiaco, cerebral o respiratorio puede desencadenar agravamiento de sus enfermedades previas. De aquí la importancia de una buena prevención. Posición adecuada: la persona se mantendrá erguida, con los pies apoyados en el suelo, las rodillas y caderas flexionadas en posición de semicunclillas en la medida de lo posible. El movimiento de balanceo de la parte superior del cuerpo contribuirá a una eliminación más cómoda sin ejercer tanta fuerza en la zona abdominal. En las personas encamadas es necesario el uso de cuña, colocándose la zona más estrecha hacia la espalda porque facilita una mejor colocación, sobre todo si el paciente no puede elevar las piernas. Algunos consejos. Facilitar en el domicilio luces pilotos nocturnas y/o barandillas para que el paciente pueda tener fácil acceso al cuarto de baño por la noche con menor riesgo de caídas Prendas de vestir fáciles de quitar Técnicas de relajación si la persona mayor se angustia fácilmente, como puede ser la realización de respiraciones profundas Cuando la evacuación es dificultosa, hay que tranquilizarle explicándole que más tarde se puede volver a intentar Evitar ruidos y estímulos externos a la hora de defecar En personas dependientes, se debe procurar la mayor intimidad posible y mentalizarles que su situación es natural y no debe suponerles un

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Signos neurológicos en la enfermedad de Alzheimer

La enfermedad de Alzheimer (EA) se define clínicamente por las alteraciones cognoscitivas, que son precoces e intensas y predominan durante todo el curso de la enfermedad. Se piensa que la exploración neurológica habitual es normal y en consecuencia, la aparición de signos neurológicos convencionales se considera un dato en contra de este diagnóstico. A pesar de esta noción clásica, los enfermos pueden presentar precozmente signos extra piramidales y durante el curso del proceso aparecen alteraciones de la marcha, reflejos de liberación, paratonía y otras alteraciones. Parkinsonismo Los pacientes con EA tiene manifestaciones clínicas que se pueden interpretar como parkinsonianas sin serlo, y así, la indecisión al dar el paso se puede confundir con una marcha parkinsoniana lenta, la paratonía con una rigidez y el aspecto “parado” de un demente inatento, inseguro o deprimido con una bradicinesia. De hecho, esto y otros problemas dificultan la revisión de los trabajos que tratan de las manifestaciones extra piramidales en la EA, por lo que se ha propuesto definiciones más rígidas de cada signo. Puede además ocurrir que un signo aparezca en ambas, EA y enfermedad de Parkinson (EP), pero su significado difiera, y así, el reflejo de parpadeo, aumentado en la EA, cuando la afectación cognoscitiva empieza a ser severa, disminuye al empeorar más la enfermedad mientras que persiste y se acentúa al avanzar la EP, lo que sugiere una naturaleza distinta en ambas enfermedades. En cualquier caso, la enfermedad causa signos parkinsonianos auténticos. La rigidez y bradicinesia se pueden detectar mediante técnicas neurofisiológicas, incluso antes de que sean evidentes clínicamente y los signos clínicos mediante escalas habituales, como la Escala Unificada o con otras más simples de concordancia interobservador elevada. Los signos parkinsonianos más frecuentes son la inexpresividad, la disminución de la velocidad de la marcha, y braceo y la rigidez, mientras que el temblor de reposo o no aparece o es infrecuente. Un punto de interés es saber si estos signos se deben a la propia enfermedad o al envejecimiento. La frecuencia de los signos parkinsonianos es baja en una población normal de edad avanzada 61 años, y el síndrome parkinsoniano no aparece en los controles o es muy infrecuente en la población general (49,59), de forma que los signos y síndromes parkinsonianos son mucho más frecuentes en la EA que en el control en la mayoría de los estudios, con alguna excepción, y su intensidad aumenta al progresar la enfermedad, lo que sugiere claramente su relación con la enfermedad. Una de las razones que puede justificar el parkinsonismo de la EA son los neurolépticos (NL), medicamentos capaces de causar numeroso efectos adversos, quizás en relación con las modificaciones que provocan en el sistema extra piramidal experimentalmente. Por otra parte, los pacientes que desarrollan