junio 2024

Planificación de la terapia asistida con animales

Una de las partes fundamentales a la hora de realizar cualquier tipo de intervención o tratamiento es la planificación de las sesiones o actividades, de cara a obtener los mejores resultados posibles con los usuarios. Al trabajar con personas y animales, la planificación se vuelve mas complicada al tener que manejar mayor tipo de variables que pueden condicionar la evolución de una sesión o la finalización previa al tiempo esperado. Un animal no es una persona y como tal no se puede trabajar con él de a misma forma, lo que provoca que las sesiones deben ser entrenadas para que el animal sepa en todo momento cuál es el siguiente movimiento o comportamiento deseado y así poder llevar a cabo un aprendizaje poco a poco, tanto del animal como de los usuarios, al mismo tiempo que se habitúan el uno al otro. La manera más fácil de llevar a cabo una correcta intervención es preparando un plan de adiestramiento adecuado a través de un mapa de actividades done manejar con mayor precisión el comportamiento del animal. El comportamiento final que se busca en el animal deberá conocerlo el propio terapeuta a través de múltiples variables, como pueden ser la colocación del animal antes de comenzar la actividad, la forma de sentarse, identificar el estado o nivel de excitación, entorno, los propios usuarios, etc. Teniendo en cuenta el nivel de dificultad que tiene trabajar con animales, el entrenamiento al que se someterá deber ser lo mas parecido a la intervención que va a realizar y consiguiendo de manera satisfactoria o con amplio margen de ejecución el comportamiento que se busca. El contexto es importante en cualquier tipo de sesión, incluyendo al propio terapeuta, que a través de su cuerpo se convierte en una señal hacia el animal. Por otra parte, el lugar debe ser de fácil control y los ejercicios deben ser realizados en diferentes emplazamientos para garantizar la ejecución independientemente del contexto donde se realice. Perfeccionar el comportamiento o dividirlo en tareas mas sencillas será la manera ideal de entrenamiento para un animal de terapia. Además, la repetición incluso habiendo aprendido la secuencia, refuerza su ejecución y garantiza una mayor fiabilidad en su comportamiento La selección de un animal para terapia Son muchos los animales que pueden ser seleccionados para llevar a cabo una actividad de terapia asistida con animales, aunque, en su mayoría, los mas utilizados, tanto por costes económicos como por facilidad de adiestramiento, son perros y gatos. Otros que se pueden usar son: peces, caballos, conejos, pájaros, hámsteres y otros animales de granja Los animales de terapia son especialmente seleccionados, cuentan con unas aptitudes apropiadas y son educados con unas habilidades específicas, necesarias para conseguir mantener el estimulo motivacional del animal durante toda la sesión terapéutica o educativa, comportándose de manera tranquila y equilibrada. Para la utilización de un animal de terapia se deben seguir una serie de principios básicos: Debe evitarse que sufra abuso, dolor o malestar, tanto física como mental En todo momento, deben proporcionarse los cuidados sanitarios adecuados Todos los animales deben disponer de un guiar tranquilo donde pasar tiempo alejados de sus tareas profesionales Los especialistas deben poner en práctica procedimientos de prevención sanitaria Las interacciones con usuarios deben estar estructuradas de tal manera que permitan mantener la capacidad del animal para servir de agente terapéutico Nunca debe permitirse que un animal esté sometido a una situación de abuso o estrés Si una intervención resulta indebidamente estresante para el animal, el terapeuta debe suspender la sesión o la interacción Los terapeutas que empleen animales de terapia deben permitir que los animales disfruten de momentos de descanso varias veces al día A los animales viejos y a aquellos otros que deban afrontar un estrés elevado, deben reducirle progresivamente el tiempo dedicado a la actividad o eliminarla por completo. También debe prestarse atención a la transición del animal cuando comienza la fase, ya que hará que se sienta mejor En una situación en la que el usuario, ya sea intencionadamente o no, abuse del animal, tienen que respetarse las necesidades básicas de éste, incluso en el caso de que ello implique poner fin a la relación del animal con el usuario     (Información extraída de Terapia ocupacional en geriatría María del Carmen Rodríguez Martínez, Abel Toledano González, Uxía Bermúdez Bayón, 2019)

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Organizar la agenda, las tareas y los tiempos

