Mitos y diagnósticos erróneos de los TEA

Uno de los mitos más extendidos es aquel que propugna que los niños con TEA son incapaces de amar o de entablar relaciones amorosas. Cuando el autismo fue definido por primera vez como trastorno en la década de 1940, se destacaron las características de “soledad autista” e incapacidad de construir relaciones intimas, cálidas y enriquecedoras. Leo Kanner, considerado el padre del autismo porque fue el autor de la primera descripción sistemática de niños con TEA, acuñó este término. A partir de ese momento todas las definiciones de autismo han girado en torno a esta incapacidad de construir lazos emocionales y amorosos. Si bien antes se pensaba que la soledad autista era un síntoma inalterable de la infancia, hoy en día lo habitual para construir relaciones se entiende como un “continuar”. Sin embargo, persiste la noción de que los niños con autismo nunca serán capaces de entablar relaciones tan profundas o intensas como los demás. La capacidad de amar y de sentirse bien en una relación amorosa incluye placer en experimentar intimidad emocional con otra persona. Fácilmente interpretamos que la sonrisa limpia de un bebé de cuatro meses refleja un vínculo muy profundo y emocional y que se irá fortaleciendo a lo largo de los siguientes meses. Sin embargo, ¿por qué cuando un niño de dos años y medio con TEA tiene miedo y va corriendo a agarrarse a los brazos de su madre consideramos que esta es una señal de amor o intimidad menos válida? El programa DIR/Floortime destinado a satisfacer las necesidades del niño aunque este muestre una conducta repetitiva o auto estimulatoria, no se ocupa de desarrollar el lenguaje o la comunicación, sino la sensación de apego. La respuesta llega rápidamente al tercer o cuarto mes de tratamiento. El hecho de que la sensación de apego emerja tan rápidamente nos hace pensar que ya existía de alguna forma. La confusión que existe entre la capacidad de amar y sentir emociones de los niños con TEA se debe a que muchos de estos niños presentan problemas a la hora de comunicar sus emociones. Desde los cuatro hasta los diez meses, los niños interactúan emocionalmente y responden a los estímulos con sonidos, lenguaje corporal y expresiones faciales: una sonrisa les provoca sonrisa; un sonido les hace emitir sonidos. En los niños que se desarrollan de manera normal, esto les lleva a un patrón de conducta complejo entre los doce y los dieciséis meses: ya se dirigen a la madre o al padre y quieren alcanzar sus brazos, sonríen abiertamente, imitan sonidos e incluso dicen una palabra o dos; se ríen sin parar y juegan a imitar al padre. Se produce un amplio intercambio de emociones. Este tipo de intercambio rápido de señales emocionales resulta mucho más complicado para los niños con TEA. Eso se debe a trastornos biológicos que impiden una buena conexión entre las emociones y el sistema psicomotor. Al no poder guiar las acciones por medio del deseo, prefieren encerrarse en sí mismos, porque no saben traducir un deseo en acción. En cuanto al lenguaje, aunque puedan memorizar o repetir palabras les resulta muy difícil imprimir un deseo en una palabra o conectar una emoción o afecto a cierto símbolo verbal diciendo “Mamá te quiero” o “Mamá abrázame”. ¿Incapaces de comunicarse? Otro mito es aquel que asegura que los niños con TEA no pueden aprender las claves de la comunicación y el pensamiento y que lo mejor que podemos esperar de ellos es que cambien su comportamiento y memoricen escritos. Sin embargo, los niños con autismo pueden involucrarse en la resolución social de problemas y pueden pensar con lógica y creatividad. El resultado de nuestros estudios demuestra que existe un alto porcentaje de niños que alcanzan los hitos emocionales básicos para su desarrollo. En cuanto a los padres y tutores se olviden de estos falsos mitos sobre falta de apego y comunicación y ayuden al niño a construir estas capacidades, los temibles comportamientos como la conducta obsesiva, la ecolalia, la agresión o los cambios de humor tienden a debilitarse. ¿Incapaces de desarrollar el pensamiento abstracto? Otro falso mito conocido es el que propugna que los niños con TEA no pueden desarrollar un pensamiento abstracto ni hacer interferencias. Si bien es verdad que no todos los niños son capaces de alcanzar el pensamiento abstracto, un estudio de los autores mostró en un programa DIR, trabajando sobre las señales emocionales básicas, los niños que habían avanzado más aprendieron a hacer inferencias, a dominar las acciones circunscritas a la teoría de la mente y a mostrar empatía. ¿Incapaces de interpretar las emociones? Otra afirmación recurrente sostiene que los niños con TEA no pueden interpretar las emociones de los demás niños o de los adultos. Estudios anteriores sugerían que, cuando los niños con TEA ven expresiones de emoción en la cara de los demás, procesan la información en una región diferente del cerebro y distinta a la de los demás. Esto parecía avalar la idea de que los niños con autismo tenían un cerebro diferente. Una de las conclusiones del trabajo de Gersbacher y sus colegas es que los niños y adultos hipersensibles a las sensaciones externas se estresan fácilmente cuando tienen que mirar a la cara de una persona. De hecho, los sujetos del estudio padecían una gran ansiedad cuando miraban a la cara de los demás. Este estudio demostró lo complejo, sutiles y delicados que son los problemas asociados a los TEA y cómo incluso la mejor de las investigaciones puede llevar a conclusiones erróneas si los investigadores no tienen en cuenta las hipótesis alternativas. La evidencia más clara sobre las capacidades de los niños con TEA es que muchos de estos niños desarrollan capacidades de pensamiento de alto nivel. ¿Trastorno inicial o disfunción progresiva? Es tentador para muchos pensar que los individuos con autismo presentan anomalías crónicas y rígidas como consecuencia de ciertos trastornos del cerebro. Sin embargo, estas conclusiones se suelen basar en datos insuficientes. Una de las cuestiones más difíciles de responder es si una particularidad

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