un parkinsonismo por neurolépticos tienen mayor bradicinesia previamente y como ambos, psicosis y parkinsonismo son más frecuentes conforme la enfermedad avanza y la intensidad del parkinsonismo se correlaciona con la severidad de las alteraciones conductuales, es más probable que sean los pacientes con signos parkinsonianos quienes reciban neurolépticos. En cualquier caso, los signos parkinsonianos son más frecuentes cuando se utilizan NL, en especial si el examen se realiza al poco de introducirlos y su aparición es, al menos en parte, dosis dependiente: las dosis bajas de haloperidol no aumentan su incidencia, mientras que las dosis altas los causan en el 75 al 100% de los pacientes. Discinesias La discinesia buco facial (DBF) aparece en el 13% de los enfermos en una serie con demencia de EA moderada sin tratamiento neuroléptico (10), cifra en el extremo alto de la población no demenciada, lo que puede hacer pensar en una simple coincidencia. Sin embargo, otros datos sugieren una interrelación y por ejemplo, la frecuencia de la DBF aumenta conforme avanza la EA, llega a ser del 67% en estadios tardíos y puede extenderse entonces a otros territorios. La discinesia no suele ser llamativa, ni precisar tratamiento. Mioclonias Las mioclonías de la EA se han atribuido a la pérdida celular de los núcleos serotonérgicos dorsal del rafe y noradrenérgico del locus coeruleus. No obstante, esta MC comparte muchos datos con la de origen cortical, de forma que aparece con más frecuencia si existen ondas trifásicas en el EEG y las anomalías paroxísticas y las crisis epilépticas son más frecuentes en los pacientes con MC. Las MC de la EA aparecen en el sueño con el sobresalto o se recogen solo durante la vigilia, pero la mayoría de los estudios se refiere a la MC diurna, generalmente parcelar, asíncrona, asimétrica y distal, que puede estar potenciada por el movimiento, la actitud y la postura. La supervivencia del paciente con miclonías está acortada, de forma que la vida del enfermo se prolonga solo una media de 0,8 años a partir de la aparición de la mioclonía, con una supervivencia máxima de 3 años, aunque muchos de los enfermos fallecen en el año de su aparición. Epilepsia La interrelación entre crisis epiléptica y EA es evidente. La incidencia de una CE única sintomática de una demencia es del 7,2/100.000 en personas mayores de 60 años. Cuando una CE aparece después de los 60 años aumenta la posibilidad de que ese paciente padezca una demencia y nada menos que el 11,5% de las epilepsias aparecidas a partir de los 64 años se deben a una afectación degenerativa cerebral, en gran medida una demencia. De la misma forma, una demencia sextuplica el riesgo de tener una CE a partir de los 55 años de edad y es la causa del 4% de las CE tardías asistidas en medio hospitalaria. La influencia de la EA en la aparición de CE es todavía mayor que la de una simple demencia, de forma que esta enfermedad duplica el riesgo de padecer una epilepsia. Las crisis epilépticas de la EA son generalizadas tónico-clónicas y se considera que un estado de mal o crisis focales inequívocas obligan a investigar una causa distinta de la demencia. No obstante, las crisis focales pasan fácilmente desapercibidas en el paciente demenciado: en un

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Características de los niños, niñas y adolescentes con trastorno disocial

La primera característica que uno podría esperar de un niño, niña o adolescente que presenta trastorno disocial es que tenga malas relaciones con las personas que han sido víctimas directas o indirectas de sus actos antisociales. Debido a ello, es común que estos niños y adolescentes sean rechazados por los pares que no presentan este tipo de comportamientos. Los niños que presentan dificultades de agresividad tienden a ser rechazados por sus pares desde el comienzo de los años escolares, lo que los lleva a asociarse con otros niños con dificultades similares. Es posible que este rechazo no se deba solamente a los actos agresivos por sí mismos, sino a falta de habilidades sociales. Estos individuos presentan una serie de dificultades en la forma en la que reaccionan ante el comportamiento de sus semejantes que son coherentes con este déficit en habilidades interpersonales. Varios estudios muestran que son frecuentes los