La sobreocupación mantenida en el tiempo puede ser una importante fuente de estrés a la que muchos les es difícil sustraerse por el tipo de trabajo que desempeñan y que les tiene agobiados y de mal humor. Algunos se ven lanzados al ritmo de vida que caracteriza al patrón tipo A y que puede suponer un riesgo de enfermedad coronaria. Un modo de afrontar el estrés en estos casos es reorganizar tempos y tareas de manera que podamos reducir la sobreocupación laboral y adoptar un estilo de vida que nos permita ocuparnos de otras muchas cosas que también nos importan en la vida. Los días tienen solo 24 horas: guía práctica para planificar y dar sentido “no va a dar tiempo” es una expresión que en la vida laboral y personal está asociada a menudo a la experiencia de estrés. Pero el tiempo no se detiene, corre inexplorablemente en días que solo tienen 24 horas y podemos perderlo tratando de meternos prisa y de precipitarnos para ganarlo. “no sé por dónde empezar” o empezar una tarea y sin terminarla, pasar a otras sin concluir ninguna también puede ser una fuente de estrés, precipitación, enfado y ansiedad que puedo afrontar con una adecuada gestión de las actividades y tiempos. Utilizo una adecuada planificación, organización y gestión de la agenda diaria para programar el tiempo disponible y dar sentido a mi actividad, que es un modo de dárselo a mi vida también. La agenda me puede ayudar a lograr un buen ajuste entre tiempo disponible y tareas y entre esfuerzo realizado y esfuerzo obtenido, a redistribuir las cargas de trabajo, a evitar la sobrecarga por acumulación de tareas y demandas imprevistas y dar vueltas a la cabeza sin sentido y sin saber por dónde empezar y a qué darle prioridad, el sentimiento de urgente y de insatisfacción, a aumentar mi motivación, a reducir el cansancio y la ansiedad y a incrementar mi eficacia y eficiencia Tomo en consideración los objetivos que quiero alcanzar con las actividades que planifico y los valores que dan sentido a mi actividad diaria y a mi desempeño profesional Anoto la víspera las tareas fijas y habituales del día siguiente, tanto del ámbito domestico como del ámbito laboral y social: compras, despachos de gestiones, reuniones de trabajo, entrevistas, visitas. Hoy dormiré mejor y mañana aprovecharé más el tiempo Sitúo en momentos fijos del día los trabajos rutinarios y habituales. Cuando se trata de actividades complejas, programo la realización gradual de tareas parciales, lo cual me facilita finalizar la actividad en los tiempos fijados y disfrutar la sensación de haberlas completado Priorizo actividades, tal vez con adhesivos o con colores diferentes, según sean obligatorias, muy importante, importantes y menos importantes, para asignarles el tiempo correspondiente y no malgastar tiempo y esfuerzo en tareas triviales, lo que sería una fuente de estrés añadida a la carga de la propia tarea Planifico de manera realista y proporcionada, de acuerdo con el tiempo disponible, con mis posibilidades y recursos, y con los del equipo humano con el que trabajo. Establezco un adecuado equilibrio entre las tareas que asumo y los recursos humanos y materiales con los que cuento. Equilibrio tareas fáciles con aquellas otra que exijan mayor esfuerzo Considero la posibilidad de que surjan imprevistos que podrían ser prioritarios y obligarme a reconsiderar la planificación del día Considero la posibilidad de que alguna de las actividades planificadas no pueda realizarse para tener previstas las alternativas No asumo actividades o responsabilidades que no me corresponden. Digo asertivamente no a demandas que no puedo o no quiero asumir Hago una cosa cada vez y no todo al mismo tiempo, focalizando la atención y la energía en el aquí y en el ahora de esa cosa y no en las cosas que no he podido hacer o que me quedan todavía por atender. Experimento la satisfacción por lo que voy completando y evito dejarme llevar por la urgencia y el agobio Evito dispersarme saltando de una cosa a otra sin concluir ninguna de ellas En la realización de las tareas y en particular de aquellas que me resultan más desagradables, práctico la relajación, la respiración abdominal y la atención consciente y plena. No postergo, no dejo para mañana las actividades inaplazables y que pueda hacer hoy, evitando así la acumulación progresiva de asuntos pendientes, los atrasos y la sobrecarga permanente que supone “no sacar el trabajo adelante” y sentirme ineficaz. Me ayudo con monólogos orientados a la acción: “cuando antes me lo quite mejor, ahora tengo unos minutos disponibles y los voy a aprovechar para evitar dilaciones” Al mismo tiempo, después de priorizar, decido qué actividades se pueden postergar para otro día y cuáles incluso pueden dejarse sin hacer sin que ocurra nada Hago previsibles y predecibles las actividades de la agenda. Establezco marcas e hitos que señalen con suficiente antelación las fechas límite y las tareas prioritarias en el horizonte temporal para evitar que me “cojan por sorpresa” actividades y tareas que debería haber previsto y tal vez he olvidado Reviso mi planificación y compruebo el ajuste tiempo-tarea logrado y aquellas actividades que tenía previstas o que me apetecía hacer pero que no he podido resolver por falta de tiempo Compruebo el grado de eficacia de motivación y de satisfacción logrado en las actividades realizadas y el impacto de lo que hecho en mi calidad de vida Aprendo a vivir cada jornada que ya no vuelve, disfruto cada día con el balance de los resultados logrados y me digo monólogos de reconocimiento por ello, porque eso hará mas probable que mañana sea también una buena jornada, puede que con carga, pero menos estresante. Pausas para poner a punto las herramientas Para poner a punto las herramientas de trabajo y para ponerme yo mismo a punto, compruebo cada día mi nivel de activación y rendimiento optimo y acompaso el ritmo de trabajo con pausas periódicas cuando compruebo que he rebasado ese nivel, que tengo fatiga y que mi rendimiento desciende a pesar de los

