El trastorno por estrés postraumático es el nombre que se le ha asignado al conjunto de manifestaciones perdurables en el tiempo que muestran muchas personas después de haber vivido un acontecimiento traumático severo. El trastorno hace su aparición después de una experiencia traumática. Esta experiencia puede haber ocurrido muy recientemente, como mínimo hace un mes o puede haber ocurrido muy atrás en el tiempo, como, por ejemplo, en la infancia. Se trata siempre de experiencias que en el momento en que ocurrieron causar un fuerte impacto emocional. La mayoría de las personas que sufre este tipo de problemas experimentó un miedo muy intenso, una gran sensación de horror y una profunda sensación de desamparo.
Cuando se habla de acontecimiento traumático no nos referimos a cualquier tipo de acontecimiento que pueda resultarnos mas o menos aversivo. Son experiencias traumáticas severas, experiencias que, aunque afectan a un número muy elevado de personas en todo el mundo, suelen ser excepcional en la historia vital de un ser humano. Se trata de experiencias tan extremas que nuestro sistema psicológico se ve desbordado. Lo pueden sufrir, por ejemplo, las victimas de accidente de tráfico, víctimas de catástrofes naturales, violación, abusos físicos o psicológicos en la infancia, violencia doméstica, terrorismo, secuestros o víctimas de guerra.
Haber sido víctima de alguna experiencia como las anteriores no necesariamente lleva a sufrir un trastorno por estrés postraumático. Se ha estimado que solamente una cuarta parte de los que experimentan una experiencia traumática severa acaba sufriendo un trastorno por estrés postraumático. El grado de amenaza a nuestra integridad personal, física y psicológica que ha supuesto la experiencia traumática es un factor relevante para que se desarrollen reacciones postraumáticas duraderas.
Las personas con trastorno por estrés postraumático manifiestan señales de que hay una elevación de la actividad fisiológica, lo que se puede apreciar en las siguientes manifestaciones: un estado de alerta mas o menos permanente sin que exista ningún peligro aparente, problemas para conciliar y mantener el sueño, respuestas exageradas de sobresalto, dificultad para concentrarse, irritabilidad y ataques de ira. Se trata de un estado de hiperactividad psicofisiológica que interfiere de forma importante con la capacidad de concentración y con el rendimiento cognitivo.
Cuáles son los síntomas
El trastorno por estrés postraumático es un problema psicológico que se manifiesta en múltiples parcelas. Se trata de una reacción psicológica de cierta complejidad porque produce cambios muy importantes en nuestro funcionamiento psicológico, social, laboral y personal. Muchos de estos cambios ayuden resultar muy difusos y vagos, pero provocan un intenso malestar e interfieren seriamente con el funcionamiento global de las personas afectadas. Por todo ello, en muchas ocasiones, las personas que lo padecen sienten que no pueden explicar con facilidad lo que está ocurriéndoles y pueden ser totalmente incapaces de reconocer el problema y su origen durante mucho tiempo. Además, el trastorno también puede resultar difícil de identificar y entender por parte de las personas mas cercanas al afectado, que desean ayudar y no saben qué esta ocurriendo ni cómo ofrecer ayuda. Impotencia y frustración son dos sensaciones muy habituales en la cadena de afectados por este tipo de trastorno.
Poder delimitar y define el problema es una cuestión nuclear tanto para el proceso de recuperación de quien lo padece como para todos aquellos que intervienen en el proceso de ayuda de la persona afectada. Para definir el trastorno resulta de gran utilidad tratar de agrupar el amplio conjunto de manifestaciones que lo caracterizan bajo unos pocos “rótulos” generales que pueden resultar muy esquemáticos, pero que nos permiten poner un cierto orden en la amalgama de sensaciones y sentimientos que experimenta la persona afectada.
Uno de dichos rótulos es lo que denominamos fenómenos de reexperimentación. Un trastorno por estrés postraumático se caracteriza porque la persona que lo sufre, aunque no lo desea, siempre revive o recuerda de alguna forma la experiencia traumática que desencadenó el problema actual. El fenómeno de la reexperimentación de lo ocurrido se diferencia del fenómeno del recuerdo normal porque en la reexperimentación los recuerdos de las experiencias traumáticas ocurren de forma involuntaria, no deseada y desencadenan emociones muy desagradables que perturban el funcionamiento del individuo. La reexperimentación puede tomar distintas formas. En algunas ocasiones, la persona evoca la situación traumática de forma tal que entra en un estado psicológico, emocional y fisiológico tan intenso que le lleva a comportarse como si la experiencia estuviese sucediendo de nuevo, perdiendo el contacto con el presente. Éste es el caso de los llamados flashbacks. En otras ocasiones las personas tienen pesadillas recurrentes relacionadas con el trauma que son fácilmente identificables por un observador externo dado el comportamiento manifestado mientras se está durmiendo. Otros experimentan recuerdos recurrentes, intrusos y perturbadores del acontecimiento traumático. Algunas personas experimentan un intenso malestar cuando se ven expuestas a estímulos internos o externos que recuerdan o simbolizan de algún modo el evento traumático. Ese malestar puede ser psicológico (terror) y/o fisiológico (sudoración, aumento de la tasa cardiaca y de la respiración).