individuos que han estado implicados en actos delictivos en su adolescencia y que tuvieron malas relaciones con sus pares en su infancia, lo que indica que estos individuos pudieran haber sido objeto de rechazo por partes de los pares “normales” en su infancia y que, por ello, se pudieron haber involucrado con pares que también tenían problemas de comportamiento. Otro rasgo entre los individuos con desorden de conducta, es el mantenimiento de una relación caracterizada por el uso de la agresividad y la coerción con los hermanos Problemas académicos Como consecuencia de sus conductas antisociales, los niños con desorden de conducta son objeto de continuas sanciones disciplinarias en el ámbito escolar, que en el peor de los casos pueden llevarlos a la expulsión del plantel educativo. Tal vez por esta razón estas personas tienden a prestar un nivel educativo inferior al promedio. El fracaso académico por su parte, ha sido considerado factor de riesgo por los problemas de conducta antisocial en la adolescencia. Existen varios estudios que señalan que el bajo interés académico, manifestado por aspectos como las fugas del plantel y el bajo rendimiento, puede relacionarse con la delincuencia juvenil junto con otros factores. El rechazo social y el fracaso académico como factores asociados con la delincuencia juvenil Patterson y sus colegas (1989) elaboraron un modelo descriptivo que muestra que los niños que presentan problemas de comportamiento desde temprana edad, tienen alta probabilidad de ser objeto de rechazo por partes de sus pares y fracasar académicamente en los años escolares. De acuerdo con este modelo, debido a estas dos circunstancias es muy probable que estos niños se junten con niños que también presentan problemas de comportamiento, entre los cuales encontrarían reconocimiento y aceptación por las conductas problemáticas por las cuales fueron objeto de exclusión y rechazo social. Estos niños mostrarían alta probabilidad de involucrarse en actos delictivos y otras conductas criminales en su adolescencia, si llegan a entrar en contacto con grupos dedicados a este tipo de actividades. Patterson y sus colegas han resaltado que los problemas de comportamiento infantil que se presentan en los años preescolares, en la primera etapa de este modelo progresivo de conducta antisocial, son el resultado de una disciplina paterna débil y de malos tratos infantiles. Así mismo, hacen énfasis en la transmisión intergeneracional de la violencia, al resaltar como estos mismos niños se convertirán en delincuentes juveniles y quizá también ejercerán una débil disciplina y violencia hacia sus propios hijos favoreciendo la repetición de este modelo progresivo en su descendencia. Características emocionales y de la personalidad Autoestima Los individuos con desorden de conducta suelen tener baja autoestima, los estudios demuestran que estos individuos demuestran un ego “inflado” que hace que tengan alta autovaloración, se jacten de sí mismos y respondan con agresividad cuando alguien ataca su autoestima. Impulsividad Los individuos con desorden de conducta presentan una serie de características que señalan claramente dificultades para controlar sus impulsos y anticipar las consecuencias de sus actos. La APA (2002) señala en este sentido, que estos individuos suelen llevar a cabo actos imprudentes o que ponen en riesgo su salud, incluyendo su salud sexual y reproductiva. Por ello, es común que sufran lesiones físicas producto de accidentes y peleas y que presenten tasas más altas de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual que los adolescentes sin desorden de conducta. Suelen comenzar a consumir cigarrillo, bebidas alcohólicas y sustancias ilegales a edad mucho menor que la del promedio. Además de la imprudencia, otro indicador de dificultades en el control de los impulsos, es el hecho de que los individuos con desorden de conducta presentan mayor frecuencia de ideaciones suicidas e intentos de suicidio consumados y no consumados que la población general. Debido a ello, se han considerado que dicho desorden es un factor de riesgo del suicido en la adolescencia Daderman (1998) evaluó la impulsividad en un grupo de 47 adolescentes varones con trastorno disocial, comparándolos con 82 varones normales. Encontró que dichos adolescentes tenían un promedio de