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Decálogo para el manejo de la ansiedad en el autismo

Estos diez tipos os ayudarán a cómo gestionar la ansiedad a las personas que padecen autismo No hay milagros La primera lección que hay que aprender en el camino de ayudar a la persona con autismo a manejar y aliviar su ansiedad es que es un proceso y no precisamente fácil. Se debe comenzar por aceptar que la ansiedad puede estar presente en sus vidas y ser realistas sobre si podremos reducirla o aliviarla. Aceptar la realidad de la situación estresante es también una estrategia de afrontamiento. Hay que evitar equiparar la palabra afrontamiento a “dominio”, por eso es preferible el término “manejar”, puesto que puede significar minimizar, evitar, tolerar, aceptar las condiciones estresantes. Merece la pena hacer el esfuerzo porque el impacto en la calidad de vida de la persona suele ser muy significativo. Ser proactivo, no reactivo Ante la pregunta, ¿qué puedo hacer cuando la persona ya esta descontrolada y la ansiedad la ha invadido? O si la pregunta se la hace la persona con autismo: ¿qué puedo hacer cuando ya estoy descontrolado o la ansiedad me ha invalidado? La respuesta es: poca cosa, demasiado tarde. En esta situación solamente queda apagar el incendio como ose pueda, “poner parches”, intentar clamarse o calmar a la persona con autismo. Estas estrategias reactivas, por lo general, no impiden que vuelvan a darse nuevas crisis en el futuro. Bien al contrario, suelen empeorar las cosas. Si cometemos el error de utilizar siempre estrategias puramente reactivas una vez la crisis se desata, la persona no tiene oportunidad de aprender estrategias proactivas de regulación de las propias emociones  y de pactar con su mundo social y sensorial de una manera más efectiva y apropiada. La sensación para todos es la de andar sobre tierras movedizas: en cualquier momento nos engulle. Y la tensión sostenida que eso genera es muy alta y pasa factura. Se recomienda prever posibles situaciones de riesgo y actuar preventivamente. Una buena (auto) regulación emocional requiere identificar qué es lo que podemos modificar o aprender antes para reducir los niveles de ansiedad Mantener la calma Cuando la persona con autismo se altera, grita, se niega a hacer lo que le pedimos, patalea, se ofusca, es fácil que nuestra paciencia se ponga a prueba y no siempre superemos esa prueba. En ese caso, primera recomendación, siempre que sea posible: no perder los nervios ni el control nosotros también. Posiblemente, tendremos todos los números para que la situación empeore y no solucionemos nada, acabemos todos mal, angustiados y cada vez con menos energía. Recordemos que, cuando hablamos de tratamiento para la ansiedad, estamos hablando de una carrera de fondo y no de los cien metros liso. No obligar a la persona con autismo por la fuerza bruta y porque sí a enfrentarse a situaciones ansiógenas El discurso que tiene que adaptarse, nuestro mundo es así y tiene que aprender a vivir en él, no es una estrategia inteligente ni efectiva. Probablemente, se intensifique y empeore la sintomatología ansiosa. Tampoco es recomendable el discurso de: Es superior a él, no podemos hacer nada. Lo mejor es dejarlo tranquilo. Recordemos la protección excesiva versus la protección adaptativa. Ni tanto ni tan calvo. Partimos de la base de que no hay una intencionalidad por parte de la persona con autismo para molestarnos o provocarnos con sus miedos. Así como tampoco desean generar pena ni manipularnos para que lo hagamos todo por ellos. No forcemos, pero demos herramientas de aprendizaje, estrategias de afrontamiento No reforzar la ansiedad y los miedos Puede suceder, con el tiempo y por condicionamiento, que lleguen a aprender que determinados comportamientos disruptivos, manifestaciones de la ansiedad, les facilitan el premio gordo: evitar la situación aversiva, que los protejamos y no tener que enfrentarse a lo que les angustia. Las manifestaciones de la ansiedad se convierten en un refuerzo. No importa lo que siento, solucióneme el problema Cuando las personas sin autismo están ansiosas o tienen un mal día, suelen encontrar útil ventilar el problema y expresar cómo se siente. De hecho, la psicoterapia en población sin autismo está pensada para analizar qué siente la persona y darle herramientas para sentirse mejor. No es eso lo que necesita una persona con autismo. Cuando la persona con autismo se siente estresada y se le pregunta qué siente, normalmente no es capaz de responder a esta pregunta, incluso se incrementa el comportamiento perseverante y repetitivo, aumentando el deseo de estar solo y la sensación de ansiedad. Lo que requiere es que se le ayude a resolver el problema de manera operativa. Soluciones prácticas  para problemas inmediatos. Para calmarla es de imperativo legal ofrecerle soluciones lógicas con un lenguaje claro y sin ambigüedades. Aceptar incondicionalmente a quien debemos ayudar Quien experimente ansiedad es posible que se sienta fuera de control y que diga o haga cosas que no nos gustan, nos decepcionen, asusten o nos contraríen. Regla de oro: no personalizar nada de lo que sucede o de lo que nos digan. La persona con autismo tiene que sentir que puede confiar en nosotros, a pesar de que pueda no agradarnos su comportamiento, y tiene que sentir que lo atendemos y cuidaremos en cuanto esté en nuestras manos No esperar a que el tiempo solucione los problemas Excepto en el caso de conflictos evolutivos transitorios como determinadas fobias evolutivas, al igual que muchas enfermedades médicas, las perturbaciones afectivo-emocionales tienden a cronificarse si no se abordan y cortan a tiempo. En este caso, el “no dejes para mañana lo que puedas prevenir intervenir hoy” es crucial para una buena evolución del conflicto emocional. No abordar todas las situaciones ansiógenas No es realista plantearnos el poder abordar TODAS las situaciones que generan estrés o ansiedad. Es necesario priorizar en función de los siguientes criterios: Situaciones que puedan suponer un daño o peligro físico para la persona con autismo y/u otras personas Situaciones que generan un alto nivel de sufrimiento emocional y, en ocasiones, físico como en el caso de la hiperactividad sensorial Situaciones que obstaculizan otros aprendizajes,

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Las cuatro fases de la desorientación en los mayores

Los muy mayores despistados y desorientados han entrado en la última fase de la vida: resolución frente a vegetación. Se trata de personas que jamás han logrado lo que Erikson denomina la “integridad”. Esas personas pasan por cuatro fases, que se distinguen por diversas características físicas y psicológicas. Cada una de ellas supone un paso más hacia la retirada del sujeto de la realidad en una lenta regresión física. Sin embargo, no hay que tomarse literalmente las categorías, ya que hay personas que pueden pasar de una fase a la siguiente en apenas cinco minutos. Un hombre puede estar orientado a las ocho de la mañana y a las tres de la tarde asegurar que debe marcharse a  su casa a dar a comer a los caballos y a ordenar las vacas. Primera fase: despiste – orientación deficiente ante la realidad Segunda fase: confusión temporal – pérdida de las capacidades cognitivas Tercera fase: movimientos repetitivos que sustituyen al discurso Cuarta fase: vegetación – retraimiento total hacia el interior Para comprender a los ancianos que se encuentran en estas cuatro fases, se ha de entender cómo utilizan los símbolos Símbolos: billetes al pasado Un símbolo es un objeto o una persona del presente que representa un objeto significativo del pasado. Los símbolos utilizados por los adultos psicóticos pueden parecerse a los que utilizan las personas despistadas o desorientadas. De hecho a los muy mayores despistados se les suelen diagnosticar alucinaciones o ilusiones paranoides. Una persona psicótica fabrica símbolos imaginarios a partir de miedos internos; sus alucinaciones e ilusiones son percepciones patológicas e infundadas de la realidad y, por lo tanto, esas personas necesitan ayuda. Los símbolos no están relacionados con la pérdida de capacidad intelectual, ni tampoco responden a un mecanismo de curación que aparezca en la última etapa de la vida. Cuando el mundo exterior se desdibuja debido a la pérdida de visión, al deterioro del oído y la pérdida del tacto, resulta fácil y natural reemplazar objetos y personas actuales por otros del pasado. Las personas despistadas suelen utilizar figuras de autoridad del presente para expresar la ira que sintieron hacia sus padres. Símbolos universales y su posible significado Joyas, ropa: valor identidad Zapatos: contenedor, útero, macho o hembra, símbolo sexual Monedero: sexo femenino, vagina, identidad Bastón o puño: pene, potencia, poder Mobiliario duro: padre, Dios Mobiliario blando: seguridad, madre, hogar Pañuelo, objeto plano: tierra, pertenencia, vagina, identidad Comida: amor, madre Beber de un vaso: poder masculino, potencia Cualquier receptáculo: útero Hurgarse la nariz: placer sexual Jugar con excrementos: placeres de la infancia temprana Algunos símbolos personales típicos empleados por muy mayores desorientados: Una mano: un bebé Un dedo: un padre, pies para andar, niños con quienes pasear Un trapo: papeles importantes, masa para cocinar, ropa de niño El brazo de una silla: una calle Espacio abierto: un pasillo de casa, paraíso, esperanza Botón guijarro: alimento, amor Chasquidos con la lengua: seguridad, alegría Movimiento de mecer: madre, maternidad, seguridad, alegría Liquido: poder masculino Silla resistente: pene, hombre, marido, sexo Tenedor, cuchillo: enfado Asa, mango: pene Voz grave: persona masculina Cuchara u objeto curvado: mujer, sexo femenino Calcetín, zapato: niño, ropa de niño, órgano sexual Prende de quita y pon: acto sexual, libertad, desafío Planta de una residencia: barrio Pasillo de la residencia: una calle del barrio Silla de ruedas: un coche, una bicicleta, un carruaje Primera fase: despiste Estas personas se aferran a roles sociales establecidos con una única excepción: necesitan expresar conflictos del pasado de forma velada. Para ello, utilizan a las personas del presente como símbolos que representan a personas del pasado. Una anciana, por ejemplo, puede acusar a su compañera de habitación de robarle la ropa interior; en ese caso, la compañera de habitación simboliza a una hermana de quien siempre estuvo muy celosa. Asimismo, una mujer que nunca haya expresado sus deseos sexuales puede asegurar que hay un hombre escondido bajo su cama. En esta fase se suele producir una negación de los sentimientos. El habla, la razón y el pensamiento racional son muy importantes. Las personas despistadas valoran las opiniones claras y serenas y el control, y suelen responder negativamente al control físico y al contacto visual demasiado cercano. Son conscientes del paso del tiempo, reflexionan, ponen cada cosa en su lugar y mantienen un orden. Se sienten avergonzadas cuando alguien se da cuenta de que han olvidado algo, cuando repiten frases o historias que ya han explicado o cuando confunden a una persona con otra. Entonces se inventan cosas, utilizan experiencias ficticias para ocultar sus lagunas de memoria y las niegan. Se sienten viejas e inútiles, tanto si están en una residencia como si están solos en casa, creyendo que se trata de un castigo por su comportamiento en el pasado, dicen que “alguien está envenenando” su comida. La comida es un símbolo de amor. Amargadas, solas y sin el amor de nadie, estas personas se quejan de que “alguien está robando” sus posesiones. Se sienten robadas en la vejez igual que de niños se sintieron robadas por sus hermanas que les robaban la dignidad. Los sentimientos de naturaleza parecida cruzan el tiempo y se atraen como imanes. Para justificarse a sí mismos o negar sus sentimientos del mismo modo que han hecho durante toda la vida, esos ancianos culpan y acusan a los demás. Cuando su pareja muere nunca sienten culpa o pena, sino que acusan a los médicos. Se ofenden cuando los jubilan, pero en lugar de expresar esa cólera, acusan a su jefe de tener perjuicios contra las personas mayores que él. Cuando pierden el pelo por culpa de la edad, culpan a la esteticista o al peluquero. Para mantener el control en una guerra contra la pérdida del control, se dedican a acumular cosas; ante el miedo de sufrir cada vez más pérdidas, almacenan todo lo que pueden: naranjas, pañuelos, tazas, paquetes de azúcar, sal, periódicos, cintas, todo para protegerse contra futuras pérdidas. Y nadie logrará convencerles para que no lo hagan: la necesidad de justificar el pasado

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El suicidio como lección de salud pública

Durante años, la gente no moría de cáncer sino de una larga enfermedad y uno no se suicidaban, sino que moría en condiciones que aun se están investigando. El cáncer fue saliendo del ámbito de lo privado por una mezcla de frecuencia epidemiológica y visibilidad en personas conocidas que lo fueron haciendo público. Sin embargo, el suicidio le ha costado más realizar este proyecto, hasta el punto de que cuando alguien famoso fallecía por esta causa en ocasiones pasaba a formar parte de una iconografía pop mas o menos misteriosa, y no ha tenido un rol de visibilizarían como el que ha podido tener el cáncer u otras causas de muerte. Epidemiológicamente, los datos no son comparables y aunque lo fueran en términos de cantidad, tal vez no deberían serlo por las diferencias en su etiología y en los engranajes internos de funcionamiento y desencadenamiento, pero sí es cierto que desde los años previos a la pandemia se venia produciendo un proceso de priorización del suicidio en la agenda política sobre temas de salud. Tras la pandemia, y con el importante aumento de fallecimientos por suicidio, especialmente entre la población joven, la importancia de hablar sobre el tema ha adoptado diversas formas: desde s comparación con la pandemia de COVID 19, hasta el señalamiento de condiciones biológicas que serian las desencadenantes del suicidio, pasando por otros abordajes que vinculaban con mayor o menor acierto los vaivenes socioeconómicos y las cifras de suicidio Hay dos formas de visibilizar: exponer o abrazar. Sacar el suicido a un escaparate para que la gente lo vea, o reconocerlo como una cosa que no es un asunto exclusivo de la persona con ideación suicida, sino de toda la comunidad en su conjunto. Sobre la base de estas dos opciones, se puede responder a la pregunta que desde hace unas décadas ronda algunos ámbitos de la salud publica ¿es el suicidio un problema de salud pública? Si se estima que lo que determina su consideración como tal es la existencia de un elevado número de casos, su alto peso en la mortalidad de la población entenderemos que la forma de visibilizarlo en exponerlo en la plaza pública para que la población entienda que es un problema importante. Individual pero importante. Por otro lado, si creemos que el suicidio es un problema de salud pública porque evidencia un cruce de caminos entre lo individualmente biográfico y lo socialmente relevante, entre la vivencia individual y la necesidad de hacernos cargo de los sufrimientos de manera colectiva, entonces creemos que hay que visibilizar el suicidio, pero como una manera de buscar una salida conjunta, señalando sus causas no para trazar la ausencia de alterativas o para justificar una conducta, sino para plantear intervenciones que mejoren las condiciones de vida de la gente y hagan ver que existen futuros para una vida que merece la pena ser vivida. En mayo de 2022 el Gobierno de España puso en funcionamiento la línea de atención a la conducta suicida, un número gestionado por una entidad privada sin animo de lucro y señalado como el producto más tangible de la previamente anunciada estrategia de salud mental de dicho Gobierno. El número se puso en marcha unos meses después de que se supiera que en 2020 se había alcanzado el récord de suicidios consumados registrados, con un total de 3.941 casos. Medidas como este teléfono desempeñan una labor de primera atención, algo inmediato, pero su utilidad es limitada si después falla lo demás; el suicidio ha saltado a la arena de la acción política en un momento en que las redes de salud mental hacían agua y su capacidad para asegurar esa atención posllamada era menor. Considerar el suicidio como un asunto individual es algo que en ocasiones está relacionado con otra gran pregunta en torno a este fenómeno; ¿todos los suicidios están vinculados con un trastorno psiquiátrico? ¿cuántos lo están? No se trata tanto de sacar la balanza y cuantificar con exactitud el número de suicidios consumados, que coexistían con un sufrimiento psíquico diagnosticable, sino de ver cómo se pueden desarrollar intervenciones que abarquen desde el punto final de la ayuda puntual en el momento necesario hasta las medidas mas proximales de mejora estructural de las condiciones de vida, pasando por todas aquellas intervenciones que hacen que el acompañamiento y la red de seguridad que son los servicios públicos estén ahí más allá de lo hiperagudo y actuando siempre de forma bien coordinada con el resto de recursos fundamentales.   (Información extraída de Malestamos : cuando estar mal es un problema colectivo / Javier Padilla, Marta Carmona, 2022)

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