Se exponen una serie de mitos o leyendas urbanas que van recirculando de manera periódica y recurrente, unos más imaginativos y sorprendentes que otros, pero todos carentes de evidencia o de base científica
Mito 1. No se deben mezclar carbohidratos con proteínas
En los bocatas de jamón o tortilla de patatas, en las paellas y en otros muchos platos tradicionales se mezclan sin ningún problema. De hecho, muchos alimentos ya presentan “de origen” dicha mezcla, sobre todo los frutos secos y las legumbres, por lo que es fácil comprobar que esa afirmación es uno de los disparates que con más frecuencia se encuentra en la red.
Mito 2. Los carbohidratos no se pueden tomar por la noche porque engordan más que por la mañana
Lo que cuenta es el balance de calorías ingeridas y gastadas a lo largo del día; no hay ningún reloj en nuestro organismo que cambie el poder calórico ni la estructura molecular de los carbohidratos a partir de una hora determinada; no obstante, cenar a las 10 o 11 de la noche un plato hondo lleno de lentejas o una paella no es aconsejable por su lenta digestión, pero cenar pronto un poco de arroz integral o dos tostadas de pan con algún componente mas no tiene por qué suponer ningún problema, si el balance con el que hemos llegado a las 8 o a las 9 de la noche así nos lo exige.
Mito 3. Si se quiere adelgazar hay que limitar la manera drástica los hidratos de carbono y comer más proteínas
Es el mito más peligroso y el decreto-ley de muchas dietas. Estas recomendaciones de falso gurús es absurda y nociva; de todos modos, hay que señalar que si en la dieta hay una ingestión excesiva de carbohidratos simples, esto es, azucares, la limitación tendría sentido. Dentro de este mito, hay que hacer referencia a las dietas milagro, hiperproteicas, que surgidas ya en los años 70 vuelven al circo mediático actual con la famosa dieta Dukan y la paleodieta, como últimas versiones actualizadas. La dieta Dukan puede ser muy perjudicial en temas de desequilibrio metabólico y otros desordenes orgánicos.
El reconocido dietista-nutricionista Juan Revenga, en su último libro Adelgázame, miénteme (ediciones B, 2015) hace una soberbia y fenomenal critica de este tipo de dietas, que consiguen, en demasiadas ocasiones, sacar dinero a personas con problemas de peso.
Mito 4. Después de comer la fruta engorda
Ni la composición ni el valor energético cambian por ingerir la fruta a una hora determinada. Muy al contrario, lo que sucede es que la ingesta de fruta después de comer puede ayudar a la absorción del hierro que hayamos ingerido con la comida
Mito 5. Los alimentos que alcanalizan y otros que adifican el organismo
Los alimentos no intervienen en el pH de la sangre ni queriendo pues sea cual sea el grado de acidez o alcalinidad les espera en nuestro aparato digestivo un autentico infierno químico que se inicia en la boca, al ser mezclados con la saliva y alcanza su máxima expresión en el fondo del estomago, donde reina una acidez extrema y gracias entre otras secreciones gástricas, al acido clorhídrico producido por las células parietales del estomago. La regulación del equilibrio ácido-base es compleja y puede consultarse en cualquier tratado básico de fisiológica médica. El pH sanguíneo es una de las variables biológicas que el organismo debe mantener en estrechos límites y el cuerpo es tan listo que no nos deja cambiarlo fácilmente y mucho menos con algo que podamos hacer voluntariamente y cada pocas horas, como sucede con las tomas de alimento.
Entre otras causas, la fiebre, el ayuno prolongado, la deshidratación aguda, una crisis de ansiedad, la falta de oxigeno en altura, intoxicaciones medicamentosas, ingesta excesiva y aguda de alcohol, enfermedades importantes respiratorias, renales, hepáticas o metabólicas pueden alterar el equilibrio acido-básico del organismo, pero comer un bocata de queso en lugar de dos naranjas, no. Para un mejor asesoramiento es mejor consultar con webs fiables como Meline Plus.
Mito 6. La leche produce mocos y es mejorar retirarla cuando los niños estén enfriados
Si semejante estupidez fuera verdad, los bebés y niños pequeños se transformarían en seres verdes y viscosos, pues se pasan dos años tomando leche a todas horas. Lo que produce mocos son los catarros de repetición que se pillan en las guarderías a las que se lleva a los bebés cuando su sistema inmunológico aun es inmaduro, con la intención de que haga amiguitos, pero a estas edades los amiguitos tienen nombres extraños: rotaperez, neumosanchez, adenogómez, etc.
Lo malo es que este mito se ha extendido incluso al mundo adulto y muchas personas dejan de tomar lácteos cuando tienen procesos catarrales, convencidos de que producirán menos moco y gastarán menos en pañuelos; lo triste es que algunos vivales difunden estas teorías en sus consultas de medicina neurópata, homeopática, integrativa, holística y chupi guay y no solo te quitan los lácteos sino también un buen pellizco de tu cartera, recetando suplementos con su nombre o bolitas con sacarosa. Para informarse bien y no piense que el autor es extremista, recomienda el libro Medicina sin engaños de J.M. Mulet en el que se encarga de poner en su sitio a las pseudociencias y otras ¿medicinas? Alternativas.
Mito 7. El pan y las galletas integrales no engordan o engordan menos que sus versiones no integrales
Es mejor el pan integral que el pan blanco, por conservar más nutrientes y tener más fibra, pero el poder energético o calórico suele ser similar, por lo que si tiene la intención de bajar peso, tendrá que tenerlo en cuenta. Lo que sucede es que además de ser más saludable, el pan integral sacia más, lo que implica que solemos comer menos cantidad, por lo que el resultado final puede ser la ingestión de algunas calorías menos. En cuanto a las galletas, aquí el problema es el alto contenido en azúcar y grasas saturadas que llevan, por lo que aunque tengan fibra, y estén elaboradas con harina de cereales integrales, no se libran de ser alimentos superfluos con alto contenido calórico. Es necesario prestar atención y fijarse bien en la composición y en el número de calorías que figura en muchos envases de galletas y productos similares, en los que las palabras integral y natural funcionan de señuelo, desviando la atención del alto poder energético y la elevada cantidad de azúcar que contienen.
(Información extraída de Tú eliges lo que comes cómo prevenir el sobrepeso y alimentarse bien en familia Carlos Casabona, 2016)