puntuaciones significativamente mayor en la impulsividad con sus pares normales. Otros rasgos emocionales La APA (2002) también ha señalado que los individuos con desorden de conducta tienden a presentar baja tolerancia a la frustración, irritabilidad, baja empatía y ataques de ira. Trastorno disocial y psicopatía La psicopatía es un trastorno de la personalidad que según Hare, Hart y Harper incluye las siguientes características: Ausencia total de remordimiento Autovaloración exageradamente alta, arrogancia Ausencia total de remordimiento Ausencia de empatía en las relaciones interpersonales Manipulación ajena y con recursos frecuentes al engaño Problemas de conducta en la infancia Conducta antisocial en la vida adulta Impulsividad Ausencia de autocontrol Irresponsabilidad Quay (1965) ha señalado que otra característica fundamental del psicópata es una búsqueda patológica de la estimulación, es decir, tendencia a buscar experiencias excitantes a pesar de los peligros potenciales. Esto se debe a que el psicópata posee baja reactividad de sus Sistema Nervioso Autónomo, el cual regula la excitación fisiológica ante el peligro y la amenaza. Esta búsqueda de estimulación fue bautizada como “búsqueda de sensaciones” y ha sido definida como la búsqueda de experiencias y sensaciones intensas, novedosas,

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Causas de demencia

Las causas de demencia son múltiples. A pesar de ello el 50% del total de casos corresponde a enfermedad de Alzheimer y un 25% a demencias vasculares. El resto se divide entre una larga lista de enfermedades y procesos que cursan con deterioro intelectual y conductual. Se han descrito alteraciones mentales tras un gran número de intoxicaciones por diferentes elementos pero en realidad son raras. Suele tratarse de la aparición de un síndrome confusional agudo, con alteraciones de memoria y orientación, cambios de conducta y emocionales y deterioro intelectual. Entre los agentes tóxicos se encuentran las toxicas industriales, medicamentos y metales: plomo, mercurio, arsénico, manganeso, talio, cobre, oro, aluminio y bismuto. Algunos desequilibrios metabólicos resultan en formas de demencias si no son reconocidos a tiempo. En general aparecen signos sistémicos propios de la enfermedad antes que los síntomas de demencia. Los cambios emocionales son muy comunes, sobre todo al principio: depresión, agitación, sentimientos paranoides con delusiones. Los cambios cognitivos suelen ser lentitud de pensamiento, problemas de memoria y dificultades de abstracción. Los trastornos más habituales son los endocrinológicos. El trastorno tiroideo puede ser un cuadro de hipotiroidismo con conductas confusionales, déficits intelectuales e incluso paranoia, cambio de personalidad y violencia con formas esquizofreniformes. Las alteraciones paratiroideas pueden cursar con síntomas mentales, tanto por elevación como por disminución de los niveles de calcio en sangre. En la hipercalcemia el cuadro más usual es el estado confusional, aunque dos tercios de los pacientes tienen primariamente cambios emocionales o de personalidad. Las dificultades cognitivas son menos frecuentes. La hipo calcemia también induce cambios mentales sobre todo estado confusional, alteraciones de memoria y personalidad. El pseudohipoparatidoidismo es hereditario y causa a menudo con retardo mental y deterioro subagudo. Los trastornos adrenales como el síndrome de Cushing pueden cursar con irritabilidad, depresión, apatía, ansiedad incluso a nivel psicótico. La enfermedad de Addison también cursa con apatía y depresión. El hipopituitarismo puede presentarse con cambios mentales lentos; pérdida de memoria, pensamiento enlentecido y depresión. Los desordenes pancreales pueden dar labilidad emocional, irritabilidad y cambios de personalidad. Episodios de hipoglucemia frecuentes pueden llevar a un daño neurológico permanente con confusión, psicosis, alucinaciones o paranoia, incluso afasia o déficits sensorio motrices por infarto cerebral, temblor, ataxia y demencia. Condiciones cardiacas, pulmonares, hematológicas, hepáticas y renales pueden ocasionar síntomas mentales. La encefalopatía hepática subaguda cursa con alteración de conciencia, deterioro cognitivo y cambios de conducta. La encefalopatía renal dentro del cuadro clínico de uremia presenta alteraciones de conciencia y sensoriales y más tarde cambios de personalidad, fatiga, apatía, falta de concentración, irritabilidad, pérdida de memoria y enlentecimiento intelectual. La enfermedad de Wilson o degeneración hepatolenticular familiar es un trastorno de herencia autonómica recesiva causado por deterioro de la excreción biliar y acumulación del cobre en el hígado, putamen y globus pallidus sobre todo. En la mayoría de casos el paciente primero presenta síntomas neurológicos: disartria, temblor, distonia, movimientos involuntarios. Un 25% presenta inicialmente solo anormalidades conductuales: impulsividad, inmadurez, labilidad emocional y promiscuidad sexual. Algunos pacientes muestran dificultades cognitivas, como alteraciones de memoria, razonamiento y pérdida de concentración. En los casos no tratados se evoluciona a una demencia generalizada. Casi el 52% de los pacientes con tumores cerebrales manifiestan cambios mentales en el curso del trastorno. Las manifestaciones conductuales son un estado confusional secundario al aumento de la precisión intracraneal o déficits específicos secundarios a patología focal. La pérdida de memoria, inatención, cambios de personalidad, inestabilidad emocional pueden ser resultado de efectos difusos o distantes de tumores, incluyendo edema, hidrocefalia o riesgo sanguíneo alterado. En tumores que surgen en los lóbulos frontales aparece apatía, euforia, irritabilidad, conducta social inapropiada, amnesia y confusión. En tumores temporales destacan las pérdidas de memoria. Los tumores malignos primarios cerebrales presentan una sintomatología rápidamente progresiva, exceso en casos de astrocitomas de crecimiento lento o meningiomas. Los cambios mentales suelen indicar un aumento de la presión intracraneal. Se han encontrado síndromes demenciales con tumores frontales, temporales, parietales y occipitales. La afectación de estructuras profundas como tálamo, ganglios basales, cuerpo calloso o tercer ventrículo puede originar demencia progresiva debida a comprensión de estructuras locales o por distorsión de estructurales medial e hidrocefalia. Los tumores benignos primarios cerebrales tienen un crecimiento lento que puede causar un declive paulatino de funciones superiores, alteraciones sensoriales y cambios afectivos. Todos los tumores intracraneales benignos incluyendo meningiomas, adenomas pituitarios, neurofibromas, pinealomas y ependimomas presentan cambios mentales. Los tumores metastásicos crecen con gran rapidez y presentan un edema en torno suyo. Pueden ser múltiples. Los más usuales son los cánceres de pulmón, de mamas y el melanoma. Un cáncer sistémico puede presentar como primer síntoma un declive de las funciones mentales acompañado de dolor de cabeza ataques comiciales y déficits focales motores o sensoriales. También son importantes los efectos remotos de carcinomas en ausencia de metástasis. Se dan una alteración emocional, ansiedad, depresión y alteración de memoria. La demencia puede ser progresiva y asociada a otros síntomas neurológicos, en especial degeneración cerebral subaguda, polineuropatia motora o sensorial, miopatía y melitis. Se ha hablado en estos casos de “encefalitis límbica”. El origen más frecuente es el carcinoma de pulmón. El hematoma subdural crónico puede ocurrir a cualquier edad, pero suele estar asociado a pacientes ancianos. El cerebro de las personas mayores acostumbra a tener un cierto grado de atrofia la cual debilita las finas venas subdurales que pueden romperse por un trauma menor. La mitad de los ancianos con un hematoma subdural verificado ni recuerdan ningún accidente específico responsable. Al aumentar la sangre en el espacio subdural pueden darse signos neurológicos focales o alteraciones del nivel de conciencia. El cuadro de demencia es ocasional, pero puede ser difícil de diagnosticar clínicamente respecto a su etiología. El tratamiento requiere la cirugía y extracción del hematoma. Si la demencia era de corta duración, la recuperación es prácticamente completa, lo cual no ocurre en cursos prolongados. También los procesos infecciosos pueden cursos con deterioro cognitivo. En un 80% de los pacientes con meningitis bacterial el inicio es agudo con confusión, delirium y estupor o coma. Entre

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