Bajo el concepto de trastorno de déficit de atención/hiperactividad (TDAH) se pretende agrupar un conjunto de disfunciones cognitivas que dan lugar a un agregado de conductas consensuadas por expertos como problemas de atención y problemas de la hiperactividad-impulsividad. El TDAH, al igual que el resto de trastornos del neurodesarrollo, es un constructo consensuado, que pretende delimitar un patrón cognitivo-conductual, heterogéneo pero identificable, al que se le supone una identidad genética y neurofuncional.
La elevada prevalencia de este trastorno y la enorme repercusión escolar y adaptativa, han conducido a que en la última década haya alcanzado una gran resonancia, no solo en ámbitos científicos especializados, sino también en medios de comunicación y en entornos con orientaciones profesionales no siempre ubicadas en el marco de la medicina basada en la evidencia. Es por ello que existe una ingente información, pero también desinformación, al alcance de todos los ciudadanos. Por lo tanto, no sorprende que el TDAH trascienda ámbitos científicos y que se cuestione o defina su naturaleza desde posturas puramente ideológicas.
El TDAH hace referencia a personas inatentas, despistadas, impulsivas, poco eficientes en tareas que requieren capacidades organizativas, inconstantes y, en definitiva, poco eficientes en las demandas generadas en el colegio, en la vida laboral y en la vida social. El TDAH pretende dar una explicación neurocognitiva al fracaso derivado de una falta de eficiencia en los mecanismos que rigen aprendizajes y adaptabilidad al entorno social.
Puesto que estas personas han existido siempre, ya se identificaron médicamente a principios del siglo XVIII, a partir de Sir Alexader Crichton, quien bajo la denominación “inquietud mental” ya describió en su libro Una indagación sobre la naturaleza y el origen del desajuste mental, publicado en 1798, lo que actualmente se denomina TDAH inatento. Crichton afirmaba hace más de dos siglos:
“La incapacidad para atender con el suficiente grado de constancia hacia un objeto casi siempre proviene de una sensibilidad patológica de los nervios, por cuyo motivo esta capacidad se halla constantemente desplazada de una impresión a otra. Su origen tanto puede ser de nacimiento como ser el resultado de enfermedades accidentales”.
La terminología aplicada a lo que actualmente denominamos TDAH ha variado a lo largo del tiempo, lo cual indica la dificultad para establecer unos límites entre este y otros trastornos. Por ello, el TDAH o algo parecido, ha recibido diferentes denominaciones: daño cerebral mínimo, disfunción cerebral mínima, discapacidad del aprendizaje y de la conducta, hiperactividad, reacción hipercinética de la infancia, trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad y el trastorno de déficit de atención. El termino DAMP (déficit de atención, del control motor y de la percepción) propuesto por Gillberg y usado en países nórdicos, hace referencia a un concepto muy próximo al TDAH.
El TDAH viene definido por la coincidencia de los síntomas derivados de una baja capacidad atencional, de una falta de control de la impulsividad y de una manifiesta inquietud. Tanto el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV-TR como la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE 10 partes de las mismas manifestaciones como base conceptual del trastorno: sin embargo, existen importantes diferencias en el modo de agrupar e interpretar los síntomas usados como criterios diagnósticos.
La CIE 10 si bien recoge los mismos síntomas del DSM-IV-TR, difiere en los siguientes aspectos:
- La CIE-10 en lugar de TDAH, utiliza la denominación “trastorno hipercinético”
- El “síntoma a menudo habla en exceso” ubicado en el DSM-IV-TR como síntoma de hiperactividad, la CIE-10 lo considera síntoma de impulsividad
- Según el DSM-IV-TR “algún síntoma” se debe iniciar antes de los 7 años mientras que la CIE-10 exige que todos los síntomas requeridos se inicien antes de los 7 años.
- Según el DSM-IV-TR algunos criterios deben cumplirse en más de una situación (por ejemplo, en casa y en el colegio), en cambio CIE-10 exige que se cumplan en más de una situación (por ejemplo, en casa y en el colegio)
- El DSM-IV-TR exige para el diagnostico seis criterios de inatención y/o seis criterios de hiperactividad-impulsividad mientras que el diagnostico de tratamiento hipercinético requiere seis criterios de inatención más tres criterios de hiperactividad más un criterio de impulsividad. En realidad, el trastorno hipercinético de la CIE-10 puede considerarse como una forma grave de TDAH, puesto que exige un mayor número de síntomas.
- En el DSM-IV-TR los síntomas no deben coincidir con un trastorno generalizado del desarrollo, esquizofrenia u otro trastorno psicótico, y no pueden verse mejor explicados por otro trastorno mental (depresión, trastorno bipolar, trastorno de ansiedad, trastorno disociativo o trastorno de personalidad). En la CIE-10 el trastorno hipercinético “no debe diagnosticarse” si se cumplen los criterios de un trastorno generalizado del desarrollo, esquizofrenia u otro trastorno psicótico, depresión, trastorno bipolar o trastorno de personalidad. Ello implica que la CIE-10 a diferencia del DSM-IV-TR, no acepta la comorbilidad con otros trastornos, como depresión, trastorno bipolar, trastorno de ansiedad, trastorno disociativo o trastorno de personalidad.
(Información extraída de Trastornos del neurodesarrollo / editores, Josep Artigas-Pallarés, Juan Narbona, 2011)