Todo el mundo está más o menos obsesionado. Todo el mundo sabe lo que son las obsesiones, ¿quién no se ha sentido alguna vez “obsesionado” por una canción escuchada en la radio? ¿Quién no se ha despertado alguna vez durante la noche con una inquietud obsesionante, familiar o profesional?
En realidad, todo esto es completamente normal. La obsesión autentica sin embargo resulta siempre penosa, bien sea simplemente molesta o torturante e insoportable. Se trata de un pensamiento que asedia literalmente (“obsesión” viene del latín obsidere que significa asediar), al individuo y que a pesar de sus constantes esfuerzos no puede evitarlo.
A este pensamiento va asociada siempre una sensación sumamente terrible. El verdadero obseso está dispuesto a cualquier cosa con tal de liberarse de su tortura, pero el drama está en que no lo logrará sino sometiéndose a ella.
La neurosis obsesiva
A veces las obsesiones aparecen en la vejez ensombreciendo los últimos años de su vida. A veces también son consecuencia de una fractura de cráneo o una conmoción cerebral. Pero, en uno u otro caso, se trata de trastornos verdaderamente excepcionales que no hacen sino expresar concretamente tendencias latentes que existían con anterioridad. Igualmente, algunas mujeres son víctimas de obsesiones por la idea de robar o de tomar fuertes dosis de alcohol, incluso de matar. Pero se trata casi siempre de personas que anteriormente han tenido ya manifestaciones del mismo tipo. Por norma general, la obsesión constituye el elemento central de una de las cuatro neurosis actualmente catalogadas: la neurosis obsesiva.
Frecuentemente tales pensamientos estériles paralizan la vida intelectual: ciertos enfermos se pasan todo el tiempo repitiendo mentalmente las tablas de multiplicación o la lista de las grandes fechas de la historia del país. El obseso es también un hombre lleno de pequeñas manías. Es presa de infinitos escrúpulos. Se siente obligado a alcanzar la perfección. Y tiene que estar continuamente haciendo comprobaciones e incluso comprobaciones de comprobaciones. A veces hay quien se despierta diez o doce veces durante la noche para asegurarse de que el gas está bien cerrado. En realidad sabe perfectamente que lo está; pero influido por una obsesión irrisoria, se siente obligado por una fuerza interior a ceder.
Los terribles impulsos
A veces, el enfermo se siente coaccionado a un acto que le parece particularmente monstruoso. Como, por ejemplo, asesinar a alguien. Estas tendencias agresivas se llaman obsesiones impulsos. Pueden inducir al suicidio, al robo a y las diversas formas de atentado a las costumbres y especialmente al exhibicionismo. En realidad, el paso a la acción es poco frecuente, salvo en los cleptómanos. En general, es el enfermo la única víctima de sus impulsos antisociales, condenado a combatirlos.
El obseso está encerrado en un círculo vicioso. Para drenar las ideas y los impulsos obsesivos, pone en marcha mecanismos de defensa que no tardarán en convertirse, a su vez en obsesivos. Son los ritos conjuratorios. A menudo, estos ritos los lleva a acostarse. La persona da vueltas alrededor de su cama, golpeando en algunos lugares las paredes, recita fórmulas mágicas, procede a ablaciones complicadas y minuciosas, mira en todos los armarios y debajo de la cama, etc.
Una debilidad constitucional
Este aspecto clínico poco agradable se complica con otros síntomas. El obseso se ve asaltado por dudas, remordimientos, escrúpulos que inhiben su pensamiento y paralizan su acción, además es un hombre mal adaptado a la vida en sociedad, a la vida profesional. Le falta decisión y rendimiento.
Es cierto que el obseso presenta síntomas de una cierta debilidad psíquica, efecto de las luchas llevadas a cabo contra los pensamientos y los impulsos intrusos pero, en cierta medida, es también su causa. El origen de las obsesiones es en parte constitucional. Se puede decir que en la mayoría de los obsesos, la estructura básica de la personalidad está afectada. Por lo demás, el psicoanálisis descubre fácilmente en ellos cierta dosis patológica.
(Extraída información de El médico informa, 1973)