Algunos investigadores creen que el despertar de los insomnes es un despertar emocional, resultado de un estilo de personalidad perfeccionista ansiosa. Frecuentemente, el insomne es una persona propensa tanto a interiorizar las reacciones ante los acontecimientos de una vida tensa como a somatizar los conflictos no resueltos.
Estas respuestas inadecuadas conducen a un estado emocional elevado y al despertar psicológico concomitante. Además de tener menos mecanismos de adaptación a la tensión, hay alguna prueba de que la gente que duerme mal puede experimentar un aumento de la tensión natura en el año en que comienzan los trastornos de su sueño (Healy y otros, 1981). Los defensores de esta teoría causal podrían también recomendar técnicas de reducción de ansiedad, así como aprendizaje del control de la tensión y la reestructuración cognitiva.
Aunque la medida mas frecuentemente utilizada ha sido el Inventario de Personalidad Multifásica de Minnesota (IPMM) también se ha aplicado a las personas que duermen mal una amplia serie de otros test de personalidad. Los resultados de estos estudios han sido consistentes. En contraste con aquellos que no tienen problemas con el sueño, los insomnes muestras más psicopatologías.
Por ejemplo, Levin, Bertelson y Lacks (1984) encontraron que el 53% de los perfiles resultantes del IPMM en personas insomnes tenían por lo menos una escala clínica con una puntuación T igual o por encima de 70, en comparación con un grupo de personas que duermen bien, donde solo el 16% tenía puntuaciones IPMM elevadas. Sin embargo, por lo general, las puntuaciones IPMM de insomnio no eran muy elevadas. En un conjunto de 9 escalas IPMM, las personas que padecían un insomnio leve puntuaron por término medio 57,9, las que padecían insomnio importante puntuaron 60,0 y las personas que dormían bien arrojaron resultados de 53,0
La investigación basada en test de personalidad en personas insomnes muestra un cuadro clínico de individuos introvertidos, preocupados e inhibidos con un ligero nivel de depresión. En esencia, ese modelo refleja características significativamente patológicas, neurosis, anti sociabilidad, síntomas somáticos e infelicidad. El mismo modelo surge en muchos muestreos y no parece estar relacionado con el grado de cronicidad o con la gravedad del insomnio.
Los trastornos del sueño durante cierto tiempo hacen que disminuya el sentimiento de una persona sobre su propia aptitud o confianza en su capacidad para afrontar los problemas. Esta actitud negativa respecto a uno mismo puede en este caso conducir a sentimientos depresivos que no hacen sino aumentar el problema de insomnio y llevan a una espiral descendente de menos sueño y peor estado de ánimo. La falta de sueño, como toda situación de tensión, debería remitir con la mejoría de éste.
Si se trata de aspectos etiológicos del insomnio, estos factores deberían quedar inalterados en una mejoría del sueño (Hauri, 1979). En un experimento realizado en el Laboratorio de Hauri, de un total de 30 personas que sufrían insomnio tratadas con diversas formas de bio-retroalimentación, 12 mostraron mejoría contrastada mediante un EEG. Un año después de iniciado el tratamiento, estas 12 personas habían disminuido de forma importante sus niveles de depresión y hostilidad, pero no los de ansiedad. Hauri interpreta estos descubrimientos en el sentido de que la depresión y el sentimiento de hostilidad eran consecuencia del mal sueño y sin embargo, la ansiedad era probablemente más bien un factor etiológico. Tanto las personas que recibieron un tratamiento pero no mejoraron, como aquellas que no recibieron tratamiento, mostraron por lo general un empeoramiento en estos tres factores.
(Información extraída de Tratamiento del comportamiento contra el insomnio persistente Patricia Lacks, 1993)