Por tanto, uno de los síntomas mas frecuentes del Trastorno por estrés postraumático es la reexperimentación de la experiencia. Esto significa que estamos reviviendo de alguna forma la experiencia traumática a pesar de que ésta ya haya pasado y estemos “a salvo”. Existen distintas formas de revivir lo ocurrido, entre ellas las siguientes:
- Pensamos repetidamente y de forma persistente en lo ocurrido, incluso cuando no lo deseamos hacer o cuando intentamos detener esos pensamientos o recuerdos
- Tenemos sueños terroríficos relacionados con todo lo que ocurrió y fue tan traumático para nosotros. Además, estas pesadillas desencadenan en nosotros sentimientos muy similares a los que en su momento provocó el acontecimiento traumático.
- Estamos despiertos y tenemos la sensación de que estamos volviendo a vivir la experiencia viendo o escuchando las mismas cosas que en su momento ocurrieron.
- Cuando nos exponemos a situaciones que nos recuerdan la experiencia traumática, sentimos una fuerte reacción emocional: miedo, rabia, angustia, etc.
- Cuando nos exponemos a situaciones en la que algo nos recuerda la experiencia vivida, manifestamos una fuerte reacción fisiológica, como, por ejemplo, sudar, temblar, taquicardia, dificultad para respirar, elevada tasa cardiaca o mareo
El fenómeno del “embotamiento afectivo” es otra de las características comunes de las personas que sufren un trastorno por estrés postraumático. Se trata de un mecanismo psicológico por medio del cual el organismo se protege frente a los sentimientos de dolor y terror intolerables, anulando de forma automática la mayoría de los sentimientos incluso aquellos que resultan adaptativos y positivos. Es la incapacidad para experimentar emociones, sean éstas positivas o negativas y suele traducirse en una notable disminución del interés por actividades que antes resultaban gratificantes y en una incapacidad para experimentar ciertas emociones positivas como amor o ternura. Todo ello puede llevar a un distanciamiento de los demás y dificulta notablemente el desarrollo y mantenimiento de relaciones personales intimas.
Además de algunas o todas las manifestaciones anteriores, es muy común que después de un episodio traumático mostremos algunas reacciones que nos ayudan a evitar actividades, pensamientos y sentimientos relacionados con el episodio traumático. Estas conductas pueden pasarnos desapercibidas, ser mas o menos sutiles, pero están presentes y suelen ser del siguiente tipo:
- Nos podemos sentir interiormente vacíos, incapaces de experimentar sentimientos, como si estuviésemos emocionalmente anestesiados
- Sentirnos incapaces de experimentar sentimientos de amor y ternura
- Nuestro estado emocional, se caracteriza por la facilidad para sentir ira, rabia o resentimiento
- Sensación de estar alejados de los demás, como si no nos sintiéramos en conexión con ellos, como si los demás “sobrasen”
- Sentir que las cosas que antes nos resultaban placenteras y despertaban en nosotros mucho agrado ahora ya no despiertan en nosotros el mismo agrado
- Sentir que nuestro futuro ya no tiene mucho sentido, que nunca podremos disfrutar de cosas agradables.
- Serias dificultades para recordar algunos aspectos del acontecimiento traumático
- Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones relacionadas con el acontecimiento traumático
- Esfuerzos por evitar personas, lugares o actividades relacionadas con la situación traumática
Es habitual que después del episodio traumático nuestro nivel de activación fisiológica se encuentre mas elevado de lo que era habitual en nosotros. Esta activación se puede traducir en uno o más de los siguientes aspectos:
- Nuestro sueño se ve perturbado, tenemos dificultad para lograr dormirnos, nos despertamos antes de tiempo o sentimos que no dormimos como antes.
- Durante demasiado tiempo estamos irritables o sentimos arrebatos de ira y en ocasiones nos comportamos de forma irracional o poco adecuada
- Tenemos dificultad para concentrarnos
- Sin que exista peligro aparente, sentimos la necesidad de estar protegidos y de proteger a los que queremos
- Nos sentimos fácilmente asustados. Con mucha mas facilidad que antes nos sentimos sobresaltados por cualquier ruido repentino.
¿cómo se sienten las personas afectadas?
Las personas afectadas experimentan una amalgama de sentimientos que en ocasiones pueden ser totalmente incapaces de expresar o canalizar adecuadamente. La experiencia traumática hace que nuestro sistema emocional se descontrol actuando de manera anómala en muchos sentidos. Hay anomalías en la intensidad de nuestras emociones, en el tipo de eventos que las desencadenan y en la dirección hacia donde la dirigimos.
El embotamiento afectivo consiste en una especie de anestesia que nuestro cerebro aplica a nuestro sistema emocional. A primera vista podría parecer que esto significa que los que sufren este tipo de trastorno están incapacitados, como consecuencia de ello, para experimentar emociones. Nada mas lejos de la realidad. Este mecanismo es involuntario y surge precisamente como una forma de protección frente a unas emociones demasiado intensas y dolorosas y actúa como forma de detener el malestar que las mismas provocan. Cuando la “anestesia” no está presente, las personas que sufren es probable que sientan oleadas de ira mas o menos intensas. La ira cumple un papel importante, sin embargo, cuando es el producto de una experiencia traumática y de todas las frustraciones experimentadas, se vuelve una emoción problemática y poco razonable. Se puede llegar a apoderar de nosotros y destrozar todo aquello que más estimamos
Otras emociones habituales son el miedo, desamparo, sensación de vacío y d que el futuro n existe, la vergüenza e incluso los sentimientos de reproche y culpa por lo ocurrido. ¿por qué estas emociones? El miedo y el desamparo son el producto de la percepción de indefensión y amenaza intensa que se produjo durante la situación traumática. Es razonable experimentar dichas emociones pues de alguna manera, nuestras creencias sobre el mundo como un lugar seguro en el que vivir se han visto cuestionadas. La tristeza es el resultado del recuerdo de algo doloroso y de una visión fatalista del futuro. Nuestro cerebro está programado para encontrar explicaciones racionales a las cosas que ocurren y cuando éstas son irracionales o ilógicas y causan tanto daño, tratamos de usar respuesta en nosotros mismos. El problema no está en la respuesta, en problema es que la pregunta está mal formulada.
Causas
Es evidente que la causa primera es haber sufrido una situación traumática. Pero esta respuesta es muy incompleta porque “no todas las personas que viven una situación traumática desarrollan un trastorno por estrés postraumático”.
La investigación nos ha ido aportando algunos resultados que nos ayudan a saber cada más de este trastorno. Los aspectos mas implicados en que se produzca este trastorno son los siguientes:
- Propio acontecimiento traumático puede favorecer mas o menos el que se produzca un trastorno por estrés. Si el evento es percibido como altamente dañino, perturbador o devastador, si potencia la sensación de falta de control sobre lo que está ocurriendo y se produce de gran repentina e inesperada, se favorecerá que la persona que lo sufra llegue a adquirir este trastorno.
- La intensidad, naturaleza, duración y frecuencia de las experiencias traumáticas constituyen los principales parámetros que determinan la gravedad de una experiencia traumática. En todos los casos se observa que cuanto más severo es el evento traumático, mayor probabilidad hay de desarrollar el trastorno o de manifestar respuestas más severas y desadaptativas.
- Existe cada vez mas acuerdo en explicar parte de las diferencias individuales encontradas en los seres humanos frente a una misma experiencia traumática apelando a la posible existencia de tendencias biológicas innatas que actúan aumentando la vulnerabilidad de los individuos frente al estrés
- El tipo de reacción frente a un evento traumático también depende del nivel de desarrollo emocional, social y cognitivo que tiene el individuo en el momento de la experiencia traumática.
- Las variables ambientales previas a la vivencia desempeñan un importante papel como moduladoras de los efectos de la experiencia traumática.
- Apoyo social percibido después de un hecho traumático tiene una gran influencia sobre el impacto que tendrá dicho trauma en el funcionamiento psicológico de los individuos.
¿Qué podemos hacer?
Desde el momento que uno quiere cambiar, salir del estado en que se encuentra, luchar por ser uno mismo, desde ese momento “ya estamos haciendo mucho”. Querer cambiar es la base para superar un trastorno por estrés postraumático. Además de conocer lo que nos pasa, ahora podemos trabajar para cambiarlo.
Sabemos que vivir una experiencia traumática contribuye a que se desencadene toda una serie de cambios que nos generan problemas. Fundamentalmente:
- Se eleva nuestra activación fisiológica porque el cuerpo espera aun una experiencia amenazante. El organismo se defiende estando en estado de alerta
- Nos invaden pensamientos intrusivos y repetidos sobre el trauma porque la mente está intentando procesar lo que ocurrió. Nuestro cerebro se enfrenta la dura tarea de asimilar lo ocurrido.
- Tendemos a evitar los pensamientos y sentimientos relacionado scon el trauma porque se quiere detener el malestar experimentado. Creemos que evitando conseguiremos sufrir menos y que el olvido y el paso del tiempo conseguirán que superemos todo. Por eso apretamos los sentimientos, los empujamos hacia dentro para que no nos molesten.
- Pensamos que enfrentándonos con la experiencia vivida solo conseguiremos sufrir de nuevo, por eso tendemos a evitar todo aquello que nos recuerda la situación traumática.
- Sentimos una apatía frente al futuro y nos cuesta hacer planes, ilusionarnos. Parece como si la vida nos enseñara que no vale la pena tener metas. Tenemos la sensación que escribió el poeta: “mi vida es un erial: flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja” (Rima 60 de Gustavo Adolfo Bécquer)
(información extraída de Estrés postraumático / Carmen D. Sosa, Juan Capafóns